A Pepe Mexia
Perfumes, aromas ya idos. ..
Aromas, perfumes… Aromas
de áloes, sándalos y gomas,
suaves perfumes abolidos:
¿en cuáles Edenes perdidos,
en cuáles Pompeyas, Sodomas,
Lutecias, Corintos y Romas,
estáis?
A Pepe Mexia
Perfumes, aromas ya idos. ..
Aromas, perfumes… Aromas
de áloes, sándalos y gomas,
suaves perfumes abolidos:
¿en cuáles Edenes perdidos,
en cuáles Pompeyas, Sodomas,
Lutecias, Corintos y Romas,
estáis?
Dícela «El Ebrio»
Aquesto dixo “El Ebrio”, una vegada.
Aquesto dixo con su voz cansada.
Aquesto dixo por la madrugada.
Yo dello non sé nada.
Bebamos en las cráteras de oro
que laboró el cincel benvenutino,
champagne, bulbente y bullicioso vino .
No he visto el mar.
Mis ojos
–vigías horadantes, fantásticas luciérnagas;
mis ojos avizores entre la noche; dueños
de la estrellada comba;
de los astrales mundos;
mis ojos errabundos
familiares del hórrido vértigo del abismo;
mis ojos acerados de viking, oteantes;
mis ojos vagabundos
no han visto el mar…
La cántiga ondulosa de su trémula curva
no ha mecido mis sueños;
ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre;
ni aturdió mi retina con el rútilo azogue
que rueda por su dorso…
Sus resonantes trombas,
sus silencios, yo nunca pude oír…:
sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos;
ni su mutismo impávido cuando argentos y oros
de los soles y lunas , como perennes lloros
diluyen sus riquezas por el glauco zafir…!
I
El tiempo he perdido
y he perdido el viaje…
Ni sé adónde he ido…
Mas sí vi un paisaje
sólo en ocres:
desteñido…
Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas
de turbio pelaje,
de negras plumas.
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada:
todo tu ser se le entregó a mi ruego!
todo tu ser se le rindió a mi Nada!
todo tu fuego se fundió en mi fuego!
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
Ya qué me importa el torvo rumbo ciego!
Me quedas tú, y me donas tu alegría
con el dolor, y tu miel deleitable
con el acerbo aloe.
Me quedas tú, y la luz que tu alma cría
dentro la tenebrura inenarrable
de mi yo solitario:
Siempre loe
tu don ilusionario.
En tu pelo está el perfume de la noche
y en tus ojos su tormentosa luz.
El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.
Mi corazón, clavado sobre la noche de avenuz.
La noche está en tu frente morena, erguida y frágil
y en tus brazos que un vello sutil aterciopela.
Mañana sí veré con ojos jubilosos
la luz, la luz del día;
en pleno día miraré la noche fúlgida,
en pleno día oiré sus cánticos, absorto,
los cantos de la noche única!
en pleno día
respiraré el aroma de la noche estremecida!
Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a ésa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño…
Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a ésa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.
Tú coronas mis quince lustros
con el cíngulo de tus brazos,
con el cíngulo de tus muslos,
con el perfume de tus labios,
con el éxtasis de tu júbilo
-cabrilleante por los lagos
auriendrinos, hondos carbundos-.
Con la tersura de tus manos,
con el ardor de tu combusto
tesoro en flor, que orna melado
toisón en rizos: el refugio
fragante, que al híspido fauno
tú le donas, -intercolumnio-:
oasis tibio entre alabastros.
Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar…
En el silencio de mis noches
oigo tu voz aletear,
tu voz que me dice muy paso
que no me quieres olvidar…
En el silencio de mis noches,
-como la luna sobre el mar-
riela en mi alma tu recuerdo…
Veo el undívago vibrar
de las estrellas, en tus ojos…
Me embriaga el cálido aromar
de tu melena tenebrosa…
Tu frente, -un milagro lunar-
trasluce los puros anhelos
de tu querer, de tu ensoñar.
I
Tengo una sed de vinos capitosos
-venusino furor, pugnas salaces,
ojos enloquecidos por el éxtasis,
bocas ebrias, frenéticos enlaces-.
Tú, Dinarzada, tú, fogosa mía,
tú, Melusina, vid de mis deseos:
¡dóname tu lagar tibio y recóndito!
Esta mujer es una urna
llena de místico perfume,
como Annabel, como Ulalume…
Esta mujer es una urna.
Y para mi alma taciturna
por el dolor que la consume,
esta mujer es una urna
llena de místico perfume…!
La luna blanca… y el frío…
y el dulce corazón mío
tan lejano… tan lejano…
¡tanto distante su mano…!
La luna blanca, y el frío
y el dulce corazón mío
tan lejano…
Y vagas notas del piano…
Del bosque un aroma arcano…
Y el remurmurar del río…
Y el dulce corazón mío
tan lejano…!
No te me vas que apenas te me llegas,
leve ilusión de ensueño, densa, intensa flor viva.
Mi ardido corazón, para las siegas
duro es y audaz…; para el dominio, blando…
Mi ardido corazón a la deriva…
No te me vas, apenas en llegando.
