Granada

Mexicana para cantar tu canción
sueño a Granada.
Para cantar tu canción
Granada se pondrá un día
sus ríos como zarcillos
de menuda platería,
Taxcos filigranas de la morería.
Antes de cantar ha de probarse
la voz en la Alhambra
con el arroyo y el ruiseñor.

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Soleá del amor desprendío

Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.

Y tú bien sabes por qué
tiré tu cariño al río:
porque era hebilla de esparto
de un cinturón de cuchillos;
porque era anillo de barro
mal tasao y mal vendío,

y porque era flor sin alma
de un abril en compromiso,
que puso, en zarzas y espinas,
un fingimiento de lirios.

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A LA PEREZA

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio, el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar…, ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

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Al río de Cosamaloapan

Arrebatado y caudaloso río
que riegas de mi pueblo las praderas,
¡quién pudiera llorar en tus riberas
en la redonda luna al rayo frío!

De noche en mi agitado desvarío
me parece estar viendo tus palmeras,
tus naranjos en flor y enredaderas,
y tus lirios cubiertos de rocío.

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A la piña

Del seno fértil de la Madre Vesta
en actitud erguida se levanta
la airosa piña de esplendor vestida,
llena de ricas galas.

Desde que nace, liberal Pomona
con la muy verde túnica la ampara,
hasta que Ceres borda su vestido
con estrellas doradas.

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A la vida

Vida, que sin cesar huyes de suerte
que no eres de ningún bien merecedora,
¿por qué quieres llevarme encantadora
con alegre esperanza hasta la muerte?

Si el tiempo que risueña te divierte
es el mismo al fin que te devora
por qué te he de apreciar si a cada hora
se me acerca el momento de perderte.

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Contra el amor

Huye, Climene, deja los encantos
del amor, que no son sino dolores;
es una oculta sierpe entre las flores
cuyos silbos parecen dulces cantos:

es néctar que quema y da quebrantos,
es Vesubio que esconde sus ardores,
es delicia mezclada con rigores,
es jardín que se riega con los llantos:

es del entendimiento laberinto
de entrada fácil y salida estrecha,
donde el más racional pierde su instinto:

jamás mira su llama satisfecha,
y en fingiendo que está su ardor extinto,
es cuando más estrago hace su flecha.

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EL MUEBLE

Por escupir secretos en tu vientre,
por el notario
que juntó nuestros besos con un lápiz,
por los paisajes que quedaron presos
en nuestra almohada a trinos desplumados,
por la pantera aún que hay en un dedo,
por tu lengua
que de pronto desprecia superficies,
por las vueltas al mundo sin orillas
en tu ola con náufragos: tu vientre;
y por el lujo que se dan tus senos
de que los limpie un perro que te lame,
un ángel que te ladra si te vistes,
cuatro patas que piensan cuando celan;
todo esto me cuesta solamente tu cuerpo,
un volumen insólito de sueldos regateados,
un ponerme a coser silencios rotos,
un ponerme por dentro detectives,
cuidarme en las esquinas de tu origen,
remendar mi heroísmo de fonógrafo antiguo,
todo el año lavando mis bolsillos ingenuos,
atrasando el reloj de mi sonrisa,
haciendo blanco el día cuando llega visita,
poniendo gramática a tus ruidos,
poniendo en orden
el manicomio cuerdo de tu sexo;
déjame ahora
que le junte mis dudas a la escoba,
quiero quedarme limpio como un plato de pobre;
tú,
que llenaste mi sangre a caballos,
tú,
que si te miro me relincha el ojo,
dobla tu instinto como en una esquina
y hablemos allí solos,
sin el uso,
sin el ruido
del alquilado mueble de tu cuerpo.

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HUÉSPED SÚBITO

Ahora estás aquí.
¿Pero puedes estar?
Tú dices que te llamas… Pero no, no te llamas…
Desde que tengas nombre comienzo a no respirarte,
a confirmar que no existes,
y es probable que desde entonces no te nombre,
porque cualquier detalle, una línea, una curva,
es material de fuga;
porque cada palabra es un poco de forma,
un poco de tu muerte.

