Destierro sin ángel

Ay, ángel, ¿dónde estás, cómo poder verte?
¿En qué arista del mundo tu recuerdo despidiéndome?
¿Qué largo adiós esta suerte de tierra desconocida?
¿Qué he hecho de mí o qué me han hecho?
¿Qué aún busco
que ya más nunca encontraré?

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El artista adolescente

a Manuel y Klarissa, que pintan

No puede decir si permanece o si sale
corriendo cuerpo abajo hasta el olvido.
Está seguro de que no ha muerto todavía.
Vive
de lo que le dan los transeúntes, de
cantar en las esquinas, de caminar
sobre el río de estos tiempos,
de entorpecerse el paso a cada instante,
está en el café y en los tormentos,
en el olor del día.

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Mella

(según la foto de Tina Modotti)

Así, de perfil, ¡qué importa
que fundaras partidos inservibles
y reverberaras en la historia y la vagina
irredenta de Modotti!
Así, de perfil, tu imagen
de Apolo deshollinador de tanta
fealdad cotidiana, esa mitad
de tu rostro de atleta que su cámara fijó,
de macho legendario ensimismado paseándose
por nuestros libros de texto y por la épica
insular de Lezama, ¡cómo no iba
a provocar en mí
adoración y dolor a la vez!,
ahora que sólo eres
una pérdida ilustre
y no un férvido amante ejercitando
sobre mi cama su mejor
praxis.

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Naturaleza muerta

(con mango, uvas, piña, mamey y plátano)

Hay sol, no maduro aún
pero desplegando seguro infinitudes
venideras. En la torpe mesa del hombre
el sol, con manchas tercas
presagiando su sabor.

Está el noble rosario vegetal aún no morado,
sola su hermosa hermandad en tanto ruego
humano por vivir.

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Lo dice, repite y repite una voz

Lo dice, repite y repite una voz, garganta, entrañas de mujer que dulcemente se desgranan en sílabas, dulces palabras de mujer que dicen, gustan y regustan que por siempre llevarás sabor a mí. Tus labios llevarán sabor a mí. Y la memoria va desperezándose, desenredando ovillos, dorados o azules o cordíalmente grana, ovillos de palabras ondulantes de suave caminar hasta allí (donde aún no estaba Guiomar) y allí las palabras.

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New México

Aquí vislumbro campo, y viviré.
José Martí

He venido a quedarme detenido,
fijo en el aire, que no pasa,
en un espacio donde no me reconozco
sino por negación.

Esas montañas
no serán nunca los Andes, esas arenas
nunca serán el Sahara, ese río
aunque sucio también y mal interpretado
jamás será el Almendares*, ni yo
– este lugar que constituye mi cuerpo –
podrá hacerme ser aquí
el que una vez era.

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Todo amor es fantasía

Todo amor es fantasía, de sobra lo sabemos: inventa al amante, a la amada, nos inventamos con año, día, sabor, piel… Nuestros sueños separados inventan la melodía que nuestros sueños juntos descomponen, destrozan, recomponen. Que nuestros cuerpos juntos sueñan, viva, eterna.

Todo amor es asombrada fantasía, iluminada fantasía sin palabras, acaso queriéndose fijar en palabras.

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Pan dormido

No pausa ni exabrupto
sino sólo tu cuerpo, dormido, sobre una superficie
en que apenas distingo trazos,
en que únicamente te confirman mi ceguera
y mi fe.

No pausa, es suceder
donde nada se fija, como peces
cuando un extraño se asoma
(aguas de plenitud disolviendo una harina
amasada en la víspera, rápida fuga que expulsa
el mismo volumen líquido que atesora),
mucho menos estatua
que colocar en los altares o exhibir en un circo
de provincia, sino masa nocturna que crece, olorosa,
y corona.

