La rosa de abril

Zagalas del valle,
que al prado venís
a tejer guirnaldas
de rosa y jazmín,
parad en buen hora
y al lado de mí
mirad más florida
la rosa de abril.

Su sien, coronada
de fresco alhelí,
excede a la aurora
que empieza a reír,
y más si en sus ojos,
llorando por mí,
sus perlas asoma
la rosa de abril.

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Indio (CANTO A BOLÍVAR)

CANTO A BOLÍVAR

El trueno horrendo que en fragor revienta
y sordo retumbando se dilata
por la inflamada esfera
al Dios anuncia que en el cielo impera.
Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta
la hispana muchedumbre
que, más feroz que nunca, amenazaba,
a sangre y fuego, eterna servidumbre,
y el canto de victoria
que en ecos mil discurre, ensordeciendo
el hondo valle y enriscada cumbre,
proclaman a Bolívar en la tierra
árbitro de la paz y de la guerra.

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La fuente de Ojozarco

Sonora, limpia, transparente, ondosa,
naces de antiguo bosque, ¡oh sacra fuente!
En tus orillas canta dulcemente
el ave enamorada y querellosa.

Ora en el lirio azul, ora en la rosa
que ciñen el raudal de tu corriente,
se asientan y se mecen blandamente
la abeja y la galana mariposa.

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HAIKAIS

Tierno saúz,
Casi otro, casi ámbar,
Casi luz…

Por nada los gansos
Tocan alarma
En sus trompetas de barro.

Pavo real, largo fulgor,
Por el gallinero demócrata
Pasas como una procesión…

Aunque jamás se muda,
A tumbos, como carro de mudanza,
Va por la senda la tortuga.

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NOCTURNO ALTERNO

Neoyorquina noche dorada
Fríos muros de cal moruna
Rector’s champaña foxtrot
Casas mudas y fuertes rejas
Y volviendo la mirada
Sobre las silenciosas tejas
El alma petrificada
Los gatos blancos de la luna
Como la mujer de Loth

¡Y sin embargo
es una
misma
en New York
y en Bogotá

La Luna…!

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Gramática de mamá

En mayo, qué ave era
la que amó mamá. o hablo de las mimosas.
Dice que no recuerda el nombre de los ríos que circunscribían su
pueblo natal: aunque
siempre se ahogaban
un varón y una hembra en verano un varón y una hembra en verano.

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Gramática de papá

Había que ver a este emigrante balbucir verbos de yiddish a español,
había que verlo entre esquelas y planas y bolcheviques historias
naufragar frente a sus hijos,
su bochorno en la calle se parapetaba tras el dialecto de los gallegos,
la mercancía de los catalanes,
se desplomaba contundente entre los andrajos de sus dislocadas,
conjugaciones,
decía va por voy, ponga por pongo, se zumbaba las preposiciones,
y pronunciaba foi, joives decía y la calle resbalaba,
suerte funesta déspota la burla se despilfarra por las esquinas,
y era que el emigrante se enredaba con los verbos,
descargaba furibunda acumulación de escollos en la penuria de
trabalenguas,
hijos poetas producía arrinconado en los entrepaños del número y
desencanto de negociaciones,
y ahora sus hijos lo dejaban como un miércoles muerto de ceniza,
sus hijos se marchaban hilvanando castellanos,
ligerísimo sus hijos redactando una sintaxis purísima,
padres a hijos dilatando la suprema exaltación de las palabras,
húmedo el emigrante se encogía entre los últimos desperfectos de
su vocabulario rojo,
último padecía para siempre impedido entre las lágrimas del Niemen,
fin de Polonia.

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Legado

Dile

a las niñas una u otra o vayan a posar un pie en la
habitación.

Entre, el notario.

Dé fe: tiene permiso para escriturar con palabras al
pie de la letra o tergiversarlas.

Mi asunto es otro.

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Noción de José Kozer

No es el hijo, ni del lobo ni de la cordera, de ahí su sentido de la
organización.
“Acabo de contar 28 gaviotas rumbo al poniente.” No es capaz de
bajar las escaleras corriendo como si hubiera visto un alma en pena
para comunicar a su mujer Guadalupe la noticia: 28 gaviotas
le recuerdan la fecha de su nacimiento, se retiene,
algo sombrío y que no remite de pronto lo apremia.

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Pesadilla de la pequeña entomóloga

Impávida: la princesita de Babiera en nombre de la
continuidad deshoja los narcisos.
Decapita las moscas.
El universo desde su ventana un bufón: colecciona torsos,
enjambres, debate la alegoría de los cuerpos, redondea
y ofusca un acertijo.
Dispone para su entretenimiento el ultraje de las formas.

