Amaneció un revuelo el atrio de la iglesia.
La Virgen Concepción,
que desembarcó engalanada de tafetanes, sedas y
oros de Aragón y Castilla,
amaneció completamente desnuda.
No hubo robo ni ultraje. Sólo eso:
que amaneció completamente desnuda.
Y allí está:
tiritando de frío,
como si nada mostrando la mercancía,
mirando con extrañeza
a las indias vestidas de pájaros, frutas, soles,
lagos y amaneceres.
Ante el dentudo acoso de sus sabuesos,
nosotros salíamos siempre en debandada.
Así,
dejábamos coches, gallinas, chuchos
y, ardiendo todavía sobre la leña,
la sagrada y redonda tortilla.
Así andábamos: como pedazos despedazados
de un solo y único cuerpo
que debe ser el pueblo.
La estatua que te erijan, poderosa
y tenue amada del desgarro, tenga,
en homenaje a tanto amor, corona
de espumas combatientes, manto de agua
detenida y azul, túnica roja.
Una mano en el vientre sobre el vuelo
corto de un blanco pájaro, la otra,
en homenaje a tanto amor, caída
ligeramente sobre el pecho, rota.
Estoy en esa edad en la que un hombre quiere,
por encima de todo ser feliz, cada día.
Y al júbilo prefiere la callada alegría
y a la pasión que mata, la renuncia que hiere.
Vivir entre las cosas, mientras que el tiempo pasa
-cada vez menos tiempo para las mismas cosas-
y elegir las que valen una vida: las rosas
y los libros de versos, y el viaje la casa.
¡Oh salve, Patria para mí querida,
mi dulce hogar, oh salve Guatemala!
Tú el encanto y origen de mi vida.
¡Cuánto, tierra bendita, se regala
el ánimo evocando de tu suelo
las prendas todas, de natura gala!
Me acuerdo de tu clima y de tu cielo,
a tus fuentes me asomo, y se pasea
por tus henchidas calles ¡ay!
Luego que empieza el gallo generoso
a erguir amenazando el áureo cuello,
a caminar con majestad y orgullo
y a perseguir con amoroso anhelo
a sus esposas, el ardor insano
de bárbaro, letal y sutil juego
le saca del corral, su dulce patria,
y le sepulta en reducido encierro,
do atado al pie con cuerda rigurosa
del combate feroz aguarda el tiempo.
En los veranos rojos, cuando a los mediodías
desata los bozales de sus perros el sol,
¿quién no gozó tu abrigo, quién ignoró las pías
frescuras que derrama tu inmenso parasol?
¿Quién, en el sueño rosa del minuto romántico,
no, tembloroso y pálido, se detuvo al pasar
bajo tu fronda amiga, para esparcir el cántico
del beso en el propicio sortilegio lunar?
Seda oscura sobre tus piernas,
qué paradójico ataúd;
veo surgir de hondas cisternas
los mástiles de la inquietud.
Rueda en el lánguido sulfato
de sus miradas de candor,
el puñal del asesinato
entre los juegos del amor.
Tu presencia en mi sombra se divulga
como el vuelo de un pájaro escarlata
con el que un pardo atardecer comulga.
Y tu alegría matinal desata
un sonoro esplendor sobre mi vida;
es una esquila de cristal y plata
que, en silencio de muerte sacudida,
me lleva del pavor del Viernes Santo
al júbilo de la Pascua florida.
Decido
No volver a llorar
Pues ya no puedo.
Propongo
No volver a reír
Pues no me sirve
Deploro
No poder ya gritar
Pues no hay oídos.
Lamento
No llegar a morir
Porque estoy muerto.
Ha soltado sus flores el cedro de enfrente.
Son flores muy duras y oscuras
Como la suerte de mi país.
Y no tienen aroma.
Como si prefirieran reservar su fragancia
Para tiempos mejores.
Unas caen en los patios de las casas;
Otras, en los tejados, en los aleros.
