Yo, sí -¿Pero y la estrella de la tarde, que subía y descendía
de los cielos cansada y olvidada?
¿Y los pobres, que golpeaban las puertas, sin resultado, haciendo
vibrar la noche y el día con su puño seco?
¿Y los niños, que gritaban con el corazón aterrado?: «¿por qué
nadie nos responde?»
¿Y los caminos, y los caminos vacíos, con sus manos extendidas
inútilmente?
Se llevaron las rejas del balcón
desde donde la casa se avistaba.
Las rejas de plata.
Se llevaron la sombra de los limoneros
por donde rodaban arcos de música
y hormigas rojizas.
Se llevaron la casa de verde tejado
con sus grutas de conchas
y sus vitrales de flores empañadas.
No cantes, no cantes, porque vienen de lejos los náufragos,
vienen los presos, los tuertos, los monjes, los oradores,
los suicidas.
Vienen las puertas, de nuevo, y el frío de las piedras,
de las escalinatas,
y, con un ropaje negro, aquellas dos manos antiguas.
Yo no tenía este rostro de hoy,
tan calmo, tan triste, tan delgado,
ni estos ojos tan vacíos,
ni este labio amargo.
Yo no tenía estas manos sin fuerza,
tan detenidas y frías y muertas;
yo no tenía este corazón
que ni se muestra.
Sucede así -cualquier cosa
serena, libre, fiel.
Flor que se cumple, sin pregunta.
Ola que se violenta, a causa de ejercicio indiferente.
Luna que envuelve igual a los novios abrazados y
a los soldados ya fríos.
También como este aire de la noche: susurrante de
silencios, lleno de nacimientos y
pétalos.
Recordaré tus brazos y tu vientre de silencios,
Tu espalda desnuda, voraz espuma para mi soledad,
Y tu pecho, adorable fuente de mi vacío
¿Pero qué digo, si es el silencio mi avatar,
Tu suspicaz codicia, ahora
Que sobre tu vientre, mi lengua se abandona
Muda?
empezar de nuevo y siempre empezar
sin final que lo espere
repetir las palabras repetidas
aumentar incesante los sonidos
olvidando
que lo dicho ya se ha dicho
y lo callado es el silencio
y repetir de nuevo
buscando soles e inventando estrellas
diciendo
ésta es la palabra y este su silencio
y lo que queda es la memoria y lo que triunfa
es el olvido
y repetir repetir
sabiendo que lo dicho ya se ha dicho
y lo callado es el silencio
fatigado adolorido
atrapado en la jaula que lo encierra
jaula de sonidos
prisión de palabras
angustiosas inútiles pueriles
palabras repetidas
empezar una vez más
En soledad bombea el agua, un chorro
que cae con un amargo rumor
en el arroyo, y orina bajo las estrellas
de esa su noche transparente y lisa.
Luego vuelve a subir las escaleras
caminando despacio, como ladrón.
Y aunque aún no lo entiende, lo atormenta
ya ese loco sin Madre que le devora la
lengua y le muerde mientras le
desgarra el corazón.
Allá donde el sol es su sombra
y la tierra ya no es sino imagen;
donde el cielo refleja al abismo
y los mares se llenan de estrellas.
Allá donde la memoria calla y la imaginación
cesa.
Gracias Señor
-dice en voz baja-
por haberme dado todo lo que de ti
puede esperar un hombre en la tierra:
la angustia y el dolor, el horror
y la risa, la locura…
y la voluntad.
Y por haberme prometido, además, la muerte.
A solas y ya en mi habitación lo recuerdo.
Lo veo a mi lado nuevamente, la sonrisa cálida
y dulce la mirada. Recuerdo el olor a tabaco
que escapa de su boca
y sonrío.
Cómo quisiera poder, al extender los brazos, tomar-
le la cintura, sentir el calor de su cuerpo contra el mío,
sentir sus mejillas,
en las que la barba apenas si es promesa,
contra mi boca ardiente de caricias:
sentirle palpitar entre mis brazos cuando,
muy suavemente,
le susurro en el oído mi ternura y mi deseo.
Yo he usurpado su lugar y he conocido el secreto.
Lo he entendido sin, sin embargo, llegarlo a revelar.
Ha sido solamente nuestro. Esta inmovilidad
que nos lanza contra las rocas y la soledad,
como las aguas en la tempestad, como las arenas
en la tormenta.
Flotar;
no se tiene la sensación de flotar.
Pero cuando recordamos fluidamente,
pero cuando no recordamos fluidamente;
en las horas en que dormidos;
allá, a la deriva,
allá, en la calma corriente de un río…
Nuevamente en la ribera, entre los verdes juncos descansa mi corazón.
Algo se muestra claro, nítido: Pedir.
He de pedir.
Aprenderé a pedir.
Mi oración arrancará de Dios mi persona.
Mi figura será revelada por mi oración.
