No sé si el tiempo nos busca anillo de luz
no sé si las naves azules
ven olas de luz en el camino
del templo. No sé si las miradas de las olas
renacen en las hojas, en las yedras,
en las arenas.
Como el viento nace del fuego
su vuelo atraviesa el firmamento
saeta en llamas
dominio perfecto de los cielos.
En ocasiones su trayecto
atraviesa el sendero de los ángeles
pero sus alas no se tocan,
jamás se tocan.
Tras el dolor, el cambio,
ese signo celeste de la gloria
traza el sendero más firme el más difícil.
la ruta de los astros para siempre,
camino de sangre y soledad.
Sólo la redención puede lavarnos
del veneno en el espejo
estéril soledad amortajada.
Desde la fuente de la palabra
el agua viva
fluye sin cesar
las puertas se han abierto
rotos están los sellos
el universo entero se desata
ante ti: la escala luminosa
espera tu paso incierto
de tus triunfos y tropiezos
de tus lágrimas y heridas
de tus besos y fracasos
derrotas y esperanzas
vida que fluye inevitable
en la multiplicidad del mundo.
Hermosas arenas blancas: la ceniza
cubre tu cuerpo, te trasciende y antecede.
Toma tus armas y plegarias
la guerra no ha terminado todavía
es verano y la lluvia dificulta el paso
buscas el vado para que tu pequeño ejército
siga la ruta trazada por la sangre.
para B. Snodgrass
Las tonalidades de tu voz
serena en la mañana de febrero
son un blues sobre una barca
en la polvosa rivera
del bajo Manhattan.
Cálices que son relámpagos
bailan sobre el agua
exponen el mundo en un instante
la vida que no compartimos
es el dorado manantial de la esperanza
tu recuerdo:
gota insomne ante mis ojos.
Peregrino de las horas tenues
bajo la piel del tiempo
no olvides recordar lo que has perdido:
la dirección del agua
el asombro mortal de los hechizos
En las capas superiores de la esfera
más allá del fin del horizonte
luminosas huellas
aljofarados cauces
dibujados por el paso de los sueños.
Majestuoso el tiempo cuando duerme
preserva el ambarino amor
caudal de los asombros
del origen al reencuentro.
Subo la escalera del invierno,
el tiempo se detiene.
La luz guía mis pasos
brota del corazón a la cima:
soy un resplandor que fluye con el cielo
en este lento amanecer de pescadores.
Al descifrar el laberinto
habrá que reparar el canto de las aves
resguardado en los postigos del umbral
para encender el fuego de la aurora.
Te invoco ahora después de tanto tiempo
de todas las derrotas de la carne
en los grises pasillos de hospital
donde los blancos sueños de la muerte
desfilan como el fuego de san Telmo
(hospicios de escritura)
Te llamo ahora después de tanto tiempo
gradación de intensidades en octubre
veladura de fantasmas
memorias encubiertas
en antiguos almanaques de familia
yacen bajo un manto de hojarasca
(los llanos del alba:
caminos alados de la voz)
El humo fatuo en el espejo
velo de la sombra
cubre los ojos del que duerme
los habitantes del sueño
nos llevan con ellos
para mostrarnos
el eterno follaje de la vida.
Hay seres que nos visitan
en el sueño, la vigilia o el insomnio
escriben por nuestra pluma
juegan con el deseo
y esperan un descuido
para tocar la quintaesencia
en el mágico recinto de la carne.
La colmena se define por sus sueños
de semillas dispersas en las aguas
plumas al viento
caparazón aéreo
el zumbido del enjambre
inquietos y vivos resplandores
que acompañan el camino
de quienes llevan en la frente
la marca de la sangre del cordero.
Los navegantes enlazan
plegarias cristales
(sirenas:
jauría de alas)
el esquife penetra los oleajes
con firme timón
atraviesa los gritos y las sombras
mar del encarcelamiento
(mapa de preguntas)
precipicio del instante
aliento del océano.
Hoy he visto pasar a una mujer
con su carga de siglos en la frente
y la niebla del olvido en la mirada.
Un atril de inconclusas partituras
guarda voces de ciudades invisibles
en mis labios se teje interminable
un rosario de preguntas.
El fuego armonioso de los astros
sigue las huellas
palabras del agua desprendida
escritas en el vuelo
custodio de la miel y sus placeres.
Perfilo aromas de cantárida
en el código de la extrañeza:
letras muertas
al filo de una sábana.
Tu cuerpo calcinado de deseo
martirio de la carne
tatuaje de la restricción
(pulir la imperfección
en los instantes)
Florezco en tu cuerpo desnudo
donde el azul furtivo
es el canto de las alas
que hiere la dorada piel de los desiertos.
Encendida la piel es recuerdo encadenado
a la rosa de los vientos del destino
armado con espadas de verdades.
Los golpes de la lluvia en el acero
entretejen la memoria de la niebla.
