Qué puede ser, señora

¿Qué puede ser, señora, antes que os viese,
pues viéndoos cobré el ser que no tenía?
¿Qué pudo ver sin vos el alma mía,
o que sería de mí si así no fuese?

Según ahora me siento, aunque viviese,
no era el alma, no, por quien vivía,
que un natural instinto me regía,
hasta que vuestro rostro ver puediese.

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DESVESTIDO

La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas…
y -por sentirse blanca y alumbrada-
desnudó blancamente tus rodillas.

Luego -por diversión, sin decir nada-
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.

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DIGO

El hombre no ha nacido
para tener las manos
amarradas al poste de los rezos.

Dios no quiere rodillas humilladas
en los templos,
sino piernas de fuego galopando,
manos acariciando las entrañas del hierro,
mentes pariendo brasas,
labios haciendo besos.

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DIOSES

Los dioses son estatuas de humo y viento
que se tuercen, alargan,
y se cambian de ser
como cambian de blusa las muchachas.

Alguna vez usaron cuernos, luego
se envolvieron en carne de montaña,
aprendieron a usar huesos de hombre
y se vistieron una barba blanca.

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ESTE SITIO DE ANGUSTIA

Uno quisiera siempre tener su mano amiga,
su buen pan compañero, su dulce café, su
amigo inseparable para cada momento.
Quisiera no encontrar un solo fruto amargo,
una casa sangrando, un niño abandonado,
un anciano caído debajo del fracaso.

Pero a veces los días se ponen grises,
nos miran con miradas enemigas,
y se ríen de nosotros,
se burlan de nosotros,
nos enseñan cadáveres de jornaleros tristes,
de muchachas vencidas, de niños sin tinero.

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MILAGROS

Misteriosas substancias emergen de la luz.
Genésicas materias laboran en la noche.

Una mañana amanecerá la muerte
recolectando flores,
subiendo por la savia y por la sangre
para besar al hombre.

Y el tiempo llenará
de ojos los relojes,
para ver el milagro
del hombre haciendo al hombre.

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Cuerpo dividido

Si la mitad de mi cuerpo sonríe
La otra mitad se llena de tristeza
Y misteriosas escamas de pescado
Suceden a mis cabellos. Sonrío y lloro
Sin saber si son mis brazos
O mis piernas las que lloran o sonríen
Sin saber si es mi cabeza
Mi corazón o mi glande
El que decide mi sonrisa
O mi tristeza.

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Cuerpo enamorado

Miro mi sexo con ternura
Toco la punta de mi cuerpo enamorado
Y no soy yo que veo sino el otro
El mismo mono milenario
Que se refleja en el remanso y ríe
Amo el espejo en que contemplo
Mi espesa barba y mi tristeza
Mis pantalones grises y la lluvia
Miro mi sexo con ternura
Mi glande puro y mis testículos
Repletos de amargura
Y no soy yo que sufre sino el otro
El mismo mono milenario
Que se refleja en el espejo y llora

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Cuerpo melancólico

Si el corazón se nubla el corazón
La amapola de carne que adormece
Nuestra vida el brillo del dolor arroja
El cerebro en la sombra y riñones
Hígado intestinos y hasta los mismos labios
La nariz y las orejas se oscurecen
Los pies se vuelven esclavos
De las manos y los ojos se humedecen
El cuerpo entero padece
De una antigua enfermedad violeta
Cuyo nombre es melancolía y cuyo emblema
Es una silla vacía

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Último cuerpo

Cuando llega el momento llega y llega
Cada día el momento de sentarse humildemente
A defecar y una parte inútil de nosotros
Vuelve a la tierra
Todo parece más sencillo y mas cercano
Y hasta la misme luz de la luna
Es un anillo de oro
Que atraviesa el comedor y la cocina
Las estrellas se reúnen en el vientre
Y ya no duelen sino brillan simplemente
Los intestinos vuelven al abismo azul
En donde yacen los caballos
Y el tambor de nuestra infancia

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en el cielo de baja california

se muere marilyn monroe
marilyn monroe se muere
mirando el cielo de baja california.

y no puedo soportar los pájaros emigrantes del invierno
largas bandadas ocultándose en el gris de la distancia,

he estado amontonando recuerdos que vienen de tarde en tarde
en este rincón del siglo,
mientras,
marilyn monroe se muere en cada verano
mirando el cielo de baja california.

