El milagro

Mano,
labio,
sexo trémulo.
Tirano impulso
de imposibles.

La caricia y el beso
-minúsculos prodigios-
certeros quiebran
la dura soledad
que nos circunda.

Y,
bajo nuestra piel
amurallada de silencios
hacen nacer un dios
de cegadora lumbre
que,
a su fugaz dulzura,
borra
la eterna angustia.

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Eros

Y…
quedaste únicamente tú,
implacable Amor,
cuando Dios se desmoronó
en mis manos
carcomido de silencio
e inalcanzable altura.

Tú y tu dulzor terrible.
Solos y únicos
a la hora pavorosa
de la cuenta estricta,
cuando todo se nos vuelve
mínimo y sin peso,
infinitamente oscuro.

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La duda

Este herir y ser herida
este crear en zarza desmesurada,
este afilar las uñas en la sombra,
este clavar los dientes en los otros,
este encender venenos en las voces,
este enlodar los días claros,
y corromper las sombras,
este enturbiar el aire con blasfemias
y desgarrar la música con gritos,
este vivir y desvivirse,
este amar y desamar constante,
este odiar sin descanso y sin motivo,
esto, dime ¿Será estar vivos?

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Parménides y Eros

A Delia Quiñónez

Desdoblado en pasión creadora,
‘parto terrible, inicio de mezcla’,
del Uno infinito y eterno
emergió ‘Eros, primer dios’.

Demoníaco y celeste, movedor
de cielo y tierra, clavó el ansia
feroz por la efímera cópula
hambrienta de eternidades:

Liviano y fúlgido de azules, el día,
se hizo roja llama, para hundirse
en el frío espesor de la noche y
su palpitante negro constelado.

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Sísifo-poeta

A Dina Posada

Acesante
hacia arriba
olvidado del tiempo
arrastrando
pétrea carga de palabras
que me impulsan
hacia el abismo
caigo
en el aterrador
blanco vacío
de la página.

Para volver a empezar
el suplicio
de buscar en la cumbre
el inalcanzable
aire intacto
de lo nunca
antes dicho.

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Suma

Amo en ti
a todos los amantes que pasaron
-rostros en la sombra
del negado sueño a los recuerdos-
viento fugaz y sin huellas
sobre mi territorio intacto.

En ti, amo
también,
a los que conmigo ardieron
y se quemaron sobre mi piel
hasta volverse ceniza.

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Transfiguración-Mañana

Envuelta.
Penetrada.
Transfigurada
en diáfano olvido.
Vuelta universo de claridades
sobre la eternidad
de un tiempo sin medida.
Vencedora
de mi propia sombra
son presencia triunfal
sobre la muerte,
por la fértil raíz
crecida desde mi semilla
de carne y de palabras
en transitorio peregrinaje,
renovado inagotablemente
de vientre en vientre
y de boca en boca
surgidos y multiplicados
de los míos.

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Trascendencia

Entre mi piel y la tuya,
el muro negro imposible
y el abismo, intransitable
que no borra,
más que un instante,
el deslumbramiento cegador
del éxtasis,
relámpago aniquilador efímero
de realidades.

Límite insalvable,
la soledad del cuerpo
que circunda
el hambriente vacío,
en torno a donde crece
concreta muralla
de carne, huesos y nervios;
sobre la que se alza,
única vencedora,
la palabra.

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Virgo

Nada tengo que borrar
ni palabras
ni huellas
ni recuerdos.

No tengo que negar
las escondidas entregas
que grabaron nombres
en mi cuerpo.

(Espejismos frágiles
donde refugié
angustias,
no tengo que borrarlos)

Clara y fresca
presencia del amor
que busqué afanosa
fue limpio tránsito,

y, como la primera vez,
al encontrarte,
nítida broté:
agua de manantial jamás tocada.

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El ángel caído

¡Ciudad mía! Hablo de ti,
de tu opulento parque.
Allí, donde tus árboles crecían
con la misma ternura que mi infancia.
Hojas…pájaros…ramas desprendidas
por un viento secreto que jugaba
con el gozoso asombro de lo nuevo.
También él: hermoso ángel caído
expulsado de los cielos y maldito,
sobre su alto pedestal ponía
en nuestro aletear su cruel belleza.

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El ángel del amor

Dicen que llevas una venda…
Otros hablan de tu total ceguera,
y yo…
ni siquiera podría comentarte
nada de nuestro encuentro.
Sí, sé de aquella tarde
que cubriste de ardor mi indiferencia,
que una alegría fiera
saltó del corazón a la garganta,
de la garganta a los inquietos labios
que se tornaron nidos de luciérnagas.

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Yo soy la amada

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
voy andando las horas que separan
mi cuerpo de tu cuerpo
y restañando las frágiles heridas
de huellas que volaron con tu nombre.

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que brotó salvaje entre tu trigo
y lo tiñó de púrpura,
la que sin darse cuenta
iluminó de pronto tu paisaje,
la que acudió a tu llanto
y en su aljibe
atesoró tus lágrimas.

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HAY UN MORIR

No me lleves a sombras de la muerte
Adonde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero el vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.

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