Quisiera hacerle hoy a mi vida un nudo
y que se detuviera en este punto.
Aprisionar la sangre aquí, en las venas,
para que inquieta y ciega no corriera,
y esperar, esperar un largo tiempo:
como esos negros trenes que, de pronto,
traspasados de silencio y sombra,
se quedan en la noche detenidos.
Sabrás que me has tenido por tenerte,
por saberte por fin fijo en tu adentro.
Sabrás lo que se sabe al encontrarse.
Y me sabrás después, desde el lejano
imposible-jamás, río perdido.
Ignorado final a cara o cruz.
Te esperaré en ayer, en hoy, en blanco.
Yo no sé si te tuve; esto nunca se sabe.
Sé que trazaba signos con letras de tu nombre.
Que apretaba las manos inquieta contra el pecho
como el que siempre teme perder una medalla.
Estos son los recuerdos mezclados con el humo
de tu cualquier tabaco, de tu cualquier alcohol.
Agua sumisa al pez de tu capricho.
Tú me quieres así, yo digo: «sea»
y nos navega el cielo por el fondo.
Tú me quieres de estar casi en ausencia,
media luz de tu paz y de tu frente,
sujeta a la distancia en que me cercas.
Si me dejo mecer en esto del recuerdo que nadie lo repruebe.
Ese fue mi vivir, el que me dieron hecho.
(Las equivocaciones debieron ser, en parte, cosa mía.)
Con pan llevar de luz, a rienda suelta, corría por los campos.
La sierra y sus arroyos se me entregaron siempre generosos
y supe del goce de tenerlos, de rumiarlos en paz.
Yo seré sólo ausencia cuando gires tu tiempo.
Se te abrirán los libros por páginas de entonces.
Otra vez la ventana con las mismas estrellas,
y otra vez sin quererlo aquella misma calle.
Un lunes, un domingo…
Para cada recuerdo tendrás fechas.
Estaba el muro triste en lo oscuro del parque;
madreselvas tronchadas entre mustios jazmines,
todo ya con la tarde húmeda de la lluvia
arrastrando la pena hacia una larga noche.
La memoria encendía los muros encalados
de otro lejano huerto con naranjos y sol,
pero no era posible anudar la mañana
y se vistió el camino su más intensa sombra.
Yo quisiera contarlo como una triste historia,
pero ya no es posible.
El tiempo cicatriza con días las heridas;
tal vez esté olvidado como olvida el muchacho
la reciente caída.
A veces, el recuerdo me acerca aquella angustia,
impidiendo que aspire a raudales la vida.
En dónde está, que se hizo la poesía?
Está acaso dormida o yace muerta?
Es ruin pereza, es haraganería?
Algo la está matando, es cosa cierta.
Es la vejez quien le cerró la puerta?
Ya no despertará de su agonía ?
Otra vez primavera por los parques de siempre.
Volvemos a encontrarnos con la fecha de entonces
borrándole al olvido aquel punto y aparte.
A buscarme saliste con temor de mi ausencia
y yo estaba arropada en el ayer tan nuestro
que casi me rozaba tu mano al extenderse.
La luna que se derrama
anillos hace mis dedos
y en el fulgor de su lumbre
los deja presos.
Bajo la parra de los jazmines
miro mis manos
y entre encajes de sombras y hojas
se han transformado
porque la luna los pinta
de oro lunado.
Ya sé de tu soñar, tu duermevela.
Ese don de vivir en el olvido;
ensayo de otro sueño sin aurora.
Te he tenido en mi cruz, mientras que el humo,
por el paisaje dócil de tus sienes,
tejía sus canales sin descanso.
No más odio ni venganza
fruto amargo de la guerra;
queremos paz y justicia
sin temores ni violencia.
No más sangre de inocentes
mancillando nuestra tierra,
no más crímenes ocultos
ni traición tras de las puertas.
Seremos un pueblo noble
que no se ampare en la fuerza;
Si libres queremos ser
tendremos el alma enhiesta
que temple nuestras acciones
y nos limpie la conciencia.
Te lo escribo en voz baja desde un 5 de junio.
Cuando baje la espuma (porque siempre
desciende).
Enciérrate este ahora en el recuerdo,
no señales el día.
Para olvidar no hay fechas.
Escríbele postales al entonces.
En alguna ventana
se quedará tu mano alcanzándome estrellas.
¡Que vuelo sideral de ala extendida!
¡Que zigzag de emoción era su vuelo!
¡Que ansiedad por llegar al Santo Suelo
vibraba en el albor de su caída!
Y llegó palpitante, estremecida
a ofrendar la grandeza de su anhelo,
el destello alumbraba al mismo cielo
que en su seno teníala dormida.
Así la aparición era esperada
como Signo Celeste de ventura,
presciencia presentida, clara y pura
que en la mente del pueblo era fijada.
