rota
en los comienzos
sin tierra
sin nadie que me siga
con la única puerta
atravesada
en la piel
Poemas venezolanos
será inútil mi empeño
habrá noches afiladas
por la ausencia
golpes amargos
sobre las arrugas de mi cama
te hablaré de mentiras
países masacrados por la dulzura
hablaré y hablaré
hasta pedir perdón
aunque no me creas
si el paciente emana de su encierro
sabrá que hay enfermeras de piernas largas
que el verano arreció con las quemaduras limpias
que aún es sensato buscar un trago
y pensar en grotescas ceremonias
si sale
si vuelve
si quiere
habremos de animarlo
caerá del cielo
más silencioso
quizá torpe
relleno de habladurías
ojalá pueda
al menos
contemplar las robustas confusiones
el mundo en llamas
que guardamos para su resurrección
si quedara un hombre
un sólo hombre para después
y la eternidad
corregido en su mínima condición
desechado
si quedara para más nunca
postergado al tropiezo
la triza infinita
si existiera y nos viéramos
y me explicara el secreto que lo mantiene solo
alumbrado y solo
pleno de encierros
si existiera
y pudiera irme lejos
no desear
arrimarme única
sola sin palabras
también los quirófanos son un sermón
en ese paisaje malogrado
que abarca el padecimiento
se entra a ellos
con el mismo cuerpo horizontal que atrinca la muerte
se sale
con los ojos virados
sobre algún amparo
alguna pequeña verdad
que renueva el estremecimiento
el camino
entre la familia y el viscoso recinto
es una medianoche lentísima
un atisbo de terquedad
un lujo que conspira
contra todo empeño
teniéndome cerca
de espaldas a mi nombre
interrumpida tantas veces
por desconocidos
sin misión
con restos de agua en las manos
y esos locos
ese imperio tras de mi
todo termina
por ser prescindible
la violenta fuga
de unas gotas en el baño
la traducción de mis plegarias
el dormitar sereno
en la habitación de cualquier hotel
prescindible
y torpe
a la larga
cuando el oyente
concluye su viaje
y dice ligereza
en vez de hastío
cuando las mudanzas nos cruzan
por casualidad
en el roce bestial
de no pocas ganas
uno termina amando
el fastidio de los cuerpos
se nos llama santas
o putas
el caso es que andamos
por allí
intentando un homenaje
de techos bajos
un descuido
de lo indecible
vigílame
en tu cuerpo abierto
que no haya prisa
ni brazos
desvelados
solo yo
arrimada
seca
Una mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible obsede mi pensamiento. Un pintor septentrional la habría situado en el curso de una escena familiar, para distraerse de su genio melancólico, asediado por figuras macabras.
Yo había llegado a la sala de la fiesta en compañía de amigos turbulentos, resueltos a desvanecer la sombra de mi tedio.
La golondrina conoce el calendario, divide el año por el consejo de una sabiduría innata. Puede prescindir del aviso de la luna variable.
Según la ciencia natural, la belleza de la golondrina es el ordenamiento de su organismo para el vuelo, una proporción entre el medio y el fin, entre el método y el resultado, una idea socrática.
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.
Yo era un hombre cuando cierto día
encontré a mi padre parado en mi vía.
Alto como torre, duro como bloque,
firme como prócer, fuerte como padre.
– Apártate, padre – yo le dije entonces.
– Apártate, padre.
Con el vaso en la mano, mirando las montañas,
le acaricio el lomo a mi perro.
Estas montañas nuestras
del interior,
casi olvidadas de tan familiares,
casi invisibles de tan vistas,
no es seguro siquiera que no sean
enseres en un sueño.
Me gusta acariciarlas siguiendo con los ojos
morosamente
sus líneas abruptas,
mientras en sus dorsos la luz
de modo imperceptible
va del verde al azul
al violeta.
Me gusta acariciarlas con los ojos,
como acaricio
el lomo de mi perro con la mano
libre.
A los grandes muertos,
al linaje glorioso,
a los que ven más allá de la muerte,
ofrendo.
Sitting Bull, águila.
Moctezuma, príncipe.
Netzahualcoyotl, poeta..
Cuauhtemoctzin, tigre.
Caupolicán. Manco Capac,
a los grandes muertos,
a todos ellos
a los que no conozco, a los muertos oscuros
al alma de la raza,
ofrendo.
¡La espuma de tu rostro fugitivo,
bello Torbes, dejástela en mis manos,
y con el vuelo de tus saltos vanos
coronas me tejiste y ramo altivo!
