Calderón de la Barca

además de las malas profesoras
nos ofrendaste una amarga pupila

yo vi los dedos de jim morrison
apagando las velas de parís
el corazón de jim morrison
cayó en las cataratas del niágara

no hay saliva que lleve al olvido
nadie guía gratuitamente al olvido

y después de aquel sueño
qué podremos soñar
qué respiramos qué
luego de tanto puro y mal fulgor

cuál puede ser la noche del desvelo
el ojo que no llora porque ve
el sueño que se sueña sumergido.

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Canción del precipicio

uno es el hombre bah uno es el hombre
el que siempre quiere otra abeja
uno es el hombre suda se pone calzoncillos
acaricia hijos y naranjas
sale en las fotos junto a los ángeles del aire
y por la noche dice palabrotas

uno es el hombre madre mía un ser social
insólito insistente insatisfecho
un robinsón que vende las islas
una alimaña que necesita viernes
y que alza el brazo y mortifica
y siempre quiere diplomas y almuerzos

el agua el paramecio la rama quemada
miran a esta criatura y dicen ah llorando
uno es el hombre ese tierno enemigo
con huesos y con manos para soplarse la nariz

no pudieron inventar otra cosa.

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Cómo conocí a Peter Pan

anduve tanto tiempo tropezando con ropas ajenas
me volvían tan torpe los sonidos
hice tanto caso a las llamadas al alma
que decidí dejar la ventana abierta una vez

primero entraba el mar
navíos extraviados de oscuridad grifos
cartas que nunca más tuvieron ojos
puñetazos de agua contra arrecifes lejanos
y mi hermano sandokan oliendo el cielo de la mañana

como me acostumbré a contar el día
por la voz que cargaba el amanecer
seguí mirando el precipicio y la lluvia
bocabajo con legañas feliz
enfermo o escribiendo vendiendo el aire de la ventana
hasta que una noche murió mi niñez

no pude crecer más
el reino perdido es la justificación
no hubo más aire en los ciruelos

con el cielo pegado en la cara moría
impávido esperando

entró de día y mi sombra era suya
hablamos como viejos piratas
hizo cuentos de cuevas y madres que nunca tuvo
hasta que le hablé de mi madre

porque mi madre quería las ventanas abiertas
siempre ponía algo de cielo en la pupila izquierda
en la mano que jamás apagaba el cigarro
y dormía hacia el este para esperar señales
como hago yo esperando o esperándola
otra vez con todos sus dientes
para montar cisnes o que las nubes nos inviten
a buscar sombras cuando la ventana decida

hasta después de aquel vuelo magnífico
me miro un dedo y sirve para otra cosa
echo sangre entre los dientes delanteros
no he crecido buscando sombras en la oscuridad

de asesinos de generales de niños perdidos
de gente con el culo tan alto
que vigilan la entrada de aire en mis encías
aunque no cierre la ventana más
apoyado en la almohada de la ilusión

un dedo en el cielo y otro que toca un cadáver.

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El cuento de la araña

hay tanta soledad en una esquina
tan poco silbido en esa esquina
hay tanto frío que mis ojos se arrugan
buscando su modo de mecerse

todos tenemos una tela
la red insoportable de desnudarse
todos compramos una esquina del techo
para cazar lo inesperado

el amor las fogatas el disfraz de civil
nos hacen parecernos a la araña
que siempre rumia la madrugada siguiente

pero no te conviertas en mosca
pero no enarboles la espuma del corazón

todos tenemos una esquina
una red en la casa
esperando esperando esperando

ciegamente sin ojos
cruzando los dedos por si dios
se compadece y cae
su lomo devorado.

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Historias de los gatos

a la hora de lamer encendidos
como un motor fuera de borda
confundiendo sus ojos con el amanecer
lamiendo ríspidamente rompiendo el silencio
saben qué son las escaleras
no bajan la cabeza
no inclinan el color porque conocen los muros
miran las lunas desafinando

esta gata de menos de un pie
que se acomoda limpiamente en un zapato
busca a su madre busca a dios lame
los dedos que le doy busca a su madre y la mía
negra de madrugada que nos cae
hasta estornuda sin calostro

a la hora difícil se ríen del payaso
que inventamos para cubrirnos el rostro
cuando alzan el cielo te están mirando
beben desde la luna cuando tú tienes sed

la gata negra que viene junto a mi sien
abre sus dientes de diminuto hombre
sabe que soñé siempre panteras
y lo aprovecha de asteroide hirsuto

no canta no hace caso tiene un muro
en la memoria de los cinco sentidos

no dice buenos días está
sólo está
alza las patas
a la sombra total de la luna.

