¿Recuerdas todavía el débil canto
del ruiseñor perdido en la enramada?
Viste temblar conmigo aquella noche
la copa del ciprés.
Desmadejó
el cielo hilos de luna por tu rostro.
Pero después del pájaro y la luna
se apagaron los astros.
Oigo como un rotundo tronar de capiteles
¿Abrirá tras las lomas el mar grutas azules?
Crece el musgo en las uñas de los leones de piedra.
Las ballestas apuntan al vientre de los niños.
El pueblo es un gran árbol de piedra retorcida
y la lluvia no cesa de suavizar su lomo.
He visto arder tus oros en los otoños de Murano,
en la cera aromada de los cirios de invierno;
tu verde en madrugadas adriáticas
y en los ciruelos de los jardines de Navagero;
tu azul en ciertas túnicas y vidrios
y en los cielos enamorados
de nuestra adolescencia
que nunca más veremos;
los ocres en los muros cancerosos
mordidos por la sal, en las fachadas
de granjas y herrerías;
tu rojo en cada teja de Venecia, en los clavos
de las Crucifixiones
o en los labios con vino de los músicos;
un poco de violeta
en los ojos maduros de las jóvenes;
tus negros
en las enredaderas funestas
sobrecargadas de Muerte.
La città è morta, è morta
S. Quasimodo
¿No tuviste bastante con morir una vez
en la muerta ciudad, que vuelves otra vez
entre sus cancerosos muros iluminados
a veces por verdores putrefactos?
Te veo sentada frente al horizonte
un cárdeno perfil de cicatrices,
el encinar herido por heridas,
el tomillo que embriaga los sentidos
y una flauta que suena interminable.
No volverá, no volverá, lo dice
la lágrima que cae de tu ojo, el dolor
musical, luminoso de tus huesos.
Vamos hacia el techo de las montañas,
a las praderas del cielo
vuelven las vacas más hambrientas que al alba,
helados sus hocicos, helados van los mocos
del zagal, mas se siente
un dios viendo abajo la noche
donde humean los techos de pizarra, las cuadras
aún aquí lame el sol gramíneas arrasadas,
raíces negras, urces, zarzas indomables,
son de cadmio las piedras, la soledad espanta,
sienten temor los burros subiendo más arriba
(qué horrorosa la idea de volver derrotados)
lame, sol, lame láminas de cielo tu miel,
pues no puedes ya entrar por los valles,
robar la niebla al lago muerto,
suspender el paseo de la loba
(hombres duermen abajo
sobre la hoz y el heno, tenebrosa
noche de los cubiles, ¿comerían
los cerdos a aquel niño?
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Esa enorme piedra torturada
sostiene el techo de la Noche.
Esta enfebrecida carne penetra la oquedad de los siglos.
En torno un vacío que deshace o sustenta
la soledad del mundo, una luz que ilumina
las heridas producidas en el acero.
Nunca había pensado en recuperar aquel tiempo
mas aquí está tu carta desveléndolo
y esas palabras que la cierran
abriendo en mí otro mundo: Mientras tanto,
escucho aquella música y miro los jardines
de invierno.
(Bajaba entre cipreses, enredada en el humo
de las mil chimeneas, una niebla azulada.
Duermes como la noche duerme:
con silencio y con estrellas.
Y con sombras también.
Como los montes sienten el peso de la noche,
así hoy sientes tú esos pesares
que el tiempo nos depara:
suavemente y en paz.
Te han llovido las sombras,
pero estás aquí, abrazando en la almohada
(en negra noche)
toda la luz del mundo.
Oh Noche, cuánto tiempo sin verte tan copiosa
en astros y en luciérnagas, tan ebria de perfumes.
Después de muchos años te conozco en tus fuegos
azules, en tus bosques de castaños y pinos.
Te conozco en la furia de los perros que ladran
y en las húmedas fresas que brotan de lo oscuro.
Para Clara
Precisamente ahora que no sé qué decir,
que no sé que decirte,
quiero ponerte aquí,
al lado de los días de la isla,
al lado de estas páginas
que escribí con la luz.
