Hay noticias que parecen versos:
Un pistolero a sueldo asesina a una portera.
El catedrático de química se bebe una probeta.
El lingüista se atraganta en un fonema.
Hay versos que parecen silogismos .
Si llueve, diluvia.
Se inundan los fonemas.
Hay noticias que parecen versos:
Un pistolero a sueldo asesina a una portera.
El catedrático de química se bebe una probeta.
El lingüista se atraganta en un fonema.
Hay versos que parecen silogismos .
Si llueve, diluvia.
Se inundan los fonemas.
Refugia su hermosura como si fuera un espejismo.
Pero no puede evitar tanta belleza.
Hay en su cuerpo llanuras y colinas.
Bosques misteriosos,
lúcidos torrentes,
grandes cataratas entre sombras,
poderosos campos repletos de amapolas.
Así que leve y suavemente
ilumina cuanto toca.
Levanta el hacha este tirano.
Esdrújulo, mandril y fiero.
Frunce el ceño
y como una rata,
se esconde antes de ir al matadero.
Con saña y arte de carnicero
asesina al alba,
a quien llama Rosa triste-vuelo.
A quien despierta a deshora ,
atruena y mata.
Me gusta cuando sales de paseo
a ver escaparates simplemente-
y te fijas en detalles inocentes
que nadie ha visto: esas medias
rojas llenas de arabescos, esos
guantes de lana tejidos con mis huesos.
Me gusta cuando explotas de alegría
-¡y yo sin entenderte!-
Ahí están los gimnastas
gastando inútilmente su energía.
¡Cuánto mejor sería
ahorrar tanta destreza!
Se esfuerzan cada día,
en un una nueva marca.
Recorren mil metros al minuto
mientras atisban a lo lejos la meta
y se mofan de nosotros,
los poetas holgazanes sin honra.
Los poetas se reúnen por la noches.
Beben vino y comen versos.
Buscan sentido a las palabras.
Los poetas dan un giro a los sonetos.
En este tiempo hostil, propicio al odio,
los poetas conspiran a crédito.
Rastrean en lo barroco de sus versos.
Tienen suerte quienes miran la tragedia
desde el cielo.
En Colombia un terremoto ha matado a un millón de niños.
En otro lugar del planeta,
el dictador de turno se pasea
entre tinieblas.
Hay un gañán en alguna parte que escribe decretos de hambre.
Vivo en una calle
con nombre de Académico
mundano,
pero fino.
Arriba,
en la azotea,
anidan todavía
sus versos
que jamás he leído.
El también te esperaba
desde diciembre.
Harto como estaba de tu ausencia
se fue con mujeres malas,
-casi todas de derechas-.
Anduvo en todas las pesquisas policiales.
Delincuente común,
intransigente,
ladrón de aves submarinas y de besos
se hizo un ser solitario, huidizo.
Repróchate a ti mismo no haber ganado
un premio
literario.
Eras un autor de éxito,
un poeta en ciernes, te decían
los críticos de versos.
Acudías,
cada invierno,
a las justas poéticas de Oviedo.
Y entre tanto ganado de escritores
tú no eras más que un montón de huesos
afilados.
Me has escrito Fabián esta mañana
preguntando por los viejos camaradas.
Yo te he dicho,
viejo colega,
que nada sé del Pigarra,
ya sabes,
el pope del partido.
Mis hijos,
sobre todo el mayor,
se parte de risa
con estas batallitas.
Te escribo Fabián nuevamente
sorprendido
por tu ultima carta.
En ella me preguntas,
-ya sé que molesto- ,
por Aurora,
la abogada.
Y no sé que decirte,
viejo amigo.
No sé si Aurora se ha muerto.
Él leía cartas de amor a Rosaura.
Ensalzaba su apacible hermosura.
Ella,
azorada,
tras la falda,
no perdona a Corina
el infortunio que su mirada empaña.
Él leía versos de amor y desamparo,
mientras anuncia,
triste
su delito:
dar tregua a su juventud y su codicia.