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Hombre joven que devora un caballo

mirándolo bien el potro le devora el corazón
pero no parece precisamente esa víscera
pudiera ser una pradera incendiada
algo que recuerda a una mujer que soñaba
junto a una ventana en la calle viladomat

a la derecha el humo se convierte
en una viejecita que rezonga
el animal parece ser mordido por su víctima
que se niega a entregarse totalmente

brillan los ojos de la bestia
y en los del hombre se derraman estrellas
o tal vez unas pupilas que escondía con cierto egoísmo

perversidad
mucha perversidad
y por encima llueve lástima
que hace crecer un pasto en derredor
como un país perdido o una linterna

o tal vez son felices
uno metiéndose de esa manera en el otro
siendo ahora la misma sustancia
esa entrega que le negaron los hombres
con el hacha terrible de la moralidad

la sangre que se advierte es una esencia
como el rumor de un agua que atravesaron juntos
y en el horizonte hay una madre que huye
con una bandera que no reconozco

cuando hayan terminado la acción
es posible que el caballo escriba una carta
un acto asqueroso de contrición
donde culpe al joven por descuidarse tanto

y más tarde la hierba estallará
y las flores parezcan lejanamente desoladas
todo para que no se recuerde la sangre
para que olvidemos pronto la agilidad de la alegre mandíbula

y aquella madre que parece gritar en los límites
deje de verse cubierta por otro incendio.

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La garganta con pláticos venenos

grité el nombre de mi madre y me acusaron
me subía mi amor por los orificios y tres viejas
sospecharon de mis intenciones
aullé bajo la luna y nadie sabía
que nunca levantaría la mano delante de la hoguera

grité llamando a mi hermano
y me pusieron grilletes en la memoria
tenía un padre que no usaba corbatas
porque perdía lentamente el cuello

telefoneé a mi hijo y oyeron la llamada
sólo le iba a avisar que el gato molestaba

un pobre gato negro con poca sombra
un gato parecido a un amigo de provincias
pero alguien tenía una mano en la planilla
donde se me acusaba de gritar
y alzar los brazos miércoles alternos

desde entonces no llamé a nadie tras el hombro
mi madre quedó muerta de incomunicación otra vez
el hijo viene y susurra
una insatisfecha trae mi esófago sobre un cojín
para tratar de colocarlo en su sitio
y nadie sabe que el grito perdura
dentro de cada diente en los dedos
pero nadie sabe que un alarido
es también el amanecer.

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La rueca del amor

tus dedos en la pizarra rosamaría ojos de náufraga
y las tres bárbaras con corazones de chocolate
maría isabel en el precipicio
donde se me acabó el labio con cari

supe encontrar un río
lo respiraba antes del alba
raíces y teresas que anunciaron su cuerpo en el agua
marías tempranas y hasta nombres de olvidos
me pusieron un dedo en el pecho
al lobo al inocente al que desató a mayra
del esqueleto donde la ahorcaron después

más allá del crepúsculo me hallaron
con unas alas que espantaban
otra la beatriz trepando en los muslos
y carmen recostada con sus tristes diabluras

quita la hoja de parra puta
muerdo abdómenes de adolescentes
quita el laurel de mi aurícula y encuentra
digo como llorando haciéndome el bueno

las anas que no recordé que recuerden
el sol que quise poner en sus pezones
ellas tendrán derecho a mi entierro

las de nombre inacabable las de blúmer rojo
la que quería ser la incógnita
hay una vez un prado detrás de la muerte

no son la vida
dedos
margarita o mercedes no fueron amanecer
frente al mar que todo lo tuerce
nora no salta las alambradas del corazón

pude resucitar
se abrió una puerta en el décimo piso
del crepúsculo en la vieja ciudad
estaba ella como animales corriendo
como los dolores que tuve siempre en los labios

estaba aguantando la luna

era el pedazo que le faltaba a mi moneda
la luz y la sombra la herida antigua
que vuelve siempre a ser cascada.

