Un sueño: cargas cajas en un coche.
Otro más: peldaños que nos alejan y aproximan.
Un tercero: en algún lugar me abrazas
mientras dices tranquilo, tranquilo.
¿Cuál de los tres inicia la secuencia?
Busco interpretarlos. Nada. Nada.
Tengo treinta y nueve años, muchas dudas
y no es lo mismo ir al adiós o al encuentro.
Dos arañas en el lavabo:
Dudar un momento.
¿Salvarlas, llevarlas afuera?
El viento, la lluvia, la escarcha.
Las hormigas, los pájaros.
Demasiados peligros.
Una difícil supervivencia.
Pero entonces, ¿qué hacer entonces?
¿Aplastarlas entre los dedos,
abrir el grifo?
Me pregunto cómo será mi vida junto a ti.
Cómo serán tus zapatillas
de noche o tu pijama,
cómo colocarás la ropa en el armario
o en qué lugar de la mesa preferirás sentarte,
cómo dirás mi nombre en los momentos
dulces o en los amargos,
si dormirás de costado o bocarriba,
cómo será el hueco en la cama al despertar
o tras habernos amado,
si seremos capaces de sumar
o dispondremos los números para la resta.
Telefonear. Quería telefonear,
escuchar al otro lado su voz
quedamente desgranar las palabras,
un faro frente a un mar
inseguro, descubrir
en su tono una rada,
refugio contra la inquietud
o el abandono.
Mas, ¿cómo tomar el teléfono, blandirlo
ante sí mismo sin dejar
inerme en el aire
todo, definitivamente todo,
el oro vivo del día?
Un día para extirpar del almanaque. Uno de esos
en que ya levantarse se convierte en una carga
y después todo transcurre como un cólico.
Algo a tachar de la agenda, una cita inoportuna.
Sentado en la cocina, fumo y pienso:
¿Y si hubiera muerto años atrás?
(en su último retorno a Europa, 1911)
Todo está en el mismo sitio,
similar, nuevo, atrapado
con deslumbre de albor, con claridad desconcertante,
un viajero solo en cubierta
frasea notas truncadas con motivos de espuma.
Un sanatorio en Viena, la voz alta de quien ya no oye nada,
a proa la extinción, la renuncia, el fingimiento.
Un helado en el banco de un parque,
un café cada recreo,
un cigarro a todas horas,
la sopa, el filete, la ensalada,
el agrio del ayer,
el ron porque sí,
la soledad porque no.
Sabores amargos,
fríos sabores,
sabores que no saben
a vida.
In sé crede e nel vero chi dispera?
Giuseppe Ungaretti
Esta es la hora más difícil. La hora en que el celaje
está incubando tu presencia sin que pueda tocarla.
A veces, ahora lo sabes, imploro en la distancia
con el título de una balada de Brel.
Hoy viaja mi pensamiento hacia ti
como un tren en la noche.
No dormía, se pasaba las horas
escuchando, disperso como brasa
aventada por todos los caminos
del mundo, con un nombre, un solo nombre
que llevarse a los labios.
Ha sido hermoso verte en la ventana,
pegada al cristal como quien contempla
un amanecer y recibe el sol
clemente del invierno.
He movido los ojos hacia ti
como ahora mismo muevo mis palabras.
Es extraño: tu imagen sale de un lienzo
pintado por tu ausencia..
Carnales tras las últimas casas, ebrias
a las tres en un bar, errantes
en la marcha de un tren.
Quizá alguien busque un petirrojo
en la enramada, huellas en el barro,
lugares más allá de la distancia.
Alguien con otra forma de mirar,
otro fondo de escena y la misma sospecha
de estar equivocado mientras la noche
cae y se enciende una luz
dejándonos indeciblemente solos.
Él dijo: sé práctica, nivela la euforia
y la flaqueza, mesura el vértigo
de las cumbres y las simas.
Él, que nunca entendió por qué Sísifo
no se zafó de la piedra.
Que gustaba de largos horizontes
y del clima calmo del invierno.