Bulle en mis entrañas un suceso reciente.
Debe de ser Eloísa cultivando su conciencia.
De vez en cuando recuerdo las marismas,
el agua salada,
el sol quemándome la espalda.
Eloísa está leyendo,
tumbada en la arena,
ya digo,
cultivando su conciencia.
Ese tipo pálido y febril
Que estoy mirando
Soy yo.
Yo mismo que me miro
De un modo impertinente.
Yo mismo
vestido de primera comunión,
Feliz como unas pascuas.
Con un poco de suerte,
ese infante de la foto
se meará en cualquier momento,
si nadie se lo impide.
Mira: de pronto en los objetos
más próximos hay fiebre: los tensa como cables.
Son mensajes escuetos
de un papel blanco, inescrutables.
Una luz lisa fosforece
en el aire naranja de la gasolinera.
Es un arpón: si crece,
te perfora los ojos.
¿Te acuerdas de las últimas luciérnagas? Latía
su fulgor movedizo sobre la fronda ilesa.
Ahora que, caprichoso, el verano se enfría
y un aire de inclinada caligrafía inglesa
hace vibrar los cables y se instala en los setos,
las he visto otra vez.
Telón de luz: es una apacible hoz helada
el cielo. Hay fumadores cerca de las sombrillas.
Me gusta su aire dulce de fruta macerada
o de guante vacío. Las lonas amarillas
les dan además cierto fulgor que sólo existe
en los vidrios manchados de las mesas de análisis
de sangre.
Una trama vibrante de palmeras
agitadas: maracas sigilosas.
El pájaro que pica las maderas
la muerte coserá sobre las cosas
detenidas y oscuras: donde late
como una gota de mercurio cálido
la limadora luz -no el plata mate
del agua del estanque, el fulgor pálido
del limo verdinoso -nunca anida.
Baje a la playa la dulce niña,
perlas hermosas le buscaré;
deje que el agua durmiendo ciña
con sus cristales su blanco pie.
Venga la niña risueña y pura,
el mar su encanto reflejará,
y mientras llega la noche oscura,
cosas de amores le contará.
Este deseo diario
de rascar tu espalda
tibia y sudorosa,
de brillar en tus ojos
quietos y profundos,
de amarte salvajemente
hasta deshilachar
las soledades,
de ruborizarme
con plena conciencia
cuando encuentro
mi desnudo
entre tus labios,
será mi compromiso
único y vital.
a FVCH
Navegar sobre tu espalda
dulce y tibia
guardar cada lunar entre mis dedos;
saborear la sonrisa de tus ojos
que hipnotizan a su encuentro,
quiero recorrer tu cuerpo,
descubriendo todos sus rincones
tus relieves, tus planicies, tus cuevas…
conociendo tus olores, sabores, sonidos, detalles…
ganándome el derecho de vivir allí
explayada en todo su ancho,
plena…
Vivirlo a tu cuerpo
que me asombra, que me gusta
como tu rostro sonriente.
(a R…)
Ahora he de fingir
-según usted-
un adiós casi total, genuino y certero
al sueño aún no compartido.
Tomar las riendas de mi antigua soledad
sin mayores consecuencias
-según usted-
me inventé un candado de valeverguismo
y me volví mujer-fantasma en su lecho,
pajarito de papel que arrastra el viento.
Hace siglos llovieron sonrisas
a mi solitario caracol
padecí tus fiebres
y alcancé tu pecho para anidar.
De vos, ni un solo gesto queda
tan sólo el pincel de tu recuerdo
que te dibuja en mi soledad,
ya no volveré a tus labios
ni a tu almohada piedra de volcán.
Yo me subí a los trece años
y llegué a odiar los rieles
y el tren.
Soñé y soñé y seguí soñando
el descabezado de mi infancia;
no pude más jugar a las muñecas
que se les cae la cabeza, mamá,
y me da miedo.
