Las flores de cedro

Ha soltado sus flores el cedro de enfrente.
Son flores muy duras y oscuras
Como la suerte de mi país.
Y no tienen aroma.
Como si prefirieran reservar su fragancia
Para tiempos mejores.

Unas caen en los patios de las casas;
Otras, en los tejados, en los aleros.

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Libertad de pensamiento

En aquel tiempo el Galileo entraba en su burro
A la historia de los grandes pensadores,
Mientras Calígula pensaba convertir a su corcel en Cónsul.

Después el pensamiento anduvo sobre ruedas,
Llevándose de encuentro a otros cristos,
A las brujas inventoras de kábalas y sortilegios contra malos pensamientos,
A los descubridores de la fórmula “libertad, igualdad y fraternidad”,
A los independentistas que no pensaron en que el tiro les iba a salir por la culata,
A los seguidores del Tío Carlos
Y a tantos otros que pensaban que la luna no era queso
Ni la dignidad un estropajo para mantener botas pulidas.

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Naturaleza muerta

La gente se detiene a ver
Televisores en los escaparates
A comprar golosinas
O a matar el tiempo
Mientras los oradores
Desde el monumento a la libertad
Se esfuerzan en explicar
Los problemas nacionales.

Después la gente va a sus casas
A comer y a comentar
Lo que se puede hacer
Con los problemas nacionales
Mientras en las suyas
Los oradores se apoltronan
Frente a sus televisores
Satisfechos de la jornada.

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Pequeñeces dichas a veces

I

Marcia,
Te digo,
Que tenemos diez años de amarnos
Y ver la mesa en el hogar
Servida;
Que muchos
Por no tener mesa
Han perdido la fe en el amor…

(Parque Cuscatlán, 1967)

II

Marcia, te digo:
Tú jamás entenderás
Por qué comparto el corazón entre Marcia
Y los demás
Que nadie llama a compartir…

(Bajo el monumento a la Revolución, 1966)

III

A veces parezco un viejo perro enfermo.

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Poemas desde la cama

I

Cuesta mucho esta forma de instalarse.
Parecemos bandidos de TV
Que deben cuidarse de la policía.
Dentro de unos años,
Cuando mis confesiones sean leídas públicamente
En las Academias Naturalistas,
Nadie querrá creer lo que luchamos por incendiar
Estos momentos.

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Angel en mí

Te estoy hablando bajo, muy bajito,
Sin voz, como se le habla a los querubes.
Pero sé que me entiendes y que subes
Del fondo de mi sangre hasta mi grito.

¿Grito? ¿Por qué? Si mi dolor contrito
Se percibe sonriendo entre las nubes.

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Divino amor (II)

Aquella tentación, aquel sendero
Abierto en cruz a la visión dorada,
Aquel trino de alondra en la alborada
Y aquel embrujo del primer lucero…

Hollar de rosas con el pie ligero,
Temblor lunar entre la fronda… En cada
Repliegue del enigma, tu mirada
Alumbrando los ojos del viajero.

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Divino amor (III)

Amor, no volverás… Sé que mañana,
Cuando torne otra vez la primavera,
Perdido el rumbo, la ilusión viajera
No atisbará tu signo en mi ventana.

Ni codicia del sol. Ni luz cercana…
Sordo el oído a la canción de afuera,
Mi alucinado corazón no espera
Tu beso amigo ni tu voz hermana.

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El huésped

El pan servido. ¿Y para quién adorno
la mesa dulce en el convite huraño?
Porfía de aguardar, año tras año,
el pan servido y la ceniza en torno.

Quemaronse las brasas en el horno
y el huésped sin venir: huésped extraño
presente y sin presencia.

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El viaje inútil

Todo era azul en la primer salida
Azul la embarcación, azul el puerto.
El corazón, hacia la luz abierto,
Soñaba con la tierra prometida.

Y en el retorno, con pavor de huida,
Anclo en mi propia soledad y advierto
Que, tras de mí, se iluminó el desierto
Y que en la luz se me quemó la vida.

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Holocausto

Luz que en la soledad madura el hielo.
Cauce de sed y curva que se inicia.
Imán de perfección, que alza y propicia
El faro inaccesible de mi anhelo.

No sé si, en mi holocausto, el goce es duelo,
Dardo que hiere o ala que acaricia…
¿Vértice de la luz?

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Sobre la misma piedra

Sobre la misma piedra, cuanto tú pases, Tiempo,
sin fin y sin principio,
sin forma ni color:
tiempo de mar y selva,
tiempo de espacio y nube,
tiempo de donde vine,
tiempo hacia donde voy…
sobre la misma piedra
donde tú me dejaste,
bajo un silencio claro te aguardará mi voz.

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Vértigo

Al caer de la luz, mínima y quieta,
Repaso mi dolor. Y alzo mi vida
Lo mismo que una página leída
Cuya frase final no se concreta.

El ritmo en fuga, la canción inquieta
??voces de ayer y hoy niebla desvaída??

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Ángel terrible

(A Silvia Elena Regalado)

Misterio de piel,
Flor sin nombre,
Oruga de fuego,
Vértigo de voces.

Un ángel peinándose a oscuras,
Con ese punto de luz que habita
En silencio las miradas.

Las sábanas de sus alas
Y el galope lento de su amor,
No revelan secretos, ni caprichos.

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Ángeles traviesos

Viven encadenados
A sus sueños,
Escuchando silbidos de montañas,
Silencio de cavernas.

Son víctimas de sus delirios.

Preñada lluvia de melancolía,
Esclavos indomables de versos,
Sagitarios de miradas,
Brasa viva en su propio incendio.

Luz fulminante
En el claroscuro,
Vasallos sumisos ante la tórrida lumbre.

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Los ángeles amantes

Fatuos de la noche,
Sierpe de lo desconocido,
Provisorio de emociones.

Los ángeles amantes,
Llegan justo a la hora
Exacta de la soledad.

La voz entrecortada del deseo
Y su órgano mudo de proezas,
Es un valiente guerrero
Dispersando al enemigo,
Enredándose hasta escuchar
La dulce melodía del vientre.

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Mi madre: ese ángel

Mi madre vino a la Tierra,
Con la esperanza
De romper lo malo y coser lo bueno,
Tijera y aguja en mano.

Su afán por matizar
Arcoiris y ternura,
Hizo un jardín de esperanzas
De donde brotaron tres espliegos,
Que a fuerza de arrullos,
Manos balsámicas,
Sortearon las travesías del pasado.

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Un ángel demoníaco

(A Claudia Hérodier)

Ella hace llover fuego del cielo
Y con madeja de nubes entrelaza los sonidos.

Esculpe la palabra con fragua y martillo,
En un ángel demoníaco que adora su libertad.

Bálsamo que florece en mayo,
Cáscara inexpugnable de las dudas,
Guarida de pájaros heridos,
Ciclón de cabellos largos
Señalada por índices acusadores.

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Con ellos

El corazón era un pájaro…

¿Recuerdas, tú, Rosario?
¿Recuerdas mis harapos escondiendo mis sueños?
¿Recuerdas mi juguete de niño pobre,
mi estómago vacío
y mi rostro destruido?
¿Recuerdas aquel carro que me dio un presidiario?
¿Aquellos campesinos que morían
sin nombres,
sin cosechas
y sin lágrimas?

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