El cuerpo es el patíbulo,
la horca, el garrote vil,
la Dama Angustia.
El cuerpo es Los fusilados
se hizo el otro silencio
se cercenaron las manos
y de los muñones se asoman búhos
con curiosidad demencial.
El cuerpo es la lengua azul del ahogado
con olor de incendio de bruja
y del humo verde nacen flores
con boca de sabor a grito
con grito que empuña diamantes.
Entre los dedos la cabellera
que cae como cien trompas de elefantes negros
alas de ángeles dentro de un pozo.
La seda es curiosidad de cocineras
el aliento entre las manos del campesino
es una bailarina de tul en una cueva.
Vuela y pregunta a San Francisco de Asís
si su amor perdona
las ansias de la sangre
los desvelos de la carne
la premura de su instinto.
Sobrevivir a la sombra
ya que tiene más de uno que uno mismo
monstruo de papel de china
duplica su tamaño y su maldad
en una profundidad tal que parece superficie
y camina abismándonos los pies
y se arrastra serpentina ofreciéndonos
la vanidad de ser más grandes,
más anchos, más cuerpos gigantes
del pequeño carne, ofreciendo
más luna encajada en la tierra
negra por el veneno de ella
salir vivo después de mirar la sombra
poza de un Narciso impresionista
labor de ciegos, labor de ciegos.
La palabra viaja más rápido que su significado
mi paso es vacilante y ya estoy en la esquina
la luz es lenta con su procesión de imágenes
nada me susurra al oído un pastor de sonidos
y de repente la mar de ruidos me lanza sus olas
y mi sonrisa idiota es sabia porque nace virgen
siento un beso arrancándome los labios
y la botella es la respuesta semiótica
a lo desarrapado de la lengua
Pasa mi calle en sentido inverso
y lo real es un aforismo
y un aforismo es hormiga en el cosmos.
–¿Es usted el mago?
–No, yo soy el conejo del mago,
la luz y su huevo
el huevo del nacimiento multiplicado
y la sed de la chistera en el escenario.
De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena;
de la florida tierra donde entre flores
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo lejos del horizonte,
guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
del sembrador más raro que hubo en el monte.
Esa ignorante mujer
cuyo estudio no ha pasado
de ratos
lame la sal de la ausencia
y te extraña
y agita su celo de perra
en la calma espera tanta.
Corta las venas
la aguda canción de las estrellas heladas.
Pero entonces
si la belleza del saber se esconde
y tenues flotamos en el éter
de quimeras astronómicas surcado
¿a qué buscar en tantos libros
la errada vanidad mundana?
Todo sabremos del espacio
sensorium de Dios y su medida
Algo más sabremos de ciertas pasiones
Todo quizás de los vientos
de los climas
Menos lo indecible
tan ansiado
¡Señor ten piedad!
Para un solo instante
es mucha la turbulencia.
Es húmeda la espalda del jardinero
al final del día
y hasta mí se desliza su cansancio
que me enternece
y pierde.
Hasta aquí llega
ardiente y fresca
la sombra de su cuerpo
y como alfombra de eucaliptos
me descansa.
Los mangos en el plato
como en desmesurado desierto
no se asoman al tiempo.
No abren sus fisuras de luz
ni vibra
la cerrazón de su carne,
carne compacta que transcurre para nada,
carne de monja.
De todas las que soy
poco prefiero
la abeja industriosa en su trajín,
o la cigarra aplastada en el verano,
tampoco aquella cebra distraída en las alturas
que tan diversas de mí
siempre andan.
De todas una sola me acongoja:
la salvaje
atravesando el lodo,
la extraviada oveja
la alocada y perdida de ti.
He de alcanzar
Señor mío
prometo
la abnegación total
la obediencia irrestricta
la perfecta docilidad
la mortificación a toda costa
la castidad incorrupta
la soledad contenta
la paciencia con los locos
la pobreza entre los pobres
la perpetua clausura
el mayor desposeimiento
el olvido de la carne
y sobre todo
y para siempre
acallar
las injustificadas palabras
y así
el perfecto silencio.
Se hace el almíbar como siempre
y así que esté pronto
desde lo alto se le añade
con displicencia
una flor de mantequilla
y ya en su punto se le chan huevos con clara y todo todo
bien batido
y hervir fuerte
y en lluvia fina rociarle pasas
cacahuetes
y poner sobre mamón con sus fragancias
y al aire un tantito se refresca
y así se ve an la mesa tan alegre
que siempre es un pecado el primer mordisco
y se come en paz viendo a lo lejos
con una jarra de agua de azahar
y una astillita de canela
¿Cuántas veces has pecado?