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Labios del Poniente (18)

y,
¿dónde?,
¿dónde se esconde el retrato de Rimbaud?
¿dónde, que no aparece
en el diccionario?
una breve reseña,
unas líneas,
nada dicen,
unos poemas
un traficante de marfil
una pierna amputada.

¿dónde esta la voz
la vida que se ahueca como un silencio
el grito que no tiene piedad,
la poesía adolescente apenas,
la vida cansada, frágil, no aparece,
no aparece la piel restante,
el dibujo,
el cansado mirar?;
¿dónde colocan el tiempo aquellos que en el futuro no lo tendrán?

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Labios del Poniente (2)

mis padres,
algún tiempo cercano a 1930,
se enamoran ya tarde,
cae la noche,
se llaman por sus nombres,

mi madre repite sueños,
la voz alta,
primaria,
los va dejando caer,

desgranando estrellas del cielo nocturno que circulan como satélites artificiales;

mi padre camina cabizbajo
ocultando diversas formas de soledad,
cincuenta y cinco años después
del cielo, la tierra, la hierba, el campo.

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Labios del Poniente (5)

para Lucía
escribo, sentado a la siniestra del vástago,
en noche sin fronteras,
patente locura del espacio,

escribo sin tener conciencia del camino,
como un gamo,
un roedor alucinante,
como una bomba de tiempo,
escucho rock and roll,
sintonizo emisoras, recuerdo amigos,
cansada quietud/amargura, tiempo,
mirada pausada por desgano,
-allí está todo-,
mente humana
mente corporal
mente mecánica
mente sátrapa.

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Labios del Poniente (6)

los caminos asolean cabezas de noche,
nubes de niños,
la distancia esconde olvidos,

inigualable voz del recuerdo,
la voz que muere
en los oídos, y de los muertos,
escucho solo una voz en la mente permanente,
en la inviolable altura del cielo nocturno,
en el palpitante sombrero negro
en la mano insumisa,
en el cuerpo indócil,
en la voz primaria, pringente promedaria promerada.

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Labios del Poniente (7)

el tiempo como luz en la noche
atrapa efímeros golpes en grandes alamedas,
inmensos parques
avenidas de oscuros significados.

mi viaje no termina al recorrer diez mil kilómetros,
mi viaje es tarea agotadora, antípoda del mundo,
mi viaje es frágil barca alojada en serena bahía,
agua de los ríos del mundo
manos del valor
ojos del palpitan donde las estrellas mueren,
memoria, corazón de distancia,

es noche,
oscuridad revelando secretos,
oscuras identidades,
extraña voz de canto nocturno,
oscuridad que desgrana palabras,

el tiempo se detiene.

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Labios del Poniente (9)

dicen que los caballos van dejando de existir,
les creo,
aquí no hay caballos perdidos en la noche,

dicen haber terminado con los perros vagabundos,
les creo,
aquí no escuchan ladridos en la noche,

dicen que pronto la inflación descenderá milagrosamente,
les creo,
dios instauró cajas de cambio en todas las esquinas,

dicen que el ozono se terminará en pocos años,
les creo,
la transacción de un pedazo de cielo ha sido muy beneficiosa.

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los trabajos y los días

acerca de los trabajos y los días puedo decir que no domé tigres en el asia
no cabalgué a lomo de elefantes cazando fantasmas en la niebla
no obligué la voz llamando a los otros changadores,

se sin embargo la exacta huella donde
tocar el hombro de una mujer en solar desierto, mugriento,
subiendo la sangre, sangrando desde abajo,
sudando en los trabajos y los días,
en la semipenumbra del día agonizante,

en la entrepierna sibilante y lúbrica
en la línea exacta de su terminación
donde espalda y nacimiento dejan lugar
para envainar sables de vigor y dolor.

