Y si regresas
con otra mitad que te puso el mundo
perdida ya en la memoria de la piel
bajo tus manos
ausente el gesto del antiguo abrazo
no me busques.
Te prefiero limpio y humano
como cuando nos bebimos los dos
intentando atrapar la plenitud.
A esta hora en que todos duermen
en que nada se oye
rebozante de ti danza la noche.
El deseo deslíe las entrañas
desandando del otoño
promesas que bostezan.
La piel juega a la noche
hospedando astros rojos
de destronados ecos
y no logra olvidarte.
Cuando la ira no cabe en el pecho
una se vuelve indiferente
se vuela de sí misma
y rompe todas las cuerdas que la atan.
Basta una mochila resistente
y unos zapatos confortables
para bajarse del compresor de libertades
y recorrer el mundo sin desgano.
Invocando el poder de Lisístrata
hago escarnio de los asalariados de la guerra
para defender a mi Atenas de Esparta.
Convoco a la mujer de delantal
la de tacones
la doméstica y la reina
la obrera y la madre
la joven y la anciana
a todas llamo
a desertar de las camas de sus amados
hasta que todos regresen de la guerra
y se nieguen a ofrecer sus vidas
para que unos pocos sobrevivan
con más riqueza de la que pueden usar
si vivieran diez mil vidas.
No olvides armarte con una libreta de notas
y el lápiz que pacientemente domaste
en tus largos ratos de ocio;
los necesitarás en las horas vacías.
Lleva la picadura del valor
para que resuelvas las eternas noches de insomnio
y ahuyentes el miedo.
¿Por qué?
¿De dónde vienes?
¿ Y quién te trae a perturbar
el tecleo de esta computadora
en la última tarde de este año?
Llegas como volando
entre las alas de las cacatúas
y entre las voces de las cigarras
que gritan tu nombre al río Potomac.
(Kentucky)
Dame la palabra para llegar
a la belleza de tu crin crispada
al universo que sale de tu piel en vuelo
para arriesgar un minuto de felicidad
en la certeza decisiva de tu paso.
Libera de bridas tus afanes
Y tu corazón brillará como sol íntimo en tu carne
porque no hay tiempo ni espacio
para los que no saben jugarse
la vida en un instante.
Este canto de pájaros entre la nieve
lo atraviesan balas y misiles
camino al medio oriente.
Surcan el cielo helicópteros
que vigilan nuestros pasos
y en la tienda nos saluda
el mercader de la guerra
con máscaras de gas,
equipos de emergencia
cintas adhesivas para puertas y ventanas
y vacunas contra las imaginarias armas de destrucción masiva…
Ya adentro en la casa
todo se me olvida
porque la vida sigue.
(En la isla de Margarita en Hungría)
Margarita, ¡cuánto sufrimiento empozado en tu alma!
Lo pude ver en la ausencia de tus ojos
y en la permanente humedad de tu mirada.
Yo sé cuán macerada estuvo tu existencia
oí las oraciones que destiló tu ira
y cómo retorciste tu tristeza
Encerrada en esta bella isla del Danubio
escuchaste estos mismos pájaros tan libres
con sus cantos que nunca se sosiegan
y estos árboles poblados de silencio
atisbaron cada uno de tus días.
Dejar atrás mi pueblo,
el recuerdo elemental de cada amigo
los paseos de domingo salvadores
y los almuerzos en mesa compartida
Rodar por otros rumbos, ausente de los míos
fijar nuevos sentidos impuestos por el lloro
del agua vespertina que nunca me abandona.
«¿Por qué cuando dices Vancouver palideces?»
Agua donde un rostro se diluye
imborrable luz en los cristales
su transparencia me llama
como faro a la extraviada.
Señora del mar y la montaña
poblada de enigmas y sonrisas
en mi cuerpo de recuerdos se levanta
culebreando un remolino de nostalgias.
Aquí
derramando
sobre mi vasta mar
negro sobre blanco
delineo mi destino
pescando en el tintero
voces que nada dicen
estrujo las palabras
sin poder hallar
el sentido de mi pasar.
Busco un asidero
en esa frágil telaraña
donde día a día muero.
Oh yo tuve alguna vez
ramajes sobre mis brazos
un viento con aves
cruzando mi cabeza
Soy un anciano
que apenas puede mover sus aguas
llevar la oscuridad del oleaje
de una orilla a otra orilla
Me han lanzado bajo la sombra de las rocas
en vez de sol
hay sobre mis ojos un techo de tierra
Ahora mi cuerpo es duro
como la piel de una res vieja
Empujo con mis pocas fuerzas
los muertos atascados en el lodo
los envuelvo en mis cabellos
cada día más grises
soporto sus nados alocados
y los llevo como una cinta de piedras
puliendo las negras carnes
A veces
cuando el viento de estas comarcas
pasa rabioso
apenas si levanto mis olas
y me voy bajo las hojas amarillas
cubierto de un vapor rojizo
apagado por la bruma
los ojos bajos
puestos sobre mis piedras
sobre las bocas abiertas
Sólo el viejo Carón
navega en mis ojos
rompe con sus remos mis cabellos hirvientes
en aquellas partes
donde soy profundo
y tengo peces negros
Levanto la cabeza
los párpados filtrados como un fantasma
pongo las manos en mis escamas
y lleno de locura
me voy de bruces husmeando las grutas
con el recuerdo de que una vez
tuve vestiduras blancas
y no este infierno
Hoy me siento tendido bajo una gran oscuridad
estoy como una piedra
y fluye sobre mí
cruza su largo cuerpo como una barcaza
cubriendo todas las aguas
y se hunde
sin que las maderas humosas lleguen al fondo
es un sonido
suspendido igual a esos animales
que viven del aire
y se desplazan
Hoy me siento un árbol cargado de lluvia
que alguien sacude bruscamente
Pienso en mis antepasados
y éstos van por mis ojos cerrados como un vapor
un soplo
que recorre mi sombra
husmeando las etapas de mi vida
esa línea
puesta allí como un animal sediento
por manos extrañas
que será cortada por manos extrañas
Cerrado como un círculo
hoy no doy paso
sino a esas cosas vagas
que levantan mi cabeza
que descienden
sobre mis cinco espíritus muertos.