Se abrieron las cancelas de la noche,
salieron los caballos a la noche,
campo de hielos, de astros, de violines,
la noche sumergió pechos y rosas,
noche de madurez envuelta en nieve
después del sueño lento del otoño,
después del largo sorbo del otoño,
después del huracán de las estrellas,
del otoño con árboles de oro,
con torres incendiadas y columnas,
con los muros cubiertos de rosales
tardíos.
Ciervos que en la espesura,
o junto al agua quieta de las charcas,
bajo luna madura,
amarillenta,
se llaman y responden,
se llevan y nos traen
con la brisa
(como los ruiseñores)
nuestra esperanza en otra vida no mortal.
Argumento
Cómo un barco, habiendo pasado la línea, es impulsado por las tormentas hacia las frías comarcas del Polo Sur;
y cómo de allí siguió la ruta a las latitudes tropicales del gran Océano Pacífico; y de los extraños sucesos que padecieron
de qué manera el viejo marino tornó a su patria.
¡Oh! Dadme, libre ya de esta escena sin alma,
escuchar a aquel músico viejo, ciego y canoso,
a quien, desde los brazos del alma, besé un día:
sus aires escoceses y sus bélicas marchas,
a la luz de la luna, en perfumada noche
de estío, mientras danzo junto al heno esparcido,
con chicas que sonríen entre un brillo de bucles.
MIRÉ un rayo de sol,
combado en el azul, hasta la tierra,
y allí vi un pájaro atrevido:
¡oh, qué encantado y dulce!
Bajábase y subía, parpadeaba, en círculos
volaba por el rayo de soleada niebla,
con sus ojos de llama y con su pico de oro
y todo su plumaje de amatista.
¡Mi Sara pensativa! Reclinada
tu cabeza en mi brazo, es dulce estar
junto a nuestra cabaña recubierta
de jazmín y de mirto (los emblemas
de la inocencia y del amor reunidos)
y ver los montes rebosar la luz
de la tarde, reunirse lentamente
y mostrar el lucero refulgente
como la sabiduría.
…El heno removido y los primeros frutos,
el heno removido y las mieses de un campo
dicen: se fue el estío. La digital, muy alta,
esparce campanillas de púrpura en el viento,
o cuando se remonta, rozándola, una alondra
o se posa un pinzón en su tallo.
…Y un bosque yo me sé,
vasto, muy cerca de un castillo enorme,
que su señor no habita. Y en el bosque
los zarzales indómitos se enlazan
y quiebran los senderos, y la hierba apretada
y los botones de oro cubren las avenidas.
Hay una mente, una mente omnipresente
y omnífica. Su nombre sagrado es el Amor.
¡Oh verdad de sublime grandeza! Quien se nutre
sacia con ella su alma constante, escapa
con una bendición de este ínfimo mundo.
Es lo más alto del hombre,
nuestra meridiana majestad, sabernos
partes de una maravillosa totalidad.
La helada cumple su secreto oficio
sin ayuda del viento. Un búho deja
su chillido en la noche -escucha- inmensa.
Todos descansan ya y me entrego a esa
soledad que propicia el desvarío.
Tan sólo queda junto a mí, en su cuna,
el reposado sueño de mi hijo.
¡SICÓMORO, a menudo con música de abejas!
Tales tiendas querían los Patriarcas. Cubran
esas añosas ramas intactas largo tiempo
la taza pequeñita y redonda, que ampara
de las hojas caídas una piedra. y envíe,
tranquila como el hálito de un infante dormido,
primavera esas aguas frías al caminante,
con palpitar seguro y suave.
EN Xanadú, Kubla Khan
mandó que levantaran su cúpula señera:
allí donde discurre Alfa, el río sagrado,
por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,
hacia una mar que el sol no alcanza nunca.
Dos veces cinco millas de tierra muy feraz
ciñeron de altas torres y murallas:
y había allí jardines con brillo de arroyuelos,
donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,
y bosques viejos como las colinas
cercando los rincones de verde soleado.
(fragmento)
ENTRE juncias y espinas, maleza enmarañada,
camino a duras penas; me encaramo o desciendo
por las peñas desnudas o musgosas, hollando
con loco pie las bayas de púrpura, y, a veces,
invisible apresúrase, entre las hojas mustias,
con un leve rumor, la culebra.
