Con la mente, a lo menos, reclinada
Mirame en un peñasco duro y frIo:
MIrame suelto el pelo y empapada
En el Ilanto gue vierto, que ya es tanto
Que la ropa con él siento pesada.
Cual mies que el viento agita, en medio al ilanto,
Tiembla mi cuerpo, y aun la letra afea
Mi tembloroso pulso en tal quebranto.
Cuando me persino.
Me voy sin tardanza
A ver al padrino
Que tanta esperauza
Me dió de un destino;
A su casa me entro
Y dl de mala gana
Dice desde adentro:
cHombre, nada encuentro
Vuelva V.
De mis amores y sus efec/os.
Crece mi amor y crece mi contento
Cuando me obligan, Silvia, tus favores;
Y si me ofenden, Silvia, tus rigores
Crece mi amor, y crece mi tormento.
De gratitud el dulce sentimiento
Aumenta, en tus carifios, mis ardores,
Y el afán de obligarte con amores
Da, en tus desdenes, a mi amor aumento.
Las cuatro y media son: partamos luego
Y alegres recorramos la campiña,
Que al paseo y al ütil ejercicio
Ya la apacible tarde nos convida.
Dijo asI Nicolás, y a complacerlo
Se dispuso la dócil comitiva,
Animada del jibilo inocente
Que lejos d la corte se respira.
Cuando la patria en mísero quebranto
Su esclavitud lloraba sin sosiego,
Acudiéron, ardiendo en patrio fuego
Mil y mil héroes a enjugar su llanto.
De libertad el árbol sacrosanto
Plantáron firmes y le dieron luego
El más costoso, pero fértil riego
Con la sangre vertida de héroe tanto.
Ya la noche serena
Su carro silencioso
Del cielo a la mitad alzado había,
Y de pesar ajena,
Adormecida en plácido reposo,
Naturaleza por do quier yacía;
Solo yo no dormía,
Solo yo, que de penas guerreado
En soledad velaba,
Y triste repasaba
Los males que a mi patria han devorado
Desde que hundida en servidumbre y penas
Arrastra del ibero las cadenas
Mientras que sumergido,
Mil ayes despidiendo,
Estaba en mi dolor, la noche oscura
Su curso no sentido
Lentamente seguía, y no pudiendo
Resistir al pesar que el alma apura,
Ríndeme el amargura,
Y quedo aletargado y sin aliento.
Ya de su libertad el claro día
El venturoso Anáhuac en su suelo
Miró rayar, y ya con libre anhelo
Publica por doquiera su alegría:
Roto vió ya de fiera tiranía
El ominoso yugo, y su desvelo
Es difundir el júbilo y consuelo
Que merecido su constancia había.
De libertad ese árbol sacrosanto,
Cuyo ramage umbrígero se tiende
Por todo el ancho Anahuac, y defiende
El patrio suelo con su verde manto,
Ha crecido, del orbe con espanto,
Merced al riego que en su planta extiende
La sangre de un Hidalgo de un Allende,
De un Abasolo, y mil que aquí no canto.
Yacieras ¡ay! en dura servidumbre
Esclavo miserable de un tirano,
¡O venturoso pueblo mexicano,
Que ya de libertad pisas la cumbre!
¿Y a quién debes, tronchar la pesadumbre
De las cadenas que arrastró tu mano?
¿A quién? De tanto Marte americano
A la inmortal y heróica muchedumbre.
El Despotismo, monstruo furibundo,
Sentado torpemente en este suelo,
Tocaba con la frente el hondo cielo,
Y hollaba con el pié nuestro ancho mundo.
El héroe de dolores, sin segundo,
Mirólo y ¡LIBERTAD! gritó en su anhelo;
Tembló el coloso con mortal recelo
Y derrocado al fin cayó al profundo.
Hay en el lecho, pero no hallo nada.
El susto ahuyeritó al sueflo: me levanto
Horrorizada, y del desierto lecho
Salto precipitada con espanto.
Hieren mis manos el turbado pecho,
Y arrancado, en desorden como estaba,
Mi cabello también quedó desecho.
Viste en serena noche las estrellas
Cuán varias y brillantes aparecen,
Y cuán muy más hermosas resplandecen
Con el reverberar de sus centellas;
Pero que, al asomar las luces bellas
De la fulgente aurora, se oscurecen
Y vencidas al fin desaparecen,
Su esplendor apagado, todas ellas?
