Nada

Era un pobre diablo que siempre venía
cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
joven rubio y flaco, sucio y mal vestido,
siempre cabizbajo… ¡Tal vez un perdido!

Un día de invierno lo encontramos muerto
dentro de un arroyo próximo a mi huerto,
varios cazadores que con sus lebreles
cantando marchaban… Entre sus papeles
no encontraron nada… los jueces de turno
hicieron preguntas al guardián nocturno:
éste no sabía nada del extinto;
ni el vecino Pérez, ni el vecino Pinto.

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Tarde en el hospital

Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia:
llueve

Y pues solo en amplia pieza,
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.

Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado:
llueve

Entonces, muerto de angustia
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.

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Teodorinda

Tiene quince años ya Teodorinda,
la hija de Lucas el capataz;
el señorito la halla muy linda;
tez de durazno, boca de guinda…
¡Deja que crezca dos años más!

Carne, frescura, diablura, risa;
tiene quince años no más… ¡olé!

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La visión

Yacía obscuro, los párpados caídos hacia lo terrible
acaso con el fin del mundo, con estas dos manos insomnes
entre el viento que me cruzaba con sus restos de cielo.
Entonces ninguna idea tuve, en una blancura enorme
se perdieron mis sienes como desangradas coronas
y mis huesos resplandecieron como bronces sagrados.

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Cáceres

Sin recurrir a las ventanas
sin asomarse a las panoplias
sin colgar frutos de los árboles
sin cortar en dos la noche
sin esperar el buen consejo
sin recurrir a las ventanas
sin propender a los relámpagos
sin asomarse a las panoplias
sin atisbar el mes de enero
sin decidirse a abrir la puerta
cuando se fue Jorge de viaje.

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El corazón

Tú hablaste del corazón hasta por los ojos
tú hablaste del fuego hasta por la nieve
por ti yo un día me decidí al azar
para encontrarte

Yo he desatado el nudo del azar
-una mañana me decidí de súbito-
y sólo quien haya logrado desatarlo
podrá entenderme.

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Juegos de dormitorio

La lámpara reía a los ángeles
sangrando por las narices
la lámpara semejaba un cerezo
(un cerezo no sé porqué)

Yo abrí los brazos como quien
cierra con prisa una ventana
en un abrazo aprendí a nadar
en un beso aprendí a vivir

Yo dormía una bandada
de palomas voló de súbito
estas palomas provenían
de un internado de hechiceras

Las jovencitas en corpiño
frente al espejo alucinante
se habían clavado la cabeza
con un pernicioso alfiler negro

Pronto en palomas convertidas
por este infantil acto mágico
salieron volando por el cielo
rumbo a mi abierto dormitorio

Yo dormía como quien
vive una noche para siempre
la noche semejaba un alfiler
(un alfiler no sé porqué)

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La casa fantasma

Casa para vivir,
casa que el hombre busca
desde que el mundo es mundo, desde que el hombre es hombre,
desde que el techo es cielo.

¿Es la casa este techo,
es esta viga
que sale afuera como un hueso puro,
es la ventana
para aguardar el tiempo de su vidrio?

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Poema de memoria

Para embellecer al cerezo
con un papiro nigromántico
esta mañana se ha vestido
una silente alondra roja

Yo llevé esta alondra un día
entre mis manos enguantadas
hasta un Café en el que solía
reunirme con mis amigos

Lejano tiempo ya el cerezo
se tumbó al ímpetu del hacha
la alondra roja es un recuerdo
en mi vida de un solo día.

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Poesía

Primero tracé un círculo,
hice crecer un árbol,
puse un nido en su copa,
más arriba una nube:
hice brotar el agua,
apenas un arroyo,
para que árbol y nube
y pájaro bebieran.

El árbol, es fatal,
se propagó en un bosque,
y los pájaros pronto
volaron en bandadas:
la nube se hizo inmensa,
se hizo la tempestad,
y el arroyo en un río
se desbordó de súbito.

