el corazón del paciente
bombea con parsimonia
el nuestro sucumbe a las arritmias
del solazo estival
el tránsito del viernes
las palabras cometidas
el corazón del paciente
bombea con parsimonia
el nuestro sucumbe a las arritmias
del solazo estival
el tránsito del viernes
las palabras cometidas
el moribundo nos convoca
para recapitular su vida
forzado como está
a respirarse a sí mismo hasta el fin
su confesión es de segunda mano
carece de voluntad
para ocultar ciertas lealtades
en la vastedad del adiós
la verdad es siempre un escándalo
en la víspera de cualquier acontecimiento importante
salvo la furia y mis desiertos
defiendo a dentelladas el permiso de escapar
por si me aburre la falta
el periplo enmendado con que muchos pronuncian
sus recovecos
insisto en mis aplausos
la tardanza que recoge migas
síntomas de una erupción esperada
vuelvo al calor
me maquillo de negro
uso sandalias y mastico en el cine
se me antoja irme seca
desmembrada
vestirme de roca o macho
Caminamos a tientas,
el aire de la noche
empuja las palabras que nos cuesta decir,
las conduce de tu boca a la mía.
Tal vez el mismo aire que eleva las plegarias,
los temores legítimos,
esa llama atrapada todavía
en el estrecho círculo de la conciencia.
Todo lo que ahora abarca la mirada,
la memoria, los momentos perdidos,
todo aquello
que ignoré de la vida,
que apenas reconozco, bajo su lentitud, en este hueco
que conforman mis manos.
Ese rumor que intuyo cuando escribo esta página,
este presentimiento, esta insistencia
que después me conduce, más allá de mí mismo,
hasta un lugar cercano
al de mi nacimiento, al de mi muerte.
en vacaciones no hay casa
los apartamentos prestados
huelen a calcomanía
aún tres semanas después
reclaman un cierto orden
aspiran contener la sustancia de los desvaríos
a nadie importa la alfombra remendada
el sucio abandonado
el apartamento fue asunto de playa
hornilla de rápidos almuerzos
si acaso nicho
catástrofe mínima
comodidad de ajenos resguardos
hay un tiempo
de esperas
y calles altas
un hombre
un ángel
un sueño
que escribo
desde siempre
en la madera
del deseo
en los últimos rincones
de lo que
simplemente
no puedo deci
hay una mujer
destinada a la sombra
una mujer que como yo
repite sus rostros
en las grietas
de una calle sin nombre
ambas resistimos
a la mentira
de hacernos las buenas
las del árbol solo
colgamos el miedo y las ganas
y cuando nadie pregunta
cuando por fin
nos dejan sostener
raíces en los ojos
iniciamos el regreso
permitimos a extraños
adivinar lo que nos detiene
la familia espera en la cuerda floja
en el vientre acicalado
de una sala de emergencias
espera una retahíla quejumbrosa
para luego desarmarse
tantos días fraguando el dolor
el terco dolor
y el enfermo que no muere
ni mejora
ni desespera
De una casa a otra se enviaban saludos,
las cintas de humo azul de los hogares
y, con las filtraciones de las primeras luces,
algunas nubes lentas.
Entre una casa y otra los silencios
eran ruidos de platos,
una flor esmaltada en unas tazas, el murmullo
de las copas de vidrio.
la familia resiste en la cuerda floja
no ya en la duda
ni en la variación del miedo
no en la lágrima
ni en el temblor
de los hombros hundidos
su tibieza ha alcanzado el pudor
el hermoso rostro
de quienes claudican
para luego reconfortarse en el olvido
nunca fue en vano la espera
el regreso a casa arderá en la frente
pero será leve
La claridad se agota
sobre los pavimentos.
Poco a poco se nos van las palabras,
se elevan por encima de la línea de sombras
que hay sobre nosotros.
La altura de la mano que sostiene una vela
es la altura del mundo.