¿Qué partes de ti has palpado
en medio de la noche?
¿Has sentido delectación al introducirte los dedos?
Oh, india libidinosa,
¿Has mirado con espejo invertido
tus partes vegonzosas?
¿Te has olido el sudor de los calzones
la sangre hedionda de tus menstruaciones?
Te necesito, amor
con tus metales.
Agrio tu aliento
de tabaco y cerveza.
Tu pecho por mi espalda
tobogán que madura
en húmedos carbones.
Te necesito a trancos
galopando en mi nuca.
Estos fluidos nocturnos
quisieran ser cardumen
para en tu cuerpo mar
chuparle sus naranjos
al árbol de tus poros.
Menguar tu flacidez
con mis labios en punta
hasta extraer el sol
entre tus pliegues.
El raspar de mis hélitros
se vacía en suavidades
cargadas de tijeras
entrecortan mi pulso
en espejos filosos.
Si tanto nacimiento aún aguarda,
cómo cegar las puertas,
someter cauces
o hacer un nudo en la camisa
por redimir el pecho y amansarlo.
Toda mi sien es sombra
que no quiere conocer
fuera de ti,
palabra suspendida,
verso de fuente,
trueno
que me tala sin fruto,
que suplico sin condición o fecha,
depuesta ya hace tiempo mi celada.
Con esta brida me despojas
de más de en cuanto creo,
me seduces
y rompes para siempre en dos mitades.
Callas con cuanto sé,
con cuanto sé destruyes mi certeza
y parte alguna de mi casa queda a salvo
de este tiempo de ruido,
columnario de dios,
tormenta dulce.
Cabes en un rincón
detrás de la puerta
del olvido.
Ahí te acurrucas
una y otra vez
cumpliendo tu destino.
Me gusta la escoba
en la soledad de mis manos
en su silencioso barrer de muerte
en su ocultarse
-cual niña solitaria-
tras la puerta dormida.
Sí.
Me gusta la escoba
en canto de limpieza
por su pelo entretejido
su cuerpo de espiga
y porque, loca,
va siempre
patas arriba.
Como alguien
desesperadamente solo
sentado en el banco
de una plaza.
Como quien se ha detenido
en su indivisible susto
perseguido de ángeles
y demonios.
Así
el poeta
llora
y habla con Dios
como un maniático
y le cuenta
de la sangre
y del alba.
Desde mi pequeña vida
te canto
hermano
y lloro tu sangre
por las calles derramada
y lloro tu cuerpo
y tu andar perdido.
Ahora estoy aquí
de nuevo contigo
hermano.
Tu sangre
es mi sangre
y tu grito se queda
en mis pupilas
en mi cantar mutilado.
A pedazos van cayendo
los terrones angustiados
del tiempo.
Afuera: el niño.
El pantalón roto
y el verdor pestilente.
Pájaros negros
-despiadados-
siguen su vuelo.
Él está solo
sin un ángel y sin un sueño.
Gracias, Amor, por esta dulce herida
y la blandura de mi sufrimiento.
Por la risa y el gozo y el lamento,
en tanta plenitud desconocida.
Bendito siempre, Amor, porque te siento
crecer en la ternura compartida
y por las aguas de tu mar sediento
que arrasa las orillas de mi vida.
Has recorrido
en madrugada insomne
cada uno de tus infiernos.
Callas. Vociferas
y callas
en tres tiempos
que son uno
en trinidad
de absoluto silencio.
Te desdices
y te acabas
lentamente y lentamente.
Me lancé a tu nombre de hombre
a los cuatro puntos cardinales
de tu sombra
a tu imagen que golpea
día a día
la luz inconmensurable de mi tiempo.
Tristemente hermosa
permanezco en tu puerto
ardiente bajo tu cuerpo
desierta
sin orillas
viva y persistente
en mi sangre de mujer.
La ciudad estaba allí
monstruosa y gigante,
desnuda en su piedra fría.
Toqué con mis lirios
su insondable aliento.
Nada. Nadie.
Volaban las almas
en su torbellino de dólares
y el tiempo
-centavo descalzo-
se desgranaba
en sangre suicida.
Todo listo:
el odio
el rifle descarado
y la risa del maldito.
Todo dispuesto:
Dios
con su banderita de venganza
y su trompeta
fría de silencio.
