Señora, estoy aquí en el sitio
de aquel diván y aquel recuerdo.
Es ya ceniza el fuego extinto,
pero al crepúsculo otro leño
se encenderá para el olvido
y habrá otro amor cerca del fuego.
-Tedio del goce en lo previsto
tras la igualdad de lo diverso-.
¿Cómo quieres que cese la querella
que hace hoy de ti un sueño preterido,
si a mi voz el rencor sella tu oído,
y el orgullo a tu voz el labio sella?
Alárgame tu amor, y hasta la estrella
subiré de tu alma, en un olvido
de todo lo gozado y lo sufrido;
hazte más mía y devendrás más bella.
No sabes tú, doncella que a mi dolor te ofreces,
que mi alma está cercada de horóscopos fatales?
¿No sabes que en mi copa sólo quedan las heces
sacrílegas e impuras del vino de los males?
Si ante la sola angustia de un beso te estremeces,
cómo acoger podría tus dones virginales
aquél que a las virtudes prefirió tantas veces
el goce de los siete pecados capitales?
De un solo beso desteñir provoca
tu boca en corazón recién pintada.
Fruta y flor a la vez; copa colmada
de vino y miel para la sed más loca.
Ella en sus vivos múrices evoca
el símbolo sensual de la granada,
y pienso al verla sonreír, que nada
en el mundo es más rojo que tu boca.
Se evaporó su nombre y ha quedado
su recuerdo en mi ser desvanecido,
como queda un arbusto alzado en nido,
ya sin trino, en el aire, despojado.
¿Cómo era su nombre? ¿En qué ignorado
alfabeto del aire está perdido?
Cuántas veces, amor, por retenerte
puse a tus pies mi juventud rendida.
Y cuántas a pesar de estar herida
te la volví a entregar por no perderte.
Cuántas veces también, altivo y fuerte,
por alcanzar la gracia prometida,
me batí frente a frente con la vida,
o me hallé cara a cara con la muerte.
Este dolor de amor que me fue dado
a cambio del amor que di sin tasa,
para el olvido que al amor traspasa
ya tiene el corazón crucificado.
Esta sangre fluyendo del costado
será el placer de ese otro amor que pasa,
dolor que hiere y júbilo que abrasa:
otro amor a nacer para olvidado.
Hiere más fuerte, amor, hiere más hondo,
que aún en tu dardo está toda mi vida.
Para que goces con tu propia herida,
ni el alma oculto, ni la llaga escondo.
Mira un momento hacia el ayer. Al fondo,
otra -aquella- desángrase vencida.
Este amor que ha llegado entre la niebla,
igual que en otro invierno, sigiloso,
todo un ayer con su presencia puebla.
No turbarán el don de su reposo
crueles palabras ni celosos daños.
Sólo la facha en la oquedad del foso.
Pesa tan poco tu zapato leve,
que finge ser, cuando tu pie reposa,
más que un zapato, un pétalo de rosa
hecho para pisar copos de nieve.
Si ágil orquesta sus compases mueve
y a la danza te entregas jubilosa,
simula el giro de tu planta breve
ir posado sobre una mariposa.
Yo las miré juntándose en un acto
de pío amor, por el amor transidas.
Sutil comparación de nuestras vidas:
la dicha igual y el corazón exacto.
Qué vanidad de nieves en el pacto
de tus manos unánimes, unidas
sin otro espacio entre las dos, floridas,
que el jardín invisible de su tacto.
La misma alcoba de ese amor, es ésta.
Una flor seca y una copa rota.
Soledad del orgullo y voz ignota
del viento intruso, es todo lo que resta.
¿Y dónde, oh viento, el nombre y la floresta
ceceantes al par en tu remota
complicidad?
Te he visto, océano
te he galopado
a lomos de un violín
de madera pulida
de un potro alabeado
del color del cerezo
y eras, océano
un prado
de hierba azul
en movimiento.
Como si fueras
el propio olvido
te he visitado
océano
emperador de las aguas
espejo profundo del cielo
y he visto en tus eternas barbas de espuma
cereales azules y flores del silencio.
Eres la estrofa azul, el poema verde
que mi amor me recita con su sonrisa roja
que me canta mi amor
con alma gigantesca y dedos negros.