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Tantas lunas

Tantas lunas pasadas en limpio
rayas y más rayas tigres y más tigres
y el hotel era lujoso para dormir

Suecos y más sueños besos y más besos
qué quedará de tanta luna
qué quedará de tanta agua de tanta sed de tanto
vaso

Ventana destinada para ti
para que en ella te apoyes más perfecta
tú haces con tu belleza
lo que otros hacen con el cielo

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Las cartas

Las cartas del buen tiempo de coral
ya no son las mismas cartas de los torbellinos
En la frente de los lagos en la garganta de los deltas
Pájaros repetidos mil veces en la prisma
Plumaje sin fin sonrisa necesaria
En la nostalgia del gran día diluvial
Que se mece en el cielo de hierba fresca
Cuando los asaltantes de nidos caen en las redes de la colina.

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Los besos

Los besos entre las hojas
En recuerdo
De los pájaros que encantaban las estrellas en el filo
de sus alas
Por cada grito picoteaban los guijarros del sol
Los muros que les dan formas familiares
Y gestos que reflejan el clima de los labios
Sobre el camino de los últimos besos
O en el eco de las risas del mar.

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Paolo Ucello

Paolo Ucello saliendo del pozo de mercurio
Regateando en tu corazón de gaseosa el fragor de la tormenta
Pero unos ojos perdidos vagan en la superficie negra de
un vaso de vitriolo
Tirando de la noche el hilo a plomo que se enreda en tu frente
Llamando a la puerta del corazón del pájaro por su nombre
Aunque yo te he visto dar vueltas alrededor del mundo tres veces
Aclimatando la cantera al influjo de la turquesa
O tus labios de ópalo silvestre a la noche ultramarina
Ucello el diván ondulado acaba de evaporarse
Y aún sus pestañas me recuerdan tu amor por los pájaros
O tu pie sangrando sobre un bouquet de violetas
Sobre mi corazón pulverizado sobre el espacio en blanco que dejó
el campo al desaparecer
Sobre un seno en el agua mineral
Sobre todo un seno
Levantándose de su cojín como una lágrima
Aún deslizándose a través de una mirada inocente
Una única mirada Ucello
De un seno violeta
Contra la noche violeta.

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Paul Klee

Para ser cómplice del paisaje que bate a todo vuelo
Como un fuego bien alimentado arriba las manos!
Los niños son culpables de sus ojos verdes sin fin
Ellos han disipado el cielo en pleno día
Con sonrisas encantadoras
Con juegos que no son más inocentes
Las nubes dentro de la bañera el respeto a los mayores
Y las grandes trampas de los cálculos precisos.

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Cómo desapareces

Cómo desapareces, cómo no estás: te busco.
Mis manos desoladas te buscan, aire o fuego.
Mi corazón te busca debajo de las piedras
donde hay pájaros muertos, caracoles.
Tú sueñas, ay, tú duermes, tú conoces el día:
tú me dices adiós y adiós es -nunca-.

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Críticas a la vida sexual

Ciudades complicadas y secretas
y los terceros pisos en penumbra!
Libros de estampas japonesas,
Grabados en los muros, y abanicos,
Borlas de terciopelo y correas de seda,
Espejo grande oblicuo.
Amarrada a los pulsos, de los pies amarrada.
Sonrisa dolorosa con rouge color violeta.

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Críticas de miedo

Los muertos que fuimos ya se aburrieron
de estar muertos. No renacimos sino que nacimos
mal hechos unas furias, maltrechos y con caras
de ningunos amigos de nadie en absoluto.
En eso estamos. Nos barrieron
debajo de los pies con escobas de arbusto.

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Divagaciones

La muerte despiadada no hace excepciones: uno
por uno nos recoge del suelo en que vagamos
como hormigones negros -cuando menos pensamos
pero en nada pensamos- cuando nos llega el turno
despiadada nos coge con sus pinzas de fierro
nos traslada al lugar de nuestro entierro.

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El apagado mundo

El apagado mundo, el encendido
mundo, el eterno, el escarpado monte
que hay que subir a pie desnudo en roca
viva, sin escaleras, manto oscuro
de mineral compacto, piedra almohada,
el mundo amado, muro amargo
en torno a la espinosa nada a solas.

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Los ataúdes

I

/1/
Sic transit gloria mundi, y las miserias
también son transitorias -las frecuentes
desgracias y la muerte de las fuentes
que se secan -el pasto de las eras
se estraga -y en las ferias
de los vivientes danzan calaveras.

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