Al Dr. Abraham I. Lis
Cuánto dolor camina por la ausencia
—hay tanto—
grito feroz que nada nada dice
ni expande
y en un pequeño pliegue se escabulle
—¿es grito?—
—A qué sitio extraño irán las mañanas
que una a una viven en el pan tostado
el té y el comienzo temprano del día—
El tacto en su lenguaje habla
—¿de qué país regresa?—
la voz en su registro emerge
—dí Dios, de dónde—
ninguno vio caer el rayo
—mi dulce bien, fue imprescindible un rayo—
de hierro el yelmo el peto y gasa en la visera.
Marta Cwielong
La tarde parece andar morosa en el Torreón del Monje
luego un lago
lejos
lujo del verano
en el rosal solitario calle abajo
varilla de ámbar encendida por el mar cercano y rumoroso
y arriba
vaho y vida entre los músculos
olor salobre
áspero.
Boca muda
¿boca-fauces al acecho?
no no
muda
muda
labios en doma y aplanados
brazos como las ramas de un sauce
se confunden y beben la savia de sí mismos
todo musgo las piernas.
Impresiones digitales
¿lenguaje del código genético?
Se necesita un corazón abierto
no cubierto
ante las múltiples
cruzadas líneas fuerza del poema.
No hay razón para humillarse repitiendo
no hay razón para no cambiar de discurso velozmente
si está la cerca
a una distancia corta
en el punto de aliño en que es refugio y cueva.
Fue en la mañana aquella que en un dejo amargo
dijo
dos días comunes faltan
dos días igualmente paralizados
para que el cielo sea por esta vez amable
pero por qué dos días si el mundo ronda
si los caminos viven y se hacen solos
si hay un sendero en claroscuro que va hacia adentro.
Son los pies los que hablan
al caminar sin rumbo.
Se agosta el surco
y se desciende
a una planicie sin principio
para hallar la palabra
que contenga al silencio.
Ella se acerca
tan cerca
y huye.
Leo las noches
en el limbo de las horas todas
del árbol.
Deslizo
por el costado impreciso
de los cálices.
Lúcida nimiedad
de las palabras.
Un cierto día de marzo
nació
la opacidad de un río subterráneo.
Un globo iluminado bajó hasta la pradera
recorrió palmo a palmo los ríos y los lagos
y en el medio del monte como si fuese un dios
se acomodó el anciano.
No sirven unos huesos frágiles de sostén seguro
ni sostiene la fragancia indómita de la hoja de laurel
la brisa ausente.
¿En qué sitio del no ser
se alojarán esos mínimos segundos
en que es posible volar veloz como los pájaros
de la cornisa al suelo?
Resopla el mar
como caballo encabritado
girando
girando
salvajemente etéreo sobre las alas extendidas
quietas
de un águila en planeo.
Resopla el mar
en un tazón de metal
y bailas
delicadamente bailas
y saltas
majestuosamente saltas
mágico tártaro viajando a Irkutsk
todavía suspendido en el líquido nirvana del vientre de tu madre
(¿sabrá el Transiberiano de aquel niño nacido
sobre el rodar cansino de sus ruedas
entre los bosques
y los humosos pantanos del Baikal?)
Caminando de Ufa a Leningrado
fue tu porte
tu soberbio porte ahí
una bolsa de obstinación por equipaje
las puertas del Kirov de par en par abiertas.
Por qué temerle
hay algo de retorno en su mirada
una cierta piedad
quizá ese cansancio de recoger desde el principio de los tiempos
hojas que se asoman sin pausa
y con prisa
se sueltan de las ramas.
Ella viste de luz para fingir que huye
mientras paciente observa vagar las nueve lunas.
Mis almohadas son distintas
como de hotel costeño, humedas y frías.
Mi cama es comoun enorme trigal que me consume.
Todo el cuarto es un bosque de pinos altos
y desde la ventana miro otro bosque.
Por mi pupila alargada y cilíndrica
busco el destello de luz que me falta.