Sin que las figuras del retablo colaborasen para salir al alba, ¿salieron al alba?
Porque
nunca más sentiré este pasado próximo
del paseo que tú y yo, hijo, por los pinos
acabamos de dar en la tarde de marzo
hundidos en la esencia del tomillo
y en el níscalo que crecen a la sombra dae los troncos robustos
me he venido a escribir.
El silencio, ¿un mutismo?
¿Musita el horizonte
o tu propio interior?
Griterío ese árbol
de la caoba, ¿harina
o tu propio interior?
Lo salvaje, ¿esos tigres
en oasis? ¿dormidos?
¿o tu propio interior?
Te escuchas… ¡tan lejano!…
¿eres tú lejanía
o tu propio interior?
Méquina dalicada
máquina delicada
lo infernal celestial
el arúspice el nilo
de donde viene todo
adonde corre todo
el error el milagro
la espuma esa simiente
Justamente lo justo
la poesía siembra
cien mil niños un viejo
Sal la sal esa gracia
¡Dos erratas!
Nadie supo cuán quise yo a este sitio
aunque este sitio sea tan extraña
nada. Le amé tan mucho y tan extraña-
mente que un día supe que este sitio
menos que pompa se venía a nada.
En el cosmos, lo sé, nada es el sitio
donde quise quedar.
No sé de dónde venía,
ni nada me sostenía.
En sólo huir me entendía.
¿De un orto que no era un orto,
yo,
remoto?
¿De una tierra, mas sin tierra,
yo,
una estela?
¿Aguilucho, mas sin nido,
yo,
perdido?
Cuando marchite tus galanas flores
el que es de la beldad fiero enemigo,
y en vano pidas protección y abrigo
a los que fueron, Lelia, tus amores;
cuando todos te olviden; cuando llores
en triste soledad, sin un amigo
que de tu pena ruda al ser testigo
anhele disipar tus sinsabores,
entonces ven a mí: conserva el pecho
puro el recuerdo de su afecto santo
y olvida tu pasado desvarío.
No quiero volver
a ese lugar
intransitable
y escuálido donde todo parece dormido.
Quiero calor,
dolor; sin soledades
sentir
alegría, a pesar de todo.
No quiero ausencias,
ni lágrimas. No me gustan
la madres, ni las caricias, ni los buenos entendidos:
fortunas quietas, venturas inanimadas:
llegar de otros lugares,
para volver.
Sólo te pido que dejemos este parque, que abandonemos
sus municiones, sus reproches para irnos por ahí, como
cascaritas
divertidas de pálidos carnavaales; hielo y materia de olvido.
Porque
entre tirones y sufrimientos, la cosa se ha puesto
tan fácil, tan fácil, que nadie
puede resolver sus entusiasmos, ordenar sus festejos.
Estoy con pocos amigos y los que hay
suelen estar lejos y me ha quedado
un regusto que tengo al alcance de la mano
como un arma de fuego. Las usaré para nobles
empresas: derrotar al enemigo salud
y suerte-, hablar humildemente
de estas posibilidades amenazantes.
Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras,
me molestan y no las puedo tolerar.
a Francisco Kröpfl
abandonas tus fuerzas
en busca de nada
instigado por una pasión
curtido por un desaliento
ay dios
quién pudiera decir algo de nuestra propia imagen
luz o sombra espesa y dura
escasa maravilla
lejana certidumbre
No serán muertos los pasos del amor; vacío
vino al mundo, tibio aún
por el viento que lo aposentaba
tan deliciosamente.
Y la tibieza fue
frío y el agua piedra
y las sombras cuchillos y el grito, la primera vez.
Es buena, cuando duerme;
el calor de su cuerpo es un puñal de vidrio
que remonta los sueños.
Cuando calla, es buena
y su voz una premonición olvidada y peligrosa
que arruina el silencio.
Cuando grita o llora
o se lamenta o se divierte o se cansa,
nada puede contener
este dolor alegre que envenena
mis sueños y mi soledad.
Sos como una perdiz empollando, todo
el día en la cama; reina de la indolencia,
cuidando todo el día que no se vaya el calor.
Sacerdotisa mía, panadera,
dame esa hostia para ingresar al cuerpo
de la bondad; andariega, zapato tibio para insultar y acariciar.
Piedad para los equivocados, para
los que apuraron el paso y los torpes
de lentitud. Para los que hablaron bajo tortura
o presión de cualquier tipo, para los que supieron
callar a tiempo o no pudieron mover
un dedo; perdón por los desaires con que me trata
la suerte; por titubeos y blabuceos.
Extranjero del silencio
en el mundo arrasado; vertiente de la extrema melancolía
y del coraje y de la velocidad del amor y del miedo.
Dueño de la ciudad, de su memoria blanda
y de la madrugada hambriente y sin sentimientos
y de la suprema cordura de los vagos.