En aquel tiempo el Galileo entraba en su burro
A la historia de los grandes pensadores,
Mientras Calígula pensaba convertir a su corcel en Cónsul.
Después el pensamiento anduvo sobre ruedas,
Llevándose de encuentro a otros cristos,
A las brujas inventoras de kábalas y sortilegios contra malos pensamientos,
A los descubridores de la fórmula libertad, igualdad y fraternidad,
A los independentistas que no pensaron en que el tiro les iba a salir por la culata,
A los seguidores del Tío Carlos
Y a tantos otros que pensaban que la luna no era queso
Ni la dignidad un estropajo para mantener botas pulidas.
La gente se detiene a ver
Televisores en los escaparates
A comprar golosinas
O a matar el tiempo
Mientras los oradores
Desde el monumento a la libertad
Se esfuerzan en explicar
Los problemas nacionales.
Después la gente va a sus casas
A comer y a comentar
Lo que se puede hacer
Con los problemas nacionales
Mientras en las suyas
Los oradores se apoltronan
Frente a sus televisores
Satisfechos de la jornada.
I
Marcia,
Te digo,
Que tenemos diez años de amarnos
Y ver la mesa en el hogar
Servida;
Que muchos
Por no tener mesa
Han perdido la fe en el amor…
(Parque Cuscatlán, 1967)
II
Marcia, te digo:
Tú jamás entenderás
Por qué comparto el corazón entre Marcia
Y los demás
Que nadie llama a compartir…
(Bajo el monumento a la Revolución, 1966)
III
A veces parezco un viejo perro enfermo.
I
Cuesta mucho esta forma de instalarse.
Parecemos bandidos de TV
Que deben cuidarse de la policía.
Dentro de unos años,
Cuando mis confesiones sean leídas públicamente
En las Academias Naturalistas,
Nadie querrá creer lo que luchamos por incendiar
Estos momentos.
Cuando me maten
Todo seguirá igual:
Las calles con sus hormigas
Los árboles con sus troncos meados
Las aves con su pedrada en el costado
Los cafés con sus narcisos
Los postes con su propaganda
Los ríos con sus cadáveres
Los libros con su capa de polvo.
Homenaje a Lope de Vega
En esta frente, Dios, en esta frente
hubo un clamor de sangre rumorosa,
y aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una fugaz mejilla adolescente.
Aquí, el pecho sutil dio su naciente
gracia de flor incierta y venturosa,
y aquí surgió la mano, deliciosa
primicia de este brazo inexistente.
Tu curva humilde, forma silenciosa,
le pone un triste anillo a la basura.
En ti se hizo redonda la ternura,
se hizo redonda, suave y dolorosa.
Cada cosa que encierras, cada cosa,
tuvo esplendor, acaso hasta hermosura.
Aquí de una naranja se aventura
su delicada cinta leve y rosa.
Esta tibia chaqueta rumorosa
que mi cuerpo recoge entre su lana,
se quedará colgada una mañana,
se quedará vacía y silenciosa.
Su delicada tela perezosa
cobijará una sombra fría y vana,
cobijará una ausencia, una lejana
memoria de la vida presurosa.
Cuando la tarde se inclina
sollozando al occidente,
corre una sombra doliente
sobre la pampa argentina.
Y cuando el sol ilumina
con luz brillante y serena
del ancho campo la escena,
la melancólica sombra
huye besando su alfombra
con el afán de la pena.
El sol se oculta: inflamado
el horizonte fulgura,
y se extiende en la llanura
ligero estambre dorado.
Sopla el viento sosegado,
y del inmenso circuito
no llega al alma otro grito
ni al corazón otro arrullo
que un monótono murmullo,
que es la voz del infinito.
En pos del alba azulada,
ya por los campos rutila
del sol la grande, tranquila
y victoriosa mirada.
Sobre la curva lomada
que asalta el cardo bravío,
y allá en el bajo sombrío
donde el arroyo serpea,
de cada hierba gotea
la viva luz del rocío.
