Coloristas

Hay en ese bosque de Cezanne
la impresión de que ese bosque no está
ni estuvo.
No porque sea sueño, trama de sueños,
sino porque ha sido pintado en parte en
una tela,
en parte en la nada y -en gran parte-
en el lugar donde vimos un bosque.

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High Noon

Plantas que hubiere en el corazón,
magnolias, olmos, paraísos,
gomeros, enredaderas, filodendros,
chopos, sauces, cedro blanco,
sombras que hubiere de ellos.
Arrasado fue todo y recreado.
Nadie cabalga el horizonte y llueve
sobre un pino, un vaso, un pajarito,
la selva que invade los caminos.

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Paisaje con autor

Vivió una escenografía de libros abandonados,
un televisor encendido después de la transmisión
y cigarrillos sin terminar.
Procuraba mirar de frente los objetos:
las roturas del asfalto o las plantas de un acuario.
Pensó en los objetos, soñó con objetos,
vivió rodeado de objetos sin traducción.

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VERWISCH DIE SPUREN

Me han hablado del poeta
que se arroja ácido a la cara durante los recitales
y escribe en el cielo preprogramado de California
con humo de aeroplanos

y me impresiona la calidad de esta ética laboral
tan a la altura
de nuestros tiempos de paleocapitalismo posmoderno:

todo por la patria
por el patrón
por el poder
por la poesía…

pero me temo
que ni siquiera con tanto sacrificio
consigue durar más de diez segundos en los telediarios.

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Destierro Voluntario

(Fragmento de Obra)

A veces,
en la pausa de alguna piedra a la vera del destierro,
se oye susurrar al viento, alborotando a las estrellas.
Y la agonía de un hombre solo
camina ancha y errabunda en medio de los pastizales,
en medio de la noche estentórea
tan llena de murciélagos y de esperanzas muertas;
alguna luz en la otra orilla
-en la otra orilla del sueno-
nos guía hasta las fogatas de los hombres
(fogatas hidroeléctricas
llamas cuadradas, incendiadas nieblas).

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El loco de PuertoCortés

Es otro el Mar Caribe de los barcos mercantes;
insectos venenosos y verdes platanares abatidos
enturbian el color del mar casero.
Tahúres, vagabundos,
marineros varados en noches torrentosas,
montañas de ginebra y de sexos estériles,
explotan, rugen, pasan…
y vuelven con la ronda de otros barcos…
¡Quién no se vuelve loco como tú′,
en medio de esta usina paralítica!

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Gladys, morena sílfide

En este medio día del trópico
tu cuerpo se iba amotinando pájaros,
pequeña sílfide del Caribe;
el sol, vertical y broncíneo, caía en plena calle,
hesitando en la prisa de los hombres reverberándote…
Nada te ha vulnerado al descubrirnos
tu apoteósico escorzo;
mariposa fugaz,
vela blanca que hinchaba el Mar Caribe.

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Mi abuela

Es de noche. En la sala silenciosa
flota un alma ancestral y cariñosa:
es la noble figura de mi abuela,
que benigna me ve desde su tela;
retrato al óleo en pálidos colores
que me habla de años idos y mejores.

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Primavera

Hoy pienso en el amor, siento la Vida
Bullendo en torno a mí. En cada arbusto
revelase, palpita enardecida
con lascivias y mimos de querida
y yo la miro así triste y adusto.

Las magnolias entreábrense incitantes
Con senos desnudos
En que ponen luciolas palpitantes,
Con raudos vuelos
Y fugaces nudos,
Sus collares nocturnos de diamantes.

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Adorada

Las nubes pasan y vendrán a reemplazarlas otras. Escucho el trinar de los pájaros pintando los árboles con su aérea presencia. Por mi memoria pasan recuerdos de infancia, quizás rumores de pasos entrelazados taconeando sobre estas mismas piedras. El viento sopla, arrastrando un eco lejano de guitarra tocada al desgarre….la tarde cae lentamente, pronto los muelles del crepúsculo la ahogarán mientras tú, adorada niña apareces en medio de la calle con un manojo de trenzas echado a la espalda de tu uniforme de colegiala, engrandeciendo el paisaje.

