La golondrina mansa del recuerdo
se ha posado en mi torre de poeta.
Viene de las difuntas lejanías…
Del lado allá de las aradas sendas…
Del sequedal escueto del olvido…
De ti, La amada de una noche bella…
¡Aquella noche!
La golondrina mansa del recuerdo
se ha posado en mi torre de poeta.
Viene de las difuntas lejanías…
Del lado allá de las aradas sendas…
Del sequedal escueto del olvido…
De ti, La amada de una noche bella…
¡Aquella noche!
Una novia en la playa…
Una vela en el mar…
Los péndulos de hojas,
que cuelgan del cocal,
tararean, ean, ean,
la Oración del Jamás.
Las gaviotas se cimbran
en el vuelo fugaz
con que las lleva al nido
la luz crepuscular.
Cuando salí de collores
fue en una jaquita baya,
por un sendero entre mayas
arropás de cundiamores.
Adiós, malezas y flores
de la barranca del río,
y mis noches del bohío,
y aquella apacible calma,
y los viejos de mi alma,
y los hermanitos míos.
Cuando puedas leer lo que hoy te escribo,
Ya yo estaré muy lejos
Por remotos caminos,
En el último viaje sin regreso…
Para entonces te digo:
Toma a tu hermosa madre de modelo;
Ella es aire y es luz y es melodía,
Y es levedad, ternura y sentimiento.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.
Es la danza negra de Fernando Poo.
El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú.
Tuntún de pasa y grifería
y otros parejeros tuntunes.
Bochinche de ñañiguería
donde sus cálidos betunes
funde la congada bravía.
Con cacareo de maraca
y sordo gruñido de gongo,
el telón isleño destaca
una aristocracia macaca
a base de funche y mondongo.
¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!
Aquel viejo notario que se pasa los días
en su mínima y lenta preocupación de rata;
este alcalde adiposo de grande abdomen vacuo
chapoteando en su vida tal como en una salsa;
aquel comercio lento, igual, de hace diez siglos;
estas cabras que triscan el resol de la plaza;
algún mendigo, algún caballo que atraviesa
tiñoso, gris y flaco, por estas calles anchas;
la fría y atrofiante modorra del domingo
jugando en los casinos con billar y barajas;
todo, todo el rebaño tedioso de estas vidas
en este pueblo viejo donde no ocurre nada,
todo esto se muere, se cae, se desmorona,
a fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas.
Hay en San Juan una cuesta empedrada
por la que circula el viento
de la bahía profunda,
vuelan las risas sobre los espejos
y tallan en las azoteas
huellas nocturnas.
¿Qué nuevo camino se impone
en este laberinto que oculta
un sombrero de plata?
No escribo sin vivir,
por eso cuando escribo
—si es que se forma en verso lo vivido—
verso de vida es
que no lo escribo.
Mas en la esencia fina
que mana de la flor
sobre la espiga
ya no está la raíz
que le dio vida.
A mis padres
en la eternidad
Ciales…
casi cielo
Cuenca de tierramante de luceros
entraña y corazón de Puerto Rico
Corazón de la Patria
nido y vuelo
Desde la austera meseta castellana
esta ocre luz en grises tamizando
velo de oro en la otoñal nostalgia
¡altos los cielos!
Cae del aire la flor
Tan leve amada
de ese trémulo espacio
donde viaja su huella
deslizando
aroma de su imagen
al amor…
Un pedazo de cielo
y una rama…
Nada más
cayó al aire la flor.
Ahora estoy con el árbol
Besador de la brisa
Cazador de los pólenes viajeros
Mano en caricia abierta
de hojas hacia el cielo
desde su mundo exacto
circunscrito al rumor.
Sobre la superficie inmensa
de este mundo
planta
piedra y ceniza
cuán pequeño el espacio del árbol
Y qué alto de ramas
y verdad y poesía
Y de Dios…
Y raíces
dónde acunó en tersura la semilla
y arraigó de la entraña de la tierra
su proyectado mundo de frescura
Si casi cabría el corazón del hombre
con su semilla de trémula esperanza
con la raíz incierta de su pie descalzo
Pero… el hombre
El pobre hombre no es como el árbol
El árbol no conoce el dolor,
de la espera y la duda
Crece sin prisa
hacia la flor y el fruto
A esperar la hermosura.
