Hojita verde con sol,
tú sintetizas mi afán;
afán de gozarlo todo,
de hacerme en todo inmortal.
¡Ojos que quieren
mirar alegres
y miran tristes!
¡Ay, no es posible
que un muro viejo
dé brillos nuevos;
que un seco tronco
(abra otras hojas)
abra otros ojos
que estos, que quieren
mirar alegres
y miran tristes!
De noche, el oro
es plata.
Plata muda el silencio
de oro de mi alma.
Silencio. Sólo queda
un olor de jazmín.
Lo único igual a entonces,
a tántas veces luego…
¡Sinfin de tanto fin!
Abril, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.
Eres la primavera verdadera;
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
¡Madre mía, tierra,
otra vez más verde,
más plena, más bella!
(Y yo, mientras, hijo
tuyo, con más secas
hojas en las venas).
¡Madre mía, tierra,
sé tú siempre joven,
y que yo me muera!
Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.
Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.
Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;
y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio;
y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.
Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;
claro, como todos tienen su madre cerca…
¡Yo estoy tan solo, madre,
tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
¡Qué alegría este tirar
de mi freno, cada instante;
este volver a poner
el pie en el lugar cercano,
(casi otro, casi el mismo),
de donde aprisa se iba;
este hacer la seña leve,
segundamente, inmortal!
¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
—¡Oh corazón falaz, mente indecisa!—
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?
Tan leve, tan voluble, tan lijera
cual estival vilano… ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en risa…
¡Vana en el aire, igual que una bandera!
Vuelvo los ojos a mi propia historia.
Sueños, más sueños y más sueños… gloria,
más gloria… odio… un ruiseñor huyendo…
y asómbrame no ver en toda ella
ni un rasgo, ni un esbozo, ni una huella
del dulce mal con que me estoy muriendo.
A un año de tu luz, e iluminado
hasta el final de su latir, por ella,
desanda el viaje el corazón cansado.
De tu voz, de tu mano y de tu huella
retorna a la niñez, donde palpita
sangres de luz tu corazón de estrella.
Sólo eres tú
(aquella tú)
cuando me hieres.
Al hombre mozo que te habló de amores
dijiste ayer, Florinda, que volviera,
porque en las manos te sobraban flores
para reírte de la Primavera.
Llegó el Otoño: cama y cobertores
te dio en su deshojar la enredadera
y vino el hombre que te habló de amores
y nuevamente le dijiste: -Espera.
Ya rindió una jornada la fiebre de mis brazos
y aún están los leones de mi numen erguidos:
los músculos alertas para nuevos zarpazos
y firmes los pulmones para nuevos rugidos.
Todo el otoño, rosa,
es esa sola hoja tuya
que cae.
Niña, todo el dolor
es esa sola gota tuya
de sangre.
Con la primavera
mis sueños se llenan
de rosas, lo mismo
que las escaleras
orilla del río.
Con la primavera
mis rosas se llenan
de pompas, lo mismo
que las torrenteras
orilla del río.
Con la primavera
mis pompas se llenan
de risas, lo mismo
que las ventoleras
orilla del río.
Vamos a embarcar, amigos,
para el viaje de la gota del agua.
Es una gota, apenas, como el ojo de un pájaro.
Para nosotros no es sino un punto,
una semilla de luz,
una semilla de agua,
la mitad de lágrimas de una sonrisa,
pero le cabe el cielo
y sería el naufragio de una hormiga.
Murió de nuevo un día… yo la amaba,
mas sin remedio se murió ese día…
-¡Vuelve, Rabino, vuelve!… – yo clamaba –
pero el Rabino rubio no volvía.
Pasó la niña veinte siglos muerta,
murió Cafarnaún de Palestina
y el alma mía, inútil y desierta,
lloraba de inmortal sobre las ruinas.
Murió, como un niño, el hijo
de tu loco corazón
y mi loco corazón.
(¡Ay nuestro amor!)
No sé si ríes o lloras
mirando muerto tu amor,
mirando muerto mi amor.
(¡Ay nuestro amor!)