Soy guerrera antigua
sobreviviente de ciclones y tragedias
coleccioné armaduras y quebrantos
bajo el sol destructor de días pasados
seguí los pasos ancestrales
he cantado hazañas y derrotas
conocí el final de este camino
sembrado con espinas y plegarias
en ciertos días de sombra y soledad
una mano de luz me ha sostenido
con la más brutal de las piedades.
Sobre la nube, a veces
percibimos el destello luminoso
de alguna dorada esfera
conducida por los vientos superiores.
Sobre la frente acaso
sentimos la suave caricia
proveniente del reino de los sueños.
Sobre la piel quizá
tras la dulce fatiga del amor
se aleja el rumor etéreo
del ángel que retoma su camino.
para Jorge Ruiz Dueñas
El navegante escucha la voz
del cielo nocturno.
Con el sólo instrumento de su vista
y un mapa trazado hace siglos
se guía por la Estrella Polar,
el multicolor destello de las Pléyades
de Sirio la luz más blanca,
la luz más pura.
Sombra entrepernada con la carne
tu cuerpo que en el mío se estremece
qué infiernos de la fiebre
qué soledades nos habitan
en la cúspide absoluta de la llama
atajo de la muerte
retorno de la piel humedecida
(era preciso hundirse
para lamer el fondo del pantano)
estallan ardientes los jilgueros
destilan la semilla de la luz:
un glande cubierto de rocío
suculento fruto contenido
flor de incendios
saeta helada
bala expansiva del deseo.
La voz del corazón ya no me sirve
el aire se estremece al contacto de las nubes
como un rumor de viento marino
marejada de las horas lentas
que tocara los márgenes del tiempo
busco el signo revelador de la existencia
en la sutil esencia de la arcilla.
para la ciudad de León, Guanajuato
Suave doncella, madre de celeste manto
recibo los pétalos de tu amor inmenso
para vencer a la pantera negra
a la bestia enrarecida
que me habita.
Madre Santísima de la Luz,
bajo tu media luna
todo se transfigura:
bajo tus pies, mi llanto
bajo tu velo, el alba
bajo tu amor, mi vida.
Ama, amor
mientras yo estoy lejos.
Dentro de mí sostengo tu rostro inigualable
y le doy eternidad.
Creces en mí. No cambias.
Sólo el amor da el rostro de lo eterno.
Besa otras bocas
tan bellas como la mía
mientras estoy lejos.
Aquí estamos las madres negras
petrificándonos
como un raro ejemplar
de otras edades.
Sin que estas palabras
puedan cambiar
las decisiones de los hombres
que mantienen los pueblos
en la sombra.
Aquí estamos las mujeres poderosas
rodeadas de atormentadores
reducidas a cenizas
por la mano del hombre.
El hombre es un animal que ríe
o es un animal que llora
pero ¿cuándo es
un hombre que piensa?
Pues así como vamos
harán de este mundo
la arquitectura del fin.
Los partidos políticos
que levantan pedestales
de un movimiento sí y de otro no.
Ha pasado un siglo.
Un día alguien levantará
una piedra abandonada
para estudiar
el pasado del mundo.
Y ahí debajo, ensombrecido
estará mi poema.
Nadie sabrá repetirlo.
Sobre la tierra, nuevos hombres
nuevos sonidos, nuevos poetas
van trabajando y cantan.
Es necesario que el día
nos contemple los huesos
Elevemos el amor desnudo
al sol que está naciendo
Yo no tengo miedo de mostrar
el cuerpo que nos habita
a los que pasan
y adivinan
nuestra miseria
Faz a rostro yo te digo
que en mí ya no existe
ningún maravilloso secreto
Porque el día
descubre el fondo
de las palabras que mienten
No me relaciono con el desastre
ni con la muerte.
Soy un as-pájaro que come vida
adaptado a diámetros de luna y sol.
Una mujer pacífica en un mundo de batallas.
Hay tanta cólera en la mente de los hombres
¿Cuándo van a comprender que hay
un camino distinto
para llegar a los grandes poderes?
La mamá le decía que era su joya.
Una noche el enano comenzó a sospechar, sobre todo cuando ella le vertía oro derretido sobre el cuerpo.
El enano se hacía el dormido. Levantaba un solo párpado, pues el otro se le había quemado.
Te estoy hablando bajo, muy bajito,
Sin voz, como se le habla a los querubes.
Pero sé que me entiendes y que subes
Del fondo de mi sangre hasta mi grito.
¿Grito? ¿Por qué? Si mi dolor contrito
Se percibe sonriendo entre las nubes.
Si el Amor está en mí, ¿por qué la ausencia
Ronda mi corazón y lo alucina?
Y si lejos está, ¿por qué se obstina
En cegarme de luz con su presencia?
Igual que el vaso que perdió la esencia
Una angustia de sed me desatina.
Aquella tentación, aquel sendero
Abierto en cruz a la visión dorada,
Aquel trino de alondra en la alborada
Y aquel embrujo del primer lucero…
Hollar de rosas con el pie ligero,
Temblor lunar entre la fronda… En cada
Repliegue del enigma, tu mirada
Alumbrando los ojos del viajero.
