Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Poemas de Amor
Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
mi vida entera.
Besarte no es amor, es irte oliendo
igual que huele el macho a su collera;
es saberte paloma mensajera
al gavilán las alas abatiendo.
Besarte no es amor, es ir pidiendo
besana donde hundir mi sementera;
es ser igual que el toro en la pradera
huyendo de la hembra y embistiendo.
Amor, contigo sólo y con la ola
en risa nueva y prisa apresurada.
Que tu boca me aloca, desbocada,
con bocados de mar y caracola.
Amor, ¿estoy contigo a solas, o la
luna cambia mi sombra desvelada?
¿O es tu boca la poca, la tasada
punzada que me toca y que me inmola?
Mirarme hoy es ponerse más triste que una calle
a la que el viento hubiese dejado sin visillos.
Es ser como una alcoba sin camas habitables,
como un tejado roto que asustara los nidos.
Me miras y te afliges y quieres acercarle
la memoria a mis ojos de nuestro tiempo vivo.
Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.
Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.
Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;
y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio;
y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.
De un amor que pasó, como un paisaje
visto del tren, cuando se va de viaje;
de un romance de un mes, en un cobijo
del llano, una mujer me dejó un hijo.
Ella murió, y abrieron una fosa,
y allí metieron el residuo humano,
y una cúpula azul sobre una losa
fue el mausoleo: el cielo sobre el llano.
Vanamente mis ojos inquietos
Por do quiera se tienden y giran,
Vanamente mis labios suspiran
Abrasados de fúnebre ardor.
Soledad espantosa me cerca,
Noche eterna mi pecho ha cubierto:
Para mí todo el mundo es desierto
Pues que nadie responde a mi amor.
Es bello, sí, en la aurora risueña de la vida
El palpitar primero de amante corazón;
Bello sentir brotando del alma sorprendida
La perfumada lágrima de la primer pasión.
Bello, como en mañana se ve de primavera,
Blanco espino en los bosques florido aparecer; amoroso.
Si no te acomodas,
Lector, a mis veras,
Llámalas tonteras:
Ahi me las den todas
Que priven al juez de oficio
Sin perjuicio de la muita,
Porque en sumario resulta
Pilatos en su ejercicio,
Y de la ley con perjuicio
Haber hecho en un par de años
Más injusticias y daños
Que un hortelano hace podas:
AhI me las den todas.
Silvia en el prado
Cuando Silvia al prado
sale a divertir,
el campo se alegra
al verla salir.
Jilguerillo hermoso,
bello Colorín,
dulce Filomena,
desde un alhelí
le cantan la salva
con pico sutil,
juzgándola Aurora
al verla salir.
Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda
tras las seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
para que te otorgue.
Un hombre triste su barco: Alegre, ése fue Jim. Dulce conmigo, mas no risueño; qué corazón.
Jim en el parque, y sin sombrero. Ay dios, qué miedo si es un matón. Ay dios qué pena, si un día parte como llegó.
Tiene los ojos rojos y on the sea mira como un traidor.
Tu amor me será hoy
dos veces grato.
No soy, lo has visto,
la doncella sagrada
y ocupo por lo tanto
de tus buenos oficios
para soltar los cascos de la especie
por mi cuerpo.
Imprímeme en la boca
tus aceites marinos
y en la palabra madre
la palabra deseo.
Cuánta extensa devoción
que he esgrimido.
Cuánta cruzada fervorosa.
La desnudez de labios
que atravesó mi historia.
Los nombres de varón
que bebo y que desviven
como efímeros derrumbes.
Cuánta fatiga y la fatiga
y la pasión que olvida dar sus señas.
Ahora que el amor
es una extraña costumbre,
extinta especie
de la que hablan
documentos antiguos,
y se censura el oficio desusado
de la entrega;
ahora que el vientre
olvidó engendrar hijos,
y el tobillo su gracia
y el pezón su promesa feliz
de miel y esencia;
ahora que la carne se anuda
y se desnuda,
anda y revolotea
sobre la carne buena
sin dejar perfumes, semilla,
batallas victoriosas,
y recogiendo en cambio
redondas cosechas;
ahora que es vedada la ternura,
modalidad perdida de las abuelas,
que extravió la caricia
su avena generosa;
ahora que la piel
de las paredes se palpan
varón y mujer
sin alcanzar el mirto,
la brasa estremecida,
ardo sencillamente,
encinta y embriagada.