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Tiresias (I)

– Sí, hube de gozar ambos placeres, padecer
ambas inhibiciones, concebir besar y ser besado;
hube de amar cada vez lo contrario, lo complementario
que engendra sucesión: quizás fui
padre, pude haber sido madre, yo, Tiresias,
por la intolerancia celestial castigado, perdí
la humana facultad de ver
para ganar la divina de prever.

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Área de prioridades

De nada vale decir
aquí estoy yo,
gobierno y mando,
si al pasar por Castilla
y ver el sol crujiendo tras
los olmos,
uno no sabe dar gracias a Machado.

De nada sirve
montar revoluciones, modernizar
las leyes,
si al entrar en Moguer y abrir sus muros
blancos,
uno no escucha, como un geranio púrpura,
la voz en los balcones de Juan Ramón
Jiménez.

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Argos

Los caseros no atienden a sus ojos,
pero detrás de sus negras pestañas
oculta una tristeza tan redonda
que apenas le permite la mirada.
Por eso algunas veces con la cola,
cuando escucha el sigilo de las vacas,
dibuja sobre el barro en que reposa
retazos de impotencia y de desgana.

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Arquitectura de las ruinas

Antigüedad
mujer hermosa
con ojos pompeyanos
que lleva cestos
de sombra
hasta las viñas
Mar
que se mira
en un espejo
y se serena
antes de que
la vean
amanecer las naves
orgullosas
Mujer
lanceolada
con los pechos
en púrpura
que visita
los templos
y pestañean
las lámparas
de aceite
Cintura de la juventud
de la columnas
melancolía
de la flor de
la manzanilla
que te hace
aniversarios
en latín
al lado
de las losas
Mujer
vestida de ceniza
y rayo de luna
que en la noche
te han visto llorar
sobre un mosaico

Pasabas
levemente
los dedos
por la desvanecida
sonrisa
de los padres
queridos.

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El mar

El mar soplaba campanas,
las campanas secaban las flores,
las flores eran cabezas de santos.

Mi memoria llena de palabras,
mis pensamientos buscando fantasmas,
mis pesadillas atrasadas de muchas noches.

De madrugada, mis pensamientos puros
volaban como telegramas;
y en las ventanas encendidas toda la noche
el retrato de la muerte
hizo esfuerzos desesperados para huir.

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Caja de herramientas

Exploro la caja de crueldades
y la ternura que cada una
carga y concentra.
He aquí mis herramientas:
los diarios de Kafka,
los dibujos de Klee,
la sagrada leica de Kertész,
los cabiers de Valéry
la mirada irónica de Suevo,
la elipsis de Erice
las hipótesis de Murilo,
las revelaciones de Rossellini,
La potencia de Picasso,
minerales rencorosos de Drummond
el Más allá de Jorge Guillén
los territorios de Antonioni
las lecciones de piedra de cabralina
el no estar del todo de Cortázar
las ideas sobre el orden de Stevens
y la tenaza de la atención.

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Al amanecer

Asoma, Filis, soñoliento el día,
y llueve sin cesar, en los cercanos
valladares al pie de los bananos,
mi grey se escuda de la niebla fría.

Las vacas a sus hijos con porfía
llaman de los corrales, en pantanos
convertidos; y ruedan en los llanos
pardas las nubes y en la selva umbría.

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El Papaloapan

Escucho aún tu plácida quejumbre,
gigante río. ¡Límpida guirnalda
tu sien orne y del médano la falda
ciñas con aparente mansedumbre!

Del sol hermoso la divina lumbre
retrátese en tu linfa de esmeralda
y en ti se vea tinta de oro y gualda
del Citlatépetl la nevada cumbre.

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Camécuaro

Salve, la alberca azul, nido de fuentes
que en medio de antiquísimos sabinos
dilata de sus aguas transparentes
la soñolencia y el color divinos.

Las raíces lamiendo con molicie
de los troncos tan altos como viejos,
extiendes tu serena superficie,
que forma aquí y allá rotos espejos.

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