Nardo y rosa, tu pie guarda una clave
de voluptuosidad que me estremece,
cuando en la alfombra silenciosa y suave,
bajo tu bata, al caminar, florece.
Si en las manos lo tomo, me parece,
transido al roce de mi tacto, un ave
que al sentirse cautiva, desfallece:
tan pequeño es que entre mi mano cabe.
I
El tiempo ya, Cecilia, sobre mi alma
y en mi cumbre de sombra, es como un viento.
Y en el viento una hoja va dorada.
Es tu melena de oro en aquel largo
amanecer de un baile jubiloso.
Volvió algún día mi pasión errante
a tu ardua playa que llamé yo mía.
Marino sólo en su melancolía,
viré hacia ti la ruta y el instante.
Volví a ganarte, oh isla, al expectante
litoral de tu flanco y su armonía.
Vuelo del corazón que se ha abatido
de tan alto volar sobre tu seno.
Vuelo del corazón que en campo ajeno
cayó ayer al azar de lo perdido.
Unos ojos de cielo descendido,
y un seno en nube hacia ese azul, y lleno
de aquel mirar el seno, y sobre el seno
el amor en dos nubes repartido.
Erguido.
Parapetado a ras del cielo.
Las piedras rojas de la cumbre
encaminan pequeñas misericordias.
Un racimo de lluvia pretendió rebelarse,
sus compañeras en marabunta
lo condujeron con gravedad hacia abajo.
Mojó piedras negras.
A MARIO MONTEFORTE,
quien me presentó a Pessoa
Sabe que no pertenece.
Se sabe sin lugar/ sin gente.
Abierto como Onán
a cualquier búsqueda
que no disponga encuentros
estira el papel/ lo mira.
La carne piensa y no llora.
JUAN GELMAN
«La carne piensa», dijimos,
recordando a alguien
que ya olvidamos.
Y es la sangre
la que construye el instinto
y es el instinto
el que seduce a la muerte
y es la muerte
la que desata la sangre
y es la sangre
la que comprueba la vida.
Un hombre vio en el desierto
lampos de luz sobre las rocas
anuncios de la oscuridad que espera.
(las rocas son lágrimas secas
vestigios de alguna memoria
deseosa de asirse a la tierra).
Un hombre vio en la distancia
sorbos de luz separando cielos y arenas
y mares que transpiran ausencia.
A LAUREN MENDINUETA
Algunos vieron el fin
creyendo encontrar el principio.
Pero creyeron.
Así se han hecho las cosas siempre.
Y los cuerpos quieren creer
como saben hacerlo las almas
o escarbar la ausencia
hasta ver un estallido en el aire.
cansa el cuerpo los huesos
el cielo es falso y lo vemos
(cúmulos de gas y mentira)
decir mujer es saberla sal
(esencia genesiaca de todo)
y no tener valor para arrancar
y poseer al amor en la tierra
soledad anuncia el polvo
que nada enseña siendo maestro
ese trazo inerme que recorre la tierra
esa ubicuidad cansada de esperarnos
el cielo es falso y lo vemos
bella lejanía:
una mujer triste
leyendo en la penumbra
una exactitud de carne suave
que no nos mira
Lenta es la luz
cuando quiere alumbrar
los pozos de lo olvidado.
A Brodsky lo encerraron
por huevón,
por «parasitismo social»
y nadie supo entonces,
nadie sabe ahora
que muchos más quedaron
saludando muros eternamente.
Hay quienes esperan,
hay los que confían
en que sus huesos se abracen,
se froten y clamen por ellos.
Más que la muerte
el miedo.
(Mujeres vestidas de negro,
vacunadas de amnesia.
Son tristes. No olvidan).
Un muerto,
más que un muerto
el miedo
de ser sangre corriendo,
de ser una sombra vaciada de vida.
¿Permanece la memoria?
(La sangre es certeza horrible.
El agua el semen del tiempo).
¿Acaso el tiempo quiso llamarnos
para reconocerse en el aliento de los mares?
Nuestros pies gastan la tierra
dejando láminas de piel en las rocas.
cuánta luz tragan las horas
en mí el llanto
de las criaturas perdidas
respirar en un insomnio
que haga de los huesos un cálido refugio
negro es el plasma de la noche
mucha la tierra que aparta a los enterrados
qué ser si no memoria
en este caos sin resguardo
del sol vivo quemante de la sangre
o la aventura del mal
o el amargo fondo de los ceniceros
la penumbra devela el origen
el nacimiento de algo antes muerto
que escapa por las rendijas de los siglos
pienso una palabra
al unísono mueren miles de hombres
nace de la muerte este susurro
que mojará los caminos de la carne
Desde mi calabozo
ensimismadas
redoblan gotas
de azufre
contra el fuego.
Se encienden candiles
con el viento
me ven
borrando lágrimas
en el crisol
de la otra mesa.
Deletreo los abismos
los desfloro
uno a uno
para que el miedo
(con sus gastados espectros)
en la noche
no persista.
¿Qué seremos ahora?
