Si clamo a ti, Señor, ¿no has de escucharme
tú de quien es la inmensidad oído?
¿Tú que la hirviente mar has contenido,
no has de poder el corazón calmarme?
¿Un átomo de luz no podrá darme
ése que tantos soles ha encendido?
¡Extremada bizarría!
¡Rendimiento cortesano!
¡Bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
A quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
En despedidas nuestra vida pasa
cada día un adiós ¡ay triste vida!
¡que siendo vida en tiempo tan escasa,
la hayamos de pasar tan afligida!
Aun el de ayer nuestra mejilla abrasa
llanto de la postrera despedida,
y hoy se agolpa a los ojos otro tanto…
¡qué lluvia tan perenne es la del llanto!
Emilio, mi canto cesa;
falta a mi numen aliento.
Cuando aspira todo el viento
que circula en su fanal,
el insecto que aprisionas
en su cóncavo perece
si aire nuevo no aparece
bajo el cerrado cristal.
Celebré de mis campiñas
las flores que allí brotaron
y las aves que pasaron
y los arroyos que hallé,
mas de arroyos, flores y aves
fatigado el pensamiento
en mi prisión sin aliento
como el insecto quedé.
¡Un año más!… un año, Ángela mía,
y aún no ha mudado mi horizonte triste,
y de tan ancha tierra como existe
no he descubierto un palmo todavía;
¡un año más!… un año día tras día
lentos conté, y enero se reviste
de nuevo sol para ostentar mañana
su cabellera por los hielos cana.
Tórtola, te vuelvo a hallar;
roncas ambas de cantar
nos encontramos las dos:
¿te ha dado ventura Dios?
¿Cómo te fue en el amar?
Cual yo enamorada y niña
te abandoné en la campiña
cantando en son placentero
¿dónde está tu compañero?
Abrid los ojos, célica María,
más que la luna del enero, claros,
abrid los ojos y mirad cuán raros
son los dones que Dios tierno os envía:
el serafín más bello que tenía
entre sus dulces serafines caros
coronado de rayos celestiales
coloca en vuestros brazos virginales.
Yo vi lucir los albores
de esa purísima atmósfera,
y brotar las claras aguas
de aquella ribera hermosa,
y nacer de su arboleda
una por una las hojas.
Yo he visto esas altas sierras
ir subiendo entre las sombras,
y alzarse el puente y la torre
y las casas y las rocas,
y surgir el barquichuelo
entre las plácidas ondas,
y aparecer en la orilla
esa gente pescadora.
Escuchad mis querellas,
recinto y flores del placer abrigo,
imágenes tan bellas
como ese cielo que os protege amigo.
Asilo de inocencia,
consuelo del dolor, bosque sombrío,
ir quiero a tu presencia,
y tu césped regar con llanto mío.
Ya el enemigo de la patria mía,
el genio de la guerra destructora
dobla rabioso la falange impía
ante la paz gloriosa y vencedora.
Cesó el llanto y la sangre y la agonía
que derramó la espada vengadora
y tras del triste y pavoroso día
luce risueña suspirada aurora.
LA EMPRESA DEL FERROCARRIL DE EXTREMADURA
Bien llegados a España, caballeros.
Esta joven nación, su tierra pura
os brinda a los amigos extranjeros
que lecciones la ofrecen de cultura:
por el terso carril marchen ligeros
los hijos de la rica Extremadura,
vuestras artes, y ciencias y portentos
a igualar y vencer con sus talentos.
¡Qué abatida estará, Señor, mi vida
cuando no te consagro ni un acento!
¡Qué hundido debe estar mi pensamiento
cuando así te abandona, así te olvida!
Preséntasme la tierra florecida,
resplandeciente en lumbre el firmamento,
y en vez de bendecirte y celebrarte
bajo los ojos para no mirarte.
Tú, huéspeda de villa populosa,
yo de valle pacífico vecina,
tú por allá viajera golondrina,
yo por aquí tortuga perezosa:
tú del jardín acacia deliciosa,
yo del arroyo zarza campesina,
¿qué indefinible, rara inteligencia
enlaza seres de tan varia esencia?
¡Hijo del mar, espíritu querido!,
alto ingenio inmortal de la poesía,
escucha desde el mar este gemido
que mi amoroso corazón te envía:
yo te adoro en el mar, y yo he venido
a escuchar en sus hondas tu armonía
y en su brisa tu aliento a respirar,
porque están mis amores en el mar.
Estos pliegues de vida
colgados a los huesos
esta cintura aún visible
donde te aferras
a ratos
estos muslos anchos recios
que trotan tus espacios
esta cadera ahuecada
estuche para tus manos
estas piernas que te asfixian
con nudo de terciopelo
desde la oscura garganta
hasta el fuego
-tierno
mástil
que trastorna los sentidos-
estos pies que te caminan
estas manos que te hurgan
esta mujer que te quiere,
aquí
en el cuarto imperfecto.
