Métrica de un naufragio simbólico (El naufragio de la niña de tu ojo derecho)

La niña de tu ojo derecho ha perdido la infancia,
y todas las imágenes que ha visto se sumergen en llanuras abisales,
el océano reclama a la niña de tu ojo derecho,
y la hunde en su seno,
diligente le quita las sandalias,
quiere el agua que las huellas dejadas en la arena sean leves,
que se borre de la tierra cualquier reflejo que hable de su paso.

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Compás de espera

Mi pasado está invadido
y lloro lentamente.
Me ha llenado de miedo una noche en el Neva
me ha llenado de fe una tarde en Bakú.
Se quedó Samarcanda como alguna promesa
y la calle de Arbat para soñar a Eszenin
siempre, siempre.

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Habana tú

Y hoy está crecido el mar
no es que la marea suba por un hecho natural
es que llora Yemayá
Juan Formell

De niña, entre las grietas de la tierra
buscaba en ti mi aurora
a semejanza mía, a semejanza tuya
cuerpo oscuro y esbelto de mi sueño.

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Habanera yo

Soy otra vez muchacha en el invierno
y nadie me regala una gardenia.
Pero el regreso de mis lunas
ahíjo taciturna del fondo de la calle
casi feliz, aletargada
bajo esta piedra roja.
Retozo como un campo florecido
es la herencia adecuada de una mujer despierta
un sueño desprendido del cuerpo que lo ha usado.

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Alcancé a ver mi reflejo

Alcancé a ver mi reflejo
en un ojo de buey.

Desde entonces la mansedumbre
habitó mis ojos.

Pero el destierro
quisiera ser más potente
y en un trozo de vidrio
desea retenerme.

Por eso camino entre mansos sueños
mientras el espejo se ríe un poco
de los reflejos que alguna vez ha visto.

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Mar de mi patio

Y si llegaras mar
cuando mi cuerpo fuera tierra arada
y lloviera en mis ojos?
Alga y sal de prusia calentura
¿no te crecen las uñas?
Te veré frente a frente
presa en tus quemaduras, levantando las cejas
dejando ver los ojos con esa indiferencia.

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Sincopada o fuera de tiempo

Todos los días se matan en La Habana
dos millones de gatos y quinientos caballos.
Quinientas yeguas solas sostienen el rencor de su dureza
se abrazan
en la pira arrogante del león babilónico.
Trasgos de sangre suspenden el azul y el animal del trópico
se agota.

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Carpintero del tiempo

Carpintero del tiempo,
sol caminante,
enhebrando en cada segundo
recuerdos entreverados de luz.

Me preguntas por mis noches,
porque jamás tuviste una.

¿Cómo responderte,
si nunca seguí tus pasos,
concentrada como estaba
en mi trayectoria de sombras?

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Hay fantasmas

Hay fantasmas
que parecen vivientes.
Pueblan el aire que respiro,
junto a mí contemplan lunas
y el sol cuando cae de tarde.

Han ido dejando sus ropas vacías en mi casa.
Ya no sé a quién pertenecieron
ni si soy ya uno de ellos
y otros ahora contemplan
mi vestimenta inútil
en un cuarto que ya quedó vacío.

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Hoy recuerdo

Hoy recuerdo tu voz ida:
como lamento marino azota mis oídos
danzando por quebradas de aire,
cayendo hacia mis aguas
como cascadas interrumpidas.

Pero nunca antes recordé voces.
Ahora la tuya no me da tregua:
es un caudal
que me fluye
hacia la fuente en la cual tú
ya fuiste a beber tu inicio.

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Aurea mediócritas

Ayer hace diez años debo confesar me hice algún fraude trabé una arenga
con mis pasos
y poco escatimé en recursos para hacer de mi memoria un breve y denso
cúmulo de horrores
y no fue justo alimentar de oprobios mis recuerdos
se me es dada la oportunidad de renombrar la historia
harta de apetitos matinales y nocturnos arrellanada
en la apacible medianía no podré sería insulso en este cómodo sillón
intervenir tales despojos
ahora he de tomarlos con mis dedos les dejaré pacer en el olvido

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Altibajos

Un día, risa loca-,
y otro, lágrimas;
sin que medien caricias ni querellas…
Son estados del alma
o de la mente,
que
-en forma ya consciente o subconsciente-
marcan el frágil rostro,
para siempre,
con el sello indeleble de sus huellas.

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Ebriedad

Si en mi ser un artefacto de uso un bledo mi mente
un arrecife edificara y las horas de cordura testigo de
(ebriedades fueran
si mis manos construyeran el más precioso trueno
(yo mi piel suave
como respiros de ballena mi no memoria que del
(vientre yo recién nacida
tuétano inconsulto riego de los dioses flora En mi
(silente espera de lágrima
ensordecedora iría a meditar con los delfines de mi padre
¿vale un peso
un real tu semen ciego?

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Busqué

Busqué, en la espesa niebla,
un rayo cristalino.
Laceraron mis pies
las piedras del camino.
Rasgué la oscuridad
en busca del destino-,
y sólo hallé la nada.
Entonces -ya cansada-
quise oír el latido
de tu pecho de hombre;
y al hurgar en el fondo
de mi mente obcecada,
sentí que me quemaba el eco de tu nombre!

