Ardió el día como una rosa.
Y el pájaro de la luna huyó
cantando. Nos miramos desnudos.
Y el sol levantó su árbol rojo
en el valle. Junto al río,
dos cuerpos bellos, siempre
jóvenes. Nos reconocimos.
Habíamos muerto y despertábamos
del tiempo.
Poemas colombianos
Únicamente por reunirse con Sofía Kühn,
amante de trece años, Novalis creyó en el otro mundo;
mas yo creo en soles, nives, árboles,
en la mariposa blanca sobre una rosa roja,
en la hierba que ondula y en el día que muere,
porque solo aquí como un don fugaz puedo abrazarte,
al fin como un dios crearme en tus pupilas,
porque te pierdo, con la tierra que era mía.
Ya no eres una niña.
Ya la vida te ha enseñado a fingir.
Ya no es sencilla y simple tu ‘balaca’
De seda azul turquí.
Las trenzas, que tenían la estatura
De tu propio candor,
Cedieron su lugar al caprichoso
Peinado del amor.
Este carriel de nutria, señoras y señores,
Fue antaño la bandera de un colonizador,
Tal vez un Juan sin Cielo hundido en los blasones
De algún tatarabuelo del imperio español.
No sé qué guarda dentro: quizás diez arreboles
Recogidos en viajes de Quimbaya a Sonsón;
Una mazorca de oro, tres ríos leñadores
Y un tiple que ha tenido descalzo el corazón.
Soy antioqueño. Visto de alpargatas,
Carriel de nutria y ruana montanera;
Tengo para el amor las serenatas
Y para los rivales mi barbera.
Ningún bambuco a mi guitarra escapa,
Y en noches de ‘jolgorio’ y de aguardiente,
Sólo respeto lo que diga el Papa
Y tuteo hasta al mismo presidente.
Esta ruana de estirpe montanera
Abrigó el corazón de esos arrieros
Que encendieron la noche de yesqueros,
En una cualquier fonda caminera.
Ella les dio calor a los primeros
Retoños de esta savia de mulera
Y sirvió de cobija y de bandera
A un paisaje viril de sietecueros.
Sin el visto bueno de León de Greiff
Novia del mar:
Te cambio seis veleros
Por las seis letras de tu juventud.
Por tus abiertos Ojos marineros
Te doy un cargamento de luceros
Que me robé en el África del Sur.
Te recuerdo, pequeña, con un amor tan puro
Tan simple, tan sencillo, tan cerca al corazón,
Que estando en esa espina clavado mi futuro
¡Le doy gracias a Dios!
No he podido olvidarte. 0 tal vez, no he querido
¿Para qué iba a olvidarte si tú fuiste el amor?
¡Qué horrible es el olvido!
Ver la mujer amada
Y no sentir que el alma
Se curva de dolor.
Cuando cerca a su nombre
No nos punza la espina,
Ya no vale la pena
Nuestra estéril canción.
¡Qué horrible es el olvido!
Tu ausencia me está sangrando
Por la herida del recuerdo.
Mi juventud te persigue
Por los caminos del sueño,
Y cuando estás más distante,
Más cerca del alma siento
Que florece la nostalgia
Sobre el tallo del tormento.
Decapitando rubíes
En guillotina de nácar,
Va la gentil chapolera
Trepando por la montaña,
Mientras asciende en los tallos
Verticalmente la savia
Para pintar los mortiños
Y sazonar las naranjas.
Diez y siete primaveras
Enredadas en la falda.
Es tan humano este dolor que siento.
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al pensamiento
Y por toda la sangre repetido,
Que ya ni me fatiga el vencimiento,
Ni me sangra el orgullo escarnecido.
Mi corazón se acostumbró al tormento
De perder la mitad de su latido.
Esta paz ya es calvario, la patria ya no es patria,
Este amor que nos mueve es un amor vacío,
Ya el cielo de los pueblos no se baña en el río
Ni le reparte trinos a la vieja campana.
Ya no hay calor humano en la humilde cabaña
Donde el fogón y Cristo agonizan de frío,
Ya el camino no llega sin sangre al caserío
Ni el pan llega a los hijos sin su ración de lágrimas.
Pequeña:
Para cantar tu pelo,
Aprendí la leyenda
Del sol que siendo niño se extravió en un trigal.
Para cantar tus ojos,
Me enseñaron la historia
De la primer mañana que se bañó en el mar.
Para cantar tus labios,
Estudié el meridiano
Que pasa por el beso, la fresa y el panal.
Cuando Urabá despierte sentirá la mañana
Que cien conquistadores se calzan sus espuelas;
Que la savia es un río que va gritando ¡Tierra!
Como el descamisado don Rodrigo de Triana.
Cuando Urabá se ajuste su vieja carretera
Sin miedo a que un abismo le decomise el alma,
Entonces sí podremos decir que la Montaña
Rescató la locura de las Tres Carabelas.
Vuelven los caballos
Ágiles,
Elásticos,
Piafantes,
Resueltos,
Las ancas lustrosas,
Los ojos eléctricos,
Los nervios tensados como cuerdas de arco,
Las crines al viento
Y la historia patria montada,
Tatuada,
Estereotipada sobre todos ellos.