La noche del olvido
me está esperando, abierta,
quiere acoger mi sombra
como una inmensa tumba.
Su aliento me aproxima
no sé qué enervadora
fragancia y siento el roce
de su aterida forma
cual si el borde de un ala
monstruosa, invisible
pasara desgarrando
la piel de mis sentidos.
Van cuatro jinetes
por la lejanía.
Largas capas negras,
negras sombras íntimas.
(Si yo me alejara,
¿tú me olvidarías?)
Se oscurece el campo
bajo la llovizna.
Altas sierras negras,
negras las encinas.
Niebla fija, arboleda
de fundidos ramajes,
vegetal nebulosa
que en su vientre guardara
la jubilada imagen
de todo el universo.
Así tu forma vana,
tu firme incertidumbre,
medusa de mil sierpes
flotando en las orillas
donde la nada empieza.
Vive leda si podrás,
y no penes atendiendo,
que según peno partiendo,
ya no espero que jamás
te veré ni me verás.
¡Oh dolorosa partida!
¡Oh triste amador que pido
licencia, que me despido
de tu vista y de mi vida!
Quiero seguir a ti, flor de las flores,
siempre decir cantar de tus loores;
non me partir de te servir,
mejor de las mejores.
Grand fianza he yo en ti, Señora,
la mi esperanza en ti es toda hora;
de tribulación sin tardanza,
venme librar agora.
Cerca de Tablada,
la sierra passada,
falléme con Alda,
a la madrugada.
Ençima del puerto
cuydéme ser muerto
de nieue e de frío
e dese rruçío
e de grand’ elada.
Ya a la decida
dy una corrida:
fallé una sserrana
fermosa, loçana
e byen colorada
dixel’ yo a ella:
«Omíllome, bella.»,
Diz’: «Tú, que bien corres,
aquí non t’ engorres,
anda tu jornada.»
Yo l’ dix: «Frío tengo,
e por eso vengo
a vos, fermosura:
quered por mesura
oy darme posada.»
Díxome la moça:
«Pariente, mi choça
el qu’ en ella posa
conmigo desposa
e dame soldada,»
Yo l’ dixe: «De grado;
mas yo so cassado
aquí en Ferreros;
mas de mis dineros
darvos he, amada»,
Diz: «Vente comigo»;
Levóme consigo,
diome buena lunbre,
com’ era costunbre
de sierra nevada.
Quiero abreviarvos, señores, la mi predicación,
ca siempre me pagé de pequeño sermón
e de dueña pequeña e de breve rrasón:
ca lo poco e bien dicho finca en el coraçón.
Del que mucho fabla rríen, quien mucho rríe es loco,
tyene la dueña chica amor grand e non de poco:
dueñas dy grandes por chicas, por grandes chicas non troco;
mas las chicas por las grandes non se rrepiente del troco.
Mucho faz’ el dinero, mucho es de amar:
al torpe faze bueno e ome de prestar,
faze correr al coxo e al mudo fablar,
el que non tiene manos, dyneros quier’ tomar.
Sea un ome nesçio e rudo labrador,
los dyneros le fazen fidalgo e sabydor,
quanto más algo tiene, tanto es de más valor;
el que non ha dineros, non es de sy señor.
Al arrancarme la raís a la nada
Mi madre vió, ¿qué?, no me acuerdo.
Yo salía del frío, de lo incomunicable.
Una mañana descubrí mi sexo, mis costados quemantes,
mis ráfagas de imposible primavera.
A la sombra del árbol
de mi gran nostalgia ya comenzarían a devorarme,
ya comenzarían.
Oyendo el pálpito de nuestra
oscura sangre
humana
los pájaros se nos acercan
vuelan
y
van a los nidos altos
tienen un collar de nostalgia
o bien
un ramo de magnolias
tienen nuestro corazón
sin corazón
nuestos mismos ojos en el aire
y
viajan sobre la improvisada música
Un caballo redondo entra a
mi casa luego de dar muchas vueltas
en la pradera
un caballo pardote y borracho con
muchas manchas en la sombra
y con qué vozarrón, Dios mío.