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Mandado

Se me dijo bébete la risa drágate serena en tu butaca sin levantar la voz arrúllate
mora como un vaso que recibe deja abierta esa puerta ella es calladita
no te palpes
mójate en el agua tibia sin vacilación no te demores sal de ahí cúbrete
la piel mojada y siempre asiente
casi obedecí pues vivo

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El calendario

Desprendo una hoja, cada día,
del calendario, que me mira atónito-,
y,
en el desgarre que mi impaciencia deja,
creo escuchar
del número que fue, una débil queja.
La culpa no es de nadie;
no del día que pasa-,
ni de la noche,
que transcurre
amparada en la luz ya mortecina
de una lámpara antigua-,
ni del mismo destino, quizá,
ni de la vida…
¿De quién será?_me digo,
mientras mis dedos
arrancan una hoja cada día…

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Sed

Aqueste la verdad no hay voz ni oreja
Boca sentenciosa ronda angustias
Córrete franquicia del dolor manido
Sala cicatrices Mora en un silencio
quebrantado
Borde del vocablo
no nacido hinca tu colmillo
excreta
Dicta con murmullo al peregrino
canto aletargado la querencia
Hoy se ha amurallado la esperanza
grávida de esperas
derruida

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Te preguntas para qué has de escribir

te preguntas para qué has de escribir
si ante el libro de poemas predilecto
todas las palabras nombran lo que
tus sueños dibujaron

y estas pleno de imágenes ajenas

te conmueves con un mínimo sonido
el soplo de las cosas persistiendo
mientras entras en la tarde
y ya es imperativa tu renuncia
entonces entiendes que callar
es el poema

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Maternidad

Niebla sin luz-,
y luz entre la niebla,
emergiendo en forma subrepticia;
existencia que brota -como gema-
del milagro que engendra una caricia.
El seno fecundado pone a prueba
la caricia,
que en feto se perfila-,
y se transmuta en lámpara votiva
en el instante en que la hora llega!

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Nuevo año en el telar del tiempo

El tiempo teje-, y no cesa
un instante de tejer,
con los recuerdos de ayer
o el valor de una promesa.
Ahora ha desenrollado
su ovillo de lana verde,
para tejer -lentamente-
las emociones del año.
Y escogerá sentimientos
armoniosos o contrarios,
con que adornará muestrarios
para lanzar a los vientos.

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Se me escapa

Se me escapa la noche
entre encajes de sombras…
Se me escapan -despacio-
los latidos del pecho.
Se me escapa la dicha;
se me escapa la calma…
Y,
aunque yo me resista
-con profusión de lágrimas-
¡se me escapa hasta el alma!

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Tu soledad

El eco de tu voz,
que me persigue en mis horas de insomnio,
es un lamento…
Y pienso:
«Quizá estás triste»,
quizá estás solo bajo el firmamento…
Tu soledad se funde en mi presente.
Con las manos crispadas,
intento, en vano, atrapar el viento
que se lleva el eco de tu voz…
Y un suspiro me dice:
«No podrás; se disolvió», lo siento!..

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De sus ojos ornados de arenas vítreas

Desde la exhalación de estos peces de mármol;
desde la suavidad sedosa
de sus cantos,
de sus ojos ornados
de arenas vítreas,
la quietud de los templos y los jardines
(en sus sombras de acanto, en las piedras
que tocan y reblandecen)
han abierto sus lechos,
han fundado sus cauces
bajo las hojas tibias de los almendros.

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Desde esta luz

Desde esta luz que incide, con delicada
flama,
la eternidad. Desde este jardín atento,
dede esta sonbra.
Abre su umbral el tiempo,
y en él se imantan
los objetos.
Se ahondan en él,
y él los sostiene así:
claros, rotundos,
generosos.

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El amor es su entornada sustancia

Encendido en los boscajes del tiempo, el amor
es su entornada sustancia. Abre
con hociquillo de marmota,
senderos y senderos
inextricables. Es el camino
de vuelta
de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen
resplandecer. Como zafiros bajo la arena
hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración
de pedernal, blanca y hundiéndose
y volcando su espuma.

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En la humedad cifrada

Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien
emerge,
de quien se extiende saturado,
recorrido
de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo espeso; templo)
en los limos, embalses tibios, deltas,
de su origen; bebo
(tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas
lascivas -cieno bullente- landas)
los designios musgosos, tus savias densas
(parva de lianas ebrias) Huelo
en tus bordes profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,
las vertientes.

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La brisa

La brisa toca con sus yemas
el suave envés de las hojas. Brillan
y giran levemente.
Las sobresalta y alza
con un suspiro, con otro. Las pone alerta.

Como los dedos sensitivos de un ciego
hurgan entre el viento las hojas;
buscan y descifran sus bordes,
sus relieves de oleaje, su espesor.

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Las aves ven

Es el arco
que encierra
y que sostiene la imagen:
la plenitud del mar. Luz
de insaciada transparencia. Bajo la tierra
se entreteje la historia:
aguas que engendran sus recintos. Bullir de peces
Ecos que dejan su opacidad, briznas, rastros
que emergen.

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Peces de piel fugaz

El borde es una boca finísima, una escisión aguda y deslumbrante
-el negro como una forma de luz que marca orillas, espacios entor-
pecidos, fuegos limítrofes-. A medida que avanzo el agua cambia.

La fiesta estaba impregnada de pequeños monos inabordables.

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