Bajo el ombú corpulento,
de las tórtolas amado,
porque su nido han labrado
allí al amparo del viento;
en el amplísimo asiento
que la raíz desparrama.
Donde en las siestas la llama
de nuestro sol no se allega,
dormido esta Santos Vega,
aquel de la larga fama.
Quiso el niño Cutufato
Divertirse con un gato;
Le ató piedras al pescuezo,
Y riéndose el impío
Desde lo alto de un cerezo
Lo echó al río.
Por la noche se acostó;
Todo el mundo se durmió,
Y entró a verlo un visitante
El espectro de un amigo,
Que le dijo: ¡Hola!
No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!…
Silencio! Unas no son, otras me niegan.
Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.
Sobre tema de Ella Wheeler, dedicado a mi amigo C. M. S.
Como Fray Luis tras de su largo encierro
«Decíamos ayer…» también digamos.
¿Han pasado años? En la cuenta hay yerro,
O nosotros con ellos no pasamos.
Donde ayer lo dejamos, dulce dueño.
Michín dijo a su mamá:
«Voy a volverme Pateta,
y el que a impedirlo se meta
en el acto morirá.
Ya le he robado a papá
daga y pistolas; ya estoy
armado y listo; y me voy
a robar y matar gente,
y nunca más (¡ten presente!)
verás a Michín desde hoy».
Mariposa,
Vagarosa
Rica en tinte y en donaire
¿qué haces tú de rosa en rosa?
¿de qué vives en el aire?
Yo, de flores
Y de olores,
Y de espumas de la fuente,
Y del sol resplandeciente
Que me viste de colores
¿Me regalas
tus dos alas?
El hijo de rana, Rinrín renacuajo
Salió esta mañana muy tieso y muy majo
Con pantalón corto, corbata a la moda
Sombrero encintado y chupa de boda.
-¡Muchacho, no salgas!- le grita mamá
pero él hace un gesto y orondo se va.
Érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez
Bebía caldo, chocolate,
Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba
Qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía
Ni un ranchito en que vivir
Fuera de una casa grande
Con su huerta y su jardín
Nadie, nadie la cuidaba
Sino Andrés y Juan y Gil
Y ocho criados y dos pajes
De librea y corbatín
Nunca tuvo en qué sentarse
Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines
Y resorte al espaldar
Ni otra cama que una grande
Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma,
Mucha seda y mucho olán.
Mirringa Mirronga, la gata candonga
va a dar un convite jugando escondite,
y quiere que todos los gatos y gatas
no almuercen ratones ni cenen con ratas.
«A ver mis anteojos, y pluma y tintero,
y vamos poniendo las cartas primero.
Pastorcita perdió sus ovejas
¡y quién sabe por dónde andarán!
-No te enfades, que oyeron tus quejas
y ellas mismas bien pronto vendrán.
Y no vendrán solas, que traerán sus colas,
Y ovejas y colas gran fiesta darán.
Pastorcita se queda dormida,
Y soñando las oye balar.
Simón el bobito llamó al pastelero:
¡a ver los pasteles, los quiero probar!
-Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero
ver ese cuartillo con que has de pagar.
Buscó en los bolsillos el buen Simoncito
y dijo: ¡de veras!
cuando alcance a romper a alfilerazos
la estrella que no alcanzo y sus pedazos
me vistan de coral enardecido;
cuando mi grito ceda a tu gemido
y el silencio se pueble de retazos
de cielo azul y puro, entre tus brazos…
me sabré , al fin, del cuerpo, redimido.
Telaraña de cuerpo indefinible,
la soledad me ronda, la presiento,
y le muestro mi cuerpo en movimiento
para hacerme a sus hilos perceptible.
No habrá de ser su abrazo más terrible
que el de este desamor y el vano intento
de ir tras el sol, sin remos y sin viento,
sabiendo que alcanzarlo es imposible.
