El huésped

Qué raro es el amor, qué raro
aun entre amantes
que se aman, aun en el seno
de la casa materna,
la entrañable,
qué instante
tan raro aquel en que él irrumpe
de otro modo,
súbito como un golpe,
el amor dentro del amor,
qué raro ese minuto
de compasión total, pura,
sin causa,
sin posible respuesta
ni duración
posible, qué raro
que a nadie hayamos
amado, acaso, más,
que a ese niño ajeno, en México,
que a ese que pasó hablando
consigo mismo,
que a aquella odiada mujer,
porque, de pronto,
su bata de casa nos miró desolada,
un fragmento de su espalda
nos hizo llorar
como la más arrebatadora música,
qué extraña
crecida sin palabras.

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La banda gigante

A Lichi, su cantor

La banda gigante, como los alones de su sombrero provocador al frente, quiere romper, inaugurar lo enorme. (Lo enorme, cariñosamente, brilla). ¡La banda gigante, como las ligas gigantes, el teipe en la pelota, el batazo en lo azul un descampado de Domingo!

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La noble Habana

¿Por qué, Señora,
el aire, el desafío,
pierna y botín robustos
y pecho de paloma?

¿Por qué, conquistadora,
sobre los raros farallones
de desiguales ángulos
te empinas, desdeñando
abajo el foso oscuro de las aguas?

Castillo de la Fuerza,
Giraldilla,
tu donaire y victoria.

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No, no, memoria

No, no, memoria del pasado día
vengas sobre este sol y césped santo.
No vuelva yo a invocar refugio tanto
de lo que así se crece en despedida.

Quédeme tu intemperie y mi porfía
de caer, de volver de nuevo a alzarme,
no la raída pasamanería
que alza mi polvo y que tu luz deshace.

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Y sin embargo sé que son tinieblas

Y sin embargo sé que son tinieblas
las luces del hogar a que me aferro,
me agarro a una mampara, a un hondo hierro
y sin embargo sé que son tinieblas.

Porque he visto una playa que no olvido,
la mano de mi madre, el interior de un coche,
comprendo los sentidos de la noche,
porque he visto una playa que no olvido.

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A la poesía

¿Vienes menos cada vez,
huyes de mí,
o es que estamos entrando en tu silencio
-el pedregal, la luz-
y ya tenemos poco que decirnos?
Pero ese poco,
¿lo diremos nunca?
pero ese poco, ¿qué es?
¿Será el alimento de los ángeles,
lo que le falta al sol,
la muerte?

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Ausencia

Qué oculta esta palabra o reverencia
irónica al desdén que la provoca,
gusto que niega todo lo que toca,
negación de sí misma, viva ausencia.

Cómo para vivir tiene licencia
si no nació, ni muere, ni convoca
más tiempo que el futuro que revoca
dejándonos de nada única ciencia.

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Canción de unas perdices que le enviaron vivas (Cancionero de Hernando del Castillo-1511)

Destas aves su nación
Es cantar con alegría,
Y de vellas en prisión
Siento yo grave pasion,
Sin sentir nadie la mía.

Ellas lloran que se vieron
Sin temor de ser cativas,
Y a quien eran más esquivas
Esos mismos las prendieron:
Sus nombres mi vida son
Que va perdiendo alegría,
Y de vellas en prision
Siento yo grave pasion,
Sin sentir nadie la mía.

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Cántico nuevo

Este libro no es tanto de poesía
como de conciencia.

Sus versos resultan duros y desabridos
pero dicen la verdad de mi corazón
cambiante y una
como profunda luz de agosto.

Ya no vale la pena escribir
una línea
que no sea completa, aunque después resulte poca,
la verdad.

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Cola

Detrás de él va un niño
que lleva un suéter rojo
que va detrás de un viejo
que tiene un sombrerito,
detrás de una señora
con una saya azul,
que va detrás de un perro
que va detrás de un coro
de marineros rusos,
detrás de una muchacha
públicamente hermosa,
que va detrás de un ciego
detrás de su bastón,
que va detrás de un día
color de cornetín,
que va detrás de un ciervo
que se perdió en el bosque,
detrás de las Cabrillas
y de la Cruz del Sur,
que va detrás de un beso
detrás de una postal,
que va detrás de un manco,
de un cojo y de un ciempiés,
detrás de un apagón,
detrás de dos paraguas
que van detrás de Arthur
detrás de sus camellos
que van detrás de todo
con todas las banderas
las herramientas todas
y con soldados mil.

