Los ojos más dulces de la tierra

Desengañémonos:
aquellos que más nos quieren
no nos convienen nunca.
Acaban siempre
por tener que tomar alguna
decisión muy grave; nos dejan.

Cuando unos días más tarde
nos caemos en medio de la calle,
de dolor, de debilidad, de desamparo,
alguien a quien ni siquiera conocemos
es quien nos ayuda, y al despertar
en cualquier camilla de hospital descubrimos
en la enfermera de turno que nos cuida
los ojos más dulces de la tierra.

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Mi casa

Margaritas, petunias, geranios,
vacas, grillos, cordeles, cestos,
mariquitas de Dios, maíz, telas de araña.
Las golondrinas dibujan
sobre la pared encalada
idénticos e irrepetibles vuelos.
Sombrero de paja, pantalón corto,
camisa vieja, alpargatas; un día más
en el ajetreo feliz de la casa
y de los días sin fin.

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Y vagar

Naces, entre dolores
para dar a la muerte un nuevo cuerpo
que llevas a la nada,
seguir entre quimeras,
para alcanzar hasta los desengaños;
amar sin ser amado
para saber de las desolaciones
y conocer entonces
que la grandeza del alma es una horrible
ironía de Dios…

Y tener un cerebro que nos haga
saber serenamente
que nuestro propio mal a nadie importa;
y, al fin de la jornada,
abandonar el cuerpo a los gusanos
y seguir caminando.

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Resaca

Mis resacas, amigos,
nunca fueron de alcohol,
sólo de desesperanza y de tristeza.

¿Debí tal vez
confiaros mi debilidad
y dejarme llevar,
alegre y feliz,
por lo vivido?

Preferí tener sobre los hombros,
mala o buena, pero la mía, mi cabeza.

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Sólo un recuerdo

Salí del hotel, tomé un taxi,
tuve que huir con helada locura
de la ciudad que amaba.
No volverían a detenerse en ella
los pasos de la felicidad,
nunca más en el aire
iba a encontrar su risa, nunca más
la palma de su mano, su voz, su boca…
Pasaban las últimas calles
por mi cuerpo vacío
y mi alma sólo era espanto.

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Tarde de julio

Tu carta se quedó inacabada
en el último renglón de la melancolía.

Llueve.
La habitación, casi a oscuras,
es una burbuja.
Detrás de los cristales
un cielo impetuoso
golpea lo que debiera deshojar;
verdes ramas
que hubieran debido ser nuestras
y son de la tempestad y de la lejanía.

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Hoy de nuevo he buscado
la mesa de un café
para leer,
para escribir este poema,
para no entender
lo que no entiendo,
para imaginarte
como tantas veces,
en la penumbra
de las horas lentas,
entre las páginas
de un libro
y otro libro,
paseando bajo la lluvia,
en los museos
de Viena, de París, de Roma…
en el amarillo toscana
de una pared
de la Toscana,
en el prau carballalu
una tarde de yerba
y de tormenta,
en las noches azules de lavanda,
una mañana de campanas
en la abadía de Melk,
en las clases de francés,
quels étaient son nom,
sa demeure, sa vie, son passé,
il souhaitait connaitre
les meubles de sa chambre,
toutes les robes qu’elle avait portées,
delante de un gran cuadro de Marc Rothko,
en Monteverdi y en Beethoven,
en los horizontes cercanos del invierno,
y dondequiera
que mis ojos se posaran
era siempre el mismo mi deseo:
tus manos cerca, tu voz,
volver a casa
y que estuvieras tú.

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Tu casa

Tu casa aparece en mi sueño.
Un aire pequeño habita sus rincones
y a veces se duerme
y parece que no está.
Yo paseo por ella descalza,
cubierta apenas
por una camisa blanca
de algodón.
Y hacemos a menudo
zumos de naranja y negros cafés
y tostadas crujientes y mermeladas
de ciruela de melocotón de fresa…
Y son infinitamente dulces
tus labios.

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Alumno adelantado

a Jorge Carrol

Alumno adelantado en la carrera de ser todo corazón, Carrol se acuesta con la
la vida, tornando claros los oscuros motivos.
Con esa jodida forma de ternura que ejercitan los porteños –disimular, disimular-
la, con dignidad y hombría ?Carrol pasea por la lluvia, recoge sus instancias,
cabalga sus silencios.

