Obsesión

Camino entre casas de cartón,
entre gentes sin alma.
Dentro de mí resuena la música del mar,
el viento de la estepa,
el rumor de árboles azotados.

Sólo tu nombre quiero decir alto,
decirlo muchas veces,
escucharlo volar como un pájaro ciego
rasgando las paredes;
repetirlo
como un rezo de salvación,
como un canto de amor,
cuando la soledad
con su voraz marea me derriba
y se quiebra la máscara
deshecha por mi llanto.

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Pleamar

Inmóviles las manos, el cuerpo abandonado,
así, cerrar los ojos y dejarse abatir por la tormenta.
Antiguas voces llaman. Ya no es hora.
Sangre, amor, amistad, ternura, ¡fuera!
No quiero vuestros rostros de alegría,
vuestras sedientas máscaras de cera.
Dejadme así, tan sola, primitiva, salvaje,
dueña de mi coraje y de mi fuerza.

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Saetas

Negra gavilla de sombras.
Negra tierra, negro sol.
Si el dolor color tuviera,
sería negro el dolor.
Ronco clamor de los montes,
ronco viento, ronco son,
¡ay! si el dolor se escuchara,
sería ronco el dolor.

Negro empañando mis ojos,
ronco acallando mi voz;
hondo clavado en mi carne,
¿por qué me sigues, dolor?

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Salmo

Aquí, junto a esta puerta,
aquí llamo llorando.
Aquí sin cuerpo llego,
perdida de mí misma,
perdida de mis pasos,
de mi voz, de mi alma,
con un sabor de muerte
entre los labios.
Y tú tienes un verbo sin palabras,
una luz cegadora,
una sombra que es áspera,
un hálito de nieve,
un tiempo todo llagas.

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Una voz

His voice was like the voice of my own soul.
SHELLEY

Sabía que existía esa voz,
esa clara voz mágica;
que me estaba llamando
con las varas del mimbre
detrás de las nubes,
cerca de las estrellas rezagadas.

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Aunque tu nombre

acaba de entregarte ya de vero.
San Juan de la Cruz

Aunque tu nombre es tierno como un beso
Y trasciende como óleo derramado,
Y tu recuerdo es dulce y deseado,
Rica fiesta al sentido y embeleso;

Y es gloria y luz, Amor, llevarlo impreso
Como un sello en el alma dibujado,
No basta al corazón enamorado
Para alcanzar la vida todo eso.

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Abandono

Asisto al despojo del día
con su luto de marfil herido,
a la ausencia del que no volvió de la guerra,
que sin decir su nombre
quedó clavado en la monarquía del silencio.

Sin ser carpintero ni ir más lejos,
hago todo lo que pertenece al martillo:
me voy de golpe en golpe cantando
por el tajo abierto de la madera.

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La canción de Sulamita

Indica mihi, quem diligit anima mea, ubi
pascas, ubi cubes in meridie, ne vagare
incipiam post greges sodalium tuorum
Cant. 1, 6

Hazme saber, Amor, donde apacientas,
Dó guías tus rebaños, dónde vagas,
No huelle tras las ínsulas aciagas
Las rutas de la tarde cenicientas.

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Caminando solo

Amo la compostura ordenada del viento,
su crespa uña de enredadera llega hasta mí
y trae algunos olores de fuego al atardecer.

Rodando bajo el árbol del silicio,
entre la duda del cuarzo lechoso
y la arrogancia laureada del ópalo,
murmuro por las calles versos de Emily Dickinson,
y sin saber cómo llego a todas partes,
vuelvo perdido desde el fondo de las lilas de agua,
hecho pájaro con una rara canción.

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El ejecutado

Latió el metal y luego
cayó muerto:
cedió su voluntad al ejercicio del crimen
y se marchó como el óxido,
sangrando por los andamios de la tierra.

Su grácil sombra quedó enterrada,
como un cuchillo roto
sobre una callada loma verde,
en el lozano ábaco del bosque.

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El muelle

Y en el universo,
la curva del tiempo
es mucho más grande que una manzana,
se parece a una línea recta
que el hombre no quiere entender.