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Lo que jamás diría Simbad

y eran tantas las rocas que luego
de tocar este sol y otros desconocidos
aprendí a ver
pero perdí cada pupila

y había tanto mar en mi pecho
una ola era distinta a la altura
entré decidido al oro de los peces
buscando hablar con dios y casi lo logro

en las tardes de paz cuando la espuma se tiende
en las olas pequeñas que nunca asustan
en el cangrejo casi morado que huye
de los pies de las olas pequeñas
salgo a respirar con mis algas
y miro una ciudad desierta

salgo en la voz espumosa del cangrejo
a ver si me salva ver vivir
porque aprendí que la vida era sólo
un alga adormecida dentro de mí
nunca había quien cambiaba un latido
por palabras y entusiasmo

lo oía de lejos

ahogado y fosforescente
violeta
metido en los huesos de la costa
que sostenían una penumbra llamada país
abría mis ojos a la espuma
escuchaba cantos maldiciones
la luz del horizonte me avisaba
la hora de regresar al abismo

yo inventé el pájaro de grandes garras
yo puse en mi espalda las cuevas del oro
yo me cambiaba el nombre para que me besaran

en mi camino dije
que ninguna otra roca podría abrirse
y abrí rocas diversas de refugio

yo soy simbad el agua que destella
en las olas de marzo haciéndote el loco
yo soy simbad la sombra del cangrejo
que visita los bordes de la noche

no tengo más oro que el sueño
nunca he sabido qué es un rubí
ni un diamante ni la vida
esa ciudad murió la asesinaron
porque buscaban o prometieron como yo
que el mar era posible.

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Pasaporte

si vas a nacer antes de mí
guardándole horizontes al sol
si alimentaras los pájaros
si de pronto te cortas las venas
dos horas antes de lo previsto

no salgas nunca con las vísceras
los dedos se manchan uno se vuelve insolente
sangra la acera también

si vas a poner el vientre contra un muro
primero fija el precio

el alma de estos tiempos se llena de herrumbre
con tanto salvaje que pasa al costado

si vas a regresar de alguna historia
trata de no volar sobre la ciudad
queda alguien siempre con mosquetes
y ojos en la ventana para bajar los sueños
trata de soltar la ropa sobre el mar

si vienes nuevamente abre los ojos
quítate los pezones de la cara

la muerte acecha y los tarados que aúllan
el desafuero y la falta de huellas

ya nadie tiene amígdalas felices.

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La vraie vie est absente

Hoy tampoco vendrá
llueve ceniza en la entrepierna de la tarde
y siento el frío ese que se siente cuando no hace frío
y hasta Rimbaud se me cae de las manos
en la memoria nieva lana sucia
mientras el otoño con sus dientes de rata despelleja los árboles
con sus dientes de rata los despelleja.

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Para esta hora

Decir adiós, cuando uno aún no es viejo,
es como oler un perfume de hierbas
por la mañana, antes de ir al trabajo.
El baño se convierte en una sierra
anticipadamente fatigada.
El frasco de perfume es el emblema
de la montaña con tufillo a tinta
y en el espejo aletea un nardo
con las alas pisadas por la lluvia.

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A DOÑA INÉS DE ULLOA

Blanca flor de los claustros, irrisorio
capricho de don Juan, me abraso en gana
de platicar contigo, bella hermana,
en la paz del oscuro locutorio.

Mi cabeza en tus senos, el mortuorio
recuerdo evocarás de noche arcana
en que oíste la voz de la campana,
en brazos del sacrílego tenorio.

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A LA PATRONA DE MI PUEBLO

Señora: llego a Ti
desde las tenebrosas anarquías
del pensamiento y la conducta, para
aspirar los naranjos
de elección, que florecen
en tu atrio, con una
nieve nupcial… Y entro
a tu Santuario, como un herido
a las hondas quietudes hospicianas
en que sólo se escucha
el toque saludable de una esquila.