A Charles Lamb, de la Casa de la India, Londres
Ya se han ido y aquí debo quedarme,
a la sombra del tilo que es mi cárcel.
Afectos y bellezas he perdido
que serán intensos recuerdos cuando
la edad ciegue mis ojos.
Poema sin orden, escrito en la Navidad de 1794
Este es el tiempo en que la voz de la adoración,
que es divina para el oído, me levanta
como con la trompeta de un ángel; y accediendo
y mezclándome con el coro, casi creo ver
la muchedumbre celestial que cantó el himno
de la paz sobre los campos de Belén.
(Versiones de Antonio Resines)
«Me gustaría leer uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar».
«Hace algún tiempo este libro se habría llamado
SOL PARA NAPOLEÓN
y antes aún hubiera sido llamado
MURALLAS PARA GENGHIS KHAN»
Nota de Leonard Cohen
* * * * *
Cielo
Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades
Los grandes pasan
Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos
Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan
* * * * *
Destino
Quiero que tu cálido cuerpo desaparezca
educadamente y me deje solo en la bañera
porque quiero considerar mi destino.
(Versiones de Antonio Resines)
6. Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar.
Lo mismo
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
(Death of a lady’s man)
Versiones de Antonio Rasines
El amante después de todo
Mueres exactamente en esa actitud de burla, inmundo parásito de la vacía ordalía.
Mueres exactamente con ese aspecto, en toda tu diarreica posesión de tu elevado rango.
Entre 1915 y 1917 Jean Cocteau compuso este poema, en algunos aspectos
según los principios de la escuela Dada. El personaje central es Roland Garros,
primer vencedor del Mediterráneo, muerto en combate en 1918.23 septiembre 1913
aeródromo de Túnez
una seria turba árabe, francesa prevenida
por los radiotelegramas hormiguea Islam el calor
negrillos en los árboles el vendedor
de buñuelos con miel el severo servicio de orden
los reporteros los fotógrafos
seis mil espectadores
caras mirando hacia occidente esperan
prestos al entusiasmo
por una liza
el anuncio espléndido
el-joven -que-ha -cruzado-el-mar
tres torpederos
chafados en su baba
Ayer por la noche quise tomar un comprimido para dormir; me he dicho que si tomase más, dormiría mejor,
y que si los tomase todos, dormiría, sin sueño, sin despertar, estaría muerta. (Llora.)…
He tomado doce…en agua caliente…
…….Como una masa. Y he tenido un sueño.
El poeta es exacto. La poesía es exactitud. Desde Baudelaire, el público ha comprendido, poco a poco,
que la poesía es uno de los medios más insolentes de decir la verdad.
No existe arma de mayor precisión; y para defenderse, con una defensa instintiva, de la angustia de la
exactitud y de las claridades reveladoras, se obstinan las gentes en confundir la poesía con la mentira,
la viveza de espíritu con la paradoja.
Un farol dominguero
madurado por el viento
puede incendiar las ramas.
Debe recogerse antes.
Hay gentes que lo poseen todo y no consiguen hacerlo creer; ricos tan pobres y nobles tan vulgares
que la incredulidad que suscitan acaba por hacerlos tímidos y les da una actitud sospechosa.
En algunas mujeres, las más hermosas perlas resultan falsas. En cambio, en otras las perlas falsas parecen
verdaderas.
El sol cae aplomado
El pájaro
Alcanzando su sombra
Se posa dulcemente sobre ella
En Bizerte
Y un campesino corre…
Recuerdo de Montparnasse
«Oh mi bella»
los sitios de sombra
fuma su pipa
sentado en sí
y contra sí
cita en casa de Nadar
con
la eternidad
el oro del hielo
gira alrededor
del domador
de musas
que cuelga
una cacerola
al perro de la troupe
a su vez amordazado
medita
un golpe bajo
una zancadilla
inesperada
pues
habiéndose
bufado de ellas
fue
hecho prisionero
en su ronda terrible
y allí
busca
por
donde
salir
Versión de Cristina Peri Rossi
Tus manos por las sábanas eran mis hojas muertas. Mi otoño era un amor por tu verano.