Eres el verso azul inacabable
hecho de estrellas y de cielo líquido
sembrado de naranjas y de lunas
donde ata mi amor sus pensamientos.
Inquiero los porqués, los hasta cuándo
los cómo y dónde
y esa pregunta muda que me ahoga
y vive en el silencio.
Y entonces tú contestas
majestuoso
enorme gamo verde
país de agua
donde los soñadores se dan cita.
Muerte pájaro príncipe, un pájaro es un ángel inmaduro.
Y así, hablaré de tus manos que se alejan y de las manos
de lo hermosísimo ardiendo,
pequeño dios con nariz de ciervo, hermano mío, héroes
de alma recortada,
niñas de oro hipodérmico que nunca creen morir,
qué aguda la pupila y el filo de los dedos encendiendo la
muerte mientras un ángel sobrevuela y pasa de largo
con el pico de plata y de ginebra,
labios del mediodía resuelto en ave sobre tus manos que
se alejan y mis manos
y las manos del pequeño ciervo de aire griego salvaje,
hermano mío,
y las manos sin venas de los héroes, de las madonas
amnésicas.
Vi un sembrado celeste
hecho de cristal vivo
parecía una pradera de zafiros
de tréboles azules y violetas .
Debajo de su tierra transparente
latía un resplandor
de prodigiosos peces
de delfines
que ríen
sobre el vano de la ola
un silencio de flores
que en lo secreto bailan.
De los bosques salados
llegan ciervos
que son delfines
brincando en su belleza
como arcos celestes .
Parecen hechos de hojas de olivo
tras una lluvia de luz de luna .
Como potros
como campanas
saltan
brillan
salpican
sueños.
Ay ballestas de plata
sobre los matorrales
de la espuma
que lanzáis como flechas
vuestro cuerpo en el salto.
Ay sabios adivinos
voladores
delicados
délficos
delfines.
Tórtolas de las aguas.
Sobre los blancos matorrales
también vosotros
morís de amor.
Decidme, agua, fuego furioso, nuvia del infierno,
sobre la grande mar redoblan los tambores
del enemigo viento y retumban como campanas
los lingotes de cobre en la sentina.
Decidme, lastre o mercancía, fardos de especias, negros
fueron sacrificados al gran ladrón, fueron por la borda,
sombras raptadas, ropas, animales
y una mujer.
Niña de greyes delicadamente doradas,
niña obsesión de la cigüeña virgen
con mechones de plumas de damasco
que salpicaban muerte,
de la cigüeña loca con alones
de estricnina dorada
que viajaba dejándote un corpóreo perfume,
un pulcro olor a lilas, ya dorados y rudos sueños.
Qué señor de las noches, qué guerreros, qué ausentes,
qué silencio crecido en un secreto como las ramas y
las catedrales
cuando la música de marzo tiene la verdad a sus pies.
Qué estaciones donde nada hay y ningún mensajero recuerda
aquella música lejana, aquellos ojos que brillan en la
oscuridad
como dos animales vivos.
Sangro de veras sangro luz que se escapa y es en mí donde las
cabalgaduras se reúnen para arrancar con orlados cascos ancas
de piedra atesorada la asesina vegetación del tomillo y las llamas
de mayo. También arrastro mi sueño como un vestido manchado
sucio y celeste originado por el ángel que divulga la sangre la sed
arrastro mi sueño emerjo bajo un mediodía inmoderado arrastrando
y dejando ángulos letras que penden de los cielos de la sangre la sed.
Sombra y rito de amor:
di tú ángel visible
cuya existencia se fragua en la insumisión
a la palabra y a su asilo
di tú ángel adelgazado por el silencio,
esbeltísimo en lo callado,
con el costado intacto antiguo en guerras
di tú la palabra que leo en el minuto que dura mi corazón.
Limpio y claro como una gota de agua
como una lágrima
tu amor
como una gota de agua transparente
como una lágrima
es transparente
limpio y claro
como una lágrima
tu amor
y como un beso.
Te veo en una profundidad quieta y clara y tus ojos amantes
me acompañan de cerca. Bien puedes romper todas mis
remilgadas opiniones llenas de chismes, enredos y vicios:
entre tú y yo no hay ninguno.