Enormes cóndores
que surcan los vastos empíreos
brindando su fealdad al orbe.
Camellos obstinados,
jorobados de tormentos,
cargando aguas amargas
para el susurrante desierto.
¿O es que somos paquidermos
armados de marfil
y nuestras patas son las torres
que encarcelan al miedo?
A JAVIER PAYERAS
Que este verso se oponga al siguiente.
Ah, la sustancia liminar del mundo.
La palabra tiene tentáculos
que el poeta esquiva
para encontrar raíces.
Si bien vale reconciliarse,
saber decir, verbigracia:
«la vida avanza cual velamen roto».
¿De qué sirve esperar
lo que nunca llega?
Un torrente de seres
se agolpa en la noche
y no dice algo nuevo.
Dice lo dicho. Nada más.
El que duerme está solo.
Todo aquel que duerme está solo.
A MAURICE ECHEVERRÍA
ser una sombra
(la luz malgasta su ser
no traduce el enigma)
ser la sombra de algo
una lengua de oscuridad
(torrente sin voz
instalado en el sueño)
a qué venir a quejarse
si los insectos siguen naciendo y muriendo
y viven su tránsito como ráfaga gozosa:
sus horas son mucho más largas
que nuestras horas
ser la sombra de algo
que quiso ser y no es
una piedra es legítima
y merece ser
aunque su destino sea
destrozar un cráneo
Tiembla la tierra
(todas las raíces desnudas)
llega el silencio
(memoria del relámpago).
Un ser nace y muere.
No le da tiempo
para pensar en palabras.
Nadie supo.
No-hombre:
efímero balbuceo de carne.
Carne sin palabras.
A BEATRIZ COSENZA
Contenerlo todo
(el vaso del universo)
y pulir piedras con miradas.
No cabe la poesía en la palabra:
la estira/ la tensa/ la quiebra.
Hay quien lo sabe y llora.
Entrega silencios
para parecerse a Dios.
Con los ojos de la despedida
os vi aquel día,
cosas de nuestra vida.
Con los ojos de la despedida,
la vida parecía
una cosa perdida.
La casa estaba vacía
en la hora de la despedida,
y sin embargo quedaban
las cosas de nuestra vida.
Mi vida
es un destierro sin retorno.
No tuvo casa
mi errante infancia perdida,
no tiene tierra
mi destierro.
Mi vida navegó
en nave de nostalgia.
Viví a orillas del mar
mirando el horizonte:
hacia mi casa ignorada
pensaba zarpar un día,
y el presentido viaje
me dejó en otro puerto de partida.
Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo ésto.
Es un obrero
que trabaja bien
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.
Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado adentro
por pájaros rapaces,
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Mis manos,
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero me dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de mis uñas
llega el latido.
Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan.
Dame, señor
un silencio profundo
y un denso velo
sobre la mirada.
Así seré un mundo
cerrado:
una isla oscura;
cavaré en mí misma dolorosamente
como en tierra dura
Y cuando me haya desangrado
ágil y clara será mi vida
Entonces, como río sonoro y transparente,
fluirá libremente
el canto encarcelado.
¿Quién eres tú?
¿Quién eres tú, hijo tardío?
De los otros me parece
que algo sabía
desde el primer día
de duda y esperanza.
Pero tú, inesperado,
¿Quién eres?
en ti nunca había pensado.
¿Cómo vas a llegar
a este mundo enemigo
si ni siquiera yo te conozco?
Qué es
Es amor
Es dolor
O un espantoso resentimiento
De siglos
Por ser mujer
Por lo que implica
Por los dolores
En la sala de parto
Por el postparto
Por la neurosis del postparto
Por la memoria colectiva
Por todas las otras mujeres
En las que a veces me resumo
Por esta sempiterna necedad
De asumir
El sexo débil
Siento que veo
Siento que toco
Estás en mi empuñada
Mano
Solitario
Íngrimo
A mi merced
Como un agujero en el mar
Que de profundo y salado
No pueda explicarse
Algo diferente al sueño
Como un intento de soñar
Quizás algo como un hueco
Mejor algo como un pozo
Y el hombre en el pozo
Mejor sí con un hombre en el pozo
Con un hombre escondido
Con un hombre que muera de misterio
Que la conjura sea el olvido
Que el pozo se convierta en hueco
Que el hueco no sea otra cosa que un sueño
Que sólo sea un intento
Que no se explica con ninguna teoría
Que cuando lo pruebe sea salado
Que cuando lo busque
No lo encuentre
Que sea como al inicio
Sólo deseo
Y ferviente
Nosotras
No le cantaremos al amor
A ese dios que de por vida nos condena
A morir en el cenote
Cantaremos al miedo
Al terrible miedo de vivir a solas
Y de masturbarnos en silencio
Al miedo de un televisor
Encendido por las noches
O de un insidioso gato
Maullando insomnios
Por la noche sueño
Con su boca
Y es su boca la