Amor, no volverás… Sé que mañana,
Cuando torne otra vez la primavera,
Perdido el rumbo, la ilusión viajera
No atisbará tu signo en mi ventana.
Ni codicia del sol. Ni luz cercana…
Sordo el oído a la canción de afuera,
Mi alucinado corazón no espera
Tu beso amigo ni tu voz hermana.
El pan servido. ¿Y para quién adorno
la mesa dulce en el convite huraño?
Porfía de aguardar, año tras año,
el pan servido y la ceniza en torno.
Quemaronse las brasas en el horno
y el huésped sin venir: huésped extraño
presente y sin presencia.
Todo era azul en la primer salida
Azul la embarcación, azul el puerto.
El corazón, hacia la luz abierto,
Soñaba con la tierra prometida.
Y en el retorno, con pavor de huida,
Anclo en mi propia soledad y advierto
Que, tras de mí, se iluminó el desierto
Y que en la luz se me quemó la vida.
Luz que en la soledad madura el hielo.
Cauce de sed y curva que se inicia.
Imán de perfección, que alza y propicia
El faro inaccesible de mi anhelo.
No sé si, en mi holocausto, el goce es duelo,
Dardo que hiere o ala que acaricia…
¿Vértice de la luz?
Sobre la misma piedra, cuanto tú pases, Tiempo,
sin fin y sin principio,
sin forma ni color:
tiempo de mar y selva,
tiempo de espacio y nube,
tiempo de donde vine,
tiempo hacia donde voy…
sobre la misma piedra
donde tú me dejaste,
bajo un silencio claro te aguardará mi voz.
Mi mundo es irreal. Cumplo mi suerte.
Y soy uno de tantos tejedores
Que, por ir separando los colores,
La tela dura del dolor no advierte.
Débil acaso, pero acaso fuerte,
Le pido hilos de plata a los albores.
Alguien abrió con el mayor sigilo
mi puerta, de seguro mal cerrada.
Le vio, sin forma apenas, mi almohada,
el paso muelle y la palabra en vilo.
No, no era nadie que buscara asilo
ni que quisiera demandarme nada.
Al caer de la luz, mínima y quieta,
Repaso mi dolor. Y alzo mi vida
Lo mismo que una página leída
Cuya frase final no se concreta.
El ritmo en fuga, la canción inquieta
??voces de ayer y hoy niebla desvaída??
Sucede que alguien nos devuelve la vida
revolviéndonos en el vientre un afilado
cuchillo.
A veces se precisa caminar en cuatro patas
para agradecer que caminamos sólo en dos
Los periódicos se venden por el número
de muertos habidos todo el año
Los pobres son toda la riqueza del rico
Los enfermos toda la salud de la sociedad.
¿No son los rostros en la multitud
rostros de mi propio sueño y locura?
En mi presencia el espíritu del vino
trueca la alquería del mercader
en columna de fuego,
el taller del plomero
en estrella matutina,
las calles en rios de dorada cerveza.
¡Aire sonámbulo, blancura de las rosas!
¿Quién menciona la abeja
en el avinagrado
corazón de la noche?
El sueño no es más alado
que esta vigilia:
acertijo y pabilo
ceguera y deslumbramiento.
A mis palabras el silencio pone alas.
Durante el día duermo a orillas
del helado torrente de montaña.
Un enjambre de mariposas
revolotea en el jardín de mi barba.
Pero durante la noche, quedo a solas
con la embrujada
Dama de las sombras.
En el rincón de la casa de campo
veo dibujarse sus labios muy finos
y relucir la negra estrella de sus ojos
Mientras me llama a su paso
por el oscuro corredor
apartando los flecos de la niebla.
La sombraluz en la celda de la prisión
¿Qué dice? ¿cuál sentido
que la palabra
no descifra por anticipado?
Ha acaecido el aguaviento.
Cambia la piel del tigre
cuando el hombre de niebla
apenas muda su rostro
a la sombra de la picota.
El fuego hacía presa del marco tallado
de las nuevas amistades
que siempre caminan del brazo del primer
desconocido que pasa bajo un paraguas.
Los últimos días de abril tenían la dureza
de la reja de arado.
Manos enviadas por telégrafo, besos con empaque
dentífrico, encuentros en el rellano
de la escalera.
El mundo afuera
es la hermosura
de una flor,
mi pensamiento
el interior
de la flor.
¿Me preguntas acaso
si morir
es caer
al interior de la flor
y florecer
a cambio de pensar?
Ni la quemadura de la llama
aplaca mi sed.
Ni la quemadura del sol.
¡Jugar con fuego! Mi corazón
es un galpón de gasolina
un polvorín de fuegos artificiales.
La llama es mi director
de orquesta.
Veo un sol rabioso devorado por un saltamontes
en la colina
que sólo la pluma fuente de la noche consigue
aplacar con los negros trazos de la tormenta.
Un sol loco y espumante corriendo en la colina
tras de mi ojo izquierdo, saltado y de negro
sombrero de copa,
Donde una estrella almidonada por el cuello
sirve el rubio champaña de la madrugada.