Mi pobre amor se está yendo…
yo me quedaré llorando…
La lluvia, leve, cayendo;
una nube, allá, glisando…
Mi pobre amor se está yendo.
Lejos, muy lejos!, soñando
la dulce amada, y tejiendo
su ilusión, me va matando…
Mi pobre amor se está yendo…
¿Qué pasa, que nada entiendo?
(Scherzo Serloso)
I
Tiro los dados en el azul tapete de la noche
para jugar el albur supremo!
Juego mi vida!
La llevo perdida
sin remedio…!
Bien poco valía!
II
Juego mi vida contra una sonrisa de Venus Cipriota
hembra madura, parpadeante en acecho del primer cupido;
o contra la Osa Mayor
que ha de bailar en las ferias al són del adufe;
o contra el anillo de latón de Saturno, viejo verde,
taimado prestamista, insigne usurero;
o contra el rebaño de las Pléyades,
-vírgenes necias, capretinas locas-.
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue…
dejemos al amor y vamos con la pena,
y abracemos la vida con ansiedad serena,
y lloremos un poco por lo que tanto fue…
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue…
Dejemos al amor y vamos con la pena..
Tímida, la palabra
de tus labios caía,
y en mi pálida frente
dolorosa y macabra,
toda melancolía
se regó, evanescente,
blanda, como un arrullo…
Oh tu voz adorable…
¡Voz única entre tantas!
(Bajo el influjo suyo
fue placer inefable
mi dolor…) -Hoy no encantas
este fúnebre yermo…
( No sé dónde se riega
-toda melancolía-
tu voz… ) -Y estoy enfermo
porque tu voz no llega
a bañar de alegría
mi sufrir… en mi vida
dolorosa y macabra,
tal vez hubieran sido
para curar la herida,
tu voz y tu palabra
que yo jamás olvido…!
A Rafael Maya
Atardecer.
Temor crepuscular…
Inquietudes que el véspero insinúa…
Luces violadas. Nombre de mujer
que escucho musitar
cuando el silencio se acentúa…
Angustia tremulenta.
Indeciso dolor
que no se nombra…
Indeciso dolor que se aposenta
-frío y taimado- en lo interior
de nuestra sombra!
«Esta rosa fue testigo»
de ése, que si amor no fue;
ninguno otro amor sería.
¡Esta rosa fue testigo
de cuando te diste mía¡
El día, ya no lo sé
-sí lo sé, mas no lo digo-
Esta rosa fue testigo.
Señora, Dama, dueña de mis votos!
¿cuándo veré tus ojos encantados,
tus manos inasibles, tus dedos abusados,
y tus cabellos -piélagos ignotos-
Cuándo veré tus ojos encantados,
y oiré tu voz de ritmos sosegados…!
Pero serán todos mis sueños rotos
por el furor de inevitables notos…
y tus manos pequeñas -los dedos ahusados-
no curarán mis rudos alborotos,
ni darán paz a mis martirizados
labios, que ardieron odios y sedes y pecados…!
No te besé la boca sino cuando
me decías que el viento te besaba…
Si te gocé, ello fue si te gozaba
también Eros….: con él te iba gozando.
Yo sólo se decir como es «amando»
ni supe ni sabré como es «amaba»….
«Venías de tan lejos…» 1935
Variación N° 5
Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre.
Venías de tan lejos… Mejor que no llegaras…
Sonatas de silencio y en claves inaudibles
contúrbanme el sentido con tácita latencia.
Oh gracia de tu rítmico cuerpo gozado un día!
Oh misterio inasible de tus ojos sedeños!
(Me persiguió tu hechizo por ilusos y lueños
países encantados que holló mi fantasía…)
Oh gracia de tu cuerpo que ritmó la alegría
para danzar la Danza Única de mis Sueños!
Ven, baila conmigo mientras aún aliente
y exista de suelas arriba.
Lo que de cambiar el paso he aprendido desde mi infancia
me sigue siendo conocido, como la palma de la mano,
pero a menudo, en la pantorrilla izquierda siento un golpeteo,
un dolor que se me va cuando estoy quieto.
Es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.
Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.
Cuando los dos juntos
entre las arañas y debajo de las arañas,
nos vamos, con muchos miembros, a la red,
que, hecha en casa,
me coge a ti y a mí,
somos
el uno
presa
del otro.
Y cae otro
pues tu vestuario, inagotable:
el cajón de los saldos, en liquidación.
Y menos enredada en cada uno,
hay una historia:
continuará.
Y, velada siempre de nuevo,
entregas sorpresas,
a veces trágicas, a veces cómicas.
Después de tantos cambios de tiempo,
duros se levantaban unos árboles ante un gris mojado,
ninguna otra cosa se le ocurría al invierno-
¡nieva!, ¡nieva!
Sobre el este y el oeste cae nieve,
cubre, iguala,
como si, por obra del tiempo,
hubiera vencido el socialismo
y Mariano Medina, el hombre del tiempo que empuja las nubes,
fuera -inmediatamente después del telediario-
su profeta.