El sueño del poeta

A la memoria del poeta Sankitshi Togue
víctima del bombardeo de Hiroshima.

(Abarcando con la mirada las montañas de Japón,
el poeta habla consigo mismo.)

Estas montañas son de sílex,
sus frentes desafían
por millones de años, terremotos,
áspera tiara indiferente
que despedaza las nubes.

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El sueño de un viejo pescador

Oh, los huesos… las piernas… y las manos
y los ojos…
y el sueño mismo…
dolores, nada más que dolores.
Engañador… te conozco.
dame peces nunca atrapados…
También soy un niño,
una criatura,
acunado tan sólo
por las olas,
por las olas burlonas…

Una barca soy,
de huesos…
resbalan junto a mí los peces
y me tocan
y resueno
con todas mis flautas blancas ­
una canción,
una canción de dolor y de vida.

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Encuentro con Hiroshima

a Kaoru Yasui

Tierra, tierra muda.
Muda,
con la piel quemada, con el cuerpo desnudo,
perdón, Hiroshima …
Perdón por cada paso
que golpea una herida, abre una cicatriz…
Perdón por cada mirada,
que -aún acariciando- duele…
Perdón por cada palabra
que enturbia el aire donde buscas
a los niños,
los pueblos de criaturas perdidos para siempre.

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La voz de la ceniza

No sé quién soy; todo se ha transformado
en mí. No sé quién soy y, sin embargo, existo.
Leve soy y pesada como una maldición,
y piedra soy y vida inacabada.

No juguéis conmigo, asesinos.
me escurro entre los dedos, estoy viva,
arrojadme al océano, es en vano:
en vuestra copa anido y soy lejía.

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La voz de una mujer

Devolvedme mi niño
-nada quiero saber-
aunque tenga
la cara
de un monstruo,
no importa cómo sea,
devolvedme mi niño
no importa cómo,
y si no puede ser para toda la vida
(para esta vida miserable
y tan breve, aún si tuviera un siglo)
al menos por un día.,
un día sólo,
hasta el preciso instante
en que venga hacia mí,
como él venía,
ciegamente, los brazos extendidos,
con los pétalos pálidos de sus dedos.

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Las voces de los pájaros de Hiroshima

-¿Dónde, dónde están?
-¿Quiénes?
-¿Dónde, dónde están?
-¿Quiénes? ¿Quiénes?
-¿Dónde están?
-¿Quiénes? ¿ Quiénes?
-Los hombres…
-No sé. Mira, copos de ceniza…
Han volado todos…
-¿Adónde, adónde?
-No sé. Construyamos el nido.
-¿Dónde,
dónde,
dónde,
dónde,
dónde?…

Versión de Manuel Serrano Pérez

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Los sueños de la ciudad

Sueña en este instante la ciudad
sueños
nacidos del Dolor o
de la Alegría,
pues uno y
otra sueñan…

Serena,
la Alegría quisiera engendrar criaturas
que se le parezcan,
en tanto que el Dolor,
desfigurado por tantos suplicios,
quiere que nazcan
criaturas más bellas que su amargo rostro…

Versión de Manuel Serrano Pérez

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Metamorfosis

Pude haber sido un árbol, bajo el cual
tú te habrías recostado cuando yo no te conocía,
habría hecho oscilar dulcemente una de mis ramas, casi al azar,
para besar tus ojos.

Habría sido quizás una hoja blanca,
sobre la cual te hubieses inclinado pensando en silencio
y yo habría besado, mientras tú dibujabas,
el mármol
de tu mano desnuda.

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Una voz

¡Dejádme llorar, que ha muerto la Esperanza…
asesinada en pleno día, ahora…!
¡Traédme de las sombras el vestido más triste
y cubrid mi semblante con un inmenso velo de humo!

Quiso arropar a los pequeños. ¡Védla: desnuda, silenciosa,
asesinada ante nosotros bajo yertas ruinas…!

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Bruja

Habitada por el viento
que en recinto cerrado
se pone a mecer tus cabellos,
nocturnas voces musitan
lapidarios dialectos
por el fluir de tus ojos.
Brilla y parece desvanecerse
el calor de tu piel
cuando platicamos de brujas
y un relámpago enciende
la punta de tu lengua.

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El mar

Caracoleando su rumor milenario,
imponente emerge el mar
por entre oscuras rocas
que bordean la costa y me rodean
las mujeres de mi vida.
Sus cuerpos se encrespan,
estallan aquí cerca, a mi lado,
y en la distancia muere el atardecer.

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Escritura

Afuera llueve
Tu mano escribe a mi lado un poema
Veo caer la lluvia
Los trazos emiten un sentido
En los charcos de la calle flotan palabras
Una lenta humedad de signos nos ciñe al respirar
Estoy empapado de ti cuando te leo
Somos ya una misma esencia
atrapada entre agua y escritura.

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Extravíos

I
Como pechos violentos desbocados
hacia manos disponibles, temblorosas;
hacia labios cuyo asedio ya no es necesario.