Tú eras columna de Babilonia o casi,
capítulo del beso de Babel cuando eras mano
labios dedos torres
historia alta de ti,
el libro de la voz deshojándose con paso de
danza,
y la colonia que se despierta y escribe estrofas
verdes,
y el viento escabel para tus pies
en la luna bermeja del salón.
De este modo se forma agreste y larga como agua sin riqueza,
como un animal que no aguarda,
el vuelo, la grandeza, los belfos con fiebre, las alas malheridas,
como un animal impensado, el perfil vuelto hacia los vientos y
los peligros.
Cierra tus puertas, muerte de los sueños,
fueras el hombre que en turbión de centeno
y hierba seca sobre el mar amarillo
cae cuando se desbocan los caballos
y despierta la cólera del padre.
Aquí y allá caía sobre el mar
sin perder su sonrisa torcida,
anunciaba sus derechos escudo en alto,
y en la sombra que legisla la usura y los muertos
encendió para ti su elocuencia.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
C. Pavese
Vendrá sin las estrellas lácteas
y sin tiranosaurios de luz,
maroma umbilical para niños marítimos
que se ahorcaron con algas y cabellos oceánicos
huyendo en hipocampos de sueño de aquel parto, en la
columna vertical mayor,
entre jarcias y vértebras.
Ya no es idioma degollado desavenencia de sinfonías música
del prodigio de un dios captado. Ya no es.
Ahora todo te vence te olvida con unción.
Por ti el vino ulcerado yace por ti yace muy frío el vino de la infancia
y su pasión despierta, sombra en sus juicios en su instinto
que se desmaya sus perfumes.
Yo sola oscura por azoteas con alas amontonadas por la quietud y por la
muerte agrandadas y por cantos diciéndote ay condúceme con mi corazón
desconocido a la puerta de las tiendas todas donde venden altísimas
gravitaciones ángeles infinitamente confusos que acuden en compases de trenes
y se albergan en grises estuarios ay condúceme ahora cuando mi fortaleza martiriza
derramándose cuando excesivamente levanta armas de nada y se precipita sobre nada
como una certeza y una antífona de la eliminación.
Los muertos odian el número dos.
F. García Lorca
Yo te di huesos de palomas rojas
de palomas que alientan dentro de los rasguños
desdeñoso licor de herida
pequeño peldaño de muerte
Atrapé las palomas que habitaban en la sangre alterada
de los niños perversos
robé vuelos morados
vuelos de adelfa y alarido
vuelos de arteria y arañazo
espejos
fiestas
del jacintos del sur
Yo te di huesos de palomas muy pequeñas
astrolabios de tierno esqueleto
guías luciérnagas y otras luces nerviosas
para que oyeras cómo el fósforo declama los viejos versos
del número par
para anclarte a mi noche
para anclarte a mi noche con la cal delicada
Yo te di huesos
anclas pequeñitas
para que te encallaras en la sal de las puertas
y dije las palabras que así existen
filtros de Melibea
brujas líquidas
o la voz fuerte de Rilke el poeta:
retenle
sí, retenle.
Y casi espíritu de fuego, casi la empuñadura de una idea del fuego
aire de pájaro o espada, pero espía,
en tu interior hay ciervos y prodigios,
acaso un charco de oro.
Desde que en lechos de zafir reposas,
y que por sendas de cristal caminas
derramando tus urnas cristalinas
en favor de las playas arenosas,
y desde que con fuerzas caudalosas
a conquistar el mar te determinas,
bañando tus corrientes peregrinas
de Ulisipio las márgenes famosas;
mientras, depuesta la arrogancia, hiciste
espejo sosegado el agua pura,
que a tantas hermosuras ofreciste,
en cuantas viste, oh Tajo, por ventura
en tantos años de camino, ¿viste
igual a la de Silvia otra hermosura?
Al clavel de tu boca, o Clori hermosa,
corre precipitada
el alma de tu boca enamorada;
llega, abrásase, y luego
lo que piensa el clavel, conoce el fuego,
y en tanto bien dudosa,
abeja vuela, y muere mariposa.
Bien parece tu voz sonora y pura,
por bocas de claveles despedida,
corriente, que del Cielo procedida,
se desata en armónica dulzura.
Ondas de voz y rayos de hermosura,
dulcísimos peligros de la vida,
dos glorias son, adonde dividida
la noticia del Cielo se asegura.