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Premoniciones para finalizar el siglo

En lo más crudo del invierno de 1981 encontramos en el único tiesto
vivo que quedaba en casa
una violeta
minúscula que en pleno día sin sol de sí arrojaba unas sombras
numerosas que se esparcían por el techo y por todas
las paredes
de la sala, desaprecían por las cuarteaduras y la hendija de las
maderas, nuestras
niñas
dijeron que se fugrían a los manantiales: no era vivamente todavía la
voz del hambre ni el diácono de las hroas
que llegaban
en su yegua con sus numerosas navajas barberas a raspar las cabezas
o cepillar algún mueble cuyas virutas
traerían
a la memoria los años e abundancia en que el caracol echaba de sí
grandes
multiplicaciones
y la luz nos confundía con aquellos limones grandes como vejigas de
oro: mucho
nos desalentó
aquella flor y más aún la luz que caía sobre el plato rebañado con sus
vestigios de otra luz
a la que sucumbieron
las grasas dulces de nuestras mujeres en sus faenas, la cópula dorada
de nobles panes a la mesa y el enredo de cuatro peces quietos con
su ojo de techo
en los platos.

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AH, QUE TÚ ESCAPES

Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.

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LA MUJER Y LA CASA

Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.

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MELODÍA

Melodía de la sombra penetra la dureza
de la piel acompañante y ya me pide
un anhelar pasivo que la incline
al borde níveo donde el aire empieza.

Dulce secreto la gaviota o ya se afine
la sombra que extendía la pereza
de la piel, negando que al irse se descuelgue
de la sonrisa en que muere su destreza.

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OCTAVIO PAZ

En el chisporreo del remolino
el guerrero japonés pregunta por su silencio,
le responden, en el descenso a los infiernos,
los huesos orinados con sangre
de la furiosa divinidad mexicana.
El mazapán con las franjas del presagio
se iguala con la placenta de la vaca sagrada.

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Tú, del sur

Tu, del sur,
de esa tierra
que huyendo de los trópicos se sumerge en el río;
de allá donde se borran las fronteras del alba,
de allá donde florece la arena en la simiente,
de allá trajiste, niña, tus ojos de agua y malva.

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A mi hija Teresa

Aún no sabes hablar, mas ya tu vida
para mi alma canta un hondo son:
Diariamente se empapa el corazón
de tu palabra torpe, tan querida.

Se llena el alma de tu beso, erguida
para alzarte y tenerte. Una pasión
diariamente la enciende, una canción
que nace de la vena más herida.

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Al mar, solo

Si tu amor busco a solas, entregado
a un éxtasis errante y sin conciencia,
no sé qué resplandor de adolescencia
unge mi piel, ya siempre a tu cuidado.

Mi boca acerco a tu rumor nevado,
purísimo sabor de tu presencia,
espuma dulce para mi dolencia
de soledad, al sol de tu costado.

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Atardecer

Deja que el amoroso pensamiento
dé a tu frente un temblor de agua invadida,
y deja que mi sombra, en la avenida,
acaricie tu seno soñoliento.

La tarde eres tú y yo, sin otro aliento
ni otro paisaje que la mar dormida.

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Besarte es soñar

Sí, besarte es soñar. Y acariciarte,
rozar, sorber el cielo más hermoso.
Pero si el tiempo puede, al arrancarte
tu belleza, tornar en doloroso

recuerdo aquel mirar enajenado,
aquel beso ardentísimo, aquel fuego,
volcán de amor, y aquel dulce sosiego
que sigue al jadear ebrio y callado,

¿Cómo sentir ligera, alada, pura
la dicha del amor, si está ya herida
por el mal que vendrá, nube de muerte,

tiempo ya gris que empaña la hermosura
cuando empieza a dar fruto, y más erguida
arde su luz, y duele más perderte?

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Desnudo

Lame, arena, su cuello, y ciñe fría
su adormecido seno en ti yacente,
que luego iré a besar esa serpiente
de tu lengua, que el viento desvaría.

Hiere mansa esa flor de la bahía
que asume su mejilla húmedamente,
y ciega esa callada boca ardiente
que no quiere besar la boca mía.

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Esa alondra de niebla

Esa alondra de niebla que sostienes
sobre el hálito malva de tu cima,
esa guirnalda matinal que arrima
un levante purísimo a tus sienes.

Pálida el alma y desmayada tienes,
mas tu sangre de roca no la anima
a saltarse las trombas de tu clima
durísimo de vientos y vaivenes.

