Poema de memoria

Para embellecer al cerezo
con un papiro nigromántico
esta mañana se ha vestido
una silente alondra roja

Yo llevé esta alondra un día
entre mis manos enguantadas
hasta un Café en el que solía
reunirme con mis amigos

Lejano tiempo ya el cerezo
se tumbó al ímpetu del hacha
la alondra roja es un recuerdo
en mi vida de un solo día.

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Poesía

Primero tracé un círculo,
hice crecer un árbol,
puse un nido en su copa,
más arriba una nube:
hice brotar el agua,
apenas un arroyo,
para que árbol y nube
y pájaro bebieran.

El árbol, es fatal,
se propagó en un bosque,
y los pájaros pronto
volaron en bandadas:
la nube se hizo inmensa,
se hizo la tempestad,
y el arroyo en un río
se desbordó de súbito.

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Tantas lunas

Tantas lunas pasadas en limpio
rayas y más rayas tigres y más tigres
y el hotel era lujoso para dormir

Suecos y más sueños besos y más besos
qué quedará de tanta luna
qué quedará de tanta agua de tanta sed de tanto
vaso

Ventana destinada para ti
para que en ella te apoyes más perfecta
tú haces con tu belleza
lo que otros hacen con el cielo

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Las cartas

Las cartas del buen tiempo de coral
ya no son las mismas cartas de los torbellinos
En la frente de los lagos en la garganta de los deltas
Pájaros repetidos mil veces en la prisma
Plumaje sin fin sonrisa necesaria
En la nostalgia del gran día diluvial
Que se mece en el cielo de hierba fresca
Cuando los asaltantes de nidos caen en las redes de la colina.

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Los besos

Los besos entre las hojas
En recuerdo
De los pájaros que encantaban las estrellas en el filo
de sus alas
Por cada grito picoteaban los guijarros del sol
Los muros que les dan formas familiares
Y gestos que reflejan el clima de los labios
Sobre el camino de los últimos besos
O en el eco de las risas del mar.

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Paolo Ucello

Paolo Ucello saliendo del pozo de mercurio
Regateando en tu corazón de gaseosa el fragor de la tormenta
Pero unos ojos perdidos vagan en la superficie negra de
un vaso de vitriolo
Tirando de la noche el hilo a plomo que se enreda en tu frente
Llamando a la puerta del corazón del pájaro por su nombre
Aunque yo te he visto dar vueltas alrededor del mundo tres veces
Aclimatando la cantera al influjo de la turquesa
O tus labios de ópalo silvestre a la noche ultramarina
Ucello el diván ondulado acaba de evaporarse
Y aún sus pestañas me recuerdan tu amor por los pájaros
O tu pie sangrando sobre un bouquet de violetas
Sobre mi corazón pulverizado sobre el espacio en blanco que dejó
el campo al desaparecer
Sobre un seno en el agua mineral
Sobre todo un seno
Levantándose de su cojín como una lágrima
Aún deslizándose a través de una mirada inocente
Una única mirada Ucello
De un seno violeta
Contra la noche violeta.

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Paul Klee

Para ser cómplice del paisaje que bate a todo vuelo
Como un fuego bien alimentado arriba las manos!
Los niños son culpables de sus ojos verdes sin fin
Ellos han disipado el cielo en pleno día
Con sonrisas encantadoras
Con juegos que no son más inocentes
Las nubes dentro de la bañera el respeto a los mayores
Y las grandes trampas de los cálculos precisos.

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Cómo desapareces

Cómo desapareces, cómo no estás: te busco.
Mis manos desoladas te buscan, aire o fuego.
Mi corazón te busca debajo de las piedras
donde hay pájaros muertos, caracoles.
Tú sueñas, ay, tú duermes, tú conoces el día:
tú me dices adiós y adiós es -nunca-.

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Críticas a la vida sexual

Ciudades complicadas y secretas
y los terceros pisos en penumbra!
Libros de estampas japonesas,
Grabados en los muros, y abanicos,
Borlas de terciopelo y correas de seda,
Espejo grande oblicuo.
Amarrada a los pulsos, de los pies amarrada.
Sonrisa dolorosa con rouge color violeta.

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Críticas de miedo

Los muertos que fuimos ya se aburrieron
de estar muertos. No renacimos sino que nacimos
mal hechos unas furias, maltrechos y con caras
de ningunos amigos de nadie en absoluto.
En eso estamos. Nos barrieron
debajo de los pies con escobas de arbusto.

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Divagaciones

La muerte despiadada no hace excepciones: uno
por uno nos recoge del suelo en que vagamos
como hormigones negros -cuando menos pensamos
pero en nada pensamos- cuando nos llega el turno
despiadada nos coge con sus pinzas de fierro
nos traslada al lugar de nuestro entierro.

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El apagado mundo

El apagado mundo, el encendido
mundo, el eterno, el escarpado monte
que hay que subir a pie desnudo en roca
viva, sin escaleras, manto oscuro
de mineral compacto, piedra almohada,
el mundo amado, muro amargo
en torno a la espinosa nada a solas.

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Los ataúdes

I

/1/
Sic transit gloria mundi, y las miserias
también son transitorias -las frecuentes
desgracias y la muerte de las fuentes
que se secan -el pasto de las eras
se estraga -y en las ferias
de los vivientes danzan calaveras.