Yo le dije: no vas a lamer mi mano,
estrella errante de las ánimas.
A Malena
Yo no soy hombre ni mujer
yo sólo tengo resplandor propio
cuando no pierdo el curso de río
cuando no pierdo su verdadero sol
y puedo alejarme libre, girar, bogar,
navegar dentro de lo absoluto y el
mar blanco
entonces sí soy
el hombre rojo lleno de sangre
y sí soy la mujer: una flor límpida, un
lirio grande
y también soy el alma
y clarean los valles hondos
en nuestro mudo abrazo eterno,
amor frío
-y qué más
qué más por ahora
piragua azul
piragüita.
Soy garridica
y vivo penada
por ser mal casada
Yo soy, no repuno,
hermosa sin cuento,
amada de uno,
querida de ciento.
No tengo contento
si valgo ya nada
por ser mal casada
Con estos cabellos
de bel parecer
haría con ellos
los hombres perder.
Va a amanecer: gozosa la campana
saluda al resplandor que el alba envía;
se alza del lecho la doncella pía
a rezar su oración de la mañana.
Cansada de gozar, la cortesana
sale riendo de la alegre orgía;
maldice el amador la luz del día,
dejando de su amada la ventana.
Sentado de este río junto al cauce,
vengo a pensar a solas en mi suerte.
Por acercarme al reino de la muerte,
vengo a buscar la sombra de este sauce.
Mi ser ha trastornado la amargura;
me está quemando el sol, y tengo frío;
voy, refresco mis miembros en el río,
y me siento abrasar en calentura.
(Fragmentos)
Introducción
I
Levantaré la losa de una tumba;
e, internándome en ella,
encenderé en el fondo el pensamiento,
que alumbrará la sociedad inmensa.
Dadme una lira y vamos: la de hierro,
la más pesada y negra;
ésa, la de apoyarse en las rodillas,
y sostenerse con la mano trémula,
Mientras la azota el viento temeroso
que silba en las tormentas,
y, al golpe del granizo restallando,
sus acordes difunde en las tinieblas;
La de cantar, sentado entre las ruinas,
como el ave agorera;
la que, arrojada al fondo del abismo,
del fondo del abismo nos contesta.
Marmóreo, altivo, refulgente y bello,
corona de su rostro la dulzura,
cayendo en torno de su frente pura
en ondulados rizos el cabello.
Al enlazar mis brazos a su cuello
y al estrechar su espléndida hermosura,
anhelante de dicha y de ventura
la blanca frente con mis labios sello.
¿Quieres sondear la noche de mi espíritu?
Allá en el fondo oscuro de mi alma
hay un lugar donde jamás penetra
la clara luz del sol de la esperanza.
¡Pero no me preguntes lo que duerme
bajo el sudario de la sombra muda…;
detente allí junto al abismo y llora
como se llora al borde de las tumbas!
Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
Llovía largamente por todos los rincones.
Gotas dulces llovían por su espalda,
miel de venas azules el cabello,
arco ciego del mar.
Nalga rosa perdida,
húmeda luz, la clara
porosidad de nieve de sus pómulos.
Arroyos, mar, cascadas inundando
los brazos y las cuevas,
golondrina en el borde su mirada.
Y ahora soy
tan igual a ti, madre,
que no me reconozco en el cristal
de este retrato tuyo tan presente.
Sí supieras que todo
lo que de ti he odiado y maldecía
ahora en mí lo descubro
tan exacto y reciente como el cerco
de una piedra en el agua, repetida.
La muerte es una alondra descubierta en la noche.
Ahora sé que, transida, con su brazo
fervoroso de arándanos me acecha.
De mi alcoba, tan lejos maduraba,
tan secreta y tan dulce, certera de mi olvido,
que sólo tras el mar, en otra orilla,
su manto desplegaba de ternura.
(A una niña, mientras
le taladran los oídos.)
Llora pequeña.
Te están circuncidando la belleza, llora,
tus tenues agujeros de esclava
pregonarán tu rol desde la sangre.