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sirenas

como sirenas de la noche crepuscular
medusas de tu cabello hecho cielo,
estallido de luz, rasgando tinieblas,
voz del espacio llamándote,

como aullidos de monte vacuo
lebreles de tu cintura hecha tierra,
látigo de verdor, trasfondo de grises,
oído de la noche irascible,

tu voz,
arrullando los tímpanos
emulando llamadas nocturnas,
pausados giros del dulce crepitar,
amarrando el barco de tu blanca simiente.

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Abril

Mientras nosotros escribimos
la vida pasa fuera con su lámpara

Mientras nosotros amamos
todo lo escrito carece de importancia

Mientras bebemos y cantamos
el amor nos traspasa sin herirnos

Mientras estamos aquí
algo sucede

Tal vez abril

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Criaturas para la recién casada (El piano)

Un gran ministro de ébano preside las reuniones en el pequeño
salón de la nostalgia. Un ministro mudo, en exilio. Hace años que
nadie le arranca un gemido, un ademán digno de su alta jerarquía.
Tal vez las abuelas bailaron a Strauss en veladas de organdí y ponche
de granada, tal vez alguna de ellas fue entonces tocada, a través del
guante, por la oscura corriente del instinto… Ahora tú escapas de
otras manos que te persiguen descalza, desnuda bajo el vestido
—finges huir de esas manos que finalmente te atrapan, justo al lado
del piano, y hacen saltar la nota más grave de tu risa, reactivan la
reciente música nupcial, señora de Steinway, derriba sobre la madera
prensil, y tu cuerpo se arquea y el ministro encuentra el acorde y se
abren las puertas de la casa.

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Criaturas para la recién casada (Malagua)

Náufraga flor, exiliada víscera, Malagua a merced del oleaje,
blando cristal que el mar expulsa como a un cáncer. En la espuma
de su sueño revolcada, bajo el ciclo de azoro que los niños sostienen
al contemplarla con un temblor sagrado. ‘Tal un beso de muchacha
núbil, es la quemadura de Malagua’ —dice, al pasar, un arponero—.

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Alondras que mueren deslumbradas (I) Carne de la fiebre

Carne de la fiebre diminuta donde el rencor olvida,
tierra al fin donde medra el regocijo austero del amor,
cien veces herida por la eternidad, larva fugitiva,
cien veces cien más en el centro de un insaciable sabor.
No me acompañes a la muerte, carne, extingue mi semilla,
quema en el bostezo de una remota playa mi calor:
déjame volver hasta el silencioso lecho de la arena
y olvídame (helado hilo de viento), si aún estoy en vela.

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Alondras que mueren deslumbradas (I) Corazón tan astuto

Corazón tan astuto del placer, que inocula y engaña
la estricta soledad de los amantes con su raro bálsamo,
con su minuciosa muerte de caricias y blandas brasas.
Placer casi sumiso y siempre inabatible, despojado
de sí mismo, preñado de vacío, furor que escapa,
que reclama su tormento de fugacidad en lo amargo
más amargo de la espera hacia la muerte: licor de todos
–corazón astuto del placer–, licor de los siete rostros.

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Alondras que mueren deslumbradas (I) Sucesos

Sucesos de este mínimo buscar donde reconocemos
lo oscuro del calor, el canto de las formas acopladas,
el énfasis del ritmo, la curva arenosa de los cuerpos
reptando con su pálido sabor de ofrendas mutiladas.
Grotescas gemas más allá del mundo, más allá del eco,
centrífugas aguas de la aniquilación y la cascada,
turbulencia azul donde la razón se ausenta y se arrodilla
a este instinto sucesivo, gota en la miel de la caída.

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