La noche muere sobre una manzana rota

La noche muere sobre una manzana rota
La creación recomienza

El alba crece insuperable
compacta en sus disturbios

El hombre pulsa la memoria
abre el instante nuevo
con manos transparentes

Por todas partes la fantasía
de ser entre las horas
la proeza el grito la resurrección

También de la tierra húmeda
de los hechos ya ocultos
llega el movimiento
el segundo perpetuo
la presencia

Una palabra corta en dos tus labios

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La perfecta dormida

En el hálito ardiente de su propio sonido quema
y en su ámpula germina la crisálida

La libélula transcurre bajo el sol

Rompe la quieta corriente del instante
el río que ha pasado comparece
al golpe del nuevo movimiento
Se recuesta en el agua el esplendor

Otras criaturas tañen las olas bajo el mar
Aire de su aire mueve la gaviota
el soplo el verbo el yo soy de esa muchacha
como los árboles etéreo

Nuevas existencias toman superficie
toman cuerpo en Sus ojos Los astros son pupilas

Siempre un poeta canta entre los muertos

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Llamaré

hasta que las puertas de tu ciudad
fortificada con estatutos inviolables
me acojan como habitante
de la vida que en ti se desenvuelve
igual que la lluvia de silencio
sobre tu cabeza
Gradualmente me impregnaré de ti
hasta que sea humo en tu voz
luz en tus ojos
y haga sobre mis hombros tu futuro
Cuando llegue el otoño
te descubriré al rostro de los hombres
para que en tus vasos alimenticios
vengan a nutrirse de esperanza

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Los espacios azules

I

Hay frutos que suben intensamente por la luz que los toca
y en el aire se encienden cayendo hacia el arriba

hay que maduros se derraman a izquierda y a derecha
en un borbotear ardiente de brillos en el árbol

hay que se cierran para que la luz no los abra
y se entregan al aire ligeros de sentidos

hay como vasos rotos en su ruina espejean
y en sus pedazos se puede ver el fruto entero

hay los que la luz penetra y hace lucir en las alturas
los que no poseen ni una luz pero la luz de todo
hay esta lluvia que se convierte
en la cáscara y el jugo del fruto que humedece

II

Rápida maravilla es la luz
que sube baja de los montes

y por tu cuerpo cae
llena de ojos

Trémula bendición es
la que invisible llueve sobre tu corazón

la que deja en tus senos
brillantes puntos de oro de azul

la que te ha convertido en un largo rayo puro
en el alba

III

Cada onda es el agua

uno es el hombre

unidos van las hojas y el verde
las alas y el aire

los ríos son este Río

y sola va el arca por la noche

IV

En abrazo mecido la muchacha recorre
la blanda aventura de su cuerpo
la esfera en la que su ser da vueltas
en torno de la fuerza que asomada a su alma se fatiga
en abierta espiral encierra adentra y desata
el deseado rostro que los dos van formando
y el rasgo casi humano que arrancado de los cuerpos brilla

en rojo funeral consume su existencia
el vértigo meciéndose en su carne
el cuerpo inerme que la semejanza le entrega
y la boca que los hala y succiona
apenas la conmueven

su superficie acoge lo mismo el ademán intruso
que el gesto de su abdomen más abismado y húmedo
en el flujo y reflujo que el instante va creándole

en ese vuelo a tientas por la altura
más de un alma ha caído y más de un ave se asfixia
por esa oscuridad apretada
el cuerpo fugitivo es real muriendo

V

Cuando la lluvia pasa y la ciudad se eleva
y el pájaro vuela por un amarillo iluminado
donde un ocre y un rayo dorado se desprenden
como de hojas otoñales lavadas por el agua
gotas que abandonó la lluvia sobre un vidrio
alentadas por una luz interna
son pequeñas esferas o universos del agua
donde el color es incoloro pero tiene
dos o tres azules y un naranja
que parecen temblar

Estas rápidas gotas de la dicha
bajo el hálito de una breve existencia luminosa
se quedan asombradas en el puro corazón de la alegría
o trazan resbalando diminutos y delgados ríos
como siguiendo la estela despeinada de otras gotas
que encontradas son un pequeño mundo
una transparente cúpula
donde brilla la luz