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NEGRO SIN ZAPATOS

Hay en tus pies descalzos: graves amaneceres.
(Ya no podrán decir que es un siglo pequeño.)
El cielo se derrite rodando por tu espalda:
húmeda de trabajo, brillante de trabajo,
pero oscura de sueldo.

Yo no te vi dormido… Yo no te vi dormido…
aquellos pies descalzos
no te dejan dormir.

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TONO CUARTO

(de Carta a Rubén)

Yo recuerdo, Darío, que allá en mi adolescencia,
yo decía estas cosas llenas de transparencia.
Estas mismas que ahora tienen otra fragancia,
a pesar de aquel vaho de tus bueyes de infancia.
Mas por entre la niebla de mis barbas de loma
me salen los recuerdos, frescos como palomas.

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Plegaria

Alabado sea el Señor,
que sabe por qué sucede lo que sucede,
por qué no ocurre lo que no ocurre,
por qué decide lo que decide,
por qué no hace lo que debiera.

Alabado sea el Señor,
que sabe por qué decide lo que no ocurre,
por qué sucede lo que no sabe,
por qué no sabe lo que no hace,
por qué nos debe lo que sucede.

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Quién?

¿Quién habita la casa que habité:
quién toca las maderas que toqué,
quién ve los resplandores que yo vi,
quién vive las penumbras que viví,

quién sueño en la ventana en que soñé,
quién llora en la escalera en que lloré,
quién abre los batientes que yo abri,
quién ríe en el pasillo en que reí,

quién cabalga en los hombros de mi sombra,
quién habla, grita, llama y no me nombra,
quién mis brazos desplaza con sus brazos,

quién llena mi silueta sin saberlo,
quién anda hacia su muerta y, sin quererlo,
ocupa con sus pies mis viejos pasos?

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El hombre

Este Hombre es el mismo que conocen los siglos.

Vencedor o vencido, filósofo o esclavo,

justo o impenitente, conforme o vengativo.

Este hombre es el mismo

que ha tirado el guijarro o ha aromado la venda,

que ha escondido el puñal o ha cortado la rosa,

que ha erigido el patíbulo o ha apagado la hoguera.

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Amar sin ser querido

Un dolor jamás dormido,
una gloria nunca cierta,
una llaga siempre abierta,
es amar sin ser querido.

Corazón que siempre fuiste
bendecido y adorado,
tú no sabes, ¡ay!, lo triste
de querer no siendo amado.

A la puerta del olvido
llama en vano el pecho herido:
Muda y sorda está la puerta;
que una llaga siempre abierta
es amar sin ser querido.

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El llora – muerto

I

Pierde a su Amada el Inca,
Y ya, de aquel momento,
No hay en su alma reposo,
En sus párpados sueño.

-«No cantes, oh Poeta:
Voces lúgubres quiero
Que de pena y angustia
Despedacen mi pecho»

-«Hay, Rey, en tus dominios
Un pájaro siniestro:
Su voz quebranta peñas,
Se llama el Llora-muerto»

-«Volad, oh mis vasallos,
Por llanuras y cerros,
Por valles y montañas:
Coged el Llora-muerto»

II

Fieles indios recorren
Los ámbitos del reino,
Y cazan en las selvas
El pájaro siniestro.

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El pájaro ciego

I

Era un Pájaro de nieve:
Con su inefable cantar,
Derramaba en tristes pechos
Alegría sin igual.

-«Pájaro, el Inca murmura,
Tu canción me atedia ya:
Siempre cantas alegrías,
Nunca lloras el pesar.

Lanza quejas doloridas,
Porque sufro negro afán,
Porque siento una amargura
Melancólica y mortal.

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La aparición del Coraquenque

Es la fiesta del Intip-Raymi.
No luce aún el Oriente,
Y ya el Inca se apercibe
Al holocausto solemne.