I
tomo su herencia
de edades en quiebra
los oficios tristes del abandono
sus muertos
II
más ebria y más sola
sufriendo viajes incompletos
distancias que no resisten otra calle
su puño agotado
su país ardiendo
III
diálogo de pasillos diurnos
raíz
memoria que soy
IV
casi deja su tiempo
en esa casa que nombra en voz baja
mordida por un quejido de gases
una madrugada difícil
V
esa frontera larga y desnuda
que la atravesó
su recuerdo
su patria de trasnocho
VI
no habla de las primeras ventanas
que desnudó su fatiga
para ella todo es escombro
tiempo de elegidos
VII
cambia de sombra
para obligarme a padecer
una herencia a la que sólo se pertenece a ratos
con el cuerpo a cuestas
intentando siempre un segundo desvelo
una estancia en otro lado
VIII
una aldea cambiada de frontera
muchachas escondiendo el deseo
en sus faldas largas
un poco de sombra
un poco de miedo
y Luba atrapándose en un retrato
bella
sola para siempre
IX
vino de muy lejos
sus ojos arrastraban
una fuga de pieles y derrotas
X
busca el tiempo
en que perteneció a la tierra
se deja llevar de un labio a otro
sorprendida ante su eternidad
XI
golpea
se mira y llora
duelen las heridas húmedas
el espacio en que se respira
XII
alza el viejo candelabro
repitiendo las plegarias
de nuestras fiestas más temidas
hunde en su frente el amargo pudor
de haber sido una extraña
sitio de gloria
muro
ceniza
XIII
comprendería ese desvelo
que le inventaron al otro lado del mundo
esas casas de regreso
esperando por quienes no admiten otra muerte
XIV
detenida en las puertas más temibles
esperaba una carta
un desafío
su eternidad
XV
esta noche no intentaremos recordar
se abrirán sombras
bocas de duendes
caerá el alboroto en la mordedura de sus pájaros
estaremos felices
arrepentidos
XVI
duelen estas ganas de luto
de amanecer recogiendo plumas
en patios ajenos
ganas de ser ella
XVII
ni acercarme
ni consumar en mi lengua
los pecados de su historia
me hago a fuerza de extenderme
por donde nadie pasa ya
me vigila un párpado
un monte
una mujer de sal
XVIII
me asusta la sangre de gallo
espantando espíritus
la condena indecible de su memoria
la pertenencia
XIX
soy oficiante de sus incendios
sábado merodeador
que no se asusta ni grita
viajo en sombra
recorro los techos de sus pesadillas
mi palabra no logra detenerse
ando de cicatriz en cicatriz
buscando algo que nos duela
XX
sus retratos persiguen en mi carne
un poco de esa edad discreta
en que solíamos parecernos todas
bellas
con la única mancha que deja el deseo
acostumbradas a sostener cualquier guerra
en lo más terrible
lo más amado
XXI
suenan lejos los pasos del padre
que la vio vuelta océano
mintiendo para no asistir
a su fatal ebriedad
XXII
me acerco a su lengua dolorosa
amaso un discurso de puertos extranjeros
casas abandonadas al borde de lo presentido
XXIII
hay un sitio atado a su carne
sitio de temblores
y mujeres felices
donde nada recuerdan
XXIV
Luba asiste a cuanto soy
detiene sus raíces
sufre de nuevo
Añoro la ceguera que es un punto de luz.
Bebo de la memoria como otros
del agua de las fuentes, de los vasos
de la antigua liturgia.
Después de mucho tiempo
ahora vivo despacio, sin intimidaciones,
sin que pueda la noche ganarme en sutileza
ni la muerte en sigilo.
Escribo casi a oscuras,
en las habitaciones
pequeñas de la casa, donde difícilmente
podría caber un hombre.
Me obstino en la palabra que se dice al oído,
que empaña los cristales,
que humedece los bordes de la página.
me he vuelto ceremoniosa
han dejado de interesarme los ruidos
el silencio de los demás
prefiero una copa dando vueltas por mi casa
desayunar sin asuntos pendientes
regodearme en eso de ser absolutamente solitaria
absolutamente vieja después de todo
aunque no tenga andares suficientes
ni siquiera uñas cuarteadas
quizás en otro lado
el ánimo se recupere
por lo pronto
no aspiro a más rutina
que mi cama deshecha y vuelta a armar
una cierta efusividad que conduzca a ventanales cerrados
al bocado de sal que me hostiga
a mis dientes suplicando cepillo
al cabo de muchos días
muchos encierros
demasiadas ceremonias
No hay azar esta vez,
sólo fidelidad, sólo constancia
en un lugar que intuyo
entre lo conocido y lo desconocido.