¡Oh, Torbes labrador! Margen furtivo
entre angélicos campos ciudadanos;
dulcífero galán que a los veranos
de dulzura te fuiste, pensativo
Joven Torbes de alzada vestimenta;
voz de poder y magna cornamenta
que muge por los campos su fragancia.
Pregúntale a ese mar donde solía
llorar mi corazón, si por su arena,
con dulce silbo de veloz sirena,
cruzó la virgen que me viera un día
contar los granos de la arena mía.
Y a esa virgen nocturna de serena
vestidura lunar, túrgida y llena,
pregúntale si el mar que la veía
despedirse llorando en mi memoria,
escribió por la arena aquella historia
con su pulso de espuma, triste y suave…
¡Tú también, corazón, ve a la ribera,
y con voz de esa brisa que te oyera,
pregúntaselo al mar, que el mar lo sabe!
Mi cuerpo es el lugar donde momentáneamente
he encontrado asilo. Lo que más temo en este nuevo
estado es que pueda ser víctima de una orden de
desocupación y que entonces no tenga yo
otro cuerpo a donde ir.
A menos que me asignen cupo en un galpón del cielo.
Asuntos de economía metafísica
_¿Qué buscabas en los semblantes
perdidos entre los cuerpos de la multitud?
_A alguien que, porque nunca existió,
no ha desaparecido.
O a alguien que, porque no estaba desaparecido,
Nunca existió
O a nadie.
El poeta está prestado a todo,
incluso a sí mismo.
Prestado en comisión de servicio
A cualquier ramo
del Mi(ni)sterio
de la existencia.
El camino se recorre a sí mismo.
No eres tú el que lo recorre.
Tú te recorres a ti mismo,
así transites de arriba abajo
dejando atrás linderos, cuerpos, orígenes.
No te hagas ilusiones pensando
que partes por regresas
que abres camino.
Cuando la naturaleza respeta tu vida
Y te salva por un tris en el momento
En que estás a punto de perecer
Es porque ya se la habrá arrebatado a otro.
La naturaleza no suelta prendas.
Pero cuando es a ti a quien, en una segunda vuelta,
La arrebata, es porque sabe que
No tienes derecho a réplica.
Si todo está permitido, nada es imprevisible.
Por tanto, no hay secreto, no hay misterio,
No hay enigma, no hay originalidad.
Apenas un catálogo a la mano.
Los dioses de la zona tórrida
llevaban macanas.
Ahora llevamos macanas
pero no somos dioses.
La visita que a la pirámide Tikal iba a efectuar la
comitiva concluye en el desastre aéreo donde todos los pasajeros
de la nave perecen
sin que ninguno de
estos
acertara a divisar desde el aire, momentos antes,
cuando el avión sobrevolaba el aeropuerto de Santa
Elena en un último intento de aterrizar, la famosa
pirámide maya.
Según los griegos, un atleta vale más por lo que pudo hacer después de recibir el premio que por lo que se le reconoce con el premio. De modo que lo mismo da que lo haya recibido o no si siempre tendrá que merecérselo.
Comparen esto con la rebatiña actual.
Yo estoy bastante satisfecho de que
pueda hablarme a mí mismo
y de que, además, pueda ser oído por alguien
que como yo es de mi entera confianza.
Y que me presta tanta tanta atención
como la que yo a mí mismo me presto.
Decía Pessoa que enloquecer es un derecho natural.
Lo que no me parece natural es que el que enloquezca
por derecho propio no llegue a estar consciente
de su locura que pueda uso de tal derecho para
recobrar la razón.
Por eso, debemos estar siempre listos para enloquecer.
Entre los agostadores
los que mantienen abiertos los ojos del cuchillo,
entre los crueles, los monstruos del relámpago,
entre los animales humanos de la guerra,
entre las patas, heridas, llamas, alaridos,
brotando de la sangre, despunta al fin Bolívar.
Más joven que su muerte andante y próxima
tan joven para los años que le esperan
tan lleno de furor puro, de esperanzas,
tocado por el crimen, como todos,
ebrio de un fuego por vencer la muerte
pero también capaz de detenerse
para aspirar la flor gratuita, vana,
para soñar algún sueño en que se mira
con los pies en el lodo, con la frente en la estrella.
Estaba allí, exacto, sin hora,
a toda hora, en el sitio asignado,
existiendo en la existencia pasajera.
¿Dónde está ahora, cuando vencido
el tiempo de tocar corriendo,
deslumbrado por el sol del juego,
acosa el tiempo de escribir su nombre?