Su irreal realeza, casi una tortura
por la ansiedad de su presencia amada,
rayo de luz, emblema de dulzura,
gloriosa en su existencia ya forjada.
Y un vislumbre se vio. ¡Era la lumbre!
que entre sombras lejanas se acercaba,
por violentos instantes se alejaba
y volvía otra vez la incertidumbre.
¿Era El Pájaro Azul allá en la cumbre
acaso, el mensajero que Ella enviaba?
Cuando el abismo era más hondo
y llamas, fragor y muerte se fundían
en el cruzado fuego
y cada noche y cada amanecer aquellas salvas
trepidantes,
sembrando de cadáveres los ámbitos,
temblaban los mayores y los niños
que en la sombra de angustia pernoctaban
vivos aún, mas con la muerte aliados…
Lejos.
Guardiana de los libros: Ya cerrados
los fríos brazos de brillante acero
quietas las ruedas. Fijos y callados
los goznes rechinantes, mustio el cuero.
Evocadora fiel de los cuidados
últimos del vivir bajo el alero
que guarda imagen, risa y ceño amados,
postrer amor que siempre fue el primero…
Descansas hoy, el freno detenido,
más bien paralizado tu crujido
en el ir y venir de aquella mano
que dejara su huella en el gemido
del dolor y el placer de haber vivido:
espejo del final de un ser humano.
No paseo. Ni ando. Voy a casa.
Cayó del monedero el bono-bus
y tengo cinco duros. Ni para
cerveza me queda. Te amé
escrupulosamente. Iba
a charcuterías y te invitaba
a cenar. Eso era una muestra
evidente de mi ternura.
Sentada es como si bebiera largos tragos de playa,
pócimas de tonterías y me cortase las uñas,
sin compañía. Es un cuento más, una residencia
cara. Piso el suelo con bocados de ansiedad
y me lleno de reliquias el cuerpo, salgo
asustando.
Soy una larga espalda inclinada hacia el sur.
Que mi madre me dio leche, ya lo sé. Que me
hincó la uña con cierta parsimonia bajo los cojines
y edredones y su femenino amor tuvo que darme
osamenta y cutis. Gracias al fervor de las nubes
cultivó soliloquios.
U olvidar. Hacia atrás sueño.
La rareza de un bosque en un póster
sobre la aguja del reloj. Te tuve
cuando no te tenía, corre brisa
tanto corre que ventea. Un libro
y dos páginas leídas, qué cuerpo
tienes.
Ya no le digo te quiero a nadie,
he perdido el sur del vestido y las
costuras se abren, parezco una tela
inflexionada, una rota lana.
Me río de tanta lluvia, a veces
el aliento es iracundo y lunático,
la frescura y el atrevimiento
se han hecho detritus, pondero
por eso todo amor deshilachado,
me aceito de madrugadas pasivas
y al mirar por la ventana se va
aquel dramatismo de antaño,
aquella ira romántica que
ponía un precio a la aventura.
Dispensa mis terraplenes. Ya no pueden
con el agua embarrizarse, han agrietado
su forma y entre algunas franjas
yerba seca asoma. Las lluvias
y los otoños no pueden penetrarme,
mi forma irregular se ha hecho compacta
y quien anda sobre mí, se cansa.
Es la una y treinta
medio cuerpo asomado
a la vida entera. Desapercibo
un raro calambreo que nace
en las piernas. Brilla lo que
queda de luna. Mis oquedades
buscan ritos, mis soledades
están sobre los zapatos
que he deshebillado
porque me ladeaba su presión.
Antes de conocerte te adiviné
Sedúcelo. Abrázalo apretado y cántale derecho.
Relata una sensualidad exuberante
y hazle creer que le incumbe su exacto desempeño.
Dile que tus ojeras son memoria del harem
—no tu desvelo, tu edad (menos tu insomnio y sus
delirios).
Una cacerola que dejé puesta un día
sobre el mármol de la cocina.
Aquel lugar deshabitado largos años
mantuvo el utensilio. Yo era otra
al volver a destaparla. Vi moho
vi roña, vi partículas muy confusas
nadando en el agua pestilente.
Todavía no he bebido lo suficiente.
No digo mucho, digo lo suficiente.
Así que ahórrate la otra vez
y próximas. Nunca dije: atada soy.
Ni me horroricé por un beso
en cualquier parte. Adoro
sólo lo adorable. Un día, u otro
siempre puede asomarse una
a la ventana y ver tejados.
Ha sonado alrededor de los aconteceres
una silueta que no estaba prevista
pero que existía. Tiene sombra.
Se cubre de tus órganos principales
y elabora un porvenir onírico
forjado en el centro de tu alma.
Pero a eso que tú llamas alma,
llámalo fumar un poco más, detenerse
en más bares.