La hora del presentimiento
Una fragancia a carne gloriosa se disuelve
sobre la luminosa fiebre de mis tejidos,
como un embrujamiento celeste que me envuelve
como la metempsicosis de un séptimo sentido.
Caen las telarañas de la vida enfermiza
y se alientan los nervios en un ansia de sol…
todo se hace más leve, todo se sutiliza
como si me encontrara a doscientos mil volt.
No serás como todos, llegarás blancamente
con las manos sangrantes de divina piedad;
llegarás una noche, que haga luz, suavemente.
Con los brazos abiertos a ayudarme a soñar…
Tocarás con los ojos un ensueño de cuna
y sobre las orejas un rubio de panal;
llegarás por las sendas, escanciadas de luna,
con los brazos abiertos a ayudarme a soñar….
Capitán,
padre mío,
capitán de navío,
¿dónde están
las ciudades azules
y los puertos sombríos,
y las lindas mujeres
que murieron de hastío,
esperando tu vuelta?
Capitán,
padre mío,
¿dónde están los ocasos violentos,
las velas que cantaban
en las manos del viento,
y el negro de Manila,
que te iba a matar:
las leyendas de Cuba,
las leyendas del mar,
Capitán
padre mío,
dónde están… dónde están?
Los extranjeros tienen una forma de alejarse
que muchas veces se parece al desprecio.
La timidez
de un vagón de la Western Pacific,
pintado a propósito para filmar
alguna película de vaqueros en el desierto de Almería,
o el verde de Carruagems Portugueses
que recuerda a un camaleón incómodo
descubierto de repente,
o el ruso, molesto de tener pintado
un caballo que responde
a la desvaída emoción del jinete
en una parada militar.
Se autoriza a Don Durao García Goncalves pintar
locomotoras en esta estación de Madrid-Delicias,
dentro de las horas de 9 a 14, exclusivamente.
El director del Museo.
Para evitar que todo esto se convierta en memoria,
en pura memoria, en adulterada memoria
de alta luz y tardes atentas
al falso reposo del hierro caliente,
para evitar que julio me persiga con sus abejas
casi premeditadas,
quiero entrar con ceniza fresca,
sin evocar nada, con una proximidad
de temeroso y con un látigo de ciego
en los trenes que arrinconó el cansancio
en la antigua estación de Delicias.
I
A esa lívida capa de niebla
le debemos algunos una parte de la vida.
Como si estuviera convocada para esa hora,
toda la tiza del colegio salía a recibirnos,
desfallecida, errada, disuelta
de su odioso trazo en los tableros,
repitiendo como un animal
que se revuelca en la tierra
todo el desgaste, la naciente sorna.
casi para María Luisa
Una precisa amonestación de huesos
es la cara
y cierta
apurada solicitud; el aire o el polvo
del que se excusa.
Un afán metido, algo de aguacero
en otra parte de la ciudad,
el rumor de un nudo recién
desatado.
Existe
en medio del bosque
un árbol elegido
que maduro de verano
da la señal.
Allí se inicia el otoño
de toda una nación,
un árbol alto
quizás un arce
o un roble
se revela del bosque
con toda su tripulación
alzando sus sables dorados.
e como un potro na planície nua
em ti entrei
Eugénio de Andrade
1.
En plena selva oscura, a media andada,
¿de quién sino de ti, gentil amiga,
de trato siempre amable y buen semblante,
recibiría gloria tan cumplida?
¡Ay! ¡Ay!
Más cerca de mí te siento
cuando más huyo de ti,
pues tu imagen es en mí,
es en mí,
sombra de mi pensamiento,
sombra de mi pensamiento.
¡Ay! Vuélvemelo a decir,
vuélvemelo a decir
pues embelesado ayer
te escuchaba sin oír
y te miraba sin ver,
y te miraba sin ver.
A mi querida prima Jacinta White de Llano,
en la muerte de su hija
¡Pobre Carolina mía!