Tu pene rueda hasta el sueño
como una margarita azul
en donde posa sus redes la tienebla.
La paz
es una seda oscura
tras el amor.
Cuando me saquen del pozo
no me invoques, amor mío,
que mis dos pechos serán
blancas rodajas del frío.
Cuando del pozo me saquen
con coronas de rocío
mal puesta tendré la boca
para tu beso, amor mío.
No me dejes, amor, en la añoranza.
Dame, por fin, seguro y alto vuelo.
Desarráigame, fíjame. Recelo
que aquí no lograré paz ni bonanza.
Mi sed inextinguible se abalanza
y busca un ancho río, paralelo
de un mísero y exhausto riachuelo.
¡Oh buen amor
¡Oh, ternura divina siempre en llamas!
¡Oh buen amor, paciente, generoso!
Llegas a mí, brindándome reposo;
no me impones tu afán, porque me amas.
¡Oh ternura divina! De tus ramas
presiento el florecer maravilloso.
(En memoria de Rocío Dúrcal)
A Carlos Garzón,
amante del cante y del diamante
Alvaro urtecho
La muchacha andaluza, victoriosa
en tantísimas hazañas del canto:
del cante jondo al pasodoble,
de la gutural canción de barrio madrileño
a la balada y al rock.
Versos de amor, conceptos esparcidos,
engendrados del alma en mis cuidados,
partos de mis sentidos abrasados,
con más dolor que libertad nacidos;
expósitos al mundo, en que perdidos,
tan rotos anduvistes y trocados,
que sólo donde fuistes engendrados
fuérades por la sangre conocidos;
pues que le hurtáis el laberinto a Creta,
a Dédalo los altos pensamientos,
la furia al mar, las llamas al abismo,
si aquel áspid hermoso nos aceta,
dejad la tierra, entretened los vientos,
descansaréis en vuestro centro mismo.
Las palabras son barcos
y se pierden así, de boca en boca,
como de niebla en niebla.
Llevan su mercancía por las conversaciones
sin encontrar un puerto,
la noche que les pese igual que un ancla.
Deben acostumbrarse a envejecer
y vivir con paciencia de madera
usada por las olas,
irse descomponiendo, dañarse lentamente,
hasta que a la bodega rutinaria
llegue el mar y las hunda.
Una vez más reaparece
el día de ayer, ya dado
por muerto y por enterrado.
Otra vez desaparece
el silencio y me amanece
otra vez a nuestro lado.
No sé si será pecado.
A mí no me lo parece.
Yo tuve el corazón capaz de lluvia.
Ocurría febrero con sus alas
y el tiempo digital nos puso juntas
las manos y los ojos y los cuerpos:
toda la tierra que el amor excusa.
Igual que el viento en las banderas altas
se comportó en nosotros esta música.
He quemado el pañuelo por si acaso
se pudiera tejer de nuevo el lino.
Le sobra la mitad del vaso al vino
y más de media noche al cielo raso.
Tenía que pasar esto. Y el caso
es que estando yo siempre de camino
y estando tú parada, no te vi y no
me ha cogido el amor nunca de paso.
Ocurre que el olvido, antes de serlo,
fue grande amor, dorado cataclismo;
muchacha en el umbral de mi egoísmo,
¿qué va a pasar? mejor es no saberlo.
Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo?
Amar son cercanías de uno mismo.
Como siempre, rodando en el abismo,
se irá el amor, sin verlo ni beberlo.
Resulta que la historia estaba escrita
cuando yo quise hacerla a mi manera.
Cuando yo no quería que volviera
resulta que la historia resucita.
Resulta que en el tiempo de la cita
tendrán que hacer un banco de madera.
Si eres un bien arrebatado al cielo
¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto,
la desconfianza, el torcedor quebranto,
las turbias noches de febril desvelo?
Si eres un mal en el terrestre suelo
¿Por qué los goces, la sonrisa, el canto,
las esperanzas, el glorioso encanto,
las visiones de paz y de consuelo?
Amor que vida pones en mi muerte
como una milagrosa primavera:
ido ya te creí, porque en la espera,
amor, desesperaba de tenerte.
era el sueño tan largo y tan inerte,
que si con vigor tanto no sintiera
tu renacer, dudara, y te creyera,
amor, sólo un engaño de la suerte.