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Muerto

No soy viudo, soy el muerto
que deja viudos a sus alrededores.
La agonía conozco, la del huerto.
Lo sé muy bien: He muerto. No me llores.
Armando Uribe yaces sin dolores
ya desde el día de tu concepción…

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Padre

Padre mi padre el travesaño
de la cruz en mis manos al espíritu
mi espíritu encomiendo. Me haces daño
sin que yo te haga daño siendo
que yo soy niño tu hijo y que me rindo
por qué me has hecho daño y me tienes muriendo.

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Tengo una rabia

Tengo una rabia sin gusto a rabia
que se expresa en una sed sin forma de sed
y tiene su ideal en un vaso de agua pero sin agua
sino hiel, hiel, hiel, hiel.
Y quien se oponga se llevará un chasco,
sí, un verdadero chasco,
porque tendrá que tomarse el vaso de hiel,
él él él él él él él él.

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Biografía anónima

Soy un oscuro ciudadano
abandonado en medio de las calles
por el cuchillo sin pan del mediodía,
despojado y marchito
como el reloj de las iglesias,
sin otro oficio que vagar entre disfraces.

Soy el familiar venido a menos,
enraizado a las tabernas
y a la complicidad del bandolero.

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Ciudadano

No sé de dónde viene mi costumbre
de agravarme a las siete de la tarde.
Quizá sólo por ser un transeúnte
sin bigote o pañuelo, sin zapato ni amante.

No sé para qué vivo y por qué muero,
si ha tiempo me dijeron las gitanas
que tendré vida cara con un final de perros:
o sea que no pienso morir como Dios manda.

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Confesiones

Soy bestia umbilical, delgada y andariega,
con un aire de pájaro en la calle.

Atado a los semáforos
por ley irrevocable.
Suelo ser atacado por mis hábitos
y por los vendedores ambulantes
que me auscultan la cara
de bar destartalado y decadente.

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Hábitos

Esta vieja costumbre en consecuencia
de amanecer cansado cada día
con la cara de siempre, el mismo aspecto
-cordero estupefacto, ¡no hay derecho!-,
la liturgia congénita de mirarme al espejo:
descubrirme in fraganti con peineta y dentífrico
-no asienta esa conducta en mansa bestia-;
conciencia de estar vivo y respirando
-con qué objeto, qué sabes-, y otras cosas
que, por último, ahora no tolero:
la plena autonomía de mis gestos
y la fidelidad de mis zapatos.

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El árbol

Árbol que, como el hombre, te alimentas del lodo,
pero que alzas al cielo los brazos retorcidos
y, apretado a tus ramas, mantienes alto todo
lo que amas: hojas nuevas, botones, flores, nidos,
quiero tu paz severa, tu fe en orar en vano,
tu esperar, cuando emigran, que las aves regresen;
tu silencio, más hondo que mi cantar humano,
y tu ardor por cubrirte de flores, que fenecen…

Tú te bastas: tú creas la flor que lleva un germen
que en cualquier campo sano perpetúa tu ser:
el hombre, tras de angustias de amores que le enfermen,
pondrá en su estirpe obscuras influencias de mujer.

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In memoriam

Estaba blanca, estaba pura,
más que en el tiempo en que vivía;
la envolvió con su gran dulzura
la castidad de su agonía.

Sus ojos fijos en el techo,
ahondados en la gran visión,
las manos puestas sobre un pecho
limpio de humana sensación.

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La luz

La luz tendió en la tarde ligeros gobelinos,
se hizo pronto un incendio en que el mundo iba a arder,
cayó después en lluvia de azul por los caminos:
yo la he visto variar como alma de mujer.

La luz con unas nubes hizo encendida fragua,
disfrazó a los torreones con un amplio albornoz;
alzó náyades diáfanas de la paz de las aguas:
la luz formó de nada sus mundos, como Dios.

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Plegaria

Virgen, tus ojos místicos y ausentes
rezan, como las llamas de los cirios.

Virgen, tus manos pálidas y trémulas
piensan, como las manos de los ciegos.

Por tu fervor, mi beso se hizo hostia
y llevó mi alma entera a tus entrañas.

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Remordimiento

Yo pensé que en tus senos hallaría el olvido,
y eché a dormir sobre ellos mi triste pensamiento:
surgía, como aroma tenue, el anochecido,
y la pasión movía tus trenzas como un viento.

La dulzura suprema adormía el sentido,
cuando rompió mis venas un inundar violento:
venida de la muerte, en una ola sin ruido,
la eternidad entera se puso en un momento.

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Yo no sé

A mi hijo

Yo no sé si existen los ángeles,
pero sueño bajo sus alas transparentes.

Yo no sé si se vive después de la muerte,
pero mi madre sonríe en mis ensueños.

Yo no sé si la justicia se hará un día,
pero el Cristo vive en los ojos de los pobres.

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BOTELLA AL MAR

Y tú quieres oír, tú quieres entender.
Y yo te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni para los iniciados.
Es para la niña que nadie saca a bailar,
es para los hermanos que afrontan la borrachera
y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos.

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CARTA DE LLUVIA

Si atraviesas las estaciones
conservando en tus manos hechas cántaro
la lluvia de la infancia que debíamos compartir,
nos reuniremos en el lugar
en donde los sueños corren jubilosos
como ovejas liberadas del corral
y en donde brillará sobre nosotros
la estrella que nos fuera prometida.

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