Tú y yo

Tú y yo, los dos, bajo la luz del día,
bajo la luz que dura en lo inocente,
¡Oh, sí, los dos, bajo la luz riente
queremos ser! Queremos… Yo querría.

Contra la sombra o la melancolía,
contra las injusticias del presente,
quién te tuviera siempre, siempre… ¡Tente
amor pequeño, campo de alegría!

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Vale la pena

Vale la pena, vale la condena
contemplar en la tarde que se inclina
a poniente la paz de esta colina,
dulce en la hora de la luz serena.

Vale la pena contemplar tu pena,
aunque me duele como aguda espina,
vale la pena noche que avecina
su rostro duro y su tenaz cadena.

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Verdad, mentira

Con tu verdad, con tu mentira a solas,
con tu increíble realidad vivida,
tu inventada razón, tu consumida
fe inagotable, en luz que tú enarbolas;

con la tristeza en que tal vez te enrolas
hacia una rada nunca apetecida,
con la enorme esperanza destruida,
reconstruida como el mar sus olas;

con tu sueño de amor que nunca se hace
tan verdadero como el mar suspira,
con tu cargado corazón que nace,

muere y renace, asciende y muere, mira
la realidad, inmensa, porque ahí yace
la verdad toda y toda tu mentira.

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Y yo te quise más

Yo iba contigo. Tú, con tristes ojos
parecías la tarde en la mañana.
Mi amor, al verte triste, atardecía.
Atardecía, pero alboreaba.

Pues yo te quise más. Para alegrarte,
la luz del mundo celebré más ancha.
Y mi alma entonces exhaló el perfume
agreste y fresco que madruga y canta.

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Primavera

Encender una vela
Con otra vela;
Una noche de primavera.

* * *

El halo de la luna, –
¿No es el aroma del ciruelo
Elevándose al cielo?

* * *

Acercando el brasero
A los pies,
Parece tan lejos del corazón.

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Verano

Puedes ver la brisa de la mañana
Soplando en los pelos
De la oruga.

* * *

Con la brisa de la tarde,
El agua lame
Las patas de la garza real.

* * *

Un repentino chaparrón de verano;
Los gorriones de la aldea
Se agarran a las hierbas.

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Otoño

El principio del otoño;
¿Qué es lo que el adivino
Mira con tanta sorpresa?

* * *

Sorprendida
Por la pobreza,
Esta mañana de otoño.

* * *

Alguien llegó,
y visitó a alguien;
Una noche de otoño.

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Invierno

La luna del invierno:
Un templo sin puerta,
¡Qué alto está el cielo!

* * *

En el claro de luna helado,
Pequeñas piedras
Crujen bajo los pies.

* * *

Zorras jugando
Entre los narcisos;
Una brillante noche de luna.

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Como un deseo

Como un deseo,
y nadie sabe si será de silencio
o de perfume.
Como un impulso,
y nadie sabe si lo proporcionan las hormigas,
las nubes de la noche, las yeguas locas.
Como un enigma,
y nadie sabe si le corresponde a Dios,
al hombre , al polvo,
resolverlo.

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Diálogo amoroso

Dije: «¿Su nombre?»
Y ella:
«Como más le guste.»
Dije: «¿Elegimos Carole?»
Y ella:
«Por el momento, acepto.»
Dije: «¿Está usted sola?»
Y ella:
«No, estoy con usted.»
Dije: «¿ Y si hacemos el amor?»
Y ella:
«Su deseo tiene todos los derechos.»
Dije: «¿Qué clase de hombres le gustan?»
Y ella:
«Croupiers, industriales, profesores de natación.»
Dije: «¿Sus preferencias?»
Y ella:
«Los hombres tristes, pero no demasiado.»
Dije: «¿Vamos a comer?»
Y ella:
«Las ostras son un buen preludio.»
Dije: «¿Lee usted libros?»
y ella:
«Sartre, Camus y Thomas Mann.»
Dije: «Tiene usted unos pechos muy bonitos.»
Y ella:
«Sí, a mí también me gustan.»
Dije: «Es usted prácticamente divina.»
Y ella:
«Tiene usted razón.»
Dije: «¿Qué le gusta que le regalen?»
Y ella:
«A lo mejor esto es gratis.»
Hicimos el amor
el lunes, el martes, el domingo
y el lunes siguiente.

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Dice Dios

Dice Dios:

«Era un asunto urgente; me pregunté
para qué servían mis criaturas
más extrañas:
el dragón, el ángel, el unicornio.
Convoqué a aquellos en los que creía,
reales, poderosos, incontestables;
el baobab, el caballo de labor, la montaña acodada en el mar.

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Fechorías del verbo

Tengo el recuerdo
de un recuerdo
donde todo era rostro de rocío
sol íntimo entre los dedos
río puesto de rodillas
para recibir una caricia
tengo el recuerdo
de un recuerdo
donde eras precisa y pura
y ahora es el poema
quien te invita al suicidio
porque según respiro
te invento y te invento y te invento
y nos pierdes a los dos
por reinventarte.

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Futuro

Serás puro:
tres vestidos,
una escudilla para recoger la limosna.
Serás bueno:
la mejilla,
luego la otra mejilla para que te abofeteen.
Serás fuerte:
tu vida,
luego la otra vida en la que te transformarás en dios.

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Interrogación

¿Y con quién os pensáis que conversa una rosa?
¿Hacia quién creéis que va un perro solitario?
¿Habéis visto que alguno dé consuelo a una piedra
que llora? El cielo azul, asentado en sus vértigos,

¿os creéis que soporta un silencio tan frío?

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Los dioses desconfiados

«No, no», decían los dioses,
«si ha de haber un ojo,
que pertenezca a la montaña.»
«No, no», decían los dioses,
«si ha de haber una risa,
ofrezcámosela al océano para que se anime.
¡La palabra para el pavo,
para el cactus, para el arroyo!

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¡Oh acuérdate de ti!

¡Oh, acuérdate de ti!
En un jardín cogías algunas fábulas.
Unas personas muy justas
Hablaban del mundo y de su caída.
Tú te decías: «¿Tiene usted un sobrenombre?»,
Y te contestabas: «Me llamo
Joya ahogada, fruta que se niega a abrirse,
Infanta sin castillo».

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Vacilación

Preséntame a la desconocida
que tú te vuelves al momento
en que el poema se insinúa
como un insecto entre tus dedos,
y, al repartirte con los lobos,
vuelve golondrinas tus senos.
¿Eres mía, mujer rebelde,
que transformada en piedra veo?

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Capítulo

…Era este tu cuerpo, el cual yo viendo,
tan grande era mi miedo y mi deseo
que moría entre yelo y fuego ardiendo.

Pues ya de tu alma si escribir deseo,
tanto he de andar por lo alto rodeando
que habrá de ser perderme en el rodeo.

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Dulce soñar

Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme.

Dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme.

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El ruiseñor que pierde sus hijuelos

Cual suele el ruiseñor entre las sombras
de las ahojas del olmo o de la haya
la pérdida llorar de sus hijuelos,
a los cuales sin plumas aleando
el duro labrador tomó del nido;
llora la triste pajarilla entonces
la noche entera sin descanso alguno,
y desde allí, do está puesta en su ramo,
renovando su llanto dolorido,
de sus querellas hincha todo el campo.

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En la huerta nasce la rosa

En la huerta nasce la rosa:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Por las riberas del río
limones coge la virgo:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Limones cogía la virgo
para dar al su amigo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

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