No es ningún secreto

Detrás de cada noche se esconde una amenaza
y ante una amenaza sólo queda el balcón abierto
o sus labios eran juncos que por un momento detenían
el incesante llover de la tristeza
o nuestra historia es tan pequeña y además ya tiene tanto frío
que en su único verso ahogado
resume por entero al mundo
o no debemos olvidarnos de recordar a la mañana
que para que sigamos viviendo es del todo imprescindible
que se refleje alguna vez
en los sueños del estanque.

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Para suplir un envío

Pero si yo fuera aún más torpe
y un torpe poema te enviara
quizá sí conseguiría explicarte
por qué sólo creo en quien fracasa,
en el hombre pequeño que no sabe,
en el triste hombre que es el miedo
y también frío, en aquel que no halla
sino nada y que si su nombre dice –un sol barrido-
se ríe en su vacío.

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Póstumo

De todos mis amigos
yo tuve la muerte más extraña:

con el alma dislocada
fui silencio por la página.

¿DE PARTE DE QUIÉN?

En nombre de Dios abandonamos las señales en el aire.
Nos quedaba el vivir, el vivir sin trabas,
en nombre de nadie.

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Praga

Yo nunca he estado en Praga, pero le sueño jardines,
escaparates llenos de temblorosos misterios y también
que los tranvías se alejan justo con la extraña forma
que cursi como soy siempre me ha hecho
llorar por los falsos recuerdos.
Si llega la noche populoso soy y la atravieso
o me pierdo en una fiesta y no entiendo
por qué estoy ante las ventanas
que se esconden en las anónimas piernas
preguntándome con insistencia cómo fue
que le crecieron a nuestro amor tantos nenúfares
y a la vez dándome por fin perfecta cuenta
de que la soledad siempre ha sido una flor seca
que alguien se dejó olvidada en un ojal.

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Sólo un nombre podría llevar la dedicatoria

Supongo que por ser casi lo único que estaba abierto los domingos
en el acuario municipal que están estos días derribando
habíamos pasado no sé qué desmesurado número de tardes,
y recuerdo cómo sólo llegar nos dirigíamos
a saludar a tío Alfonso convertido en un besugo,
aquel besugo afable, exacto a él y que creíamos
que a la fuerza tenía ya que conocernos.

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Sombra

Tras los llantos o el último gesto del sol
nada queda. Nada tras los llantos, los versos,
los retratos. Y una sombra dice que fue ella.
(Las sombras, ya se sabe, no quieren tener la culpa
de ser sombras y por eso buscan amantes, asesinas).

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Tierras

Pues si huérfano estuvo del aire y fue
quien le cercó la noche y no la sangre
y por ser roja cruz el miedo y crepúsculo
espeso ya su arte
ya no guardaba fuerzas
para levantar sobre el papel
aspiraciones de ventana
las tierras del suicida
no han de ser jamás las tierras muertas.

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Toda historia

Toda historia es simple y se me olvida.
Quizá me fui a tomar café, quizá la amaba
y me perdí entre jardines de piernas esmaltadas
que fueron juncos trenzados de palabras
y después retama que mi lengua de trapo
había hecho trizas.

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Urbe

Me han dicho que por aquí vive un poeta
que a fuer de humano ha llegado a celestial, dije.
Y añadí: si cree que es broma, ahora viene lo bueno:
lo digo totalmente en serio. En antiguas hojas
crepitaba el silencio.

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Vida sentimental

Demasiados modos de interpretar la lluvia
ofrecen las películas; demasiados modos, demasiados ojos
y del todo excesiva esa facilidad como de postal ridícula
con que a medias entre copa y cigarrillo
los maquillados gestos de una imagen
sopesan, trituran, absorben y administran
distancia de muchacha; excesiva y también ridícula, eso,
más o menos eso es lo que me digo
cuando repaso el manual de adioses de mi vida
y desde él comprendo que es del todo cierto aquello
de que no suicidarme es algo que siempre me dio mucho trabajo,
que no suicidarme –ausencia, clínica y demás patéticos
retratos desbocados- en verdad ha sido para mí
la diaria gran tarea
y que por causa del afónico equipaje
que ha tenido a bien irme imponiendo el tiempo
a estas altura ya sólo podría doctorarme
con una absurda colección de vaguedades que intentara hacer ver
a qué ruinosos extremos puede llevarnos la torpeza
si desde siempre ha dominado
la expresión de los afectos.