Es
como un siempre estar contigo
cuando la brisa me toca.
Es
como el imposible olvido
de la espiga a la rosa.
Es
como vivir de nuevo
en la caricia…
…la brisa
…la espiga mecida en la alborada.
A la muerte de Luis Palés Matos
En pedestal de ola
el mar levanta el canto:
… … «¿hacia dónde
tú, si no hay…
… espacio donde puedas contenerte?»
Incansable viajero sin navío
rumbo de ala tendida hacia un país
de imaginaria geografía
donde tan quieto estás… …
———
¿Oyes tu canto bajo la noche sola de los trópicos
desde un sinfín de estrellas y de islas
y playas inasibles de silencio
en la infinita orilla transitando
eco de oleajes de astros de palabras…
¿Dónde toca tu voz?
Si nacieras Mi Niño
aquí en Guaynabo…
Si tu Anuncio trajeran
los cucubanos
Si nacieras Mi Niño
entre las guajanas
¡qué mecida tan suave
flor te acunara!
Si en presagio de aroma
las sicilianas
crecieron todas juntas
donde nacieras
a la vera a la vera
de la quebrada
que se rompe en mil cuarzos
por la mañana
Si nacieras Mi Niño
en Los Ruiseñores
¡qué flautas de rocío
para tus dones!
Un puerquito rubio
estaba muy triste,
echado en la esquina
de un sucio corral.
Estaba muy triste,
y su sueño era
que alguna mañana
le nacieran alas de cristal…
El puerquito rubio
no tuvo la culpa
de que lo dejaran sin poder volar.
Hoy a las dos y treinta de la tarde
el patio de atrás de mi jardín en ruinas
era el paraíso que menciona La Biblia.
No tuve duda dello
al sentir las caricias de la brisa y del sol
sobre mis brazos y espalda.
a mi madre, y a la estatua de mi madre,
a mis tías, y a sus modales exquisitos,
a Marta, así como también María,
porque supo escoger la mejor parte,
a Francesca, la inmortal, porque desde su infierno insiste
en cantarle al amor y a la agonía,
a Catalina, de deslaza sobre el agua
las obscenidades más prístinas de su éxtasis
únicamente cuando silba el hacha,
a Rosario, y a la sombra de Rosario,
a las erinnias y a las furias que entablaron
junto a su cuna el duelo y la porfía,
a todas las que juntas accedieron
a lo que también consentí,
dedico el cumplimiento de estos versos:
porque canto,
porque coso y brillo y limpio y aún me duelen
los huesos musicales de mi alma,
porque lloro y escribo en una copa
el jugo natural de mi experiencia,
me declaro hoy enemiga de ese exánime
golpe de mi mano airada
con que vengo mi desdicha y mi destino,
porque amo,
porque vivo y soy mujer, y no me animo
a amordazar sin compasión a mi conciencia,
porque río y cumplo y plancho entre nosotras
los mínimos dobleces de mi caos,
me declaro hoy a favor del gozo y de la gloria.
Has perdido, me dicen, la cordura
óyeme bien
cuando vas por la calle
todos apuntan con el dedo a tu cabeza ladeada
como si te la quisieran tumbar
solo apretar gatillo y plaf!
la frente se te hunde como una lata de cerveza
no saludes a nadie
no te peines, no brilles tus zapatos
cruza la calle de tu propio brazo
date la mano, ciérrate el cuello
mantente atento
ahí va el loco, dicen
tú pasas bamboleando la cabeza polvorienta
como un santo de madera sacado en procesión
los pies clavados a la tarima carcomida
mirando más allá
no dejes que tu carne florezca
déjate apedrear
has perdido
escucha bien
amárrate fuerte al mástil
átate a la polar
no desgonces ahora los tablones antiguos
no alces los remos de sus pivotes
clava a la estrella tu mejor ojo
mantente fiel
no pestañees sino de hora en hora
duerme tranquilo sobre tus puños
no tengas miedo de recordar
cierra tus dientes cristalcortantes
jaula tu lengua
no tragues más
has perdido la cordura, amigo, ya es ahora
corta la cuerda
súbete al viento
endura tu corazón.