El viento del recuerdo resonaba en las puertas de lugares que nunca visitáramos.
Permití la mentira de tu sueño egoísta allá donde tus pasos borra el sueño.
Jugar con pieles
rojas
o dejarte estoicamente arrancar la cabellera.
Encarcelado tras las rayas de un tigre
o, dentro de él,
ir deshojándole uno a uno los rugidos como pétalos
comestibles de una rosa en dulce árabe de miel.
Como piel de serpiente mudada
la inocencia, y más triste,
y estúpidamente predispuesto
a esa facultad privativa
de los seres
-0 dibujos-
animados,
compadecerse, permitir
el saqueo a la ternura: está
maduro el corazón para creer
que el dolor te aureola
con los anillos de Saturno.
Cuando sólo te amabas
a ti mismo, el río
no fluía.
Y crecer, escribir,
si era, fue crear
sin memoria de desamor o muerte
-pero insaciable, pero voraz:
autófago-
el otro Paraíso.
Abandoné Nunca Jamás
para entrar en tu corazón.
No supe
cómo me sucedía. Sólo intuí
-pero no quise interpretarlo- algún
obscuro signo: la escritura
similar al insomnio y el ensueño
igual a la escritura, evitar
a mis años la amenaza
ingenua del horóscopo o negarme
tres veces mi espejismo
en un espejo roto a medianoche.
Cruza el mar rojo
el primer verso
y augura ya mi edén,
este iniciado
camino en soledad
que me profetizaba
-Escritura o Paraíso-
mi elección.
Mientras te amabas
sólo a ti mismo, no crecías.
Pero anhelaste amar y ser amado
y entonces ya
la corriente del río
se puso en movimiento.
Si ladra cinco veces el perro en el jardín,
tus ojos, como entonces, vuelve hacia la ventana.
Aunque ahora diga te prometo
regresar cuando apunten
las yemas en el tronco por el que ascendíamos
a nuestra antigua casa,
cuando sea la luz de noche en tu mesita
la de quien en su vuelo
repetía
imbécil,
imbécil…
creo que me olvidaré.
No la busques, la Isla
te encontrará a ti.
En esos bares
en los que siempre cenas solo,
en la obsesión por contemplar un día
la aurora boreal, en las horas
de fiebre cuando desde el escalofrío
de la sábana mirabas
cobijarse de la lluvia
a los inflados gorriones.
Despatriado entre el olvido y hadas,
qué otro todavía soy yo.
Si aún conservo
mi primera sonrisa y a veces
esas tardes envenenadas que el corazón escarchan
como fruta de Navidad,
que lo empañan como fiordo en bruma, que lo dejan
de nuevo en aquel mismo andén
lluvioso donde nos despedimos, me atrevo
y otro que soy yo todavía -su sombra
de puntillas- se acerca
y la visito:
intacta
mi ex-sonrisa en el formol, se finge
-al verme- copia
de esa copia sin fin que es la Gioconda.
Tanto tiempo ha pasado y vuelvo
a ti, poema, ten piedad.
Ten piedad,
porque no puedo, no sabré
ya escribir muerte
como antes de la muerte
vivida de mi padre.
Ni amor
será la palabra que fue
y, sin metáforas, conocí
como el amor.
En las piscinas celestes flota tu adolescencia ahogada.
Ahora el salto del ángel
sí es mortal
desde el vértigo
– altísimo
trampolín último-
se lanza
y cae.
Cae el cuerpo insumiso desnudo :
ondas
concéntricas abriéndose
hasta fingir disiparse en las prohibidas
láminas del reflejo donde, ahogada, flota la adolescencia.
Tendrás que decidirte.
¿Y si el príncipe entre ser o no ser elige «o»?
Algún día tendrás que decidirte.
Los recuerdos dispuestos para cera y alfiler de vudú, eso
o la nada: la nada o el presentimiento de quien se lava las manos, se enjabona
con la roja pastilla de su propio resbaladizo corazón: el corazón
grabado en el árbol, su flecha o la manzana sorprendida por un gusano de oro:
veneno, amor.