Nochevieja

Miras arder lo que ha quedado
en pie del último sendero:
la luna llena de otro enero
sobre la piel de tu pasado,

un mar que olvidas y ha olvidado
en su esplendor tu verdadero
rostro, la luz que fue primero
verbo y temblor en tu costado

y que hoy dejas partir a solas,
detrás del fuego.

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Nox

Algo como un rumor que se despide
tiembla sobre el jardín, lleva las hojas
por la sombra del valle, nubes rojas
y pájaros arriba. Nada impide

su vuelo hacia el crepúsculo. Y el viento
trae junto a las súbitas estrellas
un polen de bondad, desiertas huellas
del mar en rotación, el crecimiento

de la tarde.

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Polaroid

para Eugenio Montejo

Son siete contra el muro, de pie, y uno sentado.
Apenas si conservan los rasgos desleídos
por los años. Las caras resisten su desgaste,
aunque ya no posean los nítidos colores
que ayer las distinguieron. Entre libros y copas,
las miradas sonrientes, las manos enlazadas
celebrando la vida de plata y gelatina
se borran en el sepia de su joven promesa.

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Viernes 5 de abril, 1:45

La muchacha del cuadro
mira a la visitante
del museo. Son jóvenes
las dos de frente, y bellas
mirándose a los ojos
a través de los siglos
que urdieron el encuentro.
La muchacha de afuera
sonríe al contemplarla
como a una antigua amiga,
a un tiempo eterna y breve;
da unos pasos atrás,
murmura algo en latín
y busca en el bolsillo
el bulto que advirtió
inquieto un policía
al verla entrar.

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Xochiquetzal

(Homenaje a Chuang Tzu)

Anoche te soñé. Llevabas una
gabardina de piel, y abajo nada.
Era otoño y estabas empapada
de lluvia; caminabas en alguna

estación de Madrid hacia ninguna
parte. Detenías tus pasos, cada
tanto, para sentir azafranada
tu piel resplandecer ante la luna

de un espejo invisible donde había
un hombre que soñaba una mujer,
y una mujer semidesnuda, hermosa,

mojada en el orvallo.

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El grito

Un grito,
un grito,
un grito

más duro que el dentado
cuerno curvado
del dorado escarabajo
mimetizado entre las cañas de oro;
más invasor que el espino
en los jardines de los abuelos
intestados;
más veloz que el arpón del asesino
que vuela sobre las aguas
y se clava en ellas
mudándolas en paño de menstruas;
más hambriento que el graznar
de las gaviotas rabiosas
sobre las aguas horras de peces;
más sordo que el sollozo
de la mujer pobre
ante la alcancía vacía;
más impaciente que el orín
sobre la cuchilla homicida;
más lancinante que el gemido
del niño asaltado en su sueño
por las altas, negras fantasmas
de su propio futuro;
más fatídico que el estridor
de las llantas
repentinamente frenadas
sobre el pavimento de cemento
y sobre un cuerpo ya muerto;
más lúgubre, ¡ay!, más lúgubre
que el aullido del perro
cuando pasa la sombra
que nadie ve:
ni Hamlet, ni Horacio,
roídos por el frío.

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Narcisiana

Ésta era otra casa.
La de los muchos patios:
el patio de las ceremonias y los grandes;
el patio de los huéspedes bienvenidos;
el patio de los niños;
el patio de las criadas;
el patio de los lavaderos y los bebederos;
el patio de las caballerizas;
el patio de las aves de corto vuelo;
el patio de las legumbres suculentas.

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Ofrenda

(Variaciones sobre un texto de Saint-John Perse: MARES: Las Trágicas vinieron…).

Depilamos las largas mechas de nuestras axilas de grandes leonas cautivas. El acre vello negro, rojo o rubio, o color de bellota calcinada, que nos adorna y mancha, depilamos!

Depilamos los tazones gemelos en que la lengua del Amante busca las salazones del deseo.

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A mi madre

(In memoriam)

Aquí hubo una mujer, lo huelo, lo adivino
comprendiendo este vacío donde el aire
teme integrarse a su nada y ser mujer
adquirir vientre y figura para que
yo la ame y la atormente como un hijo.

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Antes de la luz

Me atormenta sobremanera esta casa tan oscura
y más, el que no esté en mi destino encenderle
una lámpara.
He intentado arrojarle luciérnagas a sus espejos,
guiar el alba hasta sus ventanas,
atarla a otro horizonte fuera de la noche.

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Madre, si te dijera que estoy cansado

1.4 Madre, si te dijera que estoy cansado de vivir no me lo creerías. Yo no sé cómo te está yendo allá, adonde te fuiste aquel día, dejándonos a todos llorando. Aquí, lo mismo, y eso es lo triste. La casa que habitaste la está destruyendo el tiempo, y en el jardín, tus rosas se secaron para irse contigo.

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Vivimos como un consuelo

Vivimos como un consuelo,
como si nos estuvieran pagando algún mal.
No sabemos qué daño nos hicieron
allá en el Paraíso, pero la luz nos dice
que vivir es un premio de alguien que sólo conoce
de eternidad.
En el fondo sabemos que aquel dolor padecido
jamás nos abandonará, que la vida es insuficiente
para curarnos aquel mal, que arrastramos
cadenas que resuenan en el más allá.