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De mi provincia

Vuelve la tarde
cuando el niño polvoriento se echa al río
y suena su peso en las nubes
como un fresco morado distinto
que abre suavemente los ojos de la mujerzuela
sentada huesuda y eterna en el parque.

Dónde estará mi sombrero, pregunta
con el único zapato interrogante que tiene,
y se pone a crear de otro modo su verde sombrero,
mientras el niño patalea dulce
perdido en un extraño, en un sordo silencio
que no puede penetrar ni la música del último crimen.

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Demolición

Al fin se consumó, después
de tantas perfecciones tan equívocas,
de tanta precaución y cálculo, probando
que nada fuera inútil, ni lo nimio,
ni los más delicados pulimentos:
al fin se consumó lo improyectado
por la mano, al revés de la materia.

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Doble herida

Este ir de la vida a la escritura
y volver de la letra a tanta vida,
ha sido larga, redoblada herida
que se ha tragado el tiempo en su abertura.

Abierto como res por la lectura,
le entregué las entrañas, y la vida,
queriendo rehacerlas, conmovida,
en ellas imprimió su quemadura.

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El convaleciente

La noche extiende su dominio puro
de estrella por mi sanagre aparecida
como un árbol oscuro:
ya no es la muerte ni la vida
lo que alegre despierta con mi sueño
a mi ceniza en flor y luz madura,
sino un oro neutral que me hace dueño
de mi joven palacio de amargura.

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El niño

Después del aromático aguacero
ya no iremos por dulce a la bodega,
ni saldremos corriendo hasta la sombra
morada del caimito cariñoso…

Ya nunca volveremos confundidos
en el áureo sofoco de la risa
a batirnos con suaves espadones,
bajo el gotear ligero de los mangos.

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El niño inmóvil (Campesina)

Y así calladamente contra el humo
del arroz en el cuarto que el sinsonte tornasola,
miré tus grandes manos, campesina
férrea de piel, forrada súbita de chispa honda
como la flor de oro; y tú secabas
unas oscuras decepciones imprevistas
con tu perenne delantal, volando; y fija me cogiste,
mientras frotaba el hueso fino de la cañabrava
con su rayo el viento, la música que oigo
en mi penuria como un lejano corazón a veces.

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Estamos

Estás
haciendo
cosas:
música,
chirimbolos de repuesto,
libros,
hospitales,
pan,
días llenos de propósitos,
flotas,
vida,
con tan pocos materiales.

A veces
se diría
que no puedes llegar hasta mañana,
y de pronto
uno pregunta y sí,
hay cine,
apagones,
lámparas que resucitan,
calle mojada por la maravilla,
ojo del alba,
Juan
y cielo de regreso.

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Faltabas tú, poeta

Para Antonio Guerrero

Faltabas tú, poeta. La injusticia
no podía omitirte en su venganza:
ella sabe con lúcida impudicia
lo que el amor a la belleza alcanza.

Mas no le importa. Su misión inicia
creyendo que encadena la esperanza,
que prostituye el verbo a la avaricia,
que entrega a mercaderes la balanza.

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La casa

Ah de mi casa, este navío a tumbos
siempre en el mismo sitio navegando
quién sabe hacia qué luces y qué rumbos,
anocheciendo, madre, navegando:

yo que te vi agrietada en los retumbos
de la tormenta, y que te oí aullando
quién sabe hacia qué luces y qué rumbos,
amaneciendo, madre, y navegando:

tálamo, cuna, tumba, lira, cerco,
estudio, cena, púrpura, ceniza,
infierno, paraíso, barco terco:

sé que nos llevarás en llanto o risa
hasta dejarnos en los fuertes brazos
que nos llaman -y tú, hecha pedazos.

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La hoja

Quedará
lo que ella afirma no lo dice
su decir es no decir y no decir y no decir
no infinitamente sino
Tres Veces
tres infinitas veces
En su rostro escribo y es un rostro sin más rasgos
que mi escritura
que ella tornará blancor de mente, jeroglífico
de espuma,
nada
Una hoja tras otra no hacen un árbol
sino un libro un libro tras otro
no hacen un árbol sino una colección
de libros Una colección tras otra hacen
una biblioteca En la biblioteca dicen
que no hay pájaros pero yo los he visto
Lo que no he visto es libros en el bosque
Claro que el bosque mismo puede considerarse un libro etc.

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La jerigonza

Queríamos vivir ocultos,
ser harapientos héroes,
usar el idioma como un trapo tenebroso
que esconde la joya más ardiente.

Queríamos arroparnos en la nada
de nuestra creación y calentarnos
con un orgullo que se perdía en risa
por el túnel giboso de la jerigonza,
frente al todo compacto de los otros.

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