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A LA TRAICIÓN DE UNA HERMOSA

Tú que prendiste ayer los aurorales
fulgores del amor en mi ventana;
tú, bella infiel, adoración lejana,
madona de eucologios y misales;

tú, que ostentas reflejos siderales
en el pecho enjoyado, grave hermana,
y en tus ojos, con lumbre sobrehumana,
brillan las tres virtudes teologales:

no pienses que tal vez te guardo encono
por tus nupcias de hoy.

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A MI PADRE

Nunca, señor, pensé que el verso mío
cuando te hablara en él por vez primera
la música filial de los veinte años,
del huérfano infelice la voz fuera.

Nada valió la familiar plegaria;
moriste en plena vida, y ¡qué contraste
tocóles a los tuyos, muerto amado,
en la noche fatal que agonizaste!

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A MI PRIMA ÁGUEDA

A Jesús Villalpando

Mi madrina invitaba a mi prima Águeda
a que pasara el día con nosotros,
y mi prima llegaba
con un contradictorio
prestigio de almidón y de temible
luto ceremonioso.

Águeda aparecía, resonante
de almidón, y sus ojos
verdes y sus mejillas rubicundas
me protegían contra el pavoroso
luto…
Yo era rapaz
y conocía la o por lo redondo,
y Águeda que tejía
mansa y perseverante en el sonoro
corredor, me causaba
calosfríos ignotos…
(Creo que hasta le debo la costumbre
heroicamente insana de hablar solo).

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A SARA

A J. de j. Núñez y Domínguez

A mi paso y al azar te desprendiste
como el fruto más profano
que pudiera concederme la benévola
actitud de este verano.

(Blonda Sara, uva en sazón: mi apego franco
a tu persona, hoy me incita
a burlarme de mi ayer, por la inaudita
buena fe con que creí mi sospechosa
vocación, la de un levita).

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A UN IMPOSIBLE

Me arrancaré, mujer, el imposible
amor de melancólica plegaria,
y aunque se quede el alma solitaria
huirá la fe de mi pasión risible.

Iré muy lejos de tu vista grata
y morirás sin mi cariño tierno,
como en las noches del helado invierno
se extingue la llorosa serenata.

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A UNA PÁLIDA

Vos una claridad y yo una sombra

E. ROSTAND

Dama de las eternas palideces,
con tu mirar tranquilo me pareces,
irradiando destellos de pureza
el hada del país de la tristeza.

Eres la imagen del dolor que implora,
y por eso mi pecho que te adora,
al mirar tu expresión contemplativa
te juzga una madona pensativa.

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AGUAFUERTE

(Alfonso Camín)

Alfonso, inquisidor estrafalario:
te doy mi simpatía, porque tienes
un aire de murciélago y canario.

Tu capa de diabólicos vaivenes
brota del piso, en un conjunto doble
de Venecias y de Jerusalenes.

Equidistante del rosal y el roble
trasnochas, y si busco en la floresta
de España un bardo de hoy, tu ave en fiesta
casi es la única que me contesta.

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AL VOLVER

¡Bien hayas oh lejano
y glorioso contento
de volver a mirarla!
¡Qué desgano
el del viaje de ahora, que me cubre
de una angustia de pésame!
Presiento
la fuga del amor en este octubre.

Corre la antigua posta en la llanura
barrida por los cierzos de contino;
el sol avaro apenas si fulgura
sobre la paz de otoño del camino,
y con fúnebres sones
que se dilatan por la carretera
van entonando en la mañana austera
coplas de desamor los postillones.

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ALEJANDRINOS ECLESIÁSTICOS

Tú, Fuensanta, me libras de los lazos del mal;
queman mi boca exangüe de Isaías los carbones;
por ti me dan los cielos profundas contriciones
y el ensueño me otorga su gracia episcopal.

Para comer las viandas del convite nupcial
en que se han desposado nuestros dos corazones,
tomo el báculo y ciño mis pies y mis riñones
cual se hacía en las fiestas del Cordero Pascual.

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ÁNIMA ADORATRIZ

Mi virtud de sentir se acoge a la divisa
del barómetro lúbrico, que en su enagua violeta
los volubles matices de los climas sujeta
con una probidad instantánea y precisa.

Mi única virtud es sentirme desollado
en el templo y la calle, en la alcoba y el prado.