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Vuelta

Crepusculaba amenazas y con fingidos jazmines
carne daba a miserias o batallas
por conseguir ponerse nombre
a través de papeles o misterios sepultados:
cinturas con livianas mordeduras de hambre,
martillos, rojos, clavados adioses y ojos
con demasiadas tortugas como para ser fotografiados:
crepusculaba, del cielo precisamente huérfano
nostalgias de sí o de nada
crepusculaba.

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El alfanje secreto (I)

¿A quién pediremos noticias de Córdoba?
Ben Suhaid.

Se ha poblado de mirto el canto de las fuentes
y la paloma corta en dos el aire azul.
Allí está, con sus sombras, la luz de los recuerdos,
la geometría frágil del suave surtidor;
aquí, los laberintos de la medina blanca
con sus puertas abiertas al campo, a las palmeras,
a los pozos sonoros, a los limones frescos
y a las acequias dulces con espliego en la voz.

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El alfanje secreto (X)

Donde los ballesteros, en la cima secreta
y apical de la tarde,
Israfil, el que anuncia el final de los días,
enciende sus hogueras de sándalo en las torres.
Los esclavos de Nubia sueñan en los zaguanes
con el álabe frío de las dagas, con ríos
de venganzas secretas del ángel de la muerte.

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El alfanje secreto (XVI)

Con frialdad mineral de reptil, el alfanje secreto
del tiempo hiere esquinas, higueras y perfiles,
orillas y alamedas y el otoño del bosque.
Traza curvas fluviales de sextante celeste;
deposita en su alcuza con terca indiferencia
la savia inconsistente del olvido o el sueño,
la sustancia frugal de las desolaciones,
el material inerte que destila la lenta
alquitara del mundo.

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El alfanje secreto (XX)

Ya vas rindiendo al tiempo su sórdida alcabala:
este rastro de azufre de los hijos del trueno,
este limón salobre que hiere la garganta
y esta luz de atalaya sobre el cielo morado.
Cuando todo presagia la noche por los templos,
la soledad del eco gutural en las bocas,
el alfar de los días y un alféizar sin nadie,
escucha el desconsuelo nocturno de los gatos.

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La aljaba del viajero (III)

Como un leproso oscuro, también tú has escapado
bajo estrellas secretas, por sierras tenebrosas,
por ríos rigurosos y desiertos salados.
Has sufrido el estigma ardiente de los días,
la raíz tuberosa de los amaneceres,
el tiempo y los cimientos húmedos de la tarde;
la arcilla de los años, la aljaba del deseo,
las flechas con cicuta de la casa de Omar.

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La aljaba del viajero (VII)

Cuando estabas mirando
las naranjas amargas de los huertos de Murcia,
el hijo de Ismaíl, el ciego del mercado
de dátiles de Málaga,
te ha tocado en el hombro para decir -y has visto
en su acento la tinta verde de la nostalgia:
– Si vuelves a Ispahán,
tráeme bulbos de nardos
azules como el mundo que ve quien se desmaya
y atardeceres rojos
detrás de las murallas de adobes incendiados
por la dulce almenara del cielo de poniente.

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La aljaba del viajero (X)

¿Estar en otro sitio…? El viaje verdadero
es aquel que se emprende sabiendo que ya nunca
volveremos al punto de partida, a la exacta
certeza de los puertos que dejamos atrás.
¿ Lo demás? Excursiones y argucias de la niebla.
El viajero cabal es el que nunca vuelve,
quien rompe las amarras y atraviesa la leve
espuma blanca y turbia que le unía al pasado,
el que rasga la túnica que ayer llevaba puesta.

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