Cuerpos
sangre
gritos
y luego la metralla,
Eso es.
Por hoy
conviene perder la memoria
entrar
en el vasto
campo de la nada
lograr asir
la palabra sin sentido.
Conviene
asimismo
desnudarse del cristal
que acompaña la cordura
entrar en nuevo mapa
instrumento puntual de agonía.
Al acecho de los minutos
cae
tu pedazo de tiempo.
Insomnio
destierro obligado
con discordias y lejanos
fragores de iracundia.
Las dudas
desgranan tu desvarío
tu tierra dispersa
tus partículas carcomidas.
Atrás
las rutinarias incurias
en ámbitos desiertos
destilando
inmisericordes sentencias.
Te he buscado
en la entraña de tu nombre
Guatemala.
He buscado
tu génesis
y tus dioses de maíz
y de vegetales alientos.
Te he buscado
en tu distancia
y en mi ausencia
en tu súbito llanto
y en tu sangre derramada.
Tu casa
este papel
que habitas
con letras.
Ahí tus huellas
tus palabras
tus silencios
tu lívido aliento
tus pausas de río y viento
tus alegatos precisos
en fin
despliegues de tu vida
obstinados sueños.
De bienes destituidas,
víctimas del pundonor,
censuradas con amor,
y sin él desatendidas;
sin cariño pretendidas,
por apetito buscadas,
conseguidas, ultrajadas;
sin aplausos la virtud,
sin lauros la juventud,
y en la vejez despreciadas.
Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse en quién la ofrece.
Porque ignorar no puede, si es que sae,
que el alma, como espíritu, carece de sexo.
Son monstruos inconsecuentes,
altaneros ya batidos;
humildes, si aborrecidos;
si amados, irreverentes;
con el favor, insolentes;
desean, pero no aman;
en las tibiezas se inflaman,
sirven para dominar;
se rinden para triunfar;
y a la que los honra infaman.
Borrasca disfrazada en la bonanza,
engañoso deleite de un sentido,
dulzura amarga, daño apetecido,
alterada quietud, vana esperanza.
Desapacible paz, desconfianza,
desazonado gozo mal sufrido,
esclava libertad, triunfo abatido,
simulada traición, fácil mudanza.
perenne manantial de sentimientos,
efímera aprehensión que experimenta
dolorosas delicias y escarmientos.
no puedo sacarte de mi mente
tu casa de hueso es mi cabeza
en ella duermes, guisas, vas descalzo
deslizando tus pasos, tu pereza
no puedo alejarte de mis charcos
donde tomas tu baño las mañanas
a flote de la piel traes burbujas
de agua mineral o de champaña
quiero lamer tu espalda y abrazarte
pero tú estás adentro y no te alcanzo
no andes sin camisa que me aloco
ciérrate los botones que me canso
me canso de seguirte piel adentro
gentil inalcanzable vas riendo
eres el rey de mi cabeza
sin pagar ni luz, ni agua, ni arriendo
acércate a mis ojos cabecilla
tan hondo y tanto me has dolido
que lloro y en mi llanto sumergido
salado te me vas por la mejilla
mojado de sal vas y yo te olvido
en la memoria de mis sentidos
canoa el dolor de labios
mi cuerpo sobre el tuyo
mis brazos
turbamar
en tu cabeza
la piel del pecho
rosa
la piel del pecho
tus piernas son las puertas de las mías
tus piernas la piragua
mi boca sobre tu boca
busca la sal de su sexo
como la red pincha las aguas
en la memoria de mis sentidos
se hincan tus dientes
mis labios se espantan beso de peces
mis labios se riegan rosa partida
beso partido
rosa de peces
-no te vayas- te dice mi boca colorada
-no te vayas- te dice la memoria de mis sentidos
en los confines de nuestra selva
un hilván de truenos
jolgorio jolgorio
bebes del jarro de una alfarera
bebes y no derramas ni un sorbo de chicha
de las hojas de plátano caen los líquidos que necesitamos
gota a gota
pegan el día con la noche
sujetan la piedra a la mano que muele el camino
y cuando amanece
retiene la luna prendida al cielo como un aerolito
no dejes de beber
amor mío
otras mujeres me han dado su saliva
masticaron también nuestras raíces
bailando
con los pies pintados de huituc
-debo decir- con mis sandalias de carbón que no resbalan
bailando
mientras tomo tus manos
tuve un hombre y él me tuvo
ahora somos memoria de carboncillo
ciclistas en la siesta de la ceniza
pero tuve un hombre
y él me tuvo
crudo abrió el beso en la yema del pubis