VI

Sobre este puente donde el tiempo avanza inmóvil
como la podredumbre o la alegría de ser
adentro de las cuerdas
que lo atraviesan de un extremo a otro
he visto al pájaro inocencia detenerse
un momento en su vuelo para decirme adiós
he visto en sus ojos el incendio de luz
que arde sobre las aguas como un tapete
o una lengua siempre más larga y estriada
he visto en su pico el canto y la maravilla
que nunca se levantan un punto más alto
de la tristeza que los encierra como un nicho
he visto la oscura y húmeda cabellera del canto
siempre más radiante y más muda
más color de viento que de amor o vocal
curvarse en sus umbrales como una ola

Sobre este puente que ha mirado con mirada fría
(así como mira el rostro amado y muerto
siempre más distante a la palabra y más imposeíble)
pasar miles de espectros y de autos
miles de cosas y seres que van al infinito
como etapa final
he visto el pájaro de la inocencia
descansar un momento de su eternidad
para decirme adiós
en un hasta nunca apenas perceptible dicho casi
con un rumor de alas sonando en el silencio

VII

La palabra

lleva el sol
lleva la virgen
lleva el pan
la comunión
y lo que invoca
es la dominadora
la que junta

vive en muchas moradas
entra en muchas formas

sopla desde el fondo del agua
silenciosa

sube de todas partes
quema y nombra

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Mirándola dormir (fragmento)

Cálida ahí donde te toco.
Grupa vaporosa.
Radiante en cualquiera de sus poros.
Cabalgando.
Y sobre lo espléndido va lo irrepetible.
Y reproduciremos toda vida, y toda melancolía será
ahogada con zumo de tus manos.
situado el cuerpo hasta las nubes para que llueva
enorme, consternado, sobre las pequeñas voces y el
medio movimiento.

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Pero tú no te reconoces como mía

Pero tú no te reconoces como mía
Luces dispersas te saludan como suya

Siempre igual en todas partes
siempre primero a ti mujeres apagadas

A pesar de ciudades y ciudades
de rostros y rostros de semejanza y semejanza

Lo que tocas me niega
Ascensos y descensos no me tienen

Labios y palabras y engaños
son para mí una muerte verdadera

Silencios tan largos como un segundo
caen sobre mí sin conocerte

He creído encontrarte adentro del sonido
Los espejos confunden las imágenes

No amaneces No eres tú
Eres otra Es la noche

Quedas viva inmune
caminando todavía sobre los muertos

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Perséfone (Fragmento)

Las piezas de ajedrez están sobre el tablero, esperando no sé qué próximo y exacto movimiento, fijas y creadas para impersonales ceremonias, suspendidas en la vigésima jugada ante el inminente derrumbe de las blancas, cuando el rey de albura ya no puede elegir y las negras deciden la maniobra que ha de realizar bellamente el cataclismo.

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Poema

Pensabas
que el amor era bueno
y que volabas
en dos cuerpos
que eran el tuyo
y no eran el tuyo
al mismo tiempo

que la tierra era aérea
llena de camas y de puertas
llena de llaves y de ceros

y que la ciudad
con sus charcos y sus perros
eran un cielo sin fin para tu vuelo

pensabas
que tu cuerpo
diferente de su cuerpo
no era tuyo
si te alejabas un instante
de su abrazo
de su sol y de su suelo

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Polvo de ti en el suelo ensimismado

Polvo de ti en el suelo ensimismado
cuencos de ti hasta el fondo y por arriba
agua de ti me baña las palabras

Cópula de vulnerables y prosigue
números sin salida te denuncian
el sol la tarde el grito son un mismo ojo

Todo es agua en la noche compartida
Me descubro en tu antemuro como cuerpo
Emerges niebla
Yo los dedos adheridos

Mujer preservas el trigo hasta el verano
Aglomeración de luz es la tiniebla
Hay mesura en tus fugas
me desplazo

Eres causal cuando te heredas
estás llena de afecciones y habitada
qué azul sereno agradecida

Antes de hablar ya tengo tu vestigio
claridad de seres
sacramentos tuyos
Déjame buscarte cuando pasas

Esto es el mundo
sumisión de arena
abrazo de cálida penuria
escribir en tus ojos hacia dentro

La mujer sonrisa doble lo ha sabido
Continua y ascendiendo la luz de la fatiga
Te inmensas por el campo
Ya no estás

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Por el silencio sigues

Por el silencio sigues
embriagada y sonámbula

Detrás de los espejos
se desnuda tu nombre

Difusa entre las lámparas
es mortal tu pupila

Naciendo con el día
llevas un luto largo
de vasijas y cuerpos

Tu revelación no cesa nunca
en la noche sin huellas

Al fondo de tu voz que niega
hay otra voz que afirma

Tus dioses desplazados
se recrean sigilosos
en la realidad invisible.