Oh despiadado sueño! En tal torpeza
Por qué me sumergiste? Y si dormIa,
Porqué no fué mi sueo de una pieza?
TA también, viento bárbaro, é. porf ía
Por mi mat te encontraste muy a mano,
Y harto oficioso en la desdicha mIa.
La abejita enañada y descnganada.
Una tierna abejilla vagarosa
De Amira en torno susurrando gira,
Lievada del aroma que respira
La boca bella de mi Amira hermosa:
En su elevado seno ye una rosa
Que por adorno allI pusiera Amira,
Y al instante del aire se retira
Y entre sus hojas engafiada posa.
Mi parlera musa,
Mi alegre Talla,
DIctame a las veces
Estas friolerillas.
Q ue la tierna doncellita,
Contando apenas diez aüos,
Ayude ya en los engaflos
A su hermana Mariquita:
Que ya quiera ser bonita,
Y el adornarse no ignore,
Siempre estudiando al espejo
Del abanico el manejo,
Y aun al cortejo acalore
Sin acabar la cartilla:
i Friolerilla!
Mas no se y e en todo éI un marinero,
Ni navecilla alguna se rastrea.
Pero que sc me den, suponer quiero,
Compai’ieros y nave cqué sirviera?
Puedo volver a un padre tan severo?
Aunque en mar sosegado y nao ligera
Con favorable viento navegara,
Desterrada lay de ml!
Me dice grosero:
No tengo dinero;
Vuelva V. maflana.
Cuando alguna obra
Mandar suelo hacer,
Como se me cobra
Voyla a recoger.
Si tiempo ya sobra,
La pieza demando;
Diligencia vana,
Pues van contestando:
Ya se está acabando;
Vuelva V.
Ni siquiera principiante:
Si porque halla quien lo aguante
Entre bobos insensatos,
Tambjn entre los sensatos
Piensa hallar aprobaciones:
DIgole nones.
A Ia jóven que es juiciosa
Porque es pobre solamente
Y no ha habido quien la tiente,
Aunque tiene algo de hermosa;
Was que en la ocasión, gustosa
Retoza, baila y pasea,
Y oye al que Ia lisonjea
Sin reparar en azares:
Digole pares.
No sé nada
¿Con una tinta que venden
exquisita en el Portal,
dizque se curan de su mal,
los que de cisnes se ofenden,
y que ser cuervos pretende
con presunción extremada?
No sé nada.
¿Dizque es el gasto crecido,
que hacen hombres y mujeres
en perfumes y alfileres;
y de la coqueta, ha habido
mil quejas, porque ha subido
el precio de la pomada?
Suele en callada noche hacia el oriente
De el horizonte alzarse parda nube,
Que se condena más cuanto más sube,
Inclinando su giro al occidente:
Luego insensiblemente
Su enorme masa por el ancha esfera
Va derramando negra y pavorosa,
Y crece y se difunde de manera,
Que sombras esparciendo tenebrosa
El éter hinche, y presagiando enojos
Esconde el alto cielo de los ojos,
Hasta que arroja del preñado seno
Un rayo y otro con horrible trueno.
Ora un dicho feliz picando el gusto
La plática sazona y regocija.
El grato cefirillo blandamente
Desplegaba jugando sus alitas,
Y ]as fibres campestres mil olores
Perfumando el ambiente difundlan.
Febo también, al fin de su carrera,
Por no turhar acaso nuestras dichaas,
Entre doradas y vistosas nubes
Sus ardorosos rayos escondIa.
Pero no viendo nada,
Sino motivos de tristeza mucha,
Tórnome a la posada.
Con la tristeza de esta suerte en lucha
Continua, en vano vivo,
Pues soy vencido siempre, y si n6, esucha.
Cansado de cautivo,
Arrostrando del frIo la aspereza,
A salir me apercibo:
cAfuera, dije, el miedo y Ia pereza
Y Ileno de osadIa
Tomo el sombrero y salgo con presteza.
Pero que atienda a un zorcico
Más que a jugar su abanico,
Qué capaz!
Que aplauda con boca y manos
Juan los versos italianos,
Vaya en paz.
Pero que porque él se extienda
En su elogio, los entienda,
Qué capaz!