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Espuma

Este cuerpo de amor no necesita
quemar su luz en otra ardiente rama.
La lava en que se quema y que derrama,
por su propio volcán se precipita.

Tu hermosura sin voz sólo me incita,
no un corazón ni el vuelo de una llama.

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La tarde

Cada día toco con mis manos la dicha
la beso con mis labios
la dejo que se duerma dulcemente en mi pecho
que se despierte luego estremecida como un hermoso sueño.
Enfrente el cielo, los pájaros y tu boca entreabierta
sobre la calle con acacias y niños
delicada y trémula como una sonata.

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Luz de tiempo

La luz, la luz más pura está en el tiempo,
es su zumo dorado que nos moja
el alma diariamente y la desnuda.
Como la luz, como el amor a veces,
el tiempo es tuyo, y él te tiene, míralo
morando ya en tu carne lentamente
posando en ella su ceniza triste,
sus minutos que brillan amarillos
y tus labios golpean tercamente.

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Noticia del beso

Nace el beso en la sangre y su fuego madura
como el fruto de un árbol a la luz de la tarde.
Ebrias alas secretas van naciendo a su paso
y dorando los labios que esperan entreabiertos.

Gime la flor del beso antes de abrir su rosa,
y sus pétalos arden melancólicamente
mientras sube un rumor por la delgada sangre
y se detiene al borde de la boca hechizada.

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Rapto de amor

Mira el mundo sin flor. Este haz de rocas
sólo sombra da al oro que declina.
Muerto parece el mar. Aquí culmina
el mineral silencio de dos bocas.

Soledad, piedra, amor. La arena yerta
desolada pasión siente en su seno.

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Sueño de amor

Huí de mi lecho a solas por encontrarte, el vino
de la fiebre en los labios, incendiando mis huesos,
y una niebla cegándome los ojos, y un sino
de soledad quemándome y abrasando mis besos.

¿Dónde encontrarte? ¿Estabas junto a mí, bajo el cielo
indiferente al hombre, como un mar que olvidase
su clamor, o soñando bajo un dorado suelo
sin que yo, en mi ceguera, los trigos te apartase?

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Tengo tus labios

Quizá perdí mi juventud, quizá
perdí Lloridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.

Una infancia perdí, quizá un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.

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Tiempo de amor

En el amor el tiempo es como un pájaro
aleteante, estremecido, trágico.

Parece detenerse en nuestros brazos,
jadear dulcemente en nuestros labios.

Y fluye tierno como el valle verde
por un secreto afán de vida breve.

Su vuelo cesa bajo el beso largo,
tensas las alas, dulce y hechizado.

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Tiempo de ternura

Como la playa en soledad, más pura
luce su desnudez, y como el pájaro
más melodioso vuela si más solo,
así este paraíso de ternura
no pide verso para ser cantado.

Su alentar, en su mundo de penumbra
-tibio interior en soledad amante-
deja su llama, y extasiado sueña
su luz, su vuelo entre caricias quietas.

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Viernes de las delicias

Cuando salgo a la luz de este viernes dorado
estrena la mañana sus pájaros primeros.
Es un viernes de barrio, humilde pero hermoso,
viernes de Las Delicias, viernes arrabalero.

Da gusto ver su piel, fresca como la aurora,
herida tiernamente por la luz del otoño,
esta luz increible que mi corazón bebe
sorbiendo la mañana como una fruta de oro.

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Realidad para siempre

-Media filiación-
A Manuel de la Escalera

Preso, mi nombre. Y Preso, mi apellido.
Prisión como lugar de nacimiento.
Mi madre, mi condena -y mi aliento-.
Mi padre, este cerrojo maldecido.

¿Mis años?: diez (más tres) aquí metido.

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La amenaza

The year´s garbage
R. L.

La dorada basura de los años
me ha ido acostumbrando a vivir entre sueños;
ninguna sonrisa se desvanece en mi memoria;
los ojos que una vez me miraron
incitantes o quizá sin verme
siguen fijos para siempre en mí;
una amable palabra distraída
para todo el invierno enciende un fuego;
cualquier borroso amor
que apenas si llega a ser amor
se transforma en un árbol inmenso cuyas ramas
me protegen de sol inclemente.

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Nacimiento

Ha llegado la noche para todos:
yo reclino mi frente en esta piedra,
donde los siglos, ciegamente, pasan,
mientras fulgen, arriba, las estrellas.
Entre duros peñascos me arragazan
los brazos maternales de la tierra.
Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,
como una larga luz, en su corteza.

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