Entre el Yin y el Yang
¿cuántos eones?
Julio Cortázar
Contradicciones ideológicas al lavar un plato. ¿No?
Y también quisiera explicar
por qué me maquillo y por qué uso perfume.
Por qué quiero cantar la belleza del cuerpo masculino.
Todo aquí reside
en lavar el otro lado de la estufa
y recordar a la abuela rosacruz
su baraja española, su afición a Lombsag Rampa
y su arte adivinatorio
en esta casa llena de noche y sal de ajo.
Aquí estoy
para limpiar el piso los sábados por la mañana
y olvidarme del amanecer.
No, yo no puedo echarle la culpa a él.
Si cuando nos casamos hubiera entendido
que no había necesidad de tants cosas,
que no iba a pasar nada, que el suelo no se iba a resquebrajar
ni caer uuna gran tormenta cuando yo bajara y oyera mi voz.
¿Sentiste el tiempo,
tanto aquel abstracto no determinado,
como el real, que te sujeta y esclaviza?
Caminó solo y libre
cuando detuviste el tic tac
que en tu mente lo marcaba…
¡Casi no te reconozco sin tu lucha
contra el tiempo!
Con murallas de sueño me rodeaste
y en el ansia de tu pecho me envolviste,
mil rosas en el alma me encendiste
y esclava de tu aliento me dejaste.
Con el color de campo coronaste
un cielo mustio de silencio triste,
y en éxtasis de luz lo convertiste,
cegándome en la magia del contraste.
En el alma la queja comprimida
y henchidos corazón y pensamiento
del congojoso tedio de la vida.
Así te espero, humano sufrimiento:
¡Ay! ¡ni cedes, ni menguas ni te paras!
¡Alerta siempre y sin cesar hambriento!
Pues ni en flaqueza femenil reparas,
no vaciles, que altiva y arrogante
despreciaré los golpes que preparas.
Ya ni versos escribo, sólo queda
este soñar de lágrimas teñido,
y una queja distante en el olvido
azul lejano de tu voz de seda.
Amor no es, es algo que remeda
la desmembranza del rosal caído,
donde ya ni las sombras hacen nido,
ni el viento en rondas de cristal enreda.
Jugadora de sueños
llegué un atardecer hasta tu mesa;
llevaba en los cabellos ya marchita
la solitaria rosa
que me dejó un tahúr la última fiesta,
y en los labios el rictus fastidioso
de una noche ceniza de placeres,
ungida bajo el opio de la luna
con una media-luna en las ojeras.
Voy a partir de nuevo.
Mi camino sin alba y sin ocaso,
en esta noche es turbio interrogante
sobre el vaivén azul del pensamiento,
y en la pálida copa del champaña
mis labios como pétalos de ópalo
inician con su angustia
la vieja caravana del silencio.
Te busco aún imagen ya perdida,
cegada luz, desorbitado viento,
esperanza tan sólo sostenida
por la ternura de mi pensamiento.
Algo tuyo quedose entre mi vida
como afilada flor de sufrimiento;
sangra mi llanto por tu propia herida
y sube tu canción por mi lamento.
Cuando regreses no hallarás siquiera
las huellas del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y las verbenas rojas se secaron.
Esos versos liliales que me oías
cogiéndome las manos,
cambiáronse por otros calcinantes
que visten mi alma de ropaje cárdeno.
Yo misma no lo sé, pero vencida,
rendí a su orgullo mi virtud pagana,
y fui por un momento cortesana,
en el sarcasmo de mi propia vida.
Con beso ausente refresqué su herida,
absorta en él me le fingí lejana,
su voluntad despedacé liviana
y su pasión hallome arrepentida.
Amé constante a los que no me amaron
y les di la verdad cuando mintieron.
Mientras unos temblando me besaron
rogó mi beso a los que no quisieron.
Siempre busqué los que jamás me hallaron.
Mi voz llamó los que jamás me oyeron.