sentó la oreja para oír mi caracol caliente
mientras borrando pecas
hundí la nariz en el musgo tremente
de sus ingles
la lengua para lamer su venar violeta
tuve un hombre
fue pan en remojo su boca de abrir cajoncitos
mordiente su hacer de muslos y mejillas
él me tuvo
fue tristeo de agua mi pecho de dos pozos
crujiente mi hacer de cejas y ranuras
ahora somos memoria de carboncillo
un ceibo que cuida el horizonte
tiene menos orgullo
que el que orilla tus piernas
un ceibo en tus piernas africanas
matará mi deseo
la cadera cruje como un cangrejo
un crujido en la tenaza de mis huesos
matará mi deseo
trago de ardienteagua
un ceibo te orilla los crujidos
una huella de hollín
los vellos y tobillos
y una equis que enrosca mi cintura
una equis matará mi deseo
la noche ha terminado
y no hay agua que enjuague
tu rastro de mi cuerpo
las cardas de tinieblas
en mis hombros
son el beso de un lago de brea
la brea de un beso de sombras
las sombras de tu oscura saliva
no sé cómo sacarme las huellas
de tus dientes
esos monjes hincados en los muelles del cuello
esos muelles que velan
la huella de la noche
no quiero que te vayas
no me quites la mano que te toca
este gajo jugoso
este toque de pelvis
que no puede borrarte
y que te ama
qué sabes tú de trepanarme, reno
donde no estás
mis huesos crujen y granizan
sin mordaza
donde no estás
relincha un río hacia mis muslos
y es fresca la lechuga
que lo acoge
no te he olvidado
pero otros ojos son panteras
en el agua
otro es dragón y daga
otro es presa de mi caza
qué sabes tú, reno inútil
quédate mejor entre las reses
y tus besos
como el órgano de la catedral
como sus tubos
largos
como el dejo de sus bajos
tus besos hondos
graves como la octava de pedales
cuyas lentas vibraciones son las últimas que escucha
el oído humano
fértiles como el teclado de tierra
y la resonancia de sus pesados temblores
tus besos
guatitambos de carne y jugo
el acento de la incertidumbre en cada movimiento
suave la nave de la lengua
las teclas de mader o de marfil
la exhalación del fuelle y sus columnas de aire
el órgano de la catedral
esófagos y pliegues lánguidos
como las algas del lago que se extinguen
los altares laterales
las alturas oscuras del coro
la cúpula húmeda de los besos
la cúpula de la hembra rezumante
la cúpula del hombre que rezuma
las válvulas de la vulva como un corno nocturno
la piedra estremecida con el intercambio de óleos
la catedral de cal
desde los muros escupe el frío
y apaga el candelero
la organista mitiga las pasiones tubulares
en l tumbado frescos de tus buenos designios
contratalones la cicatriz de caudas y cráneos
que fueron arrastrados y rodaron
el portón y su chirrido de gallo degollado
largas la aldaba y la nostalgia
y el ahogo
un hongo en el atrio
la sombra que te nombra
la catedral contrita
resuella
como una flor de hollín
como sobre la arena
una ballena
entre caballos
sé que las ratas me morderán el corazón
pero ésta es una despedida
reí y fui
loba
loba en el palomar
loba en el palomar de tus jadeos
buches y espumas rociaron la aurora de los sudores
jadeos tus de palomar él en loba
aunque
entre graznidos y hendiduras
entre zureos grumosos
loba
entre palomas en tus jadeos
digo adiós
la pena canina cubro de vidrio
lengua y falanges apago al fuego
aros y poros al polvo cocido
esta cachorra arde bajo las burbujas
aullidos sollamados invitan a las ratas
ellas escuchan su piel de chamiza que crepita
sus uñas que raspan el celo cristalino
la esfera de calor de su cuero esquilado las convida
olorosa
sé que me morderán el corazón
lastimero
pero no permitiré que tú lo muerdas
ésta es una despedida
me llamas con humedad
me humedeces con llamas
tu cama es una plantación de palmeras
olla silbadora
el vértigo mío
vértigo viejo como tu espíritu
vértigo tu espíritu
viejo tú
Adán del universo:
donde pones tu planta
la tierra se conmueve
de ocultos paraísos.
(Te anuncia una legión
de brazos incendiados.)
Eva soy, inmemorial y eterna,
ligada a ti por el suspiro
de antigua soledad, y desterrada
por el frutal capricho.