Los muertos que fuimos ya se aburrieron
de estar muertos. No renacimos sino que nacimos
mal hechos unas furias, maltrechos y con caras
de ningunos amigos de nadie en absoluto.
En eso estamos. Nos barrieron
debajo de los pies con escobas de arbusto.
Cuentan los hombres
que hace años hubo un crimen en el Paraíso:
algo así como un robo de manzanas.
Los culpables se enfermaron de la fruta mal habida
y fueron asistidos por los gusanos que moran en las manzanas
y la tierra fue de los gusanos.
Después de muerto, hierbas, y después
alguien pisa las hierbas y en el cielo
azul cantan los pájaros gozosos
La muerte despiadada no hace excepciones: uno
por uno nos recoge del suelo en que vagamos
como hormigones negros -cuando menos pensamos
pero en nada pensamos- cuando nos llega el turno
despiadada nos coge con sus pinzas de fierro
nos traslada al lugar de nuestro entierro.
Soy el sol que teme ser día.
El ahorcado que se prolonga por la cuerda.
El dulce animal que danza su soledad.
El apagado mundo, el encendido
mundo, el eterno, el escarpado monte
que hay que subir a pie desnudo en roca
viva, sin escaleras, manto oscuro
de mineral compacto, piedra almohada,
el mundo amado, muro amargo
en torno a la espinosa nada a solas.
Oh tentación de hacerme agua en el agua
y desaparecer el agua en agua.
Volverme con los círculos, elogio
de la piedra que baja a la profunda
oscuridad, sin voz; volverme círculo
sin voz que bajo piedras se desliza.
Una vez más estoy solo un viernes por la noche, mientras afuera la alegría y el amor crecen al mejor postor en lugares absurdos nacidos al amparo de la necesidad.
Entonces como sin darme cuenta, miro las paredes donde su rostro navega en ausencias y me dejo estar fumando la madrugada.
La tarde es un amigo
Que no existe, una novia
A que seguir diciendo que no existe
La moza está desnuda en la ventana
Soy yo quien no la mira
Y todo está llorando por verla o por oírla.
I
/1/
Sic transit gloria mundi, y las miserias
también son transitorias -las frecuentes
desgracias y la muerte de las fuentes
que se secan -el pasto de las eras
se estraga -y en las ferias
de los vivientes danzan calaveras.
Al caer la tarde ella me crece.
Vuelve una y otra vez con las mismas promesas que yo inventé.
Camina al filo de una Realidad que no me conviene.
Se da a su Ausencia y se revuelca en Abandonos que me joden mucho, como el penúltimo trago que suelo naufragar al pie de la medianoche.
La Soledad (mi soledad) comienza en este bar del Hotel San Juan.
Comienza por la ausencia de mis hijos y en la que se fue con otro.
La Soledad comienza en mi.
Desmantelada.
En los días de ser y no ser Superman.
Madura el trigo
pero las uvas están verdes.
No se hace pan sino se muele el trigo
y tú no serás tú si no te pierdes.
Uno más uno es más que uno más uno.
Cada oveja tontona se apareja.
Abro mis gestos y tu Ausencia me crece, poro a poro.
No soy viudo, soy el muerto
que deja viudos a sus alrededores.
La agonía conozco, la del huerto.
Lo sé muy bien: He muerto. No me llores.
Armando Uribe yaces sin dolores
ya desde el día de tu concepción…
No te amo, amo los celos que te tengo
son lo único tuyo que me queda,
los celos y la rabia que te tengo,
hidrófobo de ti me ahogo en vino.
No te amo, amo mis celos, esos celos
son lo único que me queda.
Llegó y se fue.
Como no la esperaba, vino y me abandonó.
Pero volverá, con las mismas promesas y las mismas histerias y perfumará mis caricias con su hermosa geografía, como una serpiente, como el arco iris que hace llorar a los aviadores.
Padre mi padre el travesaño
de la cruz en mis manos al espíritu
mi espíritu encomiendo. Me haces daño
sin que yo te haga daño siendo
que yo soy niño tu hijo y que me rindo
por qué me has hecho daño y me tienes muriendo.
Las lluvias perfuman
la soledad de las ventanas.
Un apresurado ademán asciende
en las manos que gritan su incomunicación.
Mientras los fuegos de la lluvia
chillan como un niño
que perdió sus ojos.
Cada gota escribe
su intolerante geografía;
canta una y otra vez
atropelladamente.
Soy pobre como la rata
Triste como tía
y toco esta corneta de cartón de cumpleaños
de pequeños deformes
Y la guitarra del cielo suena sola
Con la indolente angustia de la noche
Y las palomas de las oraciones
Vuelan cenizas por la tierra muda.
No siempre ocurre, pero a veces acontece, que algunas gavio-
tas descienden en la playa.
Desde mi alta ventana las veo planear hasta lo imposible
y luego descienden a la playa.