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Sé que piensas en mí

Sé que piensas en mí
porque los ojos se te van para adentro
y tienes detenida en los labios
una sonrisa que sangra largamente
Pero estás lejos
y lo que piensas
no puede penetrarme
yo te grito Ven
abre mi soledad en dos
y mueve en ella el canto
haz girar este mundo detenido
Yo te digo Ven
déjame nacer sobre la tierra.

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Te amo ahí contra el muro destruido

Te amo ahí contra el muro destruido
contra la ciudad y contra el sol y contra el viento
contra lo otro que yo amo y se ha quedado
como un guerrero entrampado en los recuerdos

Te amo contra tus ojos que se apagan
y sufren adentro esta superficie vana
y sospechan venganzas
y muertes por desolación o por fastidio

Te amo más allá de puertas y esquinas
de trenes que se han ido sin llevarnos
de amigos que se hundieron ascendiendo
ventanas periódicas y estrellas

Te amo contra tu alegría y tu regreso
contra el dolor que astilla tus seres más amados
contra lo que puede ser y lo que fuiste
ceremonia nocturna por lugares fantásticos

Te amo contra la noche y el verano
contra la luz y tu semejanza silenciosa
contra el mar y septiembre y los labios que te expresan
contra el humo invencible de los muertos

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Tercer poema de ausencia

Tú has escondido la luz en alguna parte
y me niegas el retorno,
sé que esta oscuridad no es cierta
porque antes de mis manos volaban las luciérnagas,
y yo te buscaba
y tú eras tú
y éramos unos ojos
en un mismo lecho
y nadie de nosotros pensaba en el eclipse,
pero nos hicimos fríos y conocidos
y la noche se hizo inaccesible
para bajarla juntos.

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Tiene la medida de mi sueño

‘Elle a la forme de mes mains
elle a la couleur de mes yeux…’
PAUL ELUARD

Tiene la medida de mi sueño
los ojos de mi infancia
ama lo que yo amo
lo que no retorna
lo que no llega todavía
se levanta en mis párpados
y de ahí hace volar sus sueños
Se desplaza y permanece
siempre es ella en todas partes
saludando al universo
Llena todos los días del mundo
y aún no nace porque no tiene fin
La encuentro en el silencio en la absolución
pero ella está dispersa respirando en todo
Si algún día llego a penetrar su alma
le daré vendimias de su cuerpo
el hombre el pasto la niebla.

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Un poema de amor

Cuando hable con el silencio
cuando sólo tenga una cadena
de domingos grises para darte

cuando sólo tenga un lecho vacío
para compartir contigo un deseo
que no se satisface ya con los cuerpos de este mundo

cuando ya no me basten las palabras del castellano
para decirte lo que estoy mirando

cuando esté mudo de voz de ojos y de movimiento

cuando haya arrojado lejos de mí
el miedo a morir de cualquier muerte

cuando ya no tenga tiempo para ser yo
ni ganas de ser aquel que nunca he sido

cuando sólo tenga la eternidad para ofrecerte
una eternidad de voces y de olvido

una eternidad en la que ya no podré verte
ni tocarte ni encelarte ni matarte

cuando a mí mismo ya no me responda
y no tenga día ni cuerpo

entonces seré tuyo
entonces te amaré para siempre.