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BOCA FLEXIBLE, ÁVIDA

Cumplo a mediodía
con el buen precepto de oír misa entera
los domingos, y a estas misas cenitales
concurres tú, agudo perfil; cabellera
tormentosa, nuca morena, ojos fijos;
boca flexible, ávida de lo concienzudo,
hecha para dar los besos prolijos
y articular la sílaba lenta
de un minucioso idilio, y también
para persuadir a un agonizante
a que diga amén.

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COLOR DE CUENTO

¡Oh qué gratas las horas de los tiempos lejanos
en que quiso la infancia regalarnos un cuento!
Dormida por centurias en un bosque opulento,
despertaste a la blanda caricia de mis manos.

Y después, sin que fueran los barbudos enanos
o las almas en pena a turbar el contento
del señorial palacio, en dulce arrobamiento
unimos nuestras vidas como buenos hermanos.

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COMO EN LA SALVE

¡Oh bienaventuranza fértil de los que saben
ir gimiendo y llorando desprecativamente,
como en la Salve, que es un óleo y una fuente!

Yo también supe antaño de la bondad del cielo
que en mis acerbos pésames llovía,
y compuse mi Salve, con la fe de un cruzado
bajo los muros de Antioquía.

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COMO LAS ESFERAS

Muchachita que eras
brevedad, redondez y color,
como las esferas
que en las rinconeras
de una sala ortodoxa mitigan su esplendor…

Muchachita hemisférica y algo triste
que tus lágrimas púberes me diste,
que en el mes del Rosario
a mis ojos fingías
amapola diciendo avemarías
y que dejabas en mi idilio proletario
y en mi corbata indigente,
cual un aroma dúplice, tu ternura naciente
y tu catolicismo milenario…

En un día de báquicos desenfrenos,
me dicen que preguntas por mí; te evoco
tan pequeña, que puedes bañar tus plenos
encantos dentro de un poco
de licor, porque cabe tu estatua pía
en la última copa de la cristalería;
y revives redonda, castiza y breve
como las esferas
que en las rinconeras
del siglo diecinueve,
amortiguan su gala
verde o azul o carmesí,
y copian, en la curva que se parece a ti,
el inventario de la muerta sala.

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CUANDO CONTIGO ESTOY, DUEÑA DEL ALMA

Cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces,
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu alma a paso lento
y sorprender, en su mansión oscura,
como nota de luz tu pensamiento.

Cuando me miran, oh mujer, tus ojos
luminosos cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan, a la orilla de los lagos,
hasta sus más recónditos murmullos,
de las ramas los débiles crujidos
y la reventazón de los capullos.

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CUARESMAL

Tu paz ??¡oh paz de cada día!??
y mi dolor que es inmortal,
se han de casar, Amada mía,
en una noche cuaresmal.

Quizá en un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que, por el arte virginal
de las doncellas de la aldea,
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.

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DEL PUEBLO NATAL

Ingenuas provincianas: cuando mi vida se halle
desahuciada por todos, iré por los caminos
por donde vais cantando los más sonoros trinos
y en fraternal confianza ceñiré vuestro talle.

A la hora del Angelus, cuando vais por la calle,
enredados al busto los chales blanquecinos,
decora vuestros rostros —¡oh rostros peregrinos!—
la luz de los mejores crepúsculos del valle.

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DEL SEMINARIO

Hoy que la indiferencia del siglo me desola
sé que ayer tuve dones celestes de contino,
y con los ejercicios de Ignacio de Loyola
el corazón sangraba como al dardo divino.

Feliz era mi alma sin que estuviese sola:
había en torno de ella pan de hostias, el vino
de consagrar, los actos con que Jesús se inmola
y tesis de Boecius y de Tomás de Aquino.

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DÍA 13

Mi corazón retrógrado
ama desde hoy la temerosa fecha
en que surgiste con aquel vestido
de luto y aquel rostro de ebriedad.

Día 13 en que el filo de tu rostro
llevaba la embriaguez como un relámpago
y en que tus lúgubres arreos daban
una luz que cegaba al sol de agosto,
así como se nubla el sol ficticio
en las decoraciones
de los Calvarios de los Viernes Santos.