Allí,
antes que existieran
tus ojos,
Dios,
la Coca – Cola
y el teléfono,
el universo tenía sentido:
era una lámpara, una manzana,
una fábrica de ladrillos;
era un canto vertido en una copa.

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La hoja

La hoja,
sin saber que está muerta,
cambia la curvatura de su periferia
y declina
con el rigor de los cristales del agua,
en el universo de cuanto nace.

En su memoria de caída,
su orfandad precipita el derrumbe de su calavera;
se torna cieno
y sume el néctar de su proceso
en el poro subterráneo
de alguna raíz maternal.

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La marcha

Entre los rostros del bosque
está la muerte con sus transmisores portátiles,
hace gárgaras, vive saltando y reza,
sacudiendo el misterio nocturno de la noche.

Se parece a tus ojos cuando están cerrados,
a tu boca dormida que murmura,
a mi ausencia, tan junto a ti,
a un pájaro que cantó
y luego calló muerto.

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Aventura

No sé cómo viniste hasta mis manos
a llenar las tinieblas de mi lecho,
y a juntar tus encantos con mi pecho
realizando las horas que gozamos.

Aventura perfecta que libamos
en un secreto, bajo el mismo lecho,
hasta llegar al goce satisfecho
y sin saber por qué nos encontramos.

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Búsqueda espacial

I

Antes de haber nacido, cuando apenas
en las galaxias era calofrío,
o sed en rotación por el vacío,
o sangre sin la cárcel de las venas;

antes de ser en túnica de arenas
un angustiado palpitar sombrío,
antes, mucho antes que este cuerpo mío
supiera de esperanzas y de penas:

ya buscaba tu nombre, tu semblante,
el disperso latir de tu vivencia,
tu mirada en las nubes esparcida;

porque, desde el asomo delirante
de mis instintos ciegos, tu existencia
era ya por mis ansias presentida.

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El mismo amor

a J.G.M.

Amor, desnudo amor que haces regreso
en otro cuerpo de distinto aroma,
pero siempre el amor, amor eterno,
adolescente amor, inmadurable.
Reconozco en la luz de tus locuras
los mismos astros, la ternura misma,
el ave tierna de imbesados labios,
y vuelvo a comenzar lo inacabado…
Otro nombre y el alba de otra risa;
otras manos de tacto diferente,
otro bosque de frutos imprevistos;
pero dentro de mí —fiera indomable—;
el mismo amor que florecí hace siglos,
el mismo amor, enamorado siempre.

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Idilio incorpóreo

¿Por qué temer a la muerte, sí es ella la que
diariamente desciende por las noches,
a dormirnos y a dormir con nosotros?

Todas las noches, a la misma hora,
una paloma de penumbra blanca
llega volando a tranformarse en sueño
para dormirnos en sereno idilio.

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Intima

Estás en mí, como latido ardiente,
en mis redes de nervios temblorosos,
en mis vetas de instintos borrascosos,
en los mares de insomnios de mi frente.

Estás fuera de mí, como corriente
de voces imprecisas, de sollozos,
de filos de secretos tenebrosos.

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Mi primer amor

El azul es el verde que aleja
-verde color que mi trigal tenía-;
azul… de un verde, preso en lejanía,
del que apenas su huella se despeja.

Celeste inmensidad, donde mi queja
tiende su mudo velo noche y día,
para buscar el verde que tenía,
verde en azul… allá donde se aleja…

Mi angustia, en horizonte liberada,
entreabre la infinita transparencia
para traer mi verde a la mirada.

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Milagro

Con mis labios valoro tu presencia
ungida en sombra -oscurecido vino-
siguiendo el suave litoral marino
de la medrosa flor de tu inocencia.

El tacto, al deletrear tu adolescencia,
percibe la belleza del camino,
que aumente mi pasión y yo me obstino
en ganarme el azúcar de tu anuencia.

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Nocturno

Cada mañana, al despertar, resucitamos;
porque al dormir morimos unas horas
en que, libres del cuerpo, recobramos
la vida espiritual que antes tuvimos
cuando aún no habitábamos la carne
que ahora nos define y nos limita,
y éramos, sin ser, misterio puro
en el ritmo total del Universo.

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