A veces

A veces,
cuando las luces se apagan
y se termina la música,
y se me obliga a quedarme sola
con mi enfermedad y mi mundo suspendido.
A veces,
tú entras silenciosamente
y dándome un beso
realizas el milagro
y me haces dormir en paz.

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La hora

Vuelve la luz
a hacerse luz, plácida claridad
en el vaivén de sombras,
y la calma otra vez, el remanso
donde reposa -como en el sueño el insomne-
su paso frenético el corazón.
El aire que se respira
se hace respirable,
y el paisaje a cada mirada
recobra el color y la forma.

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Desenfadados

Desenfrenados, airosos,
surgen en el alma los deseos
que el cuerpo por las noches calma.

Claman piedad.
Gritan «ya basta».

Un «nomeolvides»,
un «parasiempre»
surgen del alma de los amantes.

Desenfrenados, airosos,
saltan desde su piel los anhelos
que el alma por la mañana
calma.

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La vida otra

Algún día seré pastura para la muerte,
no más que polvo triste en el desierto del mundo.
Mi sangre cesará su danza y en ese instante
todo se habrá consumado.
Mudos brillarán mis ojos en su larga noche
y en la profundidad enorme del silencio escucharé
los ecos de mi canto.

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Ecos

Espinosos retumban los ecos del pasado.
Reiteran a sabiendas mi dolor.

Nutro fertilidades
para no agonizar masticando ahogos de tristeza,
y tomo mi escafandra:
este presente de vuelos y cánticos
de finos y coloridos pájaros.

Leves se disuelven las nostalgias pétreas,
quedándome sempiternos azules y oros.

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Fin y Principio

Cómo te llamas…cómo…
Acaso vida, muerte,
amor, indiferencia,
posible odio letal,
quizás fin,
mundo entregado,
desilusión,
rompedero de estrellas,
mares confundidos,
resquebrajados cielos negros
todo bombardeado, todo…
Si hay un mañana,
si existe,
te llamarás futuro…
Si existe…
te llamarás
de nuevo Tierra…
Si hay resurrección,
acaso…
si la hubiera,
te llamarías
mundo conjugado
en nueva sangre,
en desaparecidas violencias,
enterradas las armas,
y hasta siempre,
fósiles los fusiles.

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Gaviotas y Sol

I

Sal en los cuerpos húmedos
que se entrelazan, se funden…
Fuego en los ojos y los labios.
Él susurra y vibra.
Ella vibra y susurra.
Cada vez más próximos a la entrega
repasan -gozosos-
sus puntos cardinales.

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Lluvia

Lluvia que
lava mis pasos
dejando este camino
sin huellas:
moja mi rostro cansado
asombra los ojos compañeros
desnuda mi alma.
Lluvia que
vienes hasta mi casi como madre:
abrázame con fuerza
bésame la frente
dime que no es esto
el adiós que duele
reventando interiores
haciendo trizas
espacios reposados
músicas gratas
amores amaneciendo soles
y recostando lunas llenas.

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Luces y sombras

La luz de la mañana no me hace bien.
Prefiero las penumbras de la noche y su silencio.
En ellas me encuentro alborotando sueños,
interiorizándome en los espíritus que me son ahora,
que me fueron antes.
Supremos espíritus que quedaron
y existen en mí para siempre.

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Mi hombre

para Eduardo, mi marido

sabes varón
rondarme
savia y piel
remozarme
con tus manos

viajando interiores
recorremos cimas
recuperamos pasados

ocasos de invierno
contigo
reencarnan
antiguas primaveras

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No se agazaparán

Gotas de vida resbalan tibias.
mientras mis manos las van secando.
Surgen de mi garganta,
y, en encrespadas escaleras,
ascienden hasta mis ojos.

El presente, precioso,
de claros de luna y mar,
de soles perfectos,
luce su manto de oro
por nosotros bordado
desde que nos encontramos.

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Nunca digas

Mano abierta, di, dime, dilo,
dícelo a tus dedos
que me exprimen desde muy adentro
toda la amorosa sangre;
dícelo a mis manos
-ay torrentes ciegos,
ya cauces sin agua,
siempre manantiales secos.

No, nunca lo digas, nunca digas
qué, quién, quién la volvió a cerrar.

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Pasión geométrica

Debo explicarte mi proyecto.
Decirte que quiero
perfeccionar tus planos
junto con los míos.
Cruzarnos con la escuadra,
encontrarnos en tu recta.
Ser para ti
semicírculo y compás.
Trazar con nuestros cuerpos
una hipérbola
gradual y delineada.

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Poema a una flor perdida

Como flor de pasión enardecida,
la enclaustraron en almas
de otoños postergados.

Como amor pertinaz,
fue amordazada tantas veces,
que cayó su vida en la rutina.

Expatriada en la arena,
allá en el río,
está ya de amores
agobiada, exhausta.

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Si acaso

Yo nada pido, nada
estoy diciendo, no,
es nada lo que quiero
al decir lo que digo;
mínimamente es nada
esto que estoy diciendo.

Si acaso, la conciencia
de no saberme muerto,
de pretender subir
por rumbo misterioso
a ese gran misterio
de la palabra dicha.

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Poeta

(para Juan José Mestre)

Se deslizan cada día
ante mis ojos,
sus voces.
Caen cual cascadas:
tristes, fuertes, tiernas.
Siempre hermosas.
Ellas cantan sublimes
algunas melodías
de lejanos amores,
e inmediatas nostalgias.

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Soledad

Un portarretratos vacío…
Una cama
repleta de inasistencias…
Recuerdos sin nombre.

Cruza la habitación…
se prende a la ventana:
las calles y gentes de oficinas,
los perros de los vecinos,
las veredas y parejas abrazadas.

Aquel beso…
recuerda.

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Soy el guardián

Soy el guardián
de la noche,
administrador de los sueños
y de las conquistas.

Mientras ella duerme, contemplo
desde la sombra
la obstinación de la luna.

De sus entrañas
brota mi voz,
sé que me sueña,
¿o es que sus ojos
son mi espejo y su nombre
mi apellido?

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Somos dos, somos uno

Solos tú y yo.
El asfalto destila silenciosos negros.
Presiento tu proximidad.
Suena un bolero que incita al abrazo.
Te acercas más.
Tus brazos, hechos para el amor,
toman mi cintura,
me aprietan contra tu cuerpo.
Buscas mi cuello con tus labios.

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Sujeto y objeto

Esencial como el aire
estás ahí siempre,
notable espectador,
Compartes mis lugares.
Te tengo. Eres perpetuo.
Si tiendo la mano
te encuentro mío,
solícito, amigo, compañero.
A tu lado me levanto cada día
y no me pides nada.

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