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Arte poética

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

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Cerezas

elizabeth

esa mujer que ahora mismito se parece a santa teresa
en el revés de un éxtasis/hace dos o tres besos fue
mar absorto en el colibrí que vuela por su ojo izquierdo
cuando le dan de amar/

y un beso antes todavía/
pisaba el mundo corrigiendo la noche
con un pretexto cualquiera/en realidad es una nube
a caballo de una mujer/un corazón

que avanza en elefante cuando tocan
el himno nacional y ella
rezonga como un bandoneón mojado hasta los huesos
por la llovizna nacional/

esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas
que lava con furor/con sangre/con olvido/
encenderla es como poner en la vitrola un disco de gardel/
caen calles de fuego de su barrio irrompible

y una mujer y un hombre que caminan atados
al delantal de penas con que se pone a lavar/
igual que mi madre lavando pisos cada día/
para que el día tenga una perla en los pies/

es una perla de rocío/
mamá se levantaba con los ojos llenos de rocío/
le crecían cerezas en los ojos y cada noche los besaba el rocío/
en la mitad de la noche me despertaba el ruido de sus cerezas
creciendo/

el olor de sus ojos me abrigaba en la pieza/
siempre le vi ramitas verdes en las manos con que fregaba el día/
limpiaba suciedades del mundo/
lavaba el piso del sur/

volviendo a esa mujer/en sus hojas más altas se posan
los horizontes que miré mañana/
los pajaritos que volarán ayer/
yo mismo con su nombre en mis labios/

Colaboración poema con voz: Juan Daniel Perrotta

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Últimos auxilios

Al final caemos solitarios
junto a otros solitarios.
Sobre el puente levadizo de la noche
cruza la luna y parece esconder
su cara de exilio y contrabando;
cruza la luna y se lleva tus ojos,
y de repente tus ojos
son disparos al aire, pero yo,
que ya soy apenas nada más
que aire, no muero.

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Confianzas

se sienta a la mesa y escribe
«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice

y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán

no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos

ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos

«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice
se sienta a la mesa y escribe

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Un espacio para tí

Habrá un día en mi vida
un espacio para ti al que siempre
podrás volver sin que te haga daño;
allí donde yo te haya olvidado
y tú no me recuerdes.

Entretanto, no temas.
Ya sabes que el invierno es solamente
un sortilegio de aire y lluvia
sobre los días
y en esas noches
en las que pasa de largo nuestra soledad.

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Gotán

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

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Viejos amigos

En la calle tomada por el frío
y por los compradores de regalos
cruzamos unas palabras que me recuerdan
días de paciencia y desventura.
Una fotografía de entonces
tiene un fondo de árboles incandescentes
y una flor de humo deshaciéndose en el aire.

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Himno de la victoria

(en ciertas circunstancias)

en madrugada en pleno su esplendor
quién sino yo como ginebras destruyendo a sus víctimas amadas
para dar luz a la indecisa claridad de sus mesas
quién sino yo con papelitos lujosas descripciones hechas para callar
o la palabra mesa las mentiras
los metros de mentiras para vestir los codos del borracho
los sastres están tristes pero se cose y canta
se miente en cantidad hermanos míos resulta bella la fealdad
amorosas las pústulas gran dignidad la infamia
al pájaro al cantor al distraído le han crecido reptiles
con asombro contempla su gran barbaridad
hurrah por fin ninguno es inocente
caballeros brindemos las vírgenes no virgan
los obispos no obispos los funcionarios no funcionan
todo lo que se pudre en ternura dará
miro mi corazón hinchado de desgracias
tanto lugar como tendría para las bellas aventuras

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Volver

Sin saber por qué, has vuelto,
y miras la tarde soleada: la misma enredadera verde,
las flores junto al muro, la verja de hierro carcomido,
el amarillo pálido de la pared gastada.
Has vuelto como si estuvieras todavía
bajo el antiguo hechizo,
como si en algo te parecieras
todavía a ti (hubo un tiempo de minuciosa eternidad
en el que tu corazón, alborozado huésped
de la vida, nada sabía de lo que hoy sabe).

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