Nombro este mundo a ciegas

NOMBRO ESTE MUNDO a ciegas, a rápidos aullidos, me erosiono. Faltan letras de molde para inventar el hambre, la espesura de saberse fragmentario. ¿Quién me escinde? ¿Qué inédita negrura se esconde tras mi sombra? ¿Es que todos los círculos se han vuelto espirales? Hurgo en el delirio la rosa transparente, la percudida faz del vellocino.

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Pentagónico (Fragmento V)

Este poema no está sucediendo
La memoria
tendría que ser más lenta
archivar sin delirio
mohosamente
cuando rebanaras las nubes de otra despedida
y la nostalgia interpusiera sus cristales
entre tu piel y mi lujuria

No está sucediendo
La distancia
me ardería en los dedos
Sin embargo
estás aquí
brotas a diario de las fotografías
para esposar las manecillas de la fiebre
o pervertir mis sábanas
y dejas que la tinta
despliegue su fauna en el papel
sin avisarme
como en la retina de un fantasma cotidiano

Es el presente lo que ahuyenta las miradas
que hace un segundo
todavía
picoteaban mi sombra espantapájaros
lo que nos confina al tictac in crescendo
del hartazgo
lo que vuelve irreductible
el tacto a la caricia
el habla a la escritura
tus ojos
al recuerdo poliforme de tus ojos

No te engañes
Esto aún está siendo
No es real
Debo escribirlo cuando te hayas ido
y la cuchilla del silencio me descifre
si tu nombre
es lo que agoniza entre mis manos

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Qué diera al mediodía por no ser yo

QUÉ DIERA AL mediodía por no ser yo
fijarme en otras cosas
desentrañar con garfios las íntimas razones
de que esta resolana abra cuchillos
sobre la plaza pública
explicar aquel traje que avanza
contra la voluntad obesa de su dueño
la risa desmontable del globero
la cicatriz humanizando apenas
el muslo acitronado de la recepcionista

Qué diera lo que resta de la tarde
por un ojo de mosca
multiplicado obsceno vouyerista
de ajenas percepciones
que polizón me diera una conciencia
nunca antes martajada
—por ejemplo la mía

Pero no tengo sino esta vista gorda
algo como ambición de caballo placero
unos zapatos grises que renuncian
cada trescientos días
una barba postiza este cuaderno
y un billete doblado en cuatro partes
dormitando la inocencia entre los senos
de alguna persuasible
que pagará la cuenta

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Rebaba de neurona es la argamasa

REBABA DE NEURONA es la argamasa que forma este collage de sinsentidos. Salitre emocionado, paz salada en roncos lagrimales, pirotecnia. ¿Collage es mezcolanza, revoltijo, astilla de emoción vuelta a su logos? No hablemos del futuro, piedad, que ya envejezco. Un ave cristalina está zurciendo las piedras de mi estómago.

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Resurjo entre los pétalos finales de la hoguera

Caer fue sólo
la ascensión a lo hondo.
José Ángel Valente

RESURJO ENTRE LOS pétalos finales de la hoguera
libre de resolanas
y brazos
de planta carnívora al tobillo

Al incorporarme veo una ráfaga:
las fénix
que huyen en parvada del azogue
dejando tras de sí
fragmentos de sol pulverizado
y un grito virginal
que desnuda mi nombre

La brisa del invierno se disipa

Hoy deambulo con luz amotinada
en todo el cuerpo

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Sobre la página

No se ve impunemente en las tinieblas.
No se extrae de ello enseñanza sin peligro.
Emil Michel Cioran

SOBRE LA PÁGINA
un virus merodea
camaleón se agazapa en las fisuras
que tu memoria elige
para almacenar la podredumbre

(hay que pagar tributo)

después hiende colmillos
deja un collar de fístulas
en el silencio menos evidente
e inicia una crisálida
a su alrededor

(concéntrate en el rojo)

las esporas absorben
los pensamientos huérfanos
tu líquido blancuzco
cuando sufres caminas
despedazas el sueño

(se acerca la parálisis)

y luego te preguntas
casi negándolo
si es normal ese hueco
si está sucio aquel escaparate
si tu diestra amaneció
borrosa

(no hay retroceso)

un virus se retuerce en esta página
enfermo de visiones
inflamado pleno de ti
vacío
por azar de la tinta
ahora te refleja