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Vas creciendo sombra a sombra

Vas creciendo sombra a sombra
abril se desvanece en tus cabellos
papeles sin sueño habitan en los parques
el día negro es una estrella acuática

La iluminación tiene alas del camino
en los muros no pesa el aire
el rostro de la noche en la ventana
es un ser dormido que despierta

Hay un tiempo desvelado que te esconde
y un fantasma que te hace recordar

La primavera oficia en secreto
un diálogo de niños
y en el cuenco de tus manos
pueden volar los pájaros

El mundo es gris en tus pupilas
es un cuerpo desnudo
que se apoya en los párpados

Elástica la luz se cumple en otro asombro

Sólo tu voz rompe la bruma

Vas creciendo sombra a sombra

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Y todas las cosas que a mi amor contemplaban

Y todas las cosas que a mi amor contemplaban
el sonido y la lluvia los parques y la imagen
se asomaron en ella

Y todos los seres que en el tiempo eran árboles
abrieron sus pestañas a los frutos del día
y el sol fue su mirada reencontrada en el mar

Y era un verano de diamante y de polvo
despierto al borde de la noche dormida
y creció entre la luz y la sombra trenzada

Creció sin detenerse y miré la Vía Láctea
perdido entre las negras mariposas fugaces
y las bocas llamando como rojas campanas

Creció con el amante en verde silencioso
vestido de destinos cabalgando las horas
y breves arco iris espontáneos y breves

Y mis manos pudieron ser aire de sus manos
y en medio de la fábula descubrí nuevas fábulas
y el cuerpo de su risa emergiendo del aire

Y tocamos el musgo de sus aguas inmóviles
y sentimos los ojos redondear las palabras
y volamos muy libres adentro de los pájaros.

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Arte poética

Soltar la lengua, de manera que no trabe el producto
que viene desde adentro, impulsado
por una fuerza superior
y el hábil juego de riñón y diafragma;
insistir presionando los músculos
como para expulsar
un caballo o un cíclope;
repetir el procedimiento
provocándolo inclusive con los dedos
o una materia acre,
hasta quedar vacío, sólo reseca piel,
odre para colgar del primer árbol,
extenuada matriz de lo volátil, acaso de la luz.

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El pecho blanco, el pecho negro

Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
Al despertar tomaba el pecho blanco en su mano
y acercándolo a mis labios decía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche blanca, espesa, dulcísima.
Luego apretaba entre sus dedos el pezón negro
y colocándolo en mi boca repetía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche oscura, infinitamente agria.

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Para ser recitado en la barca de Caronte

El paisaje es más hermoso de lo que habíamos imaginado:
Estas murallas que caen a pico sobre nosotros,
Aquel sol negro descendiendo sobre la laguna,
Allá, a estribor, un arco iris que refracta la niebla.
Pero esta moneda de hierro entre los dientes,
Este óbolo que debemos morder hasta el término del viaje,
Cierra la boca que desea cantar.

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Tren de ganado

Somos inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
Asomados por el tragaluz mirábamos la inmensa llanura.
De pronto un mugido nos traía el recuerdo de Ifigenia
y volviéndonos hacia nuestros hijos los apretábamos contra el pecho.

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Tuerto rey

Esta mosca que desova en el pantano
y vuela de mejilla en mejilla, de párpado en párpado,
ha traído la peste a nuestros ojos: ya no vemos
las nubes sobre los techos de la aldea,
la sombra de la garza remontando la corriente.

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Casa vacía

Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías,
muebles, aparatos usados, buscando explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.

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Conocimiento del sueño I

Nuestra lucha es evitar que el tiempo se apropie
de todo lo valioso.
No hay alternativa, sólo el lento acontecer.
Una sola razón es la que vale y no puede cambiar,
el origen es aquel de costumbre,
el que un día no podrá persistir
(lo que conduce al sueño en él perecerá).

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Intrusión

Una palabra desconocida andaba por la casa.
Poseía un poder absoluto sobre las cosas:
podía romper espejos
y destruir la ventana opaca de la materia.
Hablaba de piedras de percepción
y discurría hasta el amanecer
en una lengua primitiva.