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Y de repente

(Aún hay un árbol en mi niñez
que siempre quise trepar)

Y de repente encontrar en mi memoria
el misterio de una puerta
que una vez no quise abrir.
Trasponerla y descubrir del otro lado
el otro destino que nunca tomé.

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EL OFICIO DEL POETA

Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.

Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.

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A BRAZO PARTIDO

Llevo en los huesos tanto amor metido
que sólo en carne viva y a bandazos,
voy capeando el mar de estos dos brazos
entre los que me encuentro sometido.

No, no basta gritar, tomar partido,
morir hasta caerse uno a pedazos;
hay que hundir a caricias y a zarpazos
tu corazón, tu corazón vencido.

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DEFINITIVA SOLEDAD

¿Oyes el mar?
Eternamente estaremos escuchándolo.
Lo llevaremos dentro como la sangre, como la paz
como te llevo a ti misma.
Todo, todo irá acabando: la tristeza, la vida,
la soledad tan grande en que me has dejado.
Sólo el mar, amor mío, el mar sigue existiendo.

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ESTRELLA DE ALTA MAR

Estrella de alta mar, márcame el rumbo.
Puerta del corazón, dame cobijo.
Enamorada miel, tenme en tus labios.
Arrebatada luz, ponme en tus ojos.
Paloma en libertad, cédeme el vuelo.
Palmera, cielo al fin, hazme a tu imagen.
Ámbito de mi fe, cólmame el gozo.

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SONETO DE LA AUSENCIA

¿Me oyes, amor? Hay un fragor de trenes,
o quizá de batanes o de espigas
que te aleja de mí. No, no me digas
que te irás para siempre. Los andenes

se despoblaron. Yo, regreso. Penes
por donde penes, corazón, no sigas,
no te sigas marchando.

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Y A TI QUE TE DIRÉ?

¿Y a ti qué te diré, río del alma, cántaro de mi sed,
jardín cerrado?
¿Y a ti qué te diré, mujer que dejas tu corazón al borde
de mi vida?
Hasta ti llegaré y, entre las manos, tomaré viento y agua;
luz y tierra,
y amasaré nuestros dos nombres juntos.

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A UNA LÁGRIMA

Gota del mar donde en naufragio lento
se hunde el navío negro de una pena;
gota que, rebosando, nubla y llena
los ojos olvidados del contento.

Grito hecho perla por el desaliento
de saber que si llega a un alma ajena,
ésta, sin escucharlo, le condena
por vergonzoso heraldo del tormento.

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AMOR TARDÍO

Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.

Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.

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ANIVERSARIO

Hoy hace un año, justamente un año.
Y llueve como entonces en el atardecer.
Y es una lluvia lenta, tan lenta que hace daño,
porque casi no llueve ni deja de llover.

Mi pena es una pena sin tamaño,
en el tamaño triste de un nombre de mujer,
aunque la gente pasa sin saber que hace un año,
y aunque la lluvia ignora que llueve como ayer…

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BALADA DEL MAL AMOR

Qué lástima, muchacha,
que no te pueda amar…
Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un arroyo alegre que sueña con la mar.

Yo eché mi red al río…
Se me rompió la red…
No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed.

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BRINDIS

He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.

Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
me rozarán los labios, como labios de amante;
y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
serán como fantasmas de besos en el vino.

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CANCIÓN DE LA LLUVIA

Acaso está lloviendo también en tu ventana;
Acaso esté lloviendo calladamente, así.
Y mientras anochece de pronto la mañana,
yo sé que, aunque no quieras, vas a pensar en mí.

Y tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo,
sintiendo que despierta tu ternura de ayer.

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CANCIÓN DEL AMOR LEJANO

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana…
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.

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CANCIÓN DEL AMOR PROHIBIDO

Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.

Sólo tú y yo sabemos por qué mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío…
Y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

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CANCIÓN DEL VIAJE

Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuándo, ya no recuerdo quién.

Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.

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EL CLAVEL SECO

Como el clavel del patio estaba seco,
yo, entristecido por sus tristes males,
bajé al jardín para cavar un hueco,
en buena sombra entre dos rosales.

Y eran rosales cerca, gajo a gajo
en una cercanía indiferente,
pero al cavar un poco, vi allá abajo
sus raíces trenzadas locamente.

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16 DE SEPTIEMBRE

I

La Virgen de Occidente, ondina de los lagos,
la fada de ojos negros brillantes como el sol,
la linda como estrella sagrada de los magos,
la perla que soñaron Virgilius y Colón;

la Venus de los castos idílicos amores,
sultana sobre lecho mullido de arrayán,
azteca soberana, señora de señores,
la reina de cien reyes, indígena beldad;

lloraba sin ventura sufriendo los insultos
que audaz le prodigara ibérico invasor:
cadáveres sus héroes rodaron insepultos,
hollados por el casco de exótico bridón.

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