Que priven al juez de oficio
Sin perjuicio de la muita,
Porque en sumario resulta
Pilatos en su ejercicio,
Y de la ley con perjuicio
Haber hecho en un par de años
Más injusticias y daños
Que un hortelano hace podas:
AhI me las den todas.
Que tenga la otra casada
A su prudente marido
En tal extremo aburrido,
Que ya no se meta en nada:
Que entre y salga una chusmada
De trato no muy honesto
Con quien ella se entretenga,
Y al pobre marido tenga,
Aunque bien armado, expuesto
A ilevar su banderilla:
iFriolerilla!
Que un rico cuando hay función
Asista a misa y sermon,
Vaya en paz.
Mas que, sin que convite haya,
For devociOn s6lo vaya,
iQu capaz!
Que tosa en el templo Juana
Cuando le viene la gana,
Vaya en paz.
Señor en sus obras magnifica,
Hasta que de una cabra los balidos
Nuevos placeres a gozar la inclinan.
Cerca de la cascada, en un repecho
O ue en tosca, pero hermosa simetrIa
Forman rudos penascos, un aprisco
De baladoras cabras se divisa.
Si no te acomodas,
Lector, a mis veras,
Llámalas tonteras:
Ahi me las den todas
Que priven al juez de oficio
Sin perjuicio de la muita,
Porque en sumario resulta
Pilatos en su ejercicio,
Y de la ley con perjuicio
Haber hecho en un par de años
Más injusticias y daños
Que un hortelano hace podas:
AhI me las den todas.
Silvia en el prado
Cuando Silvia al prado
sale a divertir,
el campo se alegra
al verla salir.
Jilguerillo hermoso,
bello Colorín,
dulce Filomena,
desde un alhelí
le cantan la salva
con pico sutil,
juzgándola Aurora
al verla salir.
I.
A Si/via.
Al pintr de sus ninfas los primores
Suelen firgir mil cosas los amantes,
Tomando ora del sol luces brillantes,
Ora robando el átnbar a las fibres:
Ya usurpan de la nieve los albores,
Ya el brillo de las perlas y diamantes,
Colorando a las bellas los semblantes
De la purp(irea rosa los colores.
Tigres esta isla barbara sustenta.
Se dice que del mar horribles focas
Salen tambidn; 6 acaso armas ajenas
Traspasarán mi pecho entre estas rocas.
iHaga el cielo a. lo menos que en cadenas
No me pongan mis asperos destinos,
Hilando cual esclava en duras penasi
Siendo nieta de Apolo, hija de Minos,
Y lo que es más, ya tuya en esponsales
iAh, no lo permitáis, dioses divinos!
AsI mi musa suele
En ocasiones
Jugar, por divertirse,
Pares y nones.
A Ia doncella de trece
Que ya de novelas gusta,
Y el padre Parra la asusta
Si la madre se Jo ofrece;
Y que, si el chulo aparece,
Cortando aill la lectura,
A cantarle se apresura
Apasionados cantares:
DIgole pares.
La Resolución.
Yo fuf jóven y amé. IVanos anhelos!
Pues buscando placeres y duizura,
Hallé tan solo do esperé ventura
Sustos, temores, ansias y desvelos.
Quise a Silvia, probe mil desconsuelos;
Amé a Lesbia, llenéme de amargura;
Adore a Clori, vi mi desventura;
Idolatré a.
Te rodean las aves de presa.
Se desplazan
con ojos avizores.
De la inmensidad del cielo bajan.
Deslenguada y altiva la ciudad aparece en el papel.
Habla de un solo entierro donde hubo numerosas viudas.
De casas de vidrio mecidas por el viento.
Sobre un par de máscaras que se quiebran a plena luz.
Esas y otras historias se dispersan veloces
como lebreles ingleses en los días de caza.
Alguien tiene que sentarse a mirar lo que sucede
en esta ciudad presumida.
El poder ciego permite el avance de estatuas desgraciadas.
Los pájaros regresan del invierno como hatos de luz.
El décimo día de noviembre
gauchos amanecidos fuera de las pampas
hacen retumbar galopes por los suburbios.
Algunos poetas me escriben cartas
donde me cuentan que deliran por el lejano sur.
No son pocos los que me imaginan en una casa
construida con maderas claveteadas,
escribiendo sin cesar mientras la nieve cae y cae
Hasta piensan que suelo estar sentada junto al fuego,
como si fuese un personaje de ciertas novelas decimonónicas,
y me piden que les describa el silencio porque ellos ya no lo recuerdan.