La luna es el día incendiado bajo el árbol.
El agua quema mi garganta
sólo una palabra fresca
inunda mi cuerpo y mi alma.
Es la palabra que juntó nuestros pasos
en cualquier esquina
y tropezó entre sombras
y adoquines
y encontró el camino del mar
perdido.
Traes en tu cuerpo la leyenda
de un navegante cansado.
Es tan grato, en silencio,
descalzarte de barcos,
recoger de tus ojos
las sirenas perdidas,
las redes enlamadas,
los sonidos ocultos de las olas.
Te espero cada noche
cuando levantas anclas en mi espacio
y una lluvia de estrellas
te hace perder el rumbo
y un enjambre de peces y caricias
nos recobra el naufragio tan deseado.
Soy recinto
de todas las palabras colgadas en el viento
de la luz que atraviesa mi curva cordillera
de la canción del sueño
del mar con sus espumas
del alma desbocada al filo de una estrella
Soy voz
que no se esconde
que explora sus tejidos
que aúlla en el misterio de todos los silencios
que murmura a la vida
que acecha en la vigilia
que da vuelo a la risa venciendo la nostalgia.
Cúrame con tus manos,
toca de mí el olvido
que se fue acomodando entre los pliegues.
No venga la tormenta a amordazar mis sueños,
sólo esta lluvia suave, vespertina
despierte en mí los pétalos dormidos.
Desnúdame en silencio,
hoja por hoja
hasta dejar al descubierto el punto
del estremecimiento.
Desnuda
me miro en el espejo perturbable.
No tengo rostro
mi signo del zodiaco es el desorden.
Sola estoy
cuando podría ser otra vez el lento
obstinado presagio de tus dedos.
Este es sólo el exordio del placer.
El corazón se me fue
donde vuestro vulto vi,
e luego vos conocí
al punto que vos miré;
que no pudo fazer tanto,
por mucho que vos cubriese,
aquel vuestro negro manto,
que no vos reconociese.
Que debaxo se mostrava
vuestra gracia y gentil aire,
y el cubrir con buen donaire
todo lo magnifestava;
así que con mis enojos
e muy grande turbación
allá se fueron mis ojos
do tenía el corazón.
Con la beldad me prendistes,
con la gracia me robastes,
con la bondad me feristes,
al punto que me mirastes.
De la prisión no recelo,
que de mi grado será,
ni por el robo me duelo,
pues en tal lugar está;
mas del golpe que me distes
con la bondad que mostrastes,
el más triste de los tristes
para siempre me tornastes.
Callad vos, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito.
Ángeles del cielo,
venid dar consuelo
a este mozuelo,
Jesús tan bonito.
Éste fue reparo,
aunque él costó caro,
de aquel pueblo amaro
cativo en Egipto.
He conocido las voces
que me llamaban antes de nacer,
por el sobresalto que he sentido
pienso que ya es la hora.
Éste es mi primer viaje
y me ha parecido tan breve.
Guardián de esta miserable estancia
acércate y observa,
árboles, madrugadas y vasijas
todo está en su sitio.
el sobretodo es mi mejor amigo
bebemos vino de consagrar en los viñedos
y nos emborrachamos,
compartimos el amor con las mujeres.
mi sobretodo es sensual y seductor.
en la cárcel era un colchón
en los prostíbulos era un refugio
con las manos hundidas en los bolsillos
que me salvaba del naufragio de los besos baratos.
Una mano
más una mano
no son dos manos
Son manos unidas
Une tu mano
a nuestras manos
para que el mundo
no esté en pocas manos
sino en todas las manos
¡Eya, velar! ¡Eya, velar! ¡Eya, velar!
Velat, aljama de los judíos,
¡eya, velar!,
que non vos furten al Fijo de Díos.
¡Eya, velar!
Ca furtárvoslo querrán,
¡eya, velar!,
Andrés e Peidro et Johán.
¡Eya, velar!
Non sabedes tanto descanto,
¡eya, velar!,
que salgades de so encanto.
Milagros de Nuestra Señora – versos 877 a 940
IX
Era un simple clérigo pobre de clerecía
dicié cutiano missa de la Sancta María;
non sabié decir otra, diciéla cada día,
más la sabié por uso que por sabiduría.
Milagros de Nuestra Señora – versos 401 a 460
III
Leemos de un clérigo que era tiestherido,
ennos vicios seglares ferament embevido;
peroque era locco, avié un buen sentido,
amava la Gloriosa de corazón complido.
Comoquiere que era en ál malcostumnado,
en saludar a ella era bien acordado;
nin irié a la eglesia nin a ningún mandado,
que el su nomne ante non fuesse aclamado.
Milagros de Nuestra Señora – versos 525 a 564
V
Era un omne pobre que vivié de raziones,
non avié otras rendas nin otras furcïones
fuera quanto lavrava, esto poccas sazones:
tenié en su alzado bien poccos pepïones.