Que succiona mis pezones
Son sus dientes mordisqueando
Por mi cuello y
Es un cuerpo
Posesionado de otro cuerpo
el que lo inventa
Sube hombrecito le digo y
Se transforma en gato
Sube gatito le digo y
Se transforma en cabro
Sube cabrito le digo y
Se transforma en perro
Sube perrito le digo y
Se transforma en asno
Sube asnito le digo y
Se transforma en león
(Ruge ruge ruge)
Sube leoncito le digo y
Se transforma en mono
Sube monito le digo y
Entonces sube
Fustigada por mí
Una mujer escribe
Se pregunta si soy
La mujer ideal
La que no fuma ni bebe
La mujer ideal
La que cocina y es para la cama
Por eso escribe mi nombre
En la pantalla
una a una
Las letras de su nombre
En la pantalla
Y espero
espera
La respuesta
La respuesta
dejar de soñar despierta
lavarse temprano los recuerdos
decir los buenos días a los (tus) fantasmas
desayunar olvidos
tomarte el juguito de qué te importa
preguntarle al espejo qué tan bonita
calentar el corazón para que arranque
salir a la calle e indagar
con el primer fulano que aparezca
que cuál es el misterio que lo anima
subir al ruletero sentarte debajo encima de
tocar en la séptima puerta roja y en todas
las puertas rojas que se te crucen
sonreir siempre sonreir y darte cuenta
que todo acontece con sangrienta
luz de ciudad universitaria
9 pm regresar a casa
sin encontrar el camino
Era de noche
Una cama
Una colcha
Y tú y yo
dos
Cadáveres jugando
Al coito perfecto
No soy sino alguien
que imagina rostros
que la conocieron
cuerpos
que la avasallaron
Un espectro consistente aún
Lo vivo se reduce a eso
A memoria para soñar
desterrados
tu cuerpo tu voz tus manos
mi casa/
voy habito junto a ti
en cualquier calle
tu cuerpo mi cuerpo
con techo
sobre nosotros
tus ojos mis ojos luz
en el segundo de la entrega/
luna candela foco para
estar sentir compartir tu orgasmo/
así amor
vamos
sobreviviendo
vivificando
lo que no nos aceptan
tu cuerpo tu voz tus manos
mi casa
Relación de un amor
sin nombre
Dos cuerpos deseándose
en contra de todo
ahora
Ni tiempo para los te quiero
me miro en el espejo
y no he dejado de ser
la misma
la que creyó en príncipes
la virgen
la que leía libros en el bus
la misma
con sus faldas cortas
y sus piernas flacas
la de la invariable rutina
de la casa al instituto
del instituto a la casa
la misma
la que medio soñó con hijos
la que pasó seis años con el
mismo novio
la que se equivocó
pensando que lo amaba
la misma
la que no miraron
cuando ella los miró
la que ahora escribe
en tanto un hombre
¿su príncipe tan esperado?
Soy mi memoria.
Piel errante,
subsistiendo entre mi último balido
Y mi eterna obligación de partir.
Yo
Dona Albarda
Mariposa inválida de mi forma
sobreviviendo al sueño y al tropel.
Toro en mi torso
-con mis cuernos en vacío
como una antigua furia que se cubre de olvido.
De pie, con su estatura de recuerdo,
limpio, como agua erguida a contraluz,
el enamorado de la mendicidad
construye mi biografía.
Amo este ser incansable que me hiere a silencios.
Mas, día y noche, como un perro macilento,
giro alrededor de mi paraíso
donde dejé mi nostalgia
ahora dulcemente mortal.
Arribé al islote
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol.
No vi tierra
sino huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.
Cuando Mondoy toca el violín
las nubes de diciembre se desmenuzan en plumas
y al Este cruzan seres celestes en bandos de Calandrias
de Paujiles de Jilgueros de Zorzales.
Mondoy cierra los ojos y ladea la cabeza como los ciegos
porque la música es una ceguera dulce
una laguna de aguas azules.
El niño
que yo fui
no ha muerto
queda
en el pecho
toma el corazón
como suyo
y navega dentro
lo oigo cruzar
mis noches
o sus viejos
mares de llanto
remolcándome
al sueño.
Temo trazar el ala del gorrión
porque el pincel no dañe
su pequeña libertad.
Anote
el poderoso esta ley del maestro
cuando legisle para el débil.
Escuche
este adagio del alfarero la muchacha
cuando mis labios se acerquen.
Una mujer en aguas dulces.
Una estrella mojada en el límite del mar.
Dejar que la sonrisa se desnude
de su traje de lágrimas.
Una mujer en el centro
de todas las navegaciones
y lo vientos. El oleaje
su poema
-versos de espuma- y alguna gaviota gira
arriba
coronándola
y alguna mariposa
que parpadea
un revuelo de sorprendidos amarillos.
Arqueólogos desempolvan interrogaciones
junto a mis huesos.
Mayo ya no es vida
ni sus lluvias
recubren la risa de mi calavera.
¿En balde mi dolor?
¿Sobrancero mi canto? Ríe.
¿Fue acaso lo reído más tuyo, posteridad
que mi palabra?