Si igual la voz al sentimiento fuera,
como mi sentimiento a tu hermosura,
de los agravios de la edad, segura
mi pena, oh Silvia, y tu beldad viniera.
Dichosa envidia a las edades diera
en tu merecimiento, mi ventura,
y absorto el mundo, de tu lumbre pura
en mis incendios, los efectos viera,
que si tanto debiera a mi cuidado,
yo dejara en mis versos construido
un templo a tus grandezas dedicado,
donde, en común ofensa del olvido,
yo quedase en tu nombre eternizado,
tú venerada, Amor obedecido.
Siembra de aquellas flores, que al tocado
tu mano trasladó desde tu seno,
las verdes faldas deste prado ameno,
que sale Silvia -blanca Aurora- al prado.
Tú, depuesto el ardor, oh sol dorado,
falto de ardores, y de luces lleno,
el campo dora de esplendor sereno,
luminoso esta vez y no abrasado.
Ahora vivo más cerca del sol, los amigos
no saben el camino: es bueno
ser así de nadie
en las altas ramas, hermano
del canto exento de algún ave
de paso, reflejo de un reflejo,
contemporáneo
de cualquier mirada desprevenida,
solamente este ir y venir con las mareas,
ardor hecho de olvido,
polvo dulce a la flor de la espuma,
eso apenas.
Haz una llave, aunque sea pequeña,
entra en la casa.
Consiente en la dulzura, ten piedad
de la materia de los sueños y de las aves.
Invoca el fuego, la claridad, la música
de los flancos.
No digas piedra, di ventana.
Estoy amándote como el frío
corta los labios.
Arrancando la raíz
a lo más diminuto de tus ríos.
Inundándote de dagas
de saliva esperma lumbre.
Estoy rodeado de agujas
tu boca más vulnerable.
Marcando en tus costados
el itinerario de la espuma.
Es un lugar al sur, un lugar donde
la cal
amotinada desafia el mirar.
Donde viviste. Donde a veces en sueños
vives aún. El nombre empapado de agua
te escurre de la boca.
Por caminos de cabras descendías
a la playa, el mar batía
en aquellas piedras, en estas sílabas.
La lluvia cae en el polvo igual que en el poema
de Li Po. En el sur
los días tienen ojos grandes
y redondos; en el sur el trigo ondula,
sus crines danzan en el viento,
son la bandera
descamisada de mi embarcación;
en el sur la tierra huele a lino blanco,
a pan en la mesa,
el fulvo ardor de luz invade el agua,
cayendo sobre el polvo, leve, encendida.
Él amaba la pulsación de las sílabas,
algunos acentos. cuarta, octava, décima.
Buscaba en ella lo que no sabía,
lo que nunca supo, o sospechara:
un sentido, la señal de la gracia, el frágil
hilo que condujese a la vida,
tan acá del deseo de vivirla.
Las cigüeñas.
Me traen el atrio,
dos casas, o tres, si fueran blancas,
la torre donde se posaban
lentas. tenía yo entonces
la edad de las moras,
el sol sobre la boca sofocaba.
¿te acuerdas? , o el peso de otra boca.
Reclinas la cara en la melancolía y ni siquiera
oyes el ruiseñor. ¿O es la totovía?
Soportas mal el aire, dividido
entre la fidelidad que debes
a la tierra de tu madre y al casi blanco
azul donde el ave se pierde.
Un amigo es a veces el desierto,
otras el agua.
Despréndete del ínfimo rumor
de agosto; no siempre
un cuerpo es el lugar de la furtiva
luz desnuda, de cargados
limoneros de pájaros
y el verano en el pelo;
en el follaje oscuro del sueño
es donde brilla
la piel mojada,
la floración difícil de la lengua.
De su ventana, tras el verde herraje,
entre flores de invierno prisionera,
una mujer, humana primavera,
teje, soñando, delicado encaje.
Sus manos, palomitas sin plumaje,
hacen labor paciente y duradera,
y su alma, mariposa volandera,
libre va de un paraje a otro paraje.
Fuimos… entre espigas y olivares:
el uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares
Después… libros, y novias y billares
¡memorias que ilumina la distancia!
luego… una juventud cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.