El otoño deja atrás tantas cosas

el otoño deja atrás tantas cosas
los árboles lo eligen para despojarse
y volverse línea, red, circulación pura
para llegar al invierno transformados
en ríos de fibra que desembocan en la tierra
y así unirse con su oscura mitad subterránea
el otoño desestima el color verde
y transforma a los árboles en antenas
que cargan de energía a la batería del mundo
en los meses de silencio.

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Hubo un verano con muchas despedidas

Hubo un verano con muchas despedidas
fue el verano más largo en años
los días se enroscaban sobre sí mismos y volvían a empezar
las flores caían sobre el pavimento y se ahogaban en su propio jugo
fue un verano triste a pesar de tanto sol
la humedad hacía más profundo el silencio de las siestas
y cuando por fin llegaba la noche
el hondo canto de los búhos duraba hasta morir.

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Las filosas guitarras del DF

Las filosas guitarras del DF
no alcanzan a cortar el hilo
que trae tu recuerdo en olas
pero yo prefiero pensar en una historia
con doble final
(los caminos se bifurcan en cualquier jardín
sea propio o ajeno)
elegir entre las tibias humedades nocturnas
o el rocío insano de la mañana
imaginar la melodía que refleje estos fragmentos
es un magnífico ejercicio para los sentidos
y la luz es tan delicada al llegar
con su ritmo de mareas
que hasta el eco de las guitarras
se desvanece en el aire.

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Las tensiones primordiales

Las tensiones primordiales
forman a menudo una cruz
es decir, se resuelven en un punto
y punto con punto con punto
construyen el núcleo de la red
donde los vacíos intermedios sostienen
el curso y el devenir del mundo
como se sostiene desde siempre
el telón endeble que simula el cielo.

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Pintando las paredes del suburbio

Pintando las paredes del suburbio
con declaraciones de amor
pensar en la belleza no siempre ayuda.
En los sillones de la disco
el deseo se trasviste en vértigo
verde flúo limón, cuánta sed…
pero es invierno y esta chica no sé quién es
los graffitis de amor se descascaran
borrados por la lluvia, en cuanto a nosotros
nos entretenemos bebiendo placebos
semicírculos azules en el aire,
se hicieron las 7 y la blonda se fue en bondi
después de todo, casi todos
habitan un lugar
sito en Vulgaria.

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Retrato de familia, el niño gordito

Retrato de familia, el niño gordito
en el centro del cuadro,
el perro parado en dos patas muestra
una excitación inesperada
la abuela sonríe a la nada mirando al pajarito
el padre susurra en el oído a su esposa: no seas zonza
es sólo el destello del flash
pero ella insiste en brillar esparcida en lágrimas
el perro se acerca a la abuela
el niño pide un helado de crema
el flash apagado no dejó secuelas.

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Canto del cisne

Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes,
afónicas lamentaciones.

Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.

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Cópula

¡Nos unió la mañana con sus risas!

En las rondas del sol

canciones de naranjas.

Danzas de nuestros cuerpos

desnudos -rojo bronce.

El olor de la luz era sagrado:

música de horizontes,

espacio de paisajes –

rojo y bronce –

ruido de melodías,

himno de soles,

eternidad

y abismo de la dicha

en la alegría loca de los vientos.

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Crepúsculo

Ponderan los ocasos gustos violetas.
Un árbol negro, un árbol blanco, un árbol verde
cuelgan sus blusas
en la inmovilidad.

Ha cerrado sus párpados el viento.

Luces deshechas;
pétalos estrujados
en superposiciones.

Ponderan los ocasos gustos violetas.

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El hombre del mar

El hombre de los ojos
atormentados,
que ha mirado mil auroras del mar
desde las grandes proas,
tiene el secreto
de las neblinas, las compactas y húmedas neblinas;
tiene el secreto de las claridades,
de las muy anchas, de las ilimitadas claridades
que estallan como granizadas
sobre los barcos clavados y desclavados
en los planos soleados de los días.

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Ha caído mi voz

Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.

Mi voz:
Pequeña línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.

Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.

Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.

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Subcristal

Zarpas monótonas
amarillentas de las horas
de Otoño,
en las cifras muy lentas de mi hastío.

Tonalidades;
respuestas y llamadas de motivos
en una discordancia de apariencias.
Brilla el cristal de mi locura.
Efervescencias bruscas;
ojos endemoniados de un molino
junto al enorme zueco
de una carreta que relincha.

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A MI HIJA CLARA

Última flor de mi áspero camino,
mejor que última flor, flor de las flores,
resumen de lo humano y lo divino,
escapas, huyes por los corredores.

Sólo veo tus rizos saltarines
y de tus dulces codos los hoyuelos,
mientras de puntas en tus escarpines
eras la bailarina de los cielos.

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A MI MESA

Desnuda como un yunque, mesa mía,
no admites ni una flor para tu adorno,
nada se aquieta en ti ni permanece:
el torrente infantil lo barre todo

Negro tintero, blando cartapacio,
búcaro de cristal o marco de oro
hace mucho que están en las alturas
o yacen de cajones en el fondo.

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ALBA

Embadurna de luz el alba mi postigo,
y a perfilarse empiezan mis pobres muebles viejos…
Los primeros en despertar son los espejos.
Pende la luz eléctrica del techo, como un higo.
Tienen mis pobres muebles un manso despertar,
sobre todo el lavabo… Acoge a la mañana
como deshecho en blancas risas de porcelana.

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AROMAS

Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.

Por aquí huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.

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CASI ÉGLOGA

Con las primeras luces de la aurora
viene el lechero a la contigua casa.
Se acercan tintineando las esquilas
de un par de vacas con sus ternerillos
y un ruido seco, familiar, menudo,
hacen contra la piedra las pezuñas.
Con tanta claridad veo la escena
como si fuera de cristal mi cuarto.

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CENA

Tranquilamente la comida observo:
son cuatro hombres y una mujer vieja.
Ellos están caídos sobre el plato,
comen con rapidez y silenciosos.
Con cada cucharada me parece
que se tragan también un pensamiento.
Y en camisa los cuatro, recogidas
las mangas hasta el codo, y en la espalda
las equis negras de los tiradores.

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COCINERITA

¡Vengo de la cocina, vengo de la cocina!
Traía en grandes manchas en el traje, la harina.

En las pálidas manos, entre los dedos finos,
olor agudo a especias, canelas y cominos.

Al fondo de los ojos, en grueso punto de oro,
traía de las ascuas el alegre tesoro.

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CUADERNO

Cuaderno,
cuaderno en que la amada
copia mis versos y dibuja flores.
Eres como una rueca torneada
donde se fuera hilando, poco a poco,
toda la buena seda de mi alma.
¿En qué oculto cajón
de quién sabe qué mueble y en qué casa,
te encontrarán las manos revoltosas
de nuestros hijos?

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CUERPO

¿Qué del paisaje de marfil me queda
éstos de soledad, días transidos?
El movedizo juego de tus pechos,
balanceo de rosas, de palomas,
menos aún, dos grandes gotas de agua
rodando en el espacio vacilantes.
Así van, así van de un lado a otro,
gotas doradas, pompas de ti misma,
hasta que al fin, horizontal, se aquietan,
apaciguados, graves, circulares,
apenas temblorosos en la noche.

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