No siempre ocurre, pero a veces acontece, que una ola las
alcanza interrumpiendo su descanso.
Tengo una rabia sin gusto a rabia
que se expresa en una sed sin forma de sed
y tiene su ideal en un vaso de agua pero sin agua
sino hiel, hiel, hiel, hiel.
Y quien se oponga se llevará un chasco,
sí, un verdadero chasco,
porque tendrá que tomarse el vaso de hiel,
él él él él él él él él.
Caminaré por la 45 y abriré los sueños.
Ella vendrá como el smog y nos amaremos lejos el uno del otro, en el rumor
afiebrado de la esquina de Aeroflot. Allí donde los policías se disfrazan de turis-
tas. En esa esquina en la que Ella crecerá una vez más, única.
Por el aire de los ojos me crecen las calles.
Por la congoja de las esquinas nadan mis sueños.
Voy, mi Buenos Aires querido, a putearte desde lejos.
Voy a ocultarte mi berretín por vos.
Voy a cerrar los ojos y verte más linda que nunca.
Me suben sus caricias por el perfume de su última mirada.
Me inundan sus miradas por las guitarras del abandono.
Me abandona su recuerdo de madre sentada junto a su morriña eterna.
Me acaricia su voz de ría gallega.
No llevarás luto por mi, Hija de Puta.
No estarás a mi lado cuando me llegue la hora.
No sentiré tu boca húmeda sobre mi frente y en algún lugar bien lejos, como siempre, te lamentaras de tu suerte y seguirás egoístamente en lo tuyo…
No llevarás luto por mi.
Nada de lo que se diga será tomado en cuenta.
Las moscas descenderán una y otra vez sobre las vigas del
asombro.
Las manos se crisparán impotentemente una y otra vez
debajo de los sueños.
Y La Vida continuará dentro y fuera de la cama poblada de
miedos.
Sur en el norte.
Mañana de la noche.
Gatillo del revólver del suicida enamorado.
Sol que aterriza sobre las veredas de la Castellana.
Soy un oscuro ciudadano
abandonado en medio de las calles
por el cuchillo sin pan del mediodía,
despojado y marchito
como el reloj de las iglesias,
sin otro oficio que vagar entre disfraces.
Soy el familiar venido a menos,
enraizado a las tabernas
y a la complicidad del bandolero.
‘Entonces descendió a su memoria, que le pareció interminable.’
Jorge Luis Borges.
1
Amanezco con las campanadas que los zanates dejan en mi ventana.
2
Dejo en la almohada El Ayer y en el baño todos mis fracasos.
No sé de dónde viene mi costumbre
de agravarme a las siete de la tarde.
Quizá sólo por ser un transeúnte
sin bigote o pañuelo, sin zapato ni amante.
No sé para qué vivo y por qué muero,
si ha tiempo me dijeron las gitanas
que tendré vida cara con un final de perros:
o sea que no pienso morir como Dios manda.
¿Debo ocultar que también en este Día del Padre estoy solo?…
¿Debo volver al brandy nocturno en la mañana gris?
¿Debo mañana dejar como James Dickey la publicidad y dedicarme a vivir de la poesía?
¿Debo asumir que hoy es un domingo comercial y que no me importa que mis hjos no estén a mi lado?
Todo. Absolutamente todo lleva tu perfume.
Las secuelas de tu ausencia.
El reto compaginado de tus párpados.
La inmisericorde campana de tu abandono.
Todo me envuelve a la que amo.
A la que está y no está.
Llámese como se llame.
Soy bestia umbilical, delgada y andariega,
con un aire de pájaro en la calle.
Atado a los semáforos
por ley irrevocable.
Suelo ser atacado por mis hábitos
y por los vendedores ambulantes
que me auscultan la cara
de bar destartalado y decadente.
Una vez más no estás.
Una vez más tu abandono me llega por el Atlántico, entre islas pobladas de espanto, donde el sol cabalga desnudo por las piernas sublimes de la mar.
Una vez más tu ausencia me crece hasta ahogarme.
Que mi rostro
siga
siempre
pálido:
así
nadie
sospechará
mi muerte.
Indiferencia del mundo
y de las cosas
hacia mí;
indiferencia mía
hacia el mundo y las cosas:
mutua correspondencia.
Transito
y caigo
de pie.
La misma puerta
entreabierta
en un desierto
marchito de sol.
Si la vida consiste en poner caras
pondré unos ojos dulces
y labios sonrientes,
para que Dios, fotógrafo en las nubes,
complete su álbum familiar.
Esta vieja costumbre en consecuencia
de amanecer cansado cada día
con la cara de siempre, el mismo aspecto
-cordero estupefacto, ¡no hay derecho!-,
la liturgia congénita de mirarme al espejo:
descubrirme in fraganti con peineta y dentífrico
-no asienta esa conducta en mansa bestia-;
conciencia de estar vivo y respirando
-con qué objeto, qué sabes-, y otras cosas
que, por último, ahora no tolero:
la plena autonomía de mis gestos
y la fidelidad de mis zapatos.