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El carriel

Este carriel de nutria, señoras y señores,
Fue antaño la bandera de un colonizador,
Tal vez un Juan sin Cielo hundido en los blasones
De algún tatarabuelo del imperio español.

No sé qué guarda dentro: quizás diez arreboles
Recogidos en viajes de Quimbaya a Sonsón;
Una mazorca de oro, tres ríos leñadores
Y un tiple que ha tenido descalzo el corazón.

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El paisa

Soy antioqueño. Visto de alpargatas,
Carriel de nutria y ruana montanera;
Tengo para el amor las serenatas
Y para los rivales mi barbera.

Ningún bambuco a mi guitarra escapa,
Y en noches de ‘jolgorio’ y de aguardiente,
Sólo respeto lo que diga el Papa
Y tuteo hasta al mismo presidente.

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Ars amandi

El presagio de la ternura viene con este poema,
a través de sus versos se escurren gotas de armonía
y en sus letras medulares sonríen los símbolos
matinales de tu nombre.

En este poema también viene impresa tu silueta.
El contorno de tu mirada,
se resbala por la mejilla de una metáfora.

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Esta ruana

Esta ruana de estirpe montanera
Abrigó el corazón de esos arrieros
Que encendieron la noche de yesqueros,
En una cualquier fonda caminera.

Ella les dio calor a los primeros
Retoños de esta savia de mulera
Y sirvió de cobija y de bandera
A un paisaje viril de sietecueros.

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Diáspora

A Pablo Antonio Cuadra

Vi
a mis hermanos nicaragüenses,
a hombres de rompientes horizontes
en busca de esperanzas que gravitan en sus pechos,
a mujeres dulces con mares y enigmas esparcidos en sus días,
a mujeres dulces con mares y enigmas esparcidos en sus rostros,
contrabandear con sus propias desgracias;
con lo prohibido,
con falsos documentos,
hospedados en hoteles de mala muerte
y bajo la tutela de los coyotes
en tránsito a los Estados Unidos.

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Gracias a Dios

Te recuerdo, pequeña, con un amor tan puro
Tan simple, tan sencillo, tan cerca al corazón,
Que estando en esa espina clavado mi futuro
¡Le doy gracias a Dios!

No he podido olvidarte. 0 tal vez, no he querido
¿Para qué iba a olvidarte si tú fuiste el amor?

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Jaffa de Noche

A la cantante Betty Klein

A la orilla de este puerto hijo del diluvio y de las
manos de Jafet,
donde marineros egipcios se detuvieron para lanzar
sus redes,
frente a las rocas de la costa
donde la bella Andrómeda
continúa encadenada a los pies de la leyenda,
transcurre la noche desde el restaurante Suka Levara.

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La carta

La carta que te escribo merece la palidez de tu rubor.
Entre líneas
hallarás la piel de mi voz.

Al borde de tus párpados encendidos
residirán por un momento
mis proposiciones.

Tus ojos,
gratos gatos roedores de mi mensaje,
encontrarán
en la multitud de letras
fallas geológicas amatorias
por donde se puedan filtrar
terrenales congojas,
a las que no deberás temer.

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Simplicidad

Es tan humano este dolor que siento.
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al pensamiento
Y por toda la sangre repetido,

Que ya ni me fatiga el vencimiento,
Ni me sangra el orgullo escarnecido.
Mi corazón se acostumbró al tormento
De perder la mitad de su latido.

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La germinada caricia

Sobre tu rostro caen cerúleas transparencias
agobiadas por un firmamento que te pertenece,
luciérnagas puras
clausuradas únicamente por tus párpados.

Sobre la superficie de tus senos
(girasoles atrapados por mi mano)
se desmembran todas las herejías posibles
ante la pontificia dignidad
del insolente roce de mi lengua.

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Soneto abierto

Esta paz ya es calvario, la patria ya no es patria,
Este amor que nos mueve es un amor vacío,
Ya el cielo de los pueblos no se baña en el río
Ni le reparte trinos a la vieja campana.

Ya no hay calor humano en la humilde cabaña
Donde el fogón y Cristo agonizan de frío,
Ya el camino no llega sin sangre al caserío
Ni el pan llega a los hijos sin su ración de lágrimas.