Como risas desatadas por las noches
cuando llueve y corriendo por las calles
destilamos efímera alegría.

Como flores contráctiles extrañas
halladas de repente
donde uno menos las espera
-¿en el fondo de un sueño?-
y su presencia nos seduce
aún al despertar.

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Resquicios y rescoldos

Hay resquicios como encendidos rescoldos
y rescoldos que son presencias sinuosas
que cotidianamente nos habitan.

Viven en nosotros alimentándose de sí mismos,
de lo que fuimos, de lo que alguna vez
volveremos a ser, bueno o malo.

Sólo somos sus impávidos anfitriones,
incubadoras, matrices donde a veces van creciendo
y cuando en los resquicios los rescoldos
se inflaman, se ponen al vivo rojo,

en los rescoldos los resquicios se destemplan, se exacerban,
pueden salirse de madre.

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Sólo el amor

Para Leland H. Chambers

La angustia es siempre
indocumentada ave
que se aposenta
mirando ansioso a todas partes.
Sólo al mirarse de frente
en el trémulo pozo del alma
hasta embarrarse de luz
la médula del ser
brota un largo beso de sombras
permeado de ígneas ráfagas
que son alas de una gran emoción.

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Sonrisa

A Tatiana, mi primera hija

El día es gris
y están frías mis manos
cuando a través de la ventana
veo agitarse los rosales
en el jardín
azotado por el viento.
Empieza a llover
como un lento aprendizaje
de la naturaleza
hasta que la oscuridad
que ha ido creciendo
entra en mi ánimo.

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Vuelo

Se abre, meandro de esplendor;
palpitante, desde su centro me incita,
me ruega, no tardes tanto, ven…
Fuego terso, ríos de lava dulce,
algodón, filamentos desprendiéndose,
blando espacio que desaloja su vacío,
su creciente plenitud,
noche tornándose soleado deleite crepuscular,
complacida expectación,
apaciguada brasa.

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De «Poemas de amor»

Poemas de amor

1. Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o demonio
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro y en mi afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico y el
inmotivadamente alegre,
ese otro,
también te ama.

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Libro de las mutaciones, 7

Un silencio vestido de fango,
el tartamudeo abatido del agua que gotea, el graznido del amor fugaz
con una puta, hace dos años en septiembre; el hastío, esa lenta langosta
que me niega el olvido; la sombra de la casa en la memoria, la mañana,
un sueño que se agota, el árbol casi seco, el ruido de una llama.

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Poema

Se siente tu claridad
hasta en los ojos cerrados,
-presencia que no se ve-
acariciando los párpados.
Salinas

Aquí estoy acompañado de testigos tuyos
de pequeños hermosos testigos tuyos
acompañado un poco digo de tu ausencia
Es como tenerte en sueños
cada cosa tiene la forma exacta de tu distancia
mi mirada que te mira en sueños
en fin es como tenerte sin tenerte y teniéndote
en todo lo que oigo en todo lo que miro soñando o sueño mirando me confundo
cuando veo lo feliz que puedo estar contigo aunque tú no estés
y me hayas enviado tu ausencia a habitar en mis testigos tuyos
en mis pequeños hermosos testigos tuyos
De repente todo es tu voz que dice algo que dijiste hace días
y tu voz es la forma de tu ausencia tu voz
eres tú cuando te oigo en el sueño en que vivo ahora
que me envías tu ausencia a conversar
me pregunto a veces no en este instante que solo interrogo
a los testigos a los pequeños testigos tuyos
a veces me pregunto si con tu ausencia me envías noticias tuyas
que me llegan con retraso
pero no me importa porque ahora te siento tan nosotros
me siento tan tu cómplice
te siento tan mi cómplice
que soy el sueño que sueñan tus testigos cuando duermo y sueño que ellos duermen.

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Venganza

Ahora tú, vuelta poema,
encasillada en versos que te nombran,
la hermosa, la innombrable, luminosa,
ahora tú, vuelta poema,
tu cuerpo, resplandor,
escarcha, desecho de palabra,
poema apenas tu cuerpo
prisionero en el poema,
vuelto versos que se leen en la sala,
tu cuerpo que es pasado
y es este poema
esta pobre venganza.

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Aeternum vale

Un dios misterioso y extraño visita la selva.
Es un dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Cuando la hija de Thor espoleaba su negro caballo,
le vio erguirse, de pronto, a la sombra de un añoso fresno.
Y sintió que se helaba su sangre
ante el dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

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Amor de otoño

(fragmento)

¡Un sol de otoño, señora mía
Un sol de otoño que envidiaría
la primavera del Mediodía.

También los valles visten de fiesta
cuando sus rayos doran la cresta
de la cercana colina enhiesta;

cuando se esparcen por la campiña,
sobre las ramas en donde apiña
su ardiente fruto la fresca viña;

cuando en las frondas el viento ruge,
gime y jadea, y al rudo empuje
la frágil rama vacila y cruje.

