PUEBLO

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!
Aquel viejo notario que se pasa los días
en su mínima y lenta preocupación de rata;
este alcalde adiposo de grande abdomen vacuo
chapoteando en su vida tal como en una salsa;
aquel comercio lento, igual, de hace diez siglos;
estas cabras que triscan el resol de la plaza;
algún mendigo, algún caballo que atraviesa
tiñoso, gris y flaco, por estas calles anchas;
la fría y atrofiante modorra del domingo
jugando en los casinos con billar y barajas;
todo, todo el rebaño tedioso de estas vidas
en este pueblo viejo donde no ocurre nada,
todo esto se muere, se cae, se desmorona,
a fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas.

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Reunión de espejos

Hay en San Juan una cuesta empedrada
por la que circula el viento
de la bahía profunda,
vuelan las risas sobre los espejos
y tallan en las azoteas
huellas nocturnas.
¿Qué nuevo camino se impone
en este laberinto que oculta
un sombrero de plata?

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CIALES… CASI CIELO

A mis padres
en la eternidad

Ciales…
casi cielo

Cuenca de tierramante de luceros
entraña y corazón de Puerto Rico
Corazón de la Patria
nido y vuelo

Desde la austera meseta castellana
esta ocre luz en grises tamizando
velo de oro en la otoñal nostalgia

¡altos los cielos!

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DEL ÁRBOL Y DEL HOMBRE

Ahora estoy con el árbol
Besador de la brisa
Cazador de los pólenes viajeros
Mano en caricia abierta
de hojas hacia el cielo
desde su mundo exacto
circunscrito al rumor.

Sobre la superficie inmensa
de este mundo
—planta
piedra y ceniza—
cuán pequeño el espacio del árbol
Y qué alto de ramas
y verdad y poesía
Y de Dios…

Y raíces

dónde acunó en tersura la semilla
y arraigó de la entraña de la tierra
su proyectado mundo de frescura

Si casi cabría el corazón del hombre
con su semilla de trémula esperanza
con la raíz incierta de su pie descalzo

Pero… el hombre

El pobre hombre no es como el árbol
El árbol no conoce el dolor,
de la espera y la duda

Crece sin prisa
hacia la flor y el fruto

A esperar la hermosura.

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GLOSA EN CÁNTICO TRISTE

A la muerte de Luis Palés Matos

En pedestal de ola
el mar levanta el canto:
… … «¿hacia dónde
tú, si no hay…
… espacio donde puedas contenerte?»

Incansable viajero sin navío
rumbo de ala tendida hacia un país
de imaginaria geografía
donde tan quieto estás… …

———

¿Oyes tu canto bajo la noche sola de los trópicos
desde un sinfín de estrellas y de islas
y playas inasibles de silencio
en la infinita orilla transitando
eco de oleajes de astros de palabras…

¿Dónde toca tu voz?

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NÁCETE AQUÍ MI NIÑO

Si nacieras Mi Niño
aquí en Guaynabo…
Si tu Anuncio trajeran
los cucubanos

Si nacieras Mi Niño
entre las guajanas
¡qué mecida tan suave
flor te acunara!

Si en presagio de aroma
las sicilianas
crecieron todas juntas
donde nacieras
a la vera — a la vera
de la quebrada
que se rompe en mil cuarzos
por la mañana

Si nacieras Mi Niño
en Los Ruiseñores
¡qué flautas de rocío
para tus dones!

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Envío (a mi madre, y a la estatua de mi madre)

a mi madre, y a la estatua de mi madre,
a mis tías, y a sus modales exquisitos,
a Marta, así como también María,
porque supo escoger la mejor parte,
a Francesca, la inmortal, porque desde su infierno insiste
en cantarle al amor y a la agonía,
a Catalina, de deslaza sobre el agua
las obscenidades más prístinas de su éxtasis
únicamente cuando silba el hacha,
a Rosario, y a la sombra de Rosario,
a las erinnias y a las furias que entablaron
junto a su cuna el duelo y la porfía,
a todas las que juntas accedieron
a lo que también consentí,
dedico el cumplimiento de estos versos:
porque canto,
porque coso y brillo y limpio y aún me duelen
los huesos musicales de mi alma,
porque lloro y escribo en una copa
el jugo natural de mi experiencia,
me declaro hoy enemiga de ese exánime
golpe de mi mano airada
con que vengo mi desdicha y mi destino,
porque amo,
porque vivo y soy mujer, y no me animo
a amordazar sin compasión a mi conciencia,
porque río y cumplo y plancho entre nosotras
los mínimos dobleces de mi caos,
me declaro hoy a favor del gozo y de la gloria.