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DOMINGOS DE PROVINCIA

En los claros domingos de mi pueblo es costumbre
que en la Plaza descubran las gentiles cabezas
las mozas, y sus ojos reflejan dulcedumbre
y la banda en el kiosko toca lánguidas piezas.

Y al caer sobre el pueblo la noche ensoñadora,
los amantes se miran con la mejor mirada
y la orquesta en sus flautas y violín atesora
mil sonidos románticos en la noche enfiestada.

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EL ADIÓS

A Francisco González León

Fuensanta, dulce amiga,
blanca y leve mujer,
dueña ideal de mi primer suspiro
y mis copiosas lágrimas de ayer;
enlutada que un día de entusiasmo
soñé condecorar,
prendiendo, en la alborada de las nupcias,
en el gro mobiliario de tu pecho
una fecunda rama de azahar;
dime: ¿es verdad que ha muerto mi quimera,
y el idólatra de tu palidez
no volverá a soñar con el milagro
de la diáfana rosa de tu tez?

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EL ANCLA

Antes de echar el ancla en el tesoro
del amor postrimero, yo quisiera
correr el mundo en fiebre de carrera,
con juventud, y una pepita de oro
en los rincones de me faltriquera.

Abrazar a una culebra del Nilo
que de Cleopatra se envuelva en la clámide,
y oír el soliloquio intranquilo
de la Virgen María en la Pirámide.

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EL CAMPANERO

Me contó el campanero esta mañana
que el año viene mal para los trigos.
Que Juan es novio de una prima hermana
rica y hermosa. Que murió Susana.
El campanero y yo somos amigos.

Me narró amores de sus juventudes
y con su voz cascada de hombre fuerte,
al ver pasar los negros ataúdes
me hizo la narración de mil virtudes
y hablamos de la vida y de la muerte.

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EL CANDIL

A Alejandro Quijano

En la cúspide radiante
que el metal de mi persona
dilucida y perfecciona,
y en que una mano celeste
y otra de tierra me fincan
sobre la sien la corona;
en la orgía matinal
en que me ahogo en azul
y soy como un esmeril
y central y esencial como el rosal;
en la gloria en que melifluo
soy activamente casto
porque lo vivo y lo inánime
se me ofrece gozoso como pasto;
en esta mística gula
en que mi nombre de pila
es una candente cábala
que todo lo engrandece y lo aniquila;
he descubierto mi símbolo
en el candil en forma de bajel
que cuelga de las cúpulas criollas
su cristal sabio y su plegaria fiel.

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EL MENDIGO (Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma)

Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma
de todos los voraces ayunos pordioseros;
mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma
del mar y al simulacro azul de los luceros.

El cuervo legendario que nutre al cenobita
vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,
otro cuervo transporta una flor inaudita,
otro lleva en el pico a la mujer de Adán,
y sin verme siquiera, los tres cuervos se van.

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EL MINUTO COBARDE

A Saturnino Herrán

En estos hiperbólicos minutos
en que la vida sube por mi pecho
como una marea de tributos
onerosos, la plétora de vida
se resuelve en renuncia capital
y en miedo se liquida.

Mi sufrimiento es como un gravamen
de rencor, y mi dicha como cera
que se derrite siempre en jubileos,
y hasta mi mismo amor es como un tósigo
que en la raíz del corazón prospera.

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EL PERRO DE SAN ROQUE

Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo
que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo.

A medida que vivo ignoro más las cosas;
no sé ni por qué encantan las hembras y las rosas,

Sólo estuve sereno, como en un trampolín,
para saltar las nuevas cinturas de las Martas
y con dedos maniáticos de sastre, medir cuartas
a un talle de caricias ideado por Merlín.

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EL PIANO DE GENOVEVA

Piano llorón de Genoveva, doliente piano
que en tus teclas resumes de la vida el arcano;
piano llorón, tus teclas son blancas y son negras,
como mis días negros, como mis blancas horas;
piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
que hace muchos inviernos crueles que no te alegras,
tu música es historia de poéticos males:
habla de encantamientos y de princesas reales,
de los pequeños novios que por robar los nidos
una tarde nublada se quedaron perdidos
en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada
que recibió regalos de sus once madrinas,
que no invitó a la otra a sus bodas divinas
y que sufrió por ello los enojos del hada.

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