Siniestras, torvas, misteriosas brujas,
negros fantasmas de la medianoche,
¿qué estáis haciendo?
Macbeth
Como aves de rapiña que bajan con las garras abiertas
y se elevan de nuevo
con la rabia de llevarse
nada más que un puñado de polvo
pedazos de yerbas secas
así levantamos nuestras cabezas
las plumas sobre los ojos
Resbalamos de colina en colina como globos
tocando las ramas altas
y contemplamos cómo las ciudades antiguas
sólo dejaron sus ruinas
Nadie puede prohibirle a nuestras sombras que pasen
sobre las cosas que encuentran
sin tropezarlas
apenas dando con sus manchas
sobre las torres
Somos las brujas
Nos deslizamos en el fuego
que hemos levantado de las rocas
Nuestras plumas son duras y grises
Mientras movemos las enormes alas
acurrucadas en los follajes
quebrando sus ramas
comiendo de sus hojas
hablamos a las arenas que no tienen sitio
sino que ruedan
en las paredes blancas de la niebla
Volamos
las alas cerradas
sobre estos campos muertos
lluviosos.
Desnudo casi,
¿mirando lo que escribo
ante tus ojos?
¿Aquel lejano punto
que te miraba a ti,
luminosa pupila
que entonces te veía
desde su oscura cámara
para que yo pudiera
hoy contemplarte
con íntima ternura
de renovada infancia?
San Baudelaire, patron mío,
tú sabes que tengo en una lavativa
de lino, malba y almidón,
empapada el alma de Molière
Sino eres un animal
sácame de esta tienda
y te nombro gran almirante
de mi flota del Atlántico.
Mitad en sombra,
mitad en luz,
el espejo es ventana
o caverna difusa
que se adentra
en un callado espacio
sin salida.
Itálica belleza sobrenace
al mirar la estatuilla que recibo
de una mano amiga:
trasciende como un éxtasis o sueño
que se había perdido.
La trompeta del fauno
acompaña la danza:
gira y brinca a la sombra
de un arbusto, la cabra
que al son mágico baila
de un alegre comás
de música inventada.
¡Qué jauría salvaje! La oigo rugir
y estoy ausente, sola, tan ajena.
Los chacales que rondan en mi noche
no tocan, no desgarran; sólo acechan.
Sí, tú, diente feroz, podrida hiena,
que con tu agudo hocico
olfateas mi huella.
Sobre el césped, tendido,
bajo el cielo exultante de arreboles,
entre los Tribunales de Justicia
y la Casa de los Legisladores,
el pequeño rapaz suplementero,
cansado de vocear los diarios de la tarde,
con ellos por almohada, se ha dormido.
Detrás de las palomas está el campo,
detrás de las campanas,
de las plazas bullentes,
donde empiezan los verdes fulgurantes,
donde nacen los sueños profundos,
donde dice el silencio
amados nombres
y crecen dulces árboles
y galopan caballos.
A José Echeverría
Hacia adentro, muy hondo,
donde la risa tiene el temblor del sollozo,
donde los ojos miran sin temor de mirarse,
me contemplo al espejo de imágenes borradas,
y ya no sé quién soy,
ni qué río me arrastra,
ni qué fulgor me ciega.
Busco tu corazón.
Hacia ti vuelvo.
Dame mi soledad,
mi viento estremecido,
mi universo.
Desnuda de toda ansia,
de toda vanidad,
a ti me entrego.
Ya no cantan mis ríos;
desfallecen.
Ya no claman mis bosques.
Corazón, bajo la lluvia
herido de amor te llevo;
te cerca el campo mojado,
la lluvia te dice versos,
el agua gime al caer
en tus abismos de fuego.
La roja tierra del monte
entreabre el húmedo seno;
en el regazo del valle
ríen los pétalos tersos,
y hacen blanco en el río
las flechas de los luceros.
I. Job
Y vino y puso cerco a mi morada
y abrió por medio della gran carrera
Fray Luis de León
Trad. Del Libro de Job
Él fue quien vino en soledad callada,
Y moviendo sus huestes al acecho
Puso lazo a mis pies, fuego a mi techo
Y cerco a mi ciudad amurallada.
(Poema en tres tiempos)
I
Como un niño, jugaré con mi sombra
sobre la arena pálida.
Jugaré con la sombra de mis dedos
dibujando figuras sobre el agua,
al borde de la fuente, detenida.
Jugaré a perseguirme por las gradas
donde bailan las hojas del otoño,
e iré llamándome en distintas voces
para escuchar que el viento me responde.
Estás en mí. Desde mis ojos miras
estas suaves colinas en que flota la niebla.
Ausencia. Soledad. Cae la tarde.
Desnudo vaso tuyo: va tu sangre en mis venas.
Cruza el río el paisaje como un adiós,
cansada voz eterna.
¡Oh, noche tan profunda en que estoy sola!
Mares y vientos de tristeza.
No puedo desterrar esas imágenes,
esas estatuas rotas en la niebla.
Avanzo a un sol que busco sin descanso,
que no he de hallar, tal vez porque es un sueño:
un sueño que soñé desde la infancia,
cuando el vivir era un diáfano vuelo.