Un grito,
un grito,
un grito
más duro que el dentado
cuerno curvado
del dorado escarabajo
mimetizado entre las cañas de oro;
más invasor que el espino
en los jardines de los abuelos
intestados;
más veloz que el arpón del asesino
que vuela sobre las aguas
y se clava en ellas
mudándolas en paño de menstruas;
más hambriento que el graznar
de las gaviotas rabiosas
sobre las aguas horras de peces;
más sordo que el sollozo
de la mujer pobre
ante la alcancía vacía;
más impaciente que el orín
sobre la cuchilla homicida;
más lancinante que el gemido
del niño asaltado en su sueño
por las altas, negras fantasmas
de su propio futuro;
más fatídico que el estridor
de las llantas
repentinamente frenadas
sobre el pavimento de cemento
y sobre un cuerpo ya muerto;
más lúgubre, ¡ay!, más lúgubre
que el aullido del perro
cuando pasa la sombra
que nadie ve:
ni Hamlet, ni Horacio,
roídos por el frío.
Y si me da la gana de atravesar a nado el enorme río?
Y si me da la gana de empinarme más que la girafa?
Y si me da la gana de hacerme con la piel del ocelote un escudo y con su cola
un adorno?
—Las tortillas de maíz no me saben a nada, madre.
Los níqueles no me sirven de nada, madre.
El traje nuevo no me alegra nada, madre.
Nada me sirve de nada porque soy un niño negro.
—¡Pero si estás hecho de miel y leche, hijo!
Ésta era otra casa.
La de los muchos patios:
el patio de las ceremonias y los grandes;
el patio de los huéspedes bienvenidos;
el patio de los niños;
el patio de las criadas;
el patio de los lavaderos y los bebederos;
el patio de las caballerizas;
el patio de las aves de corto vuelo;
el patio de las legumbres suculentas.
(Variaciones sobre un texto de Saint-John Perse: MARES: Las Trágicas vinieron…).
Depilamos las largas mechas de nuestras axilas de grandes leonas cautivas. El acre vello negro, rojo o rubio, o color de bellota calcinada, que nos adorna y mancha, depilamos!
Depilamos los tazones gemelos en que la lengua del Amante busca las salazones del deseo.
(Variaciones sobre un antiguo mito de los indígenas de la isla de Pascua).
El agua marina se convirtió en espuma de playa;
la espuma se convirtió en hierba sobre la tierra;
la hierba se convirtió en liana sobre la roca;
la liana se convirtió en vena de la roca.
Mientras que acaso piensa tu tristeza
en la patria distante y sientes frío
al mirar donde estás, y el desvarío
de la fiebre conmueve tu cabeza,
yo soñando en tu amor y en tu belleza,
amor jamás por mi desgracia mío
de la profundidad de mi alma, envío
a la pena un saludo de terneza.
Asómate a mi alma
en momentos de calma,
y tu imagen verás, sueño divino,
temblar allí como en el fondo oscuro
de un lago cristalino.
Hay demasiada sombra en tus visiones,
algo tiene de plácido la vida,
no todo en la existencia es una herida
donde brote la sangre a borbotones.
La lucha tiene sombra, y las pasiones
agonizantes, la ternura huida,
todo lo amado que al pasar se olvida
es fuente de angustiosas decepciones.
Double virginité
Corps où rien n’est immonde
Ame où rien n’est impure.
VICTOR HUGO, Feuilles d’automne.
Noble como la cándida adorada
del inmortal poeta florentino,
corona de la frente inmaculada
el dorado cabello
que sobre el hombro flota en blondos rizos,
perdida en el espacio la mirada
como se pierde en su conjunto bello
la de aquél que contempla sus hechizos.
No fue pasión aquello,
fue una ternura vaga
lo que inspiran los niños enfermizos,
los tiempos idos y las noches pálidas.
El espíritu solo
al conmoverse canta:
cuando el amor lo agita poderoso
tiembla, medita, se recoge y calla.
A M. Valenzuela
Cual la naturaleza
de la que forma parte y es fiel copia
el alma humana tiene ocultas fuerzas
silencios, luces, músicas y sombras.
Vagas nieblas también… las ilusiones
que el paisaje embellecen cuando brillan
y que desaparecen cuando asomas,
sol de la realidad que las disipas…
Y como en sucesión jamás turbada
todo nace en la tierra y todo muere,
en el mundo ideal de los espíritus
rigen eternas, semejantes leyes:
brotan sobre las tumbas de los muertos
las flores, mensajeras de alegría;
sobre la tumba de un amor llorado
brotan ensueños de tristeza mística.
El verso es un vaso santo. ¡Poned en él tan sólo,
un pensamiento puro,
en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes
como burbujas de oro de un viejo vino oscuro!
¡Allí verted las flores que en la continua lucha
ajó del mundo el frío,
recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
y nardos empapados de gotas de rocío
para que la existencia mísera se embalsame
cual de una esencia ignota
quemándose en el fuego del alma enternecida
de aquel supremo bálsamo basta una sola gota!
El pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis
del amor de Aniceta, fue infeliz.
Pasó tres meses de amarguras graves,
y, tras lento sufrir,
se curó con copaiba y con las cápsulas
de Sándalo Midy.
Enamorado luego de la histérica Luisa,
rubia sentimental,
se enflaqueció, se fue poniendo tísico
y al año y medio o más
se curó con bromuro y con las cápsulas
de éter de Clertán.