¡Nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar:
Un clérigo. Empiece el canto.
El doctor.
Velas de amor en golfos de ternura
vuela mi pobre corazón al viento
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura,
viviendo en esta humana sepultura
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.
tuve los mapas del alma en la mano
el capitán flint cortó seiscientas cabezas
entre arrepentidos y mujeres amables
perro negro llegó a las cientoveinte
una noche de puro delirio pensando en su madre lejana
pero zarpamos buscando
el horizonte las púas del mediodía
había también un barril con manzanas
dejamos atrás al ciego pew
que adivinaba el adiós en las manos
el pobre capitán con venas de oro
buscando la ruta el horizonte
el otro olor de la vida
contra mis ojos he sido un traidor
delaté el rumbo de los sueños
una nave que cobró el largo de plata
para que siempre quedara lejos mi madre también
en el barco se cometieron atrocidades
pero lo peor fue en la isla
nunca hubo joyas no podían existir
en la promesa que brilla en la palabra
yo conocía el mapa del alma
quisieron cercenarme la espalda de volar
cuando llegamos a la isla
querían un barril eterno de manzanas
para esconderme y soñar
una espada
que alguien clavara sobre mi asombro y mi lengua
yo que sabía las rutas del corazón
por el mar que todavía me entusiasma
tengo en los párpados la sangre que derramaron buscando
mi silencio al no haber tesoros
ahora sólo escucho y hablo al aire
enloquecido en una costa inútil
que el capitán flint con su cuchillo afirma
es el sueño esperado
con diez mosquetes en la garganta.
pero era esto el horizonte díganme si era esto
era esa levedad en todo el corazón y en la distancia que muerde
pero si ha sido tanta espera ves
dice la abuela en su sombra de huesos
pero si yo me morí tanto
y no comí para dejarles en el mantel las flores
y ahora todos se van se han ido hacia la nieve peligrosa
díganme que voy mal enrumbada
que estos cantos ya son la esperanza
y que el campo que arde es puro espejismo
para que mi ceniza no me envenene más
pero era este al fin el fulgurante sueño
era tanto maldito trapecio en la penumbra
y este viento con cara de perro apaleado
y la pared agonizante que se confunde con mis huesos
mi padre lo soñaba
marañón
lo masticaba como insulto marañón
y en las sábanas podridas del país
lamentaba su sangre en la arboleda
él que vino de lo remoto y sabe
que las fugas resultan infinitas
ah qué tierra de tan pasmosa desproporción decía
donde la ceiba puja junto al marañón
y espinas en la piel misma de los hombres
ah qué país para no tener nada
al cabo de los círculos del agua
el marañón del aire que te seca el rostro y las palabras
y los hijos de vientre enceguecido
y los amores palpitantes
y hasta el deseo empozado que el marañón aborta
ah qué país para que cubra mi esperanza
yo que bruñí las armas y velé
dijo mi padre antes de ser abandonado
y quedarse con tres inmensos palmos de mar en el hocico
díganme que es mentira respondan que llegamos
que el páramo me engaña
que la mentira no es la flor preciada del cantero
que el marañón no se metió en las aguas
para que todos callen para que todos se muerdan
la boca que esperaba el futuro para besar.
no quiero estar solo no cierro los ojos no quiero
estar solo sabiendo
que hay multitud risueña
en el pie siento estar solo en el borde gris de las pestañas
todos los días cae un tejado contra mi sombra
a veces es lunes a veces los elefantes
mastican mis dedos en la calle
no quiero estar solo y herido
hace miles de días hay arena en mi cuerpo
el disparo el choque las rajaduras decentes
que trataron de hacerme me han herido
no quiero estar solo amor mío mi alta
tiñe tu cabeza de esperanza
haz como si me vieras
ríe
desnuda otros peces junto a mí
porque cuando el cuarto se llene de cigarros
la madrugada triza los cuerpos
y nunca más comeré de tu cuerpo.