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El alba

Las auroras pálidas,
que nacen entre penumbras misteriosas,
y enredados en las orlas de sus mantos
llevan jirones de sombra,
iluminan las montañas,
las crestas de las montañas rojas;
bañan las torres erguidas,
que saludan su aparición silenciosa,
con la voz de sus campanas
soñolienta y ronca;
ríen en las calles
dormidas de la ciudad populosa,
y se esparcen en los campos
donde el invierno respeta las amarillentas hojas.

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El himno

Bebe ¡oh Dios! Entre los bosques, al través de la espesura,
los feroces jabalíes han huido,
y en la mitad de su carrera puso término a su insólita pavura
rayo ardiente y luminoso, de mi aljaba desprendido.

Bebe ¡oh Dios!

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Entre la fronda

Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura,
nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa
y sobre rosa y nieve su cabellera oscura.

No altera una sonrisa su majestad de diosa,
ni la mancha el deseo con su mirada impura;
en el lago profundo de sus ojos reposa
su espíritu que aguarda la dicha y la amargura.

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Eros

Lluvia de azahares
sobre un rostro níveo.
Lluvia de azahares
frescos de rocío,
que dicen historias
de amores y nidos.
Lluvia de azahares
sobre un blanco lirio
y un alma que tiene
candidez de armiño.

Con alegres risas
Eros ha traído
una cesta llena
de rosas y mirtos,
y las dulces Gracias
-amoroso símbolo-
lluvia de azahares
para un blanco lirio.

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Las hadas

Con sus rubias cabelleras luminosas,
en la sombra se aproximan. Son las Hadas.
A su paso los abetos de la selva,
como ofrenda tienden las crujientes ramas.

Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.

Bajo un árbol, en la orilla del pantano,
yace el cuerpo de la virgen.

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Los antepasados

II
Bajo la luminosa, nocturna estela
y entre la polvareda de los caminos,
en busca de Santiago de Compostela
pasan, cantando salmos, los peregrinos.

Mientras en la penumbra de la mezquita,
donde con sus muezines rezaba el moro,
junto al abad severo que ora y medita,
los frailes soñolientos rezan en coro.

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Paloma imaginaria

Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuela sobre la roca solitaria
que baña el mar glacial de los dolores;
haya, a tu peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta roca solitaria…

Vuela sobre la roca solitaria
peregrina paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve…

Como un copo de nieve; ala divina,
copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria…

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Rosa ideal

Eres la rosa ideal
que fue la princesa-rosa,
en la querella amorosa
de un menestral provenzal.

Si tú sus trovas quisieras,
llegarían, como un ruego,
los serventesios de fuego
en armoniosas hogueras.

Darías al vencedor
los simbólicos trofeos,
en los galantes torneos
de la ciencia del amor.

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«El libro de las preguntas»

Introducción

El libro de las preguntas es el libro de la memoria.
A los obsesivos interrogantes sobre la vida, la palabra, la libertad, la elección, la muerte, responden rabinos imaginarios
cuya voz es la mía.
Las respuestas que da esta obra, dos amantes perdidos vendrán a leerlas; por mi parte, he intentado, al margen de la tradición
y a través de los vocablos, recobrar los caminos de mis fuentes.

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DE «EL REGRESO AL LIBRO»

Dedicatoria 3

Allí donde la hierba aspira sólo a permanecer verde y el sílex a sentar testimonio de la separación del agua y de la arena,
el vínculo se vuelve libro y el libro universo.
El regreso al libro es la última parte de una obra que prosigue su camino en profundidad.

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Confidencial

Ahora que ya se está muriendo poco
quedan tan pocas cosas por hacer
que no le importan lentitud demoras
no le importan.
Ya no le importan,
por acabar de hacer
como por no,
tan pocas cosas.
Y es que además se está -dicen-
muriendo poco a poco
porque leyó de Byron una cita
que presidía los poemas póstumos
de Jaime Gil de Biedma.

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Codicilo para un duelo

Las flores cuyos nombres olvidamos,
esta conversación que mantenemos
y el silencio por el que discurrimos
son la ilusión del tiempo que sumamos,
la anamnesia de a qué pertenecemos
y el ser que, si presente, inadvertimos.
Somos el eco en curso hacia la ausencia
de imágenes con alma, la conciencia
de una vida que apenas intuimos.

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«Cuando tú te hayas ido…»

Y yo me iré…
J.R.Jiménez

Cuando te vayas, ni te llorarán
-es ley de vida,
o fue, dirá un colega-,
pensando como siempre en los demás.
Los bosques que ayer fueron
desaparecerán,
pero muy lentamente,
y lentamente seguirá el olvido
de las pautas aladas de febrero
frente al surco abolido de los campos.

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El ausente

Contempló distraído las sonrisas
en la mirada de los complacientes
y expresó su secreto en las corrientes
alternas del discurso que revisas.
No desoyó el consejo ni las prisas
que impone el acotado continente
a sísifo ascendiendo la pendiente
de las ejecuciones más precisas.

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