(no dejes de mirarlo)

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Sostiene en una mano

SOSTIENE en una mano
las miradas
y en la otra
hambre de insomnios
en jauría

Extiende el giro
si el tacto la reclama
duerme con las serpientes
para incendiar su escorzo
y demostrar que existe

De puntas sobre el miedo
busca un nombre
que los contenga a todos
para que al detenerse
ilumine su pelvis y disuelva
sus torvos precursores

Y cuando sus muñecas
arrojan sus arpones al nadir
del escenario
se enjuga las facciones
y agradece
en requiebre
los aplausos

En tanto alguien que guarda
acaso la mitad
de una sonrisa
se aleja lentamente
como Judas contando sus monedas

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Vas y vienes ceñida a tus humores buenos

VAS Y VIENES ceñida a tus humores buenos
a tus orillas fértiles
al agua
que te extravía la sangre por mi fiebre
esas tardes que forjo y deshilvano
tu sombra numerosa en los espejos
que a ciegas recorrimos
Sobre el fuego
que improvisa mi lengua te descubro
asida al maderamen que abarcara mi pecho
y hoy te arroja
a esta arena de furia incandescente
y me hermana
con tus labios salinos y tus pezones fieros
que marcan territorio
más allá de esta voz que te aspira y exige
de vuelta a la retina en la que expandes
tu imagen de lobezna
Y es que asciendes
o suave precipitas el ritmo de la aurora
cada vez que el insomnio
dilapida sus llagas en la memoria enferma
gozosa o cristalina al zumo de la carne
así te conjeture y estés lejos
Pero adónde barcaza
adónde hemos de anclar los sobresaltos
las cadenas el aire
que nos abre trincheras para incubar resuellos
cuando nos sabe débiles
Adónde encallaremos
nuestra imparable fuga
si en la brisa no quedan asideros
si en las manos
persiste un juramento raído por las velas
de navíos girando a un sol errante
si este mar en que oscilas
lobezna
o barcarola
es un muro vencido por la ausencia

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Vértigo

A fuerza de entregarte mi cansancio a trozos
de lamer tu sombra en las paredes
hilvanar jadeos desperdigados en la alfombra
hasta limar cada eco de tu cuerpo
Hoy
hacia un sol que repudió la astrología
sin número de folio
ni preludio
huyeron las aristas de tu rostro
volvieron al reflujo
tus pómulos de luna calcinada
las panteras saltando por tus córneas
y lo obsceno que tus dientes escondían

Hoy
—que nunca fue—
la materia se repliega a sus confines:
del sopor que articulaba tus fluidos
sólo queda una membrana en el perchero

Nada sobrevive
del juramento que esculpí entre tus pezones
sólo un reptil de lava coagulado sobre el techo
que anuncia adiós con impecable ortografía
porque la última célula se ha petrificado
y flota
como el diente
de
león que se resiste
a caer fuera del sueño

Nada

Sólo un lastre con olor a huida
un rosario exorcizado
que desgrana apurado sus m
i
s
t
e
r
i
o
s
para gravitar inversamente
hacia un estrato inaccesible
un motel para olvidar los días de paso
y la máscara de viernes por la noche
un limbo que ha perdido la esperanza del infierno
alejado de tortuosos silogismos:
de este aliento
que en el fondo
anhelaba tu clítoris altivo

Ya instalada reúnes tus despojos
en un astro al Big Bang equidistante
eje del péndulo que alberga calma
higiénica letrina
donde arrastras el hastío de un lado a otro
como un ángel que lamenta no estar muerto

En la foto
husmeo el sepia carcomido de tus labios
que te sorben las heridas con total indiferencia
insolentes
como si nunca hubieran ocupado
este colchón de sacrificios
Y en un pliegue inacabado de la sábana
distingo el rubor de tu entrepierna
que en un leve movimiento se disipa
también a tu horizonte paralelo

Entonces miro al techo
y escalo una torre luminosa en la rendija
Mientras subo
el ave en pleno vuelo de tus cejas
derrumba lágrimas de herrumbre
resignada
como anticipando la
a
d
í
a
c
pero es tarde
prosigo a tu edén prefabricado
que es realmente Lucifer
asqueado de sí mismo por centurias
que te ciñe con las alas
y me escupe tus restos
para distraerse