Aleteos de pájaros
y el cielo tan oscuro,
los árboles
se agitan en danza.
Por la calle corre
aire frío.
El cartero y su bolsa
pasan de largo.
Los dioses no se detuvieron
en esta ciudad arisca
y asesina.
Antiguos como el mar
más testarudos que una mula,
recalaron con sus dones
en otras tierras.
Quien no lo sepa,
quien intente negarlo,
padecerá sus trampas.
El invierno se acaba,
la gente está loca,
esa desmesura produce
discusiones tribales.
Se retira el invierno
desaparece la nieve.
Algunos permanecerán alterados.
En este día tan de madriguera
la ciudad descansa de una mala noticia.
Ahora cerrarán las puertas con varias llaves.
Perros negros vigilarán las casas.
Los insomnes no dejarán de escuchar disparos.
Un ebrio tambaleante
irrumpirá
en la noche.
Apareció el sol
y el miedo de cegarme también
presencia descarnada
la que mira no soy yo
sino la que de noche tajea el cielo
y al amanecer anda perdida
emparchando fisuras
la que se quiebra
de tanto deseo de lo que no existe.
Y en el Líbano era encierro
hasta las cinco de la tarde:
no podía salir a la calle
sin que el sol la abrasara
llegaban los extraños vientos
y el vendaval de polvo levantando murallas
en los ojos
y en la comida y en la garganta
el polvo
del color de esa gente morena
lastimaba su palidez
imposible escapar
de la respiración implacable del desierto
mejor cerrar los ojos
y los labios,
dejar pasar los vientos ardientes
como antes la nieve
barrida por el temporal de la estepa
pensó que era pecado
en el calor enloquecido
recordar el paisaje del hielo
y lloraba
porque toda la tierra
le era inhóspita.
Hablaba varios idiomas
polaco, español, lituano,
alemán, latín, inglés,
apenas pudimos decirnos algo
en todos estos años
hay un mesa entre nosotras
aquí sentamos todo lo que de ambas no sabemos
tengo un diccionario
hiszpansko-polski
una guía turística
de lugares que no sé pronunciar el nombre
ella está sentada
al borde de sus últimos silencios
y pienso en algo que pueda unirnos:
lo lejano que se siente
lo que no puede decirse, tal vez
o que a ninguna
nos hayan servido de nada las palabras
pero no encuentro nada para decirle
y ella guardó para sí lo impronunciable.
Como en Coney Island
nunca estuve y nunca estaré
la lejanía
Cuando imagino su nombre sólo veo el pavimento
la dureza del gris donde arrastraron sus pisadas mis abuelos
No sé una palabra del idioma
de zetas y eses
El lenguaje que la lengua no pronuncia
que pronuncia la lejanía
dice : Warszawa
El mapa partido, el territorio es lejanía
para siempre se aparta
de dueños eventuales
Para siempre en su pasado que se me cierra
para siempre Warszawa como el marco de la puerta
después del temblor
o es el temblor mismo
y tristísimo
El nacimiento se me partió en la lejanía de un territorio
Luego
un despliegue
de sus tácticas & estrategias
para sobrevivir
Luego
vinieron Siberia & las cáscaras de papa para el
hambre
& El Líbano & Irán
& Egipto & Palestina & Londres
último
el mapa partido & este país
De Warszawa en mi rostro no queda rastro alguno
ni el nombre permanece
ni la lejanía siquiera
y sólo veo quedarse un semblante como un muro
un recuerdo que lo jaspea
los ojos aguados
de todo un lado de mi familia.
Igual que una vestal pisoteada,
permanece escondida y silenciosa.
Pero a veces, renace inmaculada,
y de nuevo, como una antigua diosa,
por sus secretos fieles invocada,
se yergue intacta, fatal, majestuosa,
y en el milagro súbito de un verso,
de pronto, nos descifra el universo.
Lo sé, lo sé, pero mi rostro finge
oír una noticia inesperada;
Lo sé, lo sé, porque tus ojos brillan
otra vez al llegar cada mañana.
Pensabas, me dices, con ese miedo
que se parece tanto a la esperanza,
estar a salvo ya de la tormenta
y el naufragio, en aburrida calma,
si no feliz, al menos protegida
de aquel dolor que destrozó tu alma.