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Ella

Ella de cuerpo entero o sólo por fragmentos
ella con las piernas cruzadas sobre una manta roja
cumpliendo el rito mágico de poner un bollito de nylon debajo de
la puerta
con la piel de sus manos más suaves que los recién nacidos
ella mirando en el vacío
con el pantalón deshilachado
o rozando mis muslos con sus muslos
ella milímetro a milímetro
ella entre las sábanas
con su cintura en el aire de la casa
con copos de jabón cayendo de los hombros
ella sonriente con un vaso de vino entre los dedos
o su voz a través de los teléfonos
con ese tono apenas perceptible con que dice mi nombre
ella con breve ropa transparente
ella cuando me besa
cuando queda atrapada en una foto
combinando colores en las telas
ella en mis brazos debajo de mi cuerpo
durmiéndose en mi hombro

Ella

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Y chau Buenos Aires

A más de diez mil metros sobre el agua
en el momento justo en que dos ojos verdes
me ofrecen una toalla perfumada
y no puedo concetrarme en la lectura
porque cinco muchachas argentinas suponen
– sin conocer a Hemingway es claro –
que París es de verdad una fiesta a cada hora
no pienso en la sonrisa
o en esa última foto en Medellín
(parece mentira que con miedo)
no recuerdo la camisa rayada la guitarra
y las nubes de las calcomanías
ni siquiera la voz

Volando en el sentido inverso a Magallanes
se han mezclado los cables
en un cortocircuito con chispazos celestes
y desde las Barrancas de Belgrano
sube el olor a enero y los colores de otoño entre
los árboles
y en lugar de Gardel es Fiorentino quien canta
por lo bajo
y me pregunto cómo le explico a esta azafata
portuguesa
que Gardel se murió en el treinta y cinco
que no había nacido todavía
y que sin embargo hoy cuando dejo la Argentina
sobre el asiento de este boeing
que hace escalas en Río y Lisboa
a mí se me enterevera con otras pertenencias.

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Empieza

Empieza
empiezo
es el comienzo
el alba
del día primero
del único
estático
inmutable
rompe la luz
o continúa
matiz sonoro de la sombra
quiebra
desasosiega
la cornisa liviana
un cuerpo se despereza
y otro repliega su fatiga
y aún otro
penetra en otro
o abandona
lo que fue penetración
y todo en el mismo momento
en que ese minuto estático del alba
el gozo
el de las manos
el de la piel
el puro purísimo goce
difunde su énfasis
o se acurruca
en el repliegue
blanco de la sábana
y la última gota de semen
se evapora en el aire caldeado

Se da vuelta
se vuelve
en el semisueño
toca
toca todo
con su mano
todavía imantada
antes que llegue la luz
y caiga sobre el párpado
antes de que florezca
en la abierta flor de la pupila
nada basta
para la vasta expansión
que sube sola
sin nadie
y a la que nadie puede oponer
un dedo
una uña
un delgado cabello
última gota fértil
que cae
con toda la pasión
o sin ella

La mano que se abre
suave
y toca el seno
que se abre suave
en el alba
cuando se abre la luz
y rompe la corteza
mientras uno se yergue
o gime
y otro depone su arma
entrega todo
y se va
sin haber
o habiendo
pero se va
otros
todos se irán
pero él se va ahora
en ese suspiro final del alba

Paseó
paseó su paso
distraído
frente al fresto
dorado
escaló el fulgor de la colina
bebió del cristal
el líquido
fragante y claro
mordió por última vez
la carne oscura
la traspasó con su lengua
erizada
estilete
afilado
en un alba
incierta
y sucumbió
sin dejar rastro

A penas anda
apenas
una sílaba basta
solo una sílaba
y todo cambia
acentúa
corta
divide
un segundo
para revelar
todas las faces
en ese
ese sí
el estático
único
suspenso ahora
en la hora
de todos los inicios
en el instante
en que cae la semilla
y surge la niebla
y la gota de lluvia
es devorada por el polvo
por el cuerpo sediento

Dar un paso hacia el costado
caminar por la calle de arena
eludir aquel segundo estático
del alba
con la última luz
alguien retoma las orillas
junto al aura húmeda
recorre el cinturón de tierra
defensa ilusioria
contra un dios imprevisible
mientras mides tus pasos
con los suyos
en este invierno
desmedido
una gaviota sola
aletea azulada
y un martín pescador
avista su presa
en un vuelo rasante
se desvanece la luz
en tanto imprimes
una y otra vez
sol agua pájaros
para solitarios días
venideros

No hay refugio
sin embargo
pora el hueco de las manos
ni agua dulce para la sed
retomas a tu cerco de piedras
y cae el frío
sobre los nidos vacíos
la llama azul
tiembla
desvelada por el viento

La hora primera del alba
la hora crucial
del éxtasis
permanece suspendida
en la mitad misma
del camino
en el filo
en la punta afilada
en el filoso bisturí
que corta y penetra y separa
mientrs alguien despierta
y otro agota su danza
¿volverá este arco encendido
a tembrar en el segundo
de la aurora?

