Saludo al amigo

A Roberto Santoro

No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquí estoy,
con mis castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con dos hijos que crecen como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel día;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
con las formas de tu cuerpo y tu calor.

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Sucede, de noche

Sombra que exhala el alcohol de la noche

la carne celebra en los rincones

Mi cuarto es una prisión

La casa de enfrente no existe
el árbol gigante la acuna

Se llena de hojas mi cuerpo
hasta que la luz salpique sobre el alba

Un cuerpo desnudo flota sin destino
su carne, toda dispersión y sueño

Sólo un susurro la noche.

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A medida

Cada vivir ha de tener su espacio,
su dolor y su fiebre,
su ramo de congojas.
También su propio aire hecho a medida,
aunque a mares le sobre, porque encoge,
aunque a trozos le falte, si tallece.
Pero es la vestimenta que lo tapa
y la caricia fresca que lo aroma.

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En la mirada

Cuando el instante mismo se diluye
en su propia amargura
y ya no queda
cielo de qué color, nube
a qué rumbo,
toda la pena salta a la mirada,
la incertidumbre salta a la mirada,
la soledad sin nombre a la mirada,
la desnuda tristeza a la mirada,
y el asombro también, todo el asombro,
el cansancio del mundo, la agonía
de no saber por qué ni en qué camino
estamos,
llueve,
llueve
dolor y más dolor en la mirada,
¡qué preguntas sin fin, a qué la vida
para tanto morir, en la mirada!

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La guerra

La guerra tiene labios azulados,
ojos de soledad, carne de frío,
campos de noche eterna, gesto airado,
inviernos sin otoño y sin estío,
la guerra…
tiene niños asombrados,
manitas de miseria y extravío,
cierzos que cortan vidas y sembrados,
grises atardeceres, sol sombrío,
la guerra…
tiene dientes afilados,
cuchillos de acerado desafío,
boquitas de hambre triste y rostro helado,
inmensa podredumbre hacia el vacío,
la guerra…
tiene el ceño ensangrentado,
harapos y negrura de atavío,
alaridos sin nombre y sin soldado,
desbordadas las venas, turbios ríos.

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Pasiva refleja

Se ha de cruzar el puente
para alcanzar la orilla
donde la vida arde,
se ha de matar la sombra
con la espada del labio…
¡Y te nombro cobarde!

Se ha de cegar la noche
para alumbrar el alba
donde el amor se expande,
se ha de cubrir el llanto
con ternura infinita…
¡Y te nombro cobarde!

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Sólo allí

Salpiqué los rincones de gotas de esperanza,
y a la alcándara muda
encadené los trinos del pájaro encantado.
Sólo allí renacía,
allí sólo, en silencio,
la mágica certeza de la vida que canta.

Emborroné las horas de luces y de espigas,
y en los huecos del aire
dejé escurrir la lava del oro del poniente.

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Tu nombre

Voy perdiendo tu nombre
por caminos y plazas,
por cristales sin vidrios,
por resquicios
sin sol;
hace frío en mis ojos
-era hoguera tu nombre-,
y una lluvia de olvido,
sin querer,
lo apagó.
Todo lo era tu nombre:
los sabores, la fruta,
el color de la tarde,
la caricia,
la flor…
Sólo quedan dos letras
que tiritan, perdidas,
en desvanes sin dueño,
esperando
el adiós.

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Violeta

Aromada de amor, dulce y discreta,
escondida en la hierba y vergonzosa,
nace al sol de febrero que la esposa,
semioculta al abrigo de una grieta.

Eremita sin dueño y sin maceta,
humildemente bella y olorosa,
viene envuelta en verdor y es mariposa
que aletea en los versos del poeta.

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A una señora muy hermosa

No lo consiente firmeza
ni lo sufre la piedad:
combida con la belleza
y despedir con la bondad.

Como los descaminados
siguen a tino de lumbre,
así ban los livertados
a vos dar su servidumbre;
y apenas vuestra belleza
les ha dicho: «Reposad»,
cuando les dice nobleza:
«Andad, amigos, andad.»

