¡Oh luna!

Melancólica reina pudibunda
que vagas por los ámbitos del cielo
como un místico témpano de hielo
entre la negra oscuridad profunda.

En esta noche en que tu faz circunda
un halo transparente como el velo
de las vírgenes novias, un anhelo,
azul y enorme como el mar, me inunda.

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Resurrecciones

Algo se muere en mi todos los días;
la hora que se aleja me arrebata,
del tiempo en insonora catarata,
salud, amor, ensueños y alegrías.

Al evocar las ilusiones mías, Pienso:
«¡yo, no soy yo!» ¿por qué, insensata,
la misma vida con su soplo mata
mi antiguo ser, tras lentas agonías?

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Sus ojos se entornaron

Sus ojos se entornaron; sobre los blancos hielos
de las altivas cumbres agonizaba el sol;
y de las densas brumas tras de los amplios velos
quedó flotando, a solas, inmóvil, en los cielos,
el lívido cadáver del último arrebol.

La luna, como un arco de nívea luz cuajada,
subió con lento paso del infinito en pos;
y entonces, reclinando la frente inmaculada
sobre mi pecho -¡mira!- me dijo mi adorada-
¡qué barca tan hermosa para bogar los dos!

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Enredados los cuerpos

Enredados los cuerpos
en el agua del amor
gimiendo sudorosos.
Latigazos de sangre
alucinados.
Me abres de par en par,
nos penetramos.
El deseo con sus brazos de sed
navega ahogando las fronteras,
rompiéndolas.
Más allá de nosotros el sol
amor, el sol
que es carne viva.

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Estoy enferma de ti

Estoy enferma de ti,
maltrecha adolorida.
Otros brazos me buscan
y no puedo abrazarlos.
Me besan y no puedo
responder con mis labios.
Ando desintegrada,
dispersa por el mundo.
Y solo hay un momento
en que me encuentro:
Cuando los dos
jugamos a ser uno.

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No es verdad

No es verdad
que tú cuentas
conmigo,
ni con nadie.
Sólo cuentas
contigo
y tu mentira.
Entraste en el túnel
de ti mismo,
volcándote
en los otros.
Cuando te puse
enfrente del espejo
te encegueciste más,
y me dejaste
a la orilla de ti,
sin brazos para hallarte.

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No te gustó encontrarme

No te gustó encontrarme
por la calle sonriente,
que tomara un café
sin nostalgia de ti,
al lado de tu mesa.
Que ya no te dijera
que hacías parte de mí.
No te gustó saber
que sigo viva,
que me río con ganas,
que disfruto las cosas
cotidianas
sin esperarte ni
desesperarme,
que construyo mi vida
libremente.

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Por primera vez

Por primera vez
he pintado mis labios.
Les quité su sabor y su forma.
Porque quiero que rían,
disfrazados de fiesta.
Que brillen por las calles,
y me lleven de paseo
a donde no conozco.
A donde no me atrevo
a besar
con mi boca desnuda.

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Qué extraña manera de quererte

Qué extraña manera de quererte.
Así de pronto me encuentro
amándote de adentro
como si alguna raíz,
la más profunda,
hubiera hecho contacto
con la más honda tuya
y se anudaran hundiéndose
más y más en la tierra,
buscando el agua profundísima
de un amor singular, que no
pregunta,
que sabe todo.

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Regreso a mi cuerpo

Regreso a mi cuerpo
después de un largo
viaje a ti.
Te vi dormido
frente al mar,
fatigado de amor
sobre mi pecho.
Respirabas ahí,
abandonado,
como si en mí
hubieras anclado.
Quise dormir también
para soñar tu sueño
que casi lo veía
surgir de tu cabeza.

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Tu cuerpo

Cuando beso tu cuerpo
siento latir el corazón
profundo de la vida.
Te recorro despacio
reviviéndome.
Hay hallazgos sutiles,
hay derrotas.
El extenso placer,
la abierta lucidez,
la dicha de tenerte.

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Vincent Van Gogh bendice tu locura

Vincent Van Gogh
bendice tu locura.
Derramaba pintura
y pasión con furor.
Tú dabas alaridos
azules y naranjas.
Emborrachaste
el aire provinciano.
Inyectaste en el trigo
movimientos
de color amarillo.
Llegaste a darle
a Dios
el cielo tuyo
agitado y oscuro,
y te quedaste
sentado en el taburete
del rincón
de tu cuarto,
iluminado.

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Canción lejana

Y yo también como la tarde
toda me tornaré dichosa
para quererte y esperarte.
Iluminada de tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna por el aire.

Tú me querrás inmensamente.
Mi corazón será infinito
para la angustia de tu frente.

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Deshora

Cuando llegué te habías
ido del brazo de otro amor.

Y no quise decirte: «Vuelve,
perdóname esta vez,
se me hizo tarde,
fue un pequeño descuido
de la vida, una leve
distracción del destino».

Aquel silencio que selló mis labios
me hiere todavía el corazón.

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Desvelo

A la hora del alba cuando el sueño
me abandona,
recorro los momentos
de nuestro amor, en busca
de los rostros de entonces,
los sueños, las palabras.

Todo en vano.

Nos fue borrando el tiempo,
sus implacables manos,
deshaciendo los cuerpos para sólo
dejarnos, viva llama, que no cesa
de arder en el vacío.

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El llamado

Tú estarás lejos.

Yo dejaré la vida
como un ramo de rosas
que se abandona para
proseguir el camino,
y emprenderé la muerte.

Detrás de mí, siguiéndome,
irán todas las cosas
amadas, el silencio
que nos uniera, el arduo
amor que nunca pudo
vencer el tiempo, el roce
de tus manos, las tardes
junto al mar, tus palabras.

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El recuerdo

Este día con aire de paloma
será después recuerdo.

Me llenaré de él
como de vino un ánfora,
para beberlo a sorbos cuando quiera
recuperar su aroma.

Antes que vuele hacia el ocaso, antes
de ver cómo se pierde entre la noche.

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Este amor

Como ir casi juntos
pero no juntos,
como
caminar paso a paso
y entre los dos un muro
de cristal,
como el viento
del Sur que si se nombra
¡Viento del Sur! parece
que se va con su nombre,
este amor.

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La ausencia

Se me perdió tu huella.
Un viento
huracanado y frío la borró del sendero,
dejándonos los pasos
sin rumbo alguno ahora,
sin saber hacia dónde
orientar el destino.

En torno de esta inmensa
soledad gira y gira
el desmedido anillo
del horizonte en vano.

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La hoguera

Esta es, amor, la rosa que me diste
el día en que los dioses nos hablaron.
Las palabras ardieron y callaron.
La rosa a la ceniza se resiste.

Todavía las horas me reviste
de su fiel esplendor. Que no tocaron
su cuerpo las tormentas que asolaron
mi mundo y todo cuanto en él existe.

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La tarde

Te contaré la tarde, amigo mío.

La tarde de campanas y violetas
que suben lentamente a su pequeño
firmamento de aroma.

La tarde en que no estás.

El tiempo, detenido, se desborda
como un dorado río.

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