Códice del olvido

Penumbra de órbitas azules
trajo mirada de barro, de madera, de humo.
Acá, desde la tierra –piel amada–
descubrí los espejos de opuestas diagonales
en la geometría dualidad del principio.

Verte fue comprenderlo todo;
los iniciales reinos del asombro,
la noche giratoria
danzar medusa y liquen
y caracol y grito,
el áspero latido de la roca
y el vértigo, el polvo… y el olvido.

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Estancias en el desierto

A mi primera patria de infinito,
en el Norte de México.
Desiertos de Chihuahua.

I

ESTANCIA EN EL PRIMER INFINITO

Ardiente, nueva luz abre mis ojos.
Renace adulta la infantil mirada.
Crecen los ecos de tu poblada ausencia,
presente y encendida en la distancia.

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Territorios de un cuerpo (IV)

ESTOY tumbado al borde de tu claridad,
en la suntuosidad de una batalla
donde ninguno es vencedor,
y hasta el olor del cuarto,
donde rugen insomnes, tu apetito y mi sed,
florece sin saberlo, como un musgo surgido
de mi humedad tan tuya, de un sendero
que nos conduce hasta ese mar sin olas,
la tierra azul donde se desordena
el centro mismo del placer, la espuma
en que consiste toda esta explosión, y, al fondo,
la lluvia que golpea las ventanas,
la lluvia siempre otra, insobornable,
con sus lentas espinas.

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La máscara desnuda

(Danza mexicana en cinco tiempos)

TIEMPO PRIMERO

Apareces de golpe dentro de mí, dorada
por un oro manchado de musgo verdinegro.
Ola petrificada del agua de la vida
creciendo y apretando la sal del esqueleto.

En lo más entrañable de mi ser ejecutas
las invisibles líneas del rostro verdadero,
entregando al proyecto sin límite del polvo
las columnas del vuelo.

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La palabra inmóvil

Amor, fuera olvidarte como perder los ojos,
cegar frente a los verdes más claros de la vida,
caer en el invierno con un sueño encerrado
sepultando los brotes de la flor del prodigio.

Desconocer las formas que anidaron el tacto,
ignorar la sonrisa que prepara la aurora
en los húmedos labios terrenales;
no haber sentido nuca ese punto celeste
en el que culminaron los pasos de la sangre.

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CONFIGURACIÓN

Como quien bajo un árbol se guarece
de la lluvia. Y se cala. Y así la lluvia entra
lloviendo en el paisaje de su espíritu
y hace su carne lo existente: el mundo.
Luego, al lucir del sol, su pensamiento
en íntimo arcoiris lo deslumbra
más poderoso que la luz de fuera,
y translúcido siente que le acosa
la realidad y la pasión, la vida.

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EL CIRCO

I

HOY,
acurrucado y triste,
único, solitario,
envilecido por la carne, amarga
la última residencia de mi corazón,
bajo la lona, bajo
el alto mundo de la estrella,
hundida el alma, rota
la hacedura de Dios, corvo, torcido
en el polvo estelar de la memoria,
hoy,
como un día cualquiera,
me he puesto a contemplar sin saber cómo
este río del circo de la vida.

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Madre nuestra la tierra

A ti, Coatlicue, Madre omnipresente;
principio y fin de todo ser terrenal.

Cuando dormías, Madre
–elásticas hamacas mecidas por el tiempo–,
halo de niebla apenas
en la blanca serpiente de tu órbita,
un diamante de labio transparente
cristalizó la sombra de tu cuerpo.

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EPÍSTOLA A RAFAEL ALBERTI

Desde una tierra donde
España yace como
en siglos arropada injustamente y dormida.
Bajo mi juventud
de potro y hombre
triste, Alberti, amigo, compañero en la orilla
de la esperanza, oh, bajo
mi corazón te nombro
este silencio y esta durísima ceniza
de la patria:
¿Quién puso
la palabra comercio, o sangre, o muerte, unida
a la niñez?

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PAÍS DEL ÁGUILA

Fácil, en la meseta castellana
es el cielo, franco
el espacio, sin puertas, extendido,
país puro del águila… Pero
hondamente aquí
oxígeno mortal llevan sus aires
y un moho la libertad que quema el ámbito
de su llanura, ¡tanta contraria ley
marchitó a quien la puebla!

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PASIONO

Vine a nacer con olas y tornado
de sangre-españa fraternal y mía.
Crecí en el miedo. Ahora, todavía
recuerdo el mar aquél que yo he heredado.

Toda mi suerte ha sido mi pecado
mayor y noble: la melancolía,
junto a una profesión, que no quería
y cien poemas que os he entregado.

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Prólogo y oración a la palabra

Vengo desde tus labios a mi presencia pura.
Inescrutable viaje subterráneo
al abismo del rostro sin edades.

Recóndito universo palpitante y cerrado,
perdido en el secreto de la tierra desnuda,
constelado de símbolos nocturnos,
de tactos germinales.

Retorno a mi figura,
como al contorno hueco de un ahogado en sí mismo
que avanza lentamente hacia la superficie
renaciendo en la muerte de otra vida,
emergiendo en el llanto del nuevo nacimiento.

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Recóndita espiral

Aérea faz de roca construida,
suspendida en la noche de la infancia.
Recuerdas idolátricos perfiles
de inarmónica danza.

¿Eres diáfana sombra o luz caída,
anticipada muerte rescatada,
perímetro de ausencia o invadida
forma de realidad acumulada?

Entre muros de angustia vacilante
y estatuas calcinadas
húndese el horizonte de mi frente
en colérica sal desparramada.

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VIDA

Como un andar. Tal vez
igual que un súbito y lejano
parpadeo o temblor de mies madura.
Como esta tierra puesta
al sol, al aire, a la mañana.
Es nuestra vida,
Mas, ¿quién llueve, quién es el que deshace
la esperanza de junio?

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Réplica de Adonis

He muerto. Mira mis manos malva
caer en el silencio, y mi sombra sin carne.
Mi nombre, desasido de mí, apenas levemente
se posa en vuestros labios.

No poseéis ya nombre,
leves frutos humanos: solamente la piel
teñida por el sol, el vello fino y blando,
el jugo que embriaga los muslos y los besos.

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Síndrome de abstinencia

No es tan tóxico ya: también caduca
el amor en la fecha señalada en su dorso.
Ya no es ese veneno
tan eficaz, ni acaso necesaria
la urgente sobredosis. Qué cualidad letal
la del amor filtrado en la memoria.

* * * *

Regreso a las palabras y compruebo que nunca
se contagian o enferman con las fases
de mi intoxicación o mi delirio.

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