Engominado, pulcro,
penetro en las iglesias
altivamente cirio
con mi cara de hostia
dominguera.
Y me arrodillo,
y me confieso, y me persigno,
y regreso a la calle
para comprar barquillos
con monedas hurtadas al abuelo.
La tarde se asolea, azul,
en la plaza. Las palomas se congregan
luminosas y amargas
entre volantines y esferas
que se enredan en los cables.
Un niño llora
su gorra marinera
en la cabeza del lustrabotas.
Los hombres sueñan.
alma del fuego : el canto
fuego del canto : el alma
canto del alma : el fuego
fuego del alma : el canto
canto del fuego : el alma
alma del canto : el fuego
Debiera haber punto final así no más de golpe
como esos atropellos súbitos donde no hay tiempo de quejarse
Tal vez tres puntos suspensivos en libarnos el reposo
y nos estos etcéteras hirientes en fondo cruz de llantos
Debiera haber paréntesis ligeros que ahorquen nuestro infierno
hasta hacerlo un blanco silencio en polvo
Ni una sola coma más para los pasos
Jamás etcéteras que apiñan tantas llagas
más sombras
más espinas
presagiadas en ácidas tijeras de otros pasos
Leyenda amarga que sangra siempre en los caminos
E T C E T C
s o a x e e
t r m t j n
o p i r i i
s e n a e z
s o v n a
s i d s
a o
d
o
s
¿Hubo un jardín
o fue el jardín un sueño?
Borges
¿Hubo luna en nuestro sueño
o fuimos un error con dos ventanas?
(el puente de tu cuerpo se me apaga)
¿Hubo error en nuestro sueño
o fuimos las ventanas de la luna?
La palabra acampando sobre las ráfagas del acto
Las arterias del sueño y sus fosforescencias
y su fósforo y su esencia
las arte-risas del sueño
El alma vórtice del fuego
vértice del juego
El corazón
sus incesantes danzas
sus lanzas acezantes
su compás de carne
marcando a sombraluz
el tiempo de la voz y de la hoz definitivas
Los alcances del aire
más los dedos de otros aires
precipitándose por los abismos sin fin
La locura y sus caricias rojas
y su cópula frenética sobre las ascuas
Los ojos secretos disparos en la noche
Los ojos astros
Los ojos antros
Los ojos estos
Los ojos estros
Los ojos ostras
Los ojos hostias
Los ojos luna
Los ojos duna
Los ojos duda
Los ojos hiel
Los ojos miel
Los ojos lluvia
Los ojos Yo-vía
Los ojos llovían
Los ojos raíz
Los ojos raíl
Los ojos Tú
Los ojos Tú en Él
Los ojos túnel
Los ojos cúspides azules
(en Hiroshima alguien pintaba sólo ojos)
Las claves del sentir
sus aguas misteriosas
sus espejos de sangre viva
su ebriedad en hilos sucesivos
su ubriedad de incisivos filos
Los vértigos reptantes
como el amor vencido entre celestes gozos
El reposo de agua pura
sobre los campos azotados por la sed inexorable:
cuerpos nuestros que se repiten entre los escombros
en flamas de espera de esperanza
La frente en llamas
en ya máses infinitos
El infierno en mi mente
El inminente invierno
Poesía hirviente
Hiriente poesía
El destino
El des-tino
El desatino
El des a ti NO!
Restos
Restas
Llave de memoria
que escancia lo soñado
Lo que estalla
en humo de fracturas
El doble eclipse
que asoló los nombres
sobre las ánforas de hielo
Descamina el inverso pie del corazón
insomnes insombres brazos-brasas
tras la líquida extensión de los ocultos
y en todo trance somos polvo
¿Cómo ignorar tu celosía de ayes?
Tú : Yo
Tuyo tu Yo
(Tú -Yo)
Soy tuyo
Soy tu Yo.
Tú sabes que nunca tuve edad
sólo latidos
para anunciar todo el rocío
que escancia tu cuerpo
sobre el último lirio del deseo
Sólo este canto que a flor de sed creciente
subraya mi destino
Sólo este nave insomne
que vara en ti sin que lo sepas.
Capto la seña de una mano, y veo
que hay una libertad en mi deseo;
ni dura ni reposa;
las nubes de su objeto el tiempo altera
como el agua la espuma prisionera
de la masa ondulosa.
Suspensa en el azul la seña, esclava
de la más leve onda, que socava
el orbe de su vuelo,
se suelta y abandona a que se ligue
su ocio al de la mirada que persigue
las corrientes del cielo.
VILLANCICO AJENO
Véante mis ojos,
y muérame yo luego,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.
GLOSA DE MONTEMAYOR
A trueque de verte
la muerte me es vida;
si fueres servida,
mejora mi suerte,
que no será muerte
si en viéndote muero,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.