Yo soy el jorobado,
me retuerzo en la sábana nocturna
soñándome atleta.
Y soy el paralítico
en una silla dura y giradora,
la muchacha fea, el pederasta
cuando escupe la sal,
el corredor caído que gime
y se levanta y sobre todo
se siente triunfador del mundo.
Piense de mí lo que pensar le plazca
aquel que, de altruista blasonando,
dice que tiene por su patria el mundo,
y son todos los hombres sus hermanos.
Piense de mí lo que pensar le plazca,
mientras yo declaro
que entre todas las tierras conocidas,
es Borinquen la tierra que idolatro…
¡Esta hermosa esmeralda
que engarzó Dios en medio del Océano!
Al pie de la montaña, junto al río,
que le manda sus cantos en la brisa,
de un platanar en medio, se devisa
el muy humilde y rústico bohío.
Es como el nido del ramaje umbrío
por su estructura débil y pajiza;
la fe, la dulce paz, la sana risa
tienen allí su asiento y poderío
Diome en un tiempo la visión galana
de tres mozas que al pie de la ventana
lucían con sus garbos y primores,
Y en la gloria del sol, que suave ardía,
el mísero casucho se veía
como una cesta rebosando flores.
En el monte riqueño de la base a la cumbre,
las eurítmicas copas de las guavas se ven,
y debajo de ellas, cual soldados en filas,
los preciosos arbustos del precioso café.
Los arbustos florecen, y las albas corolas
a los ojos simulan del que ve el cafetal,
mariposas enfermas, si en el suelo han caído,
estrellitas de nieve, si en las ramas están.
En la montaña, junto al río,
y bajo el techo de un bohío
que el buen labriego de mi padre tejió con yaguas del palmar,
llegué a la vida en esa hora
en que la tierra se colora,
porque recibe apasionada el primer ósculo solar.
Ahora es igual que los otros
el que fue nuestro gran día.
¡Ay! ¡Madre Melancolía!
¡Que ya no somos nosotros!
Tiempos atrás, al acento
del tiple y de la maraca,
saltaba yo de la hamaca
entusiasmado y contento.
Por la vereda angosta que baja de la sierra
y con el calabazo terciado en el cuadril,
poblando viene el aire de rústicas canciones
la jibarita anémica, la jibarita triste,
como una flor escuálida de malogrado abril.
¡Y es bella!
La palma real es un tesoro
de mucho más valor que el oro.
Sirve a los campos de ornato,
a hombres y brutos dá sustento:
y es de recursos una mina
para la choza campesina.
La palma real es un adorno
en el solar puertorriqueño:
luce la forma de un paraguas
que tiene un mango gigantesco
(columna hermosa y elegante,
obra del Maximo Arquitecto)
con un extremo fijo en tierra
y un verde toldo al otro extremo,
de donde su saludo al dia
dice el pitirre mañanero.
Es el móvil océano gran espejo
donde luce como adorno sin igual
el terruño borincano, que es reflejo
del perdido paraíso terrenal.
Son de fáciles pendientes sus colinas,
y en sus valles, de ríquisimo verdor,
van cantando bellas fuentes cristalinas
como flautas que bendicen al Creador.
Doña Paz, doña Luisa, doña Inés, doña Juana
y otras cuantas comadres que hay en la vecindad
van cotidianamente a la misa temprana,
ansiosas de indulgencias para la eternidad.
Pobres sexagenarias y míseras jamonas
que solo han obtenido desdenes del amor.
Mediaba ya la noche, y en la imponente calma
la voz de la tierruca metióse por mi alma.
¡Oid lo que decía!
¡Porque ella es vuestra madre, lo mismo que es la mía!
“El mar cantó sus ansias, y en un abrazo ardiente
ciñó a la hermosa tierra del Nuevo Continente;
y gloria del Eterno, del mundo maravillos,
de aquel abrazo ardiente surgieron las Antillas.”
“Yo soy una de ellas.