Yo siento como si muertos
estuviéramos tú y yo,
estuviéramos los dos.
He renunciado a ti. No era posible.
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella…
Hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba…
He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
como el que ve partir grandes navíos
con rumbos hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
Rosa completa en olor.
Sol terminante en ardor.
Serenidad de lo uno.
(Rompevida del amor).
Tú queriendo y sin poder.
Yo pudiendo y sin querer.
¡Pobre rosa con el hombre!
¡Triste sol con la mujer!
La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.
Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
Sólo mi frente y el cielo.
Los únicos universos.
Mi frente, sólo, y el cielo.
(Entre ellos, la brisa pura,
caricia fiel, mano única
para tales plenitudes.
La brisa, que baja y sube).
Arriba, todo el ser vivo,
todo el sueño en mi sentido,
rozando a aquel con las alas
que a su armonía él le baja.
Siempre es el mar donde mejor se quiere,
fué siempre el mar donde mejor te quise;
al amor, como al mar, no hay quien lo alise
ni al mar , como al amor, quien lo modere.
No hay quien como la mar familiarice
ni quien com la ola persevere,
ni el que más diga en lo que vive y muere
nos dice más de lo que el mar nos dice.
¡Yo solo vivo dentro
de la primavera!
(Los que la veis por fuera,
¿qué sabéis de mi centro,
qué sabéis de su centro?
Si salís a su encuentro,
mi sangre no se altera…)
¡Yo solo vivo dentro
de la primavera!
Luna de abril, descotada,
con aguazal circunscrito,
desnuda, con desnudez
pura de pecho con niño.
Luna llena, ubre de vaca,
con lucero becerrillo;
¡qué puro se pone el pecho
cuando se le cuelga el niño!
Esta noche yo no siento
ni sombra de odio por nadie
ni pena de verme preso,
ni ganas de que me quiten
los grillos que me pusieron.
Las nubes y los árboles se funden
y el sol les trasparenta su honda paz.
Tan grande es la armonía del abrazo,
que la quiere gozar también el mar,
el mar que está tan lejos, que se acerca,
que ya se oye latir, que huele ya.
De un amor que pasó, como un paisaje
visto del tren, cuando se va de viaje;
de un romance de un mes, en un cobijo
del llano, una mujer me dejó un hijo.
Ella murió, y abrieron una fosa,
y allí metieron el residuo humano,
y una cúpula azul sobre una losa
fue el mausoleo: el cielo sobre el llano.
¡Qué miedo el azul del cielo!
¡Negro!
¡Negro de día en agosto!
¡Qué miedo!
¡Qué espanto en la siesta ardiente!
¡Negro!
¡Negro en las rosas y el río!
¡Qué miedo!
¡Negro con sol en mi tierra
(¡negro!)
sobre las paredes blancas!
Está el cielo tan bello,
que parece la tierra.
(Dan ganas de volver
los pies y la cabeza.)
Ayer vino la paloma
que viene todos los días,
ayer se paró en la reja
y comió de mi comida,
ayer vino hasta mis hierros,
ayer me escuchó tranquila
y digo en el romancillo
las cosas que le decía:
-Paloma, vuelve a los cielos
y mira hacia los tejados;
cuando veas una casa
grande, que tiene tres patios;
el primero con palmeras,
el segundo con mosaicos,
el tercero, un patio grande
con azotea de un lado
y arboleda y gallinero
y olor de jabón pintado,
cuando veas esa casa
verás en el primer patio
cuatro mujeres cosiendo
cuatro mujeres bordando.
Verde verderol
¡endulza la puesta del sol!
Palacio de encanto,
el pinar tardío
arrulla con llanto
la huida del río.
Allí el nido umbrío
tiene el verderol.
Verde verderol
¡endulza la puesta del sol!
¡Oh, blancura imposible de la Amada imposible!
¡Por todos mis desvelos cruza, como un fantasma,
como un jirón de invierno, su carne sin penumbras,
inverosímilmente blanca!
¡Oh, blancura imposible,
que integra mis delirios y va sobre mi alma,
con la apariencia leve de un sudario
y la verdad de mármol de una lápida!