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Has perdido, me dicen, la cordura

Has perdido, me dicen, la cordura
óyeme bien
cuando vas por la calle
todos apuntan con el dedo a tu cabeza ladeada
como si te la quisieran tumbar
solo apretar gatillo y plaf!
la frente se te hunde como una lata de cerveza

no saludes a nadie
no te peines, no brilles tus zapatos
cruza la calle de tu propio brazo
date la mano, ciérrate el cuello
mantente atento

ahí va el loco, dicen

tú pasas bamboleando la cabeza polvorienta
como un santo de madera sacado en procesión
los pies clavados a la tarima carcomida
mirando más allá
no dejes que tu carne florezca
déjate apedrear

has perdido
escucha bien

amárrate fuerte al mástil
átate a la polar
no desgonces ahora los tablones antiguos
no alces los remos de sus pivotes
clava a la estrella tu mejor ojo
mantente fiel
no pestañees sino de hora en hora
duerme tranquilo sobre tus puños
no tengas miedo de recordar
cierra tus dientes cristalcortantes
jaula tu lengua
no tragues más

has perdido la cordura, amigo, ya es ahora
corta la cuerda
súbete al viento
endura tu corazón.

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Borinquen

Piense de mí lo que pensar le plazca
aquel que, de altruista blasonando,
dice que tiene por su patria el mundo,
y son todos los hombres sus hermanos.

Piense de mí lo que pensar le plazca,
mientras yo declaro
que entre todas las tierras conocidas,
es Borinquen la tierra que idolatro…

¡Esta hermosa esmeralda
que engarzó Dios en medio del Océano!

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El Bohío

Al pie de la montaña, junto al río,
que le manda sus cantos en la brisa,
de un platanar en medio, se devisa
el muy humilde y rústico bohío.

Es como el nido del ramaje umbrío
por su estructura débil y pajiza;
la fe, la dulce paz, la sana risa
tienen allí su asiento y poderío

Diome en un tiempo la visión galana
de tres mozas que al pie de la ventana
lucían con sus garbos y primores,

Y en la gloria del sol, que suave ardía,
el mísero casucho se veía
como una cesta rebosando flores.

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El cafetal

En el monte riqueño de la base a la cumbre,
las eurítmicas copas de las guavas se ven,
y debajo de ellas, cual soldados en filas,
los preciosos arbustos del precioso café.

Los arbustos florecen, y las albas corolas
a los ojos simulan del que ve el cafetal,
mariposas enfermas, si en el suelo han caído,
estrellitas de nieve, si en las ramas están.

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La palma real

La palma real es un tesoro
de mucho más valor que el oro.
Sirve a los campos de ornato,
a hombres y brutos dá sustento:
y es de recursos una mina
para la choza campesina.

La palma real es un adorno
en el solar puertorriqueño:
luce la forma de un paraguas
que tiene un mango gigantesco
(columna hermosa y elegante,
obra del Maximo Arquitecto)
con un extremo fijo en tierra
y un verde toldo al otro extremo,
de donde su saludo al dia
dice el pitirre mañanero.

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La tierruca

Es el móvil océano gran espejo
donde luce como adorno sin igual
el terruño borincano, que es reflejo
del perdido paraíso terrenal.

Son de fáciles pendientes sus colinas,
y en sus valles, de ríquisimo verdor,
van cantando bellas fuentes cristalinas
como flautas que bendicen al Creador.

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Las comadres

Doña Paz, doña Luisa, doña Inés, doña Juana
y otras cuantas comadres que hay en la vecindad
van cotidianamente a la misa temprana,
ansiosas de indulgencias para la eternidad.

Pobres sexagenarias y míseras jamonas
que solo han obtenido desdenes del amor.

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Lo que dice la tierruca

Mediaba ya la noche, y en la imponente calma
la voz de la tierruca metióse por mi alma.
¡Oid lo que decía!
¡Porque ella es vuestra madre, lo mismo que es la mía!

“El mar cantó sus ansias, y en un abrazo ardiente
ciñó a la hermosa tierra del Nuevo Continente;
y gloria del Eterno, del mundo maravillos,
de aquel abrazo ardiente surgieron las Antillas.”

“Yo soy una de ellas.

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