Despierto

Profano —como siempre— esta mazmorra
que al sentirme se agrieta de vergüenza

mas conserva una ventana
que usaré para rehacer los exteriores

Amanece

Todo se desborda en espirales
Aun la joya de saliva
que olvidaste a propósito en mi ombligo
concluye su mudanza evaporada

La carne todavía se desfigura:
de mi mano se elevan altazores
y crispan del silencio
un retazo invisible de tu llanto
que me inculpa
por haberte ofrecido
tierra firme

Lástima
que abrieras las piernas al vacío

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Accidente

Temí… no el gran amor.

Fui inmunizada a tiempo y para siempre con un beso anacrónico
y la entrega ficticia
—capaz de simular hasta el rechazo— y por el juramento, que no es más retórico porque no es más solemne.

No, no temí la pira que me consumiría sino el cerillo mal prendido y esta ampolla que entorpece la mano con que escribo.

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Bella dama sin piedad

Se deslizaba por las galerías.

No la vi. Llegué tarde, como todos,
y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante
de aria recién cantada.

Ella no. Y era más
que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura el tiempo:
esperanza o nostalgia.

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Destino

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!

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Dos meditaciones

Considera, alma mía, esta textura
Áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
Y en el color, sombrío pero noble,
Firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
Para recomenzar
Una tarea siempre inacabada.

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El otro (¿Por qué decir nombres de dioses, astros)

¿Por qué decir nombres de dioses, astros
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida, si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.

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En el filo del gozo

I

Entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo:
que estrelle en ti sus olas funestas sin tocarme
y resbale en espuma deshecha y humillada.

Cuerpo de amor, de plenitud, de fiesta,
palabras que los vientos dispensan como pétalos,
campanas delirantes al crepúsculo .

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Esta tierra que piso

Esta tierra que piso
es la sábana amante de mis muertos.
Aquí, aquí vivieron y, como yo, decían:
Mi corazón no es mi corazón,
es la casa del fuego.
Y lanzaban su sangre como un potro vehemente
a que mordiera el viento
y alrededor de un árbol danzaban y bebían
canciones como un vino poderoso y eterno.

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Jornada de la soltera

Da vergüenza estar sola. El día entero
arde un rubor terrible en su mejilla.
(Pero la otra mejilla está eclipsada.)

La soltera se afana en quehacer de ceniza,
en labores sin mérito y sin fruto;
y a la hora en que los deudos se congregan
alrededor del fuego, del relato,
se escucha el alarido
de una mujer que grita en un páramo inmenso
en el que cada peña, cada tronco
carcomido de incendios, cada rama
retorcida, es un juez
o es un testigo sin misericordia.

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La velada del sapo

Sentadito en la sombra
-solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(en apariencia, al menos, debido a la hinchazón
de los párpados); frío,
frío de repulsiva sangre fría.

Sentadito en la sombra miras arder la lámpara

En torno de la luz hablamos y quizá
Uno dice tu nombre.

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Lamentación de Dido

Guardiana de las tumbas; botín para mi hermano, el de la corva garra de gavilán;
nave de airosas velas, nave graciosa, sacrificada al rayo de las tempestades;
mujer que asienta por primera vez la planta del pie en tierras desoladas
y es más tarde nodriza de naciones, nodriza que amamanta con leche de sabiduría y de consejo;
mujer siempre, y hasta el fin, que con el mismo pie de la
sagrada peregrinación
sube —arrastrando la oscura cauda de su memoria—
hasta la pira alzada del suicidio.

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Lo cotidiano

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
Este cabello triste que se cae
Cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
Que se atraviesan con jadeo y asfixia;
Las paredes sin ojos,
El hueco que resuena
De alguna voz oculta y sin sentido.

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Poesía no eres tú

Porque si tú existieras
tendría que existir yo también. Y eso es mentira.

Nada hay más que nosotros: la pareja,
los sexos conciliados en un hijo,
las dos cabezas juntas, pero no contemplándose
(para no convertir a nadie en un espejo)
sino mirando frente a sí, hacia el otro.

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Se habla de Gabriel

Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba
ocupando un lugar que era mi lugar,
existiendo a deshora,
haciéndome partir en dos cada bocado.