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Al ropero de Córdoba

¡O, Ropero amargo, triste
que no sientes tu dolor!
Setenta años que naciste
y en todos siempre dixiste:
«ynviolata permansiste»
y nunca juré al Criador.
Hize el Credo y adorar
ollas de tocino grueso,
torreznos a medio asar,
oyr misas y reçar,
santiguar y persinar,
y nunca pude matar
este rastro de confeso.

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Dime, Señora

Dime, Señora, di,
cuando parta de esta tierra,
si te acordarás de mí.

Cuando ya sean publicados
mis tiempos en mal gastados
y todos cuantos pecados
yo mezquino cometí,
si te acordarás de mí.

En el siglo duradero
del juicio postrimero,
do por mi remedio espero
los dulces ruegos de ti,
si te acordarás de mí.

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Partiendo un largo camino

Hoy comienzan mis dolores,
hoy pierde placer mi vida,
hoy será la despedida
y la más triste partida
que se hizo por amores.

Hoy tan grande pensamiento,
señora, llevo conmigo,
que muero porque no digo
a vos, mi bien, lo que siento;
adiós, adiós, los mejores
gozos de mi triste vida,
qu′ hoy será la despedida
y la más triste partida
que se hizo por amores.

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En un jardín de estatuas que no existen

En un jardín de estatuas que no existen
donde juegan los niños al verano,
en un jardín donde transcurre el tiempo.
En las sillas de lona abandonadas
junto al mar de setiembre y limoneros
y ventanas azules con veleros.
¿Por qué tiene la torre de la iglesia
sus relojes parados a las doce
de la noche de otoño y por qué se oyen
los pasos de la muerte en los pasillos
de la casa del bosque y por qué el viento
enturbia el aire blanco de la tarde?

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A LA CIUDAD DE PUSHKIN

1

¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron,
¡Qué encuentro más cruel que el separarse!
Aquí hubo un surtidor, allá alamedas,
más a lo lejos verdecía el parque…
La aurora más rosada que ella misma
fue aquél abril. Olor a húmeda tierra,
a primer beso…

2

Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron,
para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.

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Los niños se adormecen en las fuentes

Los niños se adormecen en las fuentes
las madres se levantan y levantan
como ángeles que vuelan en la muerte
los sueños se despiertan y se espantan

ya llaman los relojes para el alba
la ropa está teñida en sus tendales
se levantan las faldas y la enagua
pasan los hombres por los ventanales

van las niñas desnudas con los cubos
a buscar agua al mar lloran y cantan
en sus sueños los dioses van desnudos
las niñas se levantan y levantan

en las torres del mar se oyen campanadas
en la orilla de sal duermen las algas
las niñas se abandonan en la cama
en los bosques del cielo están sus nalgas

en las casas oscuras duerme el agua
en los pubis de rizado encaje
los cuerpos se levantan y levantan
en sueños a merced del oleaje

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CUANDO ESCUCHES EL TRUENO

Cuando escuches el trueno me recordarás
y tal vez pienses que amaba la tormenta…
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
y el corazón, como entonces, estará en el fuego.

Esto sucederá un día en Moscú
cuando abandone la ciudad para siempre
y me precipite hacia el puerto deseado
dejando entre ustedes apenas mi sombra.

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CUANDO LA LUNA ES DE MELÓN

Cuando la luna es de melón una tajada en la ventana
y en redor es la calina cerrada la puerta y la casa encantada
por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría
y la nieve del paño y arde una bujía de cera
tal que en la niñez, mariposas zumban
la calma, que no oye mi palabra, retumba
entonces de lo negro de rincones rembrandtianos algo se ovilla de pronto
y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera…
la soledad en sus redes me hizo prisionera
el gato negro el alma me mira, como ojos centenarios
y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.

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DEDICATORIA

Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo «mazmorras de la trena»
y una melancolía que es la muerte.

Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso –
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y del soldado el pesado paso.

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HAY EN LA INTIMIDAD

Hay en la intimidad un límite sagrado
que trasponer no puede aun la pasión más loca
siquiera si el amor el corazón desgarra
y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años
de vuelos elevados, de llameante dicha,
cuando es el alma libre y no la vence
la dulce languidez del goce y la lascivia.

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