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Nunca

Nunca
nunca
el sueño
descubre
quién teje
en la sombra
quién mezcla
rostros
rastros
los dispersa
quién pone
los pies
sobre campos
lisos
quién?
Piedras
pastos
pálidos soles
flores arrasada
por el viento
pájaros ciegos
llegan
de dónde?

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Diario de tu cuerpo (III)

De nuevo llegas a mi casa.
Conoces el camino
y sabes que mis cosas
se han amoldado a ti.

En el espejo
queda tu reflejo.

En la tarde de la ciudad,
bajo las máquinas;
en la tarde amarillenta,
sucia, habitada de sombras,
manchada por las prensas,
vociferante río de niebla
hacia la noche del tumulto;
en la tarde tus cabellos
serán un recuerdo presente.

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Un cuerpo como una isla

Verte desnuda es recordad la tierra.
Federico García Lorca

Por las arduas colinas de tu cuerpo
van mis ojos desnudos contemplando
los tersos panoramas, precipicios
y el bosque primordial que mi deseo
exalta en la constante ceremonia
de mirarte, llamarte desde el fondo del ser,
de contemplarte como se ven los campos en otoño
o las vertiginosas catedrales erguidas en la niebla
y entrevistas en la región sin nombre de la aurora.

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Una estación en Amorgós

Antes de partir

A la izquierda está el mar. La alta montaña con su ermita y su senda entre los pinos se recorta en lo azul y las gaviotas van hablando de viajes, llegadas o naufragios.

Recuerdo los primeros días en la isla, el verano de fuego y, en la alta madrugada, el olor de la sal, el aroma e los pinos y las voces de las muchachas escondidas entre las ruinas.

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Variaciones sobre una Mujtathth de Al-Sharif Al-Radi

Pasaré la noche con el inmenso desierto
que hay en mí y el estar contigo.

I

Hay una extensión cercada por el cielo,
una inmensa planicie descubierta por la luna,
un campo de flores pálidas
sitiadas por su propio perfume,
una casa en el bosque de los grandes abetos de la noche,
un camino entre los pinos,
el otoño de planetas cercanos,
el lago de orillas blanquísimas,
el violeta tenue en la madrugada del mar,
la pulpa entregada de un fruto
que sobrepasa la medida de la mano,
la noche de la selva,
la madrugada de la altiplanicie
y el corazón de todos los niños de la tierra.

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Canto XXI

Todo el dolor te navegaba por la sangre.
Un río largo descendía por la historia
hasta llegar a tu lugar preciso.

La sombra iba nadando sobre el río.
El aire
le pasaba la mano suavemente.

Y los sauces lloraban siglo a siglo
sus hojas,
su rocío,
su ternura,
para amparar la soledad del hombre.

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Canto XXVIII

Va de mi puño y puño y letra a letra
surgiendo multitud de instantes.

Unas veces soy yo, o es mi sollozo.
Otras veces la estampa de mi padre.

De pronto, en una vuelta del recuerdo,
lunas, pájaros, versos niños, árboles,
hasta que surge acompañando al día
tu paso junto al mío, hacia la tarde.

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De la poesía

I

Bien: es lo que decíamos ahora.
Encenderse de lámparas sin motivo aparente.
Alzar copas maduras
y beber los colores de la nieve
como quien bebe alas de paloma
o brinda con angélicas especies.

II

Claro: lo que decíamos ahora.

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Dejad, pues, que sucumba

Todo el dolor te navegaba por la sangre.
Un río largo descendía por la historia
hasta llegar a tu lugar preciso.

La sombra iba nadando sobre el río.
El aire
le pasaba la mano suavemente.

Y los sauces lloraban siglo a siglo
sus hojas,
su rocío,
su ternura,
para amparar la soledad del hombre.

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Limonero del patio

Limonero del patio, yo recuerdo
tu matinal constelación dorada,
tus maduros planetas en el suelo
cantanzo zumos de amarillas gracias;
tu manera sutil de estar volando
en la invernal atmósfera del agua,
mientras en tu ramaje, las chiltotas
eran mudos ovillos de fragancia.

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