Mientras crecen los gatos del crepúsculo
y el jardín se oscurece, me doy cuenta
de que estamos allí,
uno al lado del otro en la penumbra
de una habitación en la que todo
nos parece cercano: las paredes, los cuadros,
el silencioso círculo de la madera.
nadie creería que el verano
permutó su fiereza
por las insípidas nalgas de unos adolescentes
que posó su crecido desangre
en toallas afiladas en la orilla
que prefirió huracán David
a cinco días más tour
por el norte de la península
el verano produce aguajes
brisas truncas
cierto rencor de isla
queda el otro encandilamiento
el de torcer
día más
día trenzado en las rodillas
cortina azul
para despreciar los brebajes frescos
de un último verano
emprendido como siempre
a tropezones
La mujer que camina delante de su sombra.
Aquella a quien precede la luz como las aves
a las celebraciones del solsticio.
La que nada ha guardado para sí
salvo su juventud
y la piedra engarzada de las lágrimas.
Presiento tus palabras a través de los muros
de una habitación que será eterna.
Hay un país que crece
con la sustancia de los sueños
y una casa cerrada
en la que se acumulan los escombros
de una luz suficiente.
no hablen de huidas
porque de ellas me hago
vuelvo intacta
al desastre natal
no saben
piel adentro
todo es puerta
agua
Donde el agua se espesa, una palabra
que se queda en los labios es un hilo de nieve.
Donde la voz se pierde está el secreto
de las manos del frío,
de todas las pequeñas hojas cristalizadas.
Una estrella oscilante se detiene
para la intimidad de la vigilia.
no me interesa
el milagro de los cuerpos
juntándose en el sudor
ya nada me importa
apenas duermo
y sobrevivo
por ti
por ese lamentable orgullo
que somos
pertenezco
al otro lado del cuchillo
a la memoria
de ciertos pudores
mi viaje es la ebriedad
del desalmado
herida dispuesta
carne
que se echa a los dioses
rota
en los comienzos
sin tierra
sin nadie que me siga
con la única puerta
atravesada
en la piel
será inútil mi empeño
habrá noches afiladas
por la ausencia
golpes amargos
sobre las arrugas de mi cama
te hablaré de mentiras
países masacrados por la dulzura
hablaré y hablaré
hasta pedir perdón
aunque no me creas
si el paciente emana de su encierro
sabrá que hay enfermeras de piernas largas
que el verano arreció con las quemaduras limpias
que aún es sensato buscar un trago
y pensar en grotescas ceremonias
si sale
si vuelve
si quiere
habremos de animarlo
caerá del cielo
más silencioso
quizá torpe
relleno de habladurías
ojalá pueda
al menos
contemplar las robustas confusiones
el mundo en llamas
que guardamos para su resurrección
si quedara un hombre
un sólo hombre para después
y la eternidad
corregido en su mínima condición
desechado
si quedara para más nunca
postergado al tropiezo
la triza infinita
si existiera y nos viéramos
y me explicara el secreto que lo mantiene solo
alumbrado y solo
pleno de encierros
si existiera
y pudiera irme lejos
no desear
arrimarme única
sola sin palabras
también los quirófanos son un sermón
en ese paisaje malogrado
que abarca el padecimiento
se entra a ellos
con el mismo cuerpo horizontal que atrinca la muerte
se sale
con los ojos virados
sobre algún amparo
alguna pequeña verdad
que renueva el estremecimiento
el camino
entre la familia y el viscoso recinto
es una medianoche lentísima
un atisbo de terquedad
un lujo que conspira
contra todo empeño
teniéndome cerca
de espaldas a mi nombre
interrumpida tantas veces
por desconocidos
sin misión
con restos de agua en las manos
y esos locos
ese imperio tras de mi