Tierra, tierra, tierra, tierra.
Y ahora yo, yo, yo, yo.
¡Cielo puro, día libre,
sostenedme en mi ilusión!
Ya viene la primavera.
¡Lo ha dicho la estrella!
La primavera sin mancha.
¡Lo ha dicho la agua!
Sin mancha y viva de gloria
¡Lo ha dicho la rosa!
De gloria, altura y pasión.
¡Lo ha dicho tu voz!
No son para la Lira manos que odian la calma;
¡para cantarte me he pulsado el alma!
Con un temblor de novia que se inicia,
con un azoramiento de novicia,
el candor de las páginas, rebaño de gacelas,
aguarda ante mis ojos la llegada del Cántico,
virgen como la espuma del Atlántico
antes del paso de las carabelas…
Yo me moriré, y la noche
triste, serena y callada,
dormirá el mundo a los rayos
de su luna solitaria.
Mi cuerpo estará amarillo,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca
preguntando por mi alma.
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
¡Qué hueco tan robado
el de este vano cielo
que nada al alma pone,
ni nada quita al cuerpo!
¿Qué nuevas esperanzas
al mar te llevan? Torna,
torna, atrevida nave,
a la nativa costa.
Aún ves de la pasada
tormenta mil memorias,
¿y ya a correr fortuna
segunda vez te arrojas?
Sembrada está de sirtes
aleves tu derrota,
do tarde los peligros
avisará la sonda.
¿Qué son las fuentes en que el oro brilla,
y el mármol de colores,
a par del Nilo, y de esta verde orilla
esmaltada de flores?
No es tan grato el incienso que consume
en el altar la llama,
como entre los aromos el perfume
que el céfiro derrama.
(Fragmento)
Divina poesía,
tú, de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría;
tú, a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grande escena.
Irrite la codicia
por rumbos ignorados
a la sonante Tetis
y bramadores austros;
el pino que habitaba
del Betis fortunado
las márgenes amenas
vestidas de amaranto,
impunemente admire
los deliciosos campos
del Ganges caudaloso,
de aromas coronado.
Diálogo
POETA
-Escucha, amigo Cóndor, mi exorcismo;
obedece a la voz del mago Mitre,
que ha convertido en trípode el pupitre;
apréstate a una espléndida misión.
CÓNDOR
-¡Poeta audaz, que de mi aéreo nido
en el silencio lóbrego derramas
cántico misterioso!
I
Ve a rezar, hija mía. Ya es la hora
de la conciencia y del pensar profundo:
cesó el trabajo afanador y al mundo
la sombra va a colgar su pabellón.
Sacude el polvo el árbol del camino,
al soplo de la noche; y en el suelto
manto de la sutil neblina envuelto,
se ve temblar el viejo torreón.
«¿Líbranos de la fiera tiranía
de los humanos, Jove omnipotente
¡una oveja decía,
entregando el vellón a la tijera?
que en nuestra pobre gente
hace el pastor más daño
en la semana, que en el mes o el año
la garra de los tigres nos hiciera.
¡Piedad, piedad, Dios mío!
¡Que tu misericordia me socorra!
Según la muchedumbre
de tus clemencias, mis delitos borra.
De mis iniquidades
lávame más y más; mi depravado
corazón quede limpio
de la horrorosa mancha del pecado.
Porque, Señor, conozco
toda la fealdad de mi delito,
y mi conciencia propia
me acusa y contra mí levanta el grito.
¿Sabes, rubia, qué gracia solicito
cuando de ofrendas cubro los altares?
No ricos muebles, no soberbios lares,
ni una mesa que adule al apetito.
De Aragua a las orillas un distrito
que me tribute fáciles manjares,
do vecino a mis rústicos hogares
entre peñascos corra un arroyito.
Hay que vivir la vida como un sueño.
Respirar el fondo profundo de la pesadilla
sabiendo que hay un despertar.
Hay que vivir la vida como si tuyo
fuera el guión y otro el protagonista:
la calle en un día de lluvia
contemplada desde la ventana.