Ciudadano

No sé de dónde viene mi costumbre
de agravarme a las siete de la tarde.
Quizá sólo por ser un transeúnte
sin bigote o pañuelo, sin zapato ni amante.

No sé para qué vivo y por qué muero,
si ha tiempo me dijeron las gitanas
que tendré vida cara con un final de perros:
o sea que no pienso morir como Dios manda.

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Soledad padre

¿Debo ocultar que también en este Día del Padre estoy solo?…

¿Debo volver al brandy nocturno en la mañana gris?

¿Debo mañana dejar como James Dickey la publicidad y dedicarme a vivir de la poesía?

¿Debo asumir que hoy es un domingo comercial y que no me importa que mis hjos no estén a mi lado?

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Spleen oxidado

Todo. Absolutamente todo lleva tu perfume.
Las secuelas de tu ausencia.
El reto compaginado de tus párpados.
La inmisericorde campana de tu abandono.

Todo me envuelve a la que amo.
A la que está y no está.
Llámese como se llame.

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Confesiones

Soy bestia umbilical, delgada y andariega,
con un aire de pájaro en la calle.

Atado a los semáforos
por ley irrevocable.
Suelo ser atacado por mis hábitos
y por los vendedores ambulantes
que me auscultan la cara
de bar destartalado y decadente.

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Tango flor

Una vez más no estás.

Una vez más tu abandono me llega por el Atlántico, entre islas pobladas de espanto, donde el sol cabalga desnudo por las piernas sublimes de la mar.

Una vez más tu ausencia me crece hasta ahogarme.

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Hábitos

Esta vieja costumbre en consecuencia
de amanecer cansado cada día
con la cara de siempre, el mismo aspecto
-cordero estupefacto, ¡no hay derecho!-,
la liturgia congénita de mirarme al espejo:
descubrirme in fraganti con peineta y dentífrico
-no asienta esa conducta en mansa bestia-;
conciencia de estar vivo y respirando
-con qué objeto, qué sabes-, y otras cosas
que, por último, ahora no tolero:
la plena autonomía de mis gestos
y la fidelidad de mis zapatos.

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Etcétera anatema

Debiera haber punto final así no más de golpe
como esos atropellos súbitos donde no hay tiempo de quejarse
Tal vez tres puntos suspensivos en libarnos el reposo
y nos estos etcéteras hirientes en fondo cruz de llantos
Debiera haber paréntesis ligeros que ahorquen nuestro infierno
hasta hacerlo un blanco silencio en polvo
Ni una sola coma más para los pasos
Jamás etcéteras que apiñan tantas llagas
más sombras
más espinas
presagiadas en ácidas tijeras de otros pasos
Leyenda amarga que sangra siempre en los caminos

E T C E T C
s o a x e e
t r m t j n
o p i r i i
s e n a e z
s o v n a
s i d s
a o
d
o
s

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Lienso (líen eso)

La palabra acampando sobre las ráfagas del acto
Las arterias del sueño y sus fosforescencias
y su fósforo y su esencia
las arte-risas del sueño
El alma vórtice del fuego
vértice del juego
El corazón
sus incesantes danzas
sus lanzas acezantes
su compás de carne
marcando a sombraluz
el tiempo de la voz y de la hoz definitivas
Los alcances del aire
más los dedos de otros aires
precipitándose por los abismos sin fin
La locura y sus caricias rojas
y su cópula frenética sobre las ascuas
Los ojos secretos disparos en la noche
Los ojos astros
Los ojos antros
Los ojos estos
Los ojos estros
Los ojos ostras
Los ojos hostias
Los ojos luna
Los ojos duna
Los ojos duda
Los ojos hiel
Los ojos miel
Los ojos lluvia
Los ojos Yo-vía
Los ojos llovían
Los ojos raíz
Los ojos raíl
Los ojos Tú
Los ojos Tú en Él
Los ojos túnel
Los ojos cúspides azules
(en Hiroshima alguien pintaba sólo ojos)
Las claves del sentir
sus aguas misteriosas
sus espejos de sangre viva
su ebriedad en hilos sucesivos
su ubriedad de incisivos filos
Los vértigos reptantes
como el amor vencido entre celestes gozos
El reposo de agua pura
sobre los campos azotados por la sed inexorable:
cuerpos nuestros que se repiten entre los escombros
en flamas de espera de esperanza
La frente en llamas
en ya máses infinitos
El infierno en mi mente
El inminente invierno
Poesía hirviente
Hiriente poesía
El destino
El des-tino
El desatino
El des a ti NO!

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Restos

Restos
Restas
Llave de memoria
que escancia lo soñado
Lo que estalla
en humo de fracturas
El doble eclipse
que asoló los nombres
sobre las ánforas de hielo
Descamina el inverso pie del corazón
insomnes insombres brazos-brasas
tras la líquida extensión de los ocultos
y en todo trance somos polvo
¿Cómo ignorar tu celosía de ayes?

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Canto de un dios mineral

Capto la seña de una mano, y veo
que hay una libertad en mi deseo;
ni dura ni reposa;
las nubes de su objeto el tiempo altera
como el agua la espuma prisionera
de la masa ondulosa.

Suspensa en el azul la seña, esclava
de la más leve onda, que socava
el orbe de su vuelo,
se suelta y abandona a que se ligue
su ocio al de la mirada que persigue
las corrientes del cielo.

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A trueque de verte

VILLANCICO AJENO

Véante mis ojos,
y muérame yo luego,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.

GLOSA DE MONTEMAYOR
A trueque de verte
la muerte me es vida;
si fueres servida,
mejora mi suerte,
que no será muerte
si en viéndote muero,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.

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Qué puede ser, señora

¿Qué puede ser, señora, antes que os viese,
pues viéndoos cobré el ser que no tenía?
¿Qué pudo ver sin vos el alma mía,
o que sería de mí si así no fuese?

Según ahora me siento, aunque viviese,
no era el alma, no, por quien vivía,
que un natural instinto me regía,
hasta que vuestro rostro ver puediese.

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DESVESTIDO

La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas…
y -por sentirse blanca y alumbrada-
desnudó blancamente tus rodillas.

Luego -por diversión, sin decir nada-
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.

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DIGO

El hombre no ha nacido
para tener las manos
amarradas al poste de los rezos.

Dios no quiere rodillas humilladas
en los templos,
sino piernas de fuego galopando,
manos acariciando las entrañas del hierro,
mentes pariendo brasas,
labios haciendo besos.

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DIOSES

Los dioses son estatuas de humo y viento
que se tuercen, alargan,
y se cambian de ser
como cambian de blusa las muchachas.

Alguna vez usaron cuernos, luego
se envolvieron en carne de montaña,
aprendieron a usar huesos de hombre
y se vistieron una barba blanca.

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ESTE SITIO DE ANGUSTIA

Uno quisiera siempre tener su mano amiga,
su buen pan compañero, su dulce café, su
amigo inseparable para cada momento.
Quisiera no encontrar un solo fruto amargo,
una casa sangrando, un niño abandonado,
un anciano caído debajo del fracaso.

Pero a veces los días se ponen grises,
nos miran con miradas enemigas,
y se ríen de nosotros,
se burlan de nosotros,
nos enseñan cadáveres de jornaleros tristes,
de muchachas vencidas, de niños sin tinero.

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MILAGROS

Misteriosas substancias emergen de la luz.
Genésicas materias laboran en la noche.

Una mañana amanecerá la muerte
recolectando flores,
subiendo por la savia y por la sangre
para besar al hombre.

Y el tiempo llenará
de ojos los relojes,
para ver el milagro
del hombre haciendo al hombre.

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