Juego

Puedes jugar con su cuerpo,
que es joven y ríe, y quiere
el juego, y no se ha saciado de él.
¿Crees todavía que en ti hay vicio?
Muestra tu vicio. Date
entero. Si lo amas,
no ahogues ese temblor:
la curiosidad del cuerpo, que tú
hace demasiado tiempo que llamas deseo.

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Kore

Sonríe, cada vez
que otra cosa de ella
merece un amor tuyo.
Sonríe, al salir de ella,
que se te cierra intacta.
Sonríe con ternura,
que no os suplicará
(tú, con tu mundo ávido)
que la llaméis bondad,
y apenas adivinas
cómo se absorbe.

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Mudanzas

Va y vuelve, ágil,
de la ternura a la risa, del pudor
(la cara que, cuando vence
su desfallecimiento, se vuelve, fiera,
y huye a lo oscuro bajo tu pecho)
a la insolencia (la mano,
el pájaro agudo de burla y de pregunta:
cómo lo sientes en la espalda, y te mide
hasta dónde se haya estremecido tu madera
desesperada al erguirse).

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Al alba

Yo no sé qué
fría noche me alejaba
de tu silencio.
Al alba te miré
por última vez.
por las olas amargas.
¡Que caigan en los abismos
de una muerte sin gracia!
Desde la noche defiendo
la soledad ganada
con la victoria inútil
del oro y de la estatua.

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Árbol

Yo te soñé, invisible majestad
que planea por la faz de todas las cosas.
Arraigado en el dolor de la ceniza,
un hombre tan sólo, te llevaba, sepulcro,
padre muerto, dentro de mí, en silencio,
y te llamaba con palabras de viento
de antiguos milenarios, que la ira encienden.

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Cementerio de Sinera

Digo adiós a los que quieran
mentirse perdurables
en el torrente. Cosechadas
son ya las flores, y se encalman
recuerdos, miradas, alas,
todo mi mar. Benigno
aire nocturno acerca
claridad de fuente, ocultas
voces del fuego. Por el fiel silencio
de nobles árboles
por mí amados, camino
al olvido, dejando atrás
amores, veleros, sufrimientos,
últimas señales de pasos.

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Glosa

Déjame vivir verdades:
la verdad de tus miradas,
la de tus apasionadas
promesas de eternidades,
y entre tus sinceridades,
la doble verdad querida
con que llaman a la vida
tus dos palmas amorosas
cuando estrechan, perezosas,
mi mano desfallecida.

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