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Tentación

Pequeña:
Para cantar tu pelo,
Aprendí la leyenda
Del sol que siendo niño se extravió en un trigal.

Para cantar tus ojos,
Me enseñaron la historia
De la primer mañana que se bañó en el mar.

Para cantar tus labios,
Estudié el meridiano
Que pasa por el beso, la fresa y el panal.

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Urabá

Cuando Urabá despierte sentirá la mañana
Que cien conquistadores se calzan sus espuelas;
Que la savia es un río que va gritando ¡Tierra!
Como el descamisado don Rodrigo de Triana.

Cuando Urabá se ajuste su vieja carretera
Sin miedo a que un abismo le decomise el alma,
Entonces sí podremos decir que la Montaña
Rescató la locura de las Tres Carabelas.

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Mujer

Tu cuerpo
mientras te desnudas
pareciera una guitarra
cubierta de suspiros
palpando en el aire
(herido de tus senos)
inventarios de besos afincados
en la abertura
musical de tu cuello.

Ahora
en esta cama,
en esta nave
victoriosa
en donde nuestros sexos
se entregan
sin reposo y sin vergüenza,
empapados
por la sábana que nos funde
en el sudor
de una sola sangre,
estremecido
por el choque
de nuestras palpitaciones,
es fácil
decirle miserable
a la tristeza
o infame
a la envidia
de quienes nos imaginan.

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Presea del recuerdo

Me viene tu recuerdo
desde las esquinas
y los semáforos
me sale al paso
cuando salgo del baño
o cuando entro a la oficina,
me persigue
hasta la estación
más cotidiana de mis quehaceres
me arrincona
en delirantes sótanos de tristeza,
me desparpaja el alma
cuando siento que algún día
no estés
de este lado
de mi vida.

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Regreso al país natal

Yo, Raymundo José Flores Fonseca,
oriundo de Las Jagüitas de Managua,
engendrado por veredas pobladas
de chocoyos y gorriones y cercos
de piñuelas y polvosas frondas
de mango,
me quito y alzo el sombrero
blanco de la nueva era y ratifico
mi destino y certidumbre de soldado.

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Retorno

A Héctor Villaverde, amigo

Mañana estaré cargando nuevos crepúsculos al declinar el día
bajo otros cielos,
en mis maletas viajarán evocaciones y camisas que por años
fueron mis banderas,
no descolgaré cuadros ni fotografías de las paredes del
apartamento
-fieles retazos de compañía
sustentados en el recuerdo para el olvido-.

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Señal del velo

Como el vértigo de la espada
despuntando silencios,
tu ausencia
fragua insistente
revistiendo
calados entornos
ensangrentando
espirales sobre días y noches
cubiertas
por lamentables transparencias.

Veo tus ojos
-tempestad de luces-
desbandando sombras,
invadiendo
veranos y esperas,
volviendo con los míos
en las tejidas
gaviotas del atardecer,
en la copiosa
tanda de estrellas
contempladas en tu frente.

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Tarde

A Ruth Eugenia Jirón Torres

He filtrado a la tarde
el sitio donde tu figura suspendió el tiempo.

El escondite
donde los calendarios estrujaron
las citas mañaneras
-tempranas ejecuciones de los veinte
y principios-.

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Verano

Viene
el calor
desde
el potrero,
sudario errante
de la noche.

En el
viento quemado
se encrespan
murales
de lumbre,
pintados
por matorrales
incendiados
con la quema.

Arde el verano
fantasma de la sequía.

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Vergüenza

Nunca llegaste a través de la tarjeta postal
ni me anunciaron con pretextos saludos
que tu palabra
tu canto y tu persuasivo aliento de prodigioso olor
rondaba inadvertido entre milagros.

Me reconozco culpable de que jamás mi exilio se
consoló con tu recuerdo.

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Asunción del olvido

Se cumplirán los ritos:
la memoria
ejercerá su oficio dignamente
derramando su lluvia de crepúsculos
en los labios insomnes.
Primero será un fuego,
un crepitar de vidrios luminosos,
un huracán de espuma
sediento y fugitivo.
Pero las viejas guzlas
sonarán dulcemente entre las llamas,
irán adormeciéndolas, velando
su dolido clamor.

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