Fea, enferma, aburrida
lo sentía crecer a mis expensas,
robarle su color a mi sangre, añadir
un peso y un volumen clandestinos
a mi modo de estar sobre la tierra.

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Silencio cerca de una piedra antigua

Estoy aquí, sentada, con todas mis palabras
como con una cesta de fruta verde, intactas.
Los fragmentos
de mil dioses antiguos derribados
se buscan por mi sangre, se aprisionan, queriendo
recomponer su estatua.
De las bocas destruidas
quiere subir hasta mi boca un canto,
un olor de resinas quemadas, algún gesto
de misteriosa roca trabajada.

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Soneto del emigrado

Cataluña hilandera y labradora,
viñedo y olivar, almendra pura,
Patria: rememorada arquitectura,
ciudad junto a la mar historiadora.

Ola de la pasión descubridora,
ola de la sirena y la aventura
-Mediterráneo- hirió tu singladura
la nave del destierro con su prora.

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Una palmera

Señora de los vientos,
garza de la llanura
cuando te meces canta
tu cintura.

Gesto de la oración
o preludio del vuelo,
en tu copa se vierten uno a uno
los cielos.

Desde el país oscuro de los hombres
he venido, a mirarte, de rodillas.

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Amiga a la que amo

Amiga a la que amo: no envejezcas.
Que se detenga el tiempo sin tocarte;
que no te quite el manto
de la perfecta juventud. Inmóvil
junto a tu cuerpo de muchacha dulce
quede, al hallarte, el tiempo.

Si tu hermosura ha sido
la llave del amor, si tu hermosura
con el amor me ha dado
la certidumbre de la dicha,
la compañía sin dolor, el vuelo,
guárdate hermosa, joven siempre.

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Centímetro a centímetro

Centímetro a centímetro
В—piel, cabello, ternura, olor, palabrasВ—
mi amor te va tocando.

Voy descubriendo a diario, convenciéndome
de que estás junto a mí; de que es posible
y cierto; que no eres,
ya, la felicidad imaginada,
sino la dicha permanente,
hallada, concretísima; el abierto
aire total en que me pierdo y gano.

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He detenido la respiración

He detenido la respiración
para sentir si tú respiras.

A la vez has quedado tan presente y lejana.
Eterna casi.
Fuera del tiempo, sola, sin moverte.
Y me llenó el terror incontenible
de que te hubieras ido;
de que te hubieras muerto en sueños,
y me hubieras dejado entre los brazos
sólo una imagen clara,
un simulacro tibio, una perfecta
máscara tuya con los ojos cerrados.

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Hervor de calles

Hervor de calles; desembocadura
de pábulos ardiendo, en la caldera
sediciosa del mísero.

Como hierba de gritos, como en humo
lumbrarada de pelos espantados;
como chubasco tupidísimo
y turbio, en ascensión. Así llegaba.

Y alégrate si nadie, en esta plaza,
si nadie, de tan juntos y de tantos,
puede caer; si nadie puede
ser abatido; si no puede ninguno
dejar su sitio sin morirse.

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Hoja al aire, indefensa

Hoja al aire, indefensa, detenida
apenas, única en el árbol
enrojecido y respirante; ojo
sobresaltado, abierto, lúcido:
en el temor mi corazón. Asfixia,
duermevela con fantasma inminente.

Deshabitado el traje suspendido,
suena con un temblor de piel que busca
su bestia desollada, su materia
de bestia próxima pudriéndose.

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No es una desgracia abrir los ojos

No es una desgracia abrir los ojos
ni tener despiertos los deseos
y estar triste y solo y pensando.

Y no ser de aquellos que consiguieron
su placer a ciegas para cegarse;
su televisión después del cine,
sus bailes, su ruido, sus limonadas;
pero que a la medianoche se sientan,
pesados de sueño, densos, bestiales,
y gritan y luchan sobresaltados
para desterrar su pesadilla.

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Para los que llegan a las fiestas

Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
??pues no uno sabe bailar, y es triste??;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos;

para los que saben con amargura
que de la mujer que quieran les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados
una vez; aquellos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta,
ya mucho después de entrados todos,
supieron que no se cumpliría
la cita y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia,
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.

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