Te están atando al oro
para que no recuerdes
ni voluntad ni inteligencia,
para que seas eternamente la muñeca
presa de adornos y miradas.
Esta tarde en el campo piafaban las bestias.
Y yo me quedé quieta, porque padre
roncaba como cuando,
zagal, dormíamos en la era.
Me tiró sobre el pasto
de un golpe, sin palabras. Y aunque hubiera podido
a sus brazos mi fuerza,
no quise retirarlo, porque padre
era padre: él sabría qué hiciera.
Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,
y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.
¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos, y en ellas,
¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.
Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.
Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.
No sé de donde regresó el anhelo
De volver a cantar como en el tiempo
en que tenía entre mi puño el cielo
Y con una perla azul el pensamiento.
De una enlutada nube, la centella,
Súbito pez, hendió la noche cálida
Y en mí se abrió de nuevo la crisálida
Del verso alado y su bruñida estrella.
A quienes disimulen tus milagros
y se laven el alma:
a quienes siembren lanza entre tus páginas
Hijo nuestro perdónalos
clavados en la cruz de la Palabra
¡no saben lo que nacen!
Una nostalgia de islas yo tenía:
prisionera del mar
Venecia retenía mi niñez: sus canales
recordaban mis rizos
y rezos solitarios.
Toscana me esperaba
y como siempre ocurre
la vocación de amor tendió los puentes.
Y hoy aquí en la Florida me confirma
el prisionero mar:
a quien vive en Florencia con amor
le sobra isla.
La música vuelve a ser luz, y la poesía
sentido inefable. La sencillez es lo último:
no se puede empezar por el final.
Chopin
1
Si has tenido la audacia
de visitarme en sueños,
tu presencia será sin fin.
13
Velar dentro del sueño
mejor que en la vigilia,
no sea que se fugue el ritmo.
14
De arremansarse o desquiciarse
no puede darse el lujo
fatal la mano izquierda.
15
Dar con una armonía
nueva se logra a costa
de perderse en la realidad.
Isla
lejos de ti es cerca del punto
más sensible
de la herida del tiempo:
lejos de ti mi cuerpo elástico
en un lecho de filos
que amenazan al viento
Lejos de ti la sed y el hambre
no se sacian
con halagos de frutas y chorros de agua:
lejos de ti es la soledad concreta
(los que viven en ti sólo conocen
la otra soledad:
esa que tiene siete letras)
isla
lejos de ti es dentro del pozo
vacío de los sueños
Lejos de ti mis manos corren
con avidez
por las carnes de un mundo de poema:
hasta el dolor
hasta el placer
se me desplazan
por un gemido abstracto al borde de la tierra
Isla
lejos de ti mi vida es la ironía
el garabato tierno de un escritor ausente:
una paja
en el ojo simbólico del cielo.
Aunque parezca tierra lo que piso,
bajo mis pies el mar baila unos aires
de no sé qué país desconocido.
La vida nos propone cada cosa!
Y nosotros optamos por dejar
que el arte -desde su fino alero
volado sobre los precipicios-
responda por nosotros.
Mientras aguardo ante el papel en blanco
la precisa intuición
que inaugure el desfile de palabras,
un arqueólogo en Lima saca a luz
una pareja que duró milenios
hasta mostrarnos su soñar gemelo.
Rollizos como infantes
más vestidos al uso de la gente.
Las estrellas binarias
tienen misterio para los pasajes
más oscuros del tiempo y del espacio.
Las hay oriundas de una misma nébula
y las hay que se acercan fugazmente
siendo de tal intensidad y pureza
el mutuo halón que ya forman sistema
aunque la peregrina siga rumbo…
…con la fuerza adquirida,
hacia donde la quieta al fin se impulse.
Fui pintor y me pintas,
poeta eres y soy yo quien te canta
desde mi nueva voz redonda: marinero
se hace en la tarde el sol.
Me extendiste la senda de tus versos
para abrazar con libertad el destino.
Te encomiendo una tía y una madre,
dos hijos y un planeta.