En pompa regia, descalzo,
Con su estirpe y sus mujeres,
Deja el regalo del sueño,
Deja la paz de su albergue;

Y, en la antigua, extensa plaza
Bajo emplumados doseles,
Aguarda mudo y contrito
La luz del Padre celeste.

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La confesión del inca

-«Sol, padre fiel de mis padres,
A ti me acuso contrito:
Oye, y lava mi pecado:
Di veneno al hijo mío».

Dice el Inca; vuelve el paso
A las márgenes del Tingo,
Lava su frente y sus manos,
Y prosigue en alto grito:

-«Dije al Sol mi enorme crimen,
Recibe el crimen, oh río:
Ve, y sepúltale en el fondo
De los mares cristalinos».

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La sombra de Huáscar

En su lecho, prisionero,
Yace Atahualpa dormido;
Mas despierta, se incorpora,
Arrojando al aire un grito.

-«¿Quién me toca con sus manos?
¿Quién me llama con gemidos?
¿Qué visión de los sepulcros
Turba mi sueño tranquilo?»

-«Quien te llama y te despierta,
Quien suspira en tus oídos,
Es Huáscar ¡ay!, es tu hermano,
Es el cadáver del río.

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Los amancaes

I

Fuimos siete adolescentes,
Siete Vírgenes del Sol,
Que manchamos la inocencia
Con la culpa del amor.

Siete Príncipes hermanos
De invencible y dulce voz,
Cautivaron con su hechizo
Nuestro frágil corazón.

Perecimos en las llamas,
Y el benéfico Hacedor
En humildes, tiernas flores
Compasivo nos trocó.

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Origen del oro

Sacrifica el Rey anciano
Un llama negro y lustroso,
Y hacia los cielos eleva
El corazón y los ojos.

-A ti, Sol inmaculado,
Padre fecundo de todo,
A ti consagro la ofrenda
De mi culto fervoroso.

En vano tribus salvajes
Adoran sierpes y monstruos:
Yo mi único Dios te aclamo,
Yo te venero y te adoro.

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Origen del Rímac

I

El viejo Rey de la Costa
Atribulado camina,
Que desoló sus regiones
Interminable sequía.

Con su prole y sus mujeres,
Domeñando la fatiga,
Va de ardientes arenales
A nevadas serranías.

-«No los Andes trasmontemos,
Que en las nieves de sus cimas,
A mi pecho falta el aire,
Falta el calor a mi vida.

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EFÍMERAS

Idos, dulces ruiseñores.
Quedó la selva callada,
y a su ventana, entre flores,
no sale mi enamorada.

Notas, salid de puntillas;
está la niñita enferma…
Mientras duerme en mis rodillas,
dejad, ¡oh notas!, que duerma.

Luna, que en marco de plata
su rostro copiabas antes,
si hoy tu cristal lo retrata
acas, luna, la espantes.

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LA DUQUESA JOB

(1884)

En dulce charla de sobremesa,
mientras devoro fresa tras fresa,
y abajo ronca tu perro Bob,
te haré el retrato de la duquesa
que adora a veces al duque Job.

No es la condesa de Villasana
caricatura, ni la poblana
de enagua roja, que Prieto amó;
no es la criadita de pies nudosos,
ni la que sueña con los gomosos
y con los gallos de Micoló.

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PARA ENTONCES

Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.

No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

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PARA UN MENÚ

Las novias pasadas son copas vacías;
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos… huyeron los días…
¡Traed otras copas con nuevo licor!
Champán son las rubias de cutis de azalia;
Borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos obscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino del Rhin.

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RESUCITARÁN

Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

Nacen, y al punto traviesos
hallar la salida quieren;
¡pero como nacen presos,
se enferman pronto mis besos
y, apenas naces, se mueren!

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La lenta muerte llega

Tengo ganas de un poco de entusiasmo
que no siento hace tiempo.
No sé por qué no sabe a nada vivo
ni el mes, ni la avenida, ni la luz,ni el orgasmo.
En realidad también tengo la culpa
y me declaro honestamente reo de una gris negligencia
que por todo mi cuerpo se pasea
y que de todo mi fervor disfruta.

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