En cada uno de ellos era muchos un hombre.
Eran más todavía. Traían la industria de las armas
y el reno rojo, como un bosque ondulante
y detrás el lobo que, en una mañana ya añejo,
sería el perro de la hoguera y de las sobras,
el sirviente blanco.
Poemas argentinos
??Duda como un griego pero actúa como un romano??,
acaba de decir hace un rato,
perdido entre los pliegues del pasado,
a un niño poderoso que domina
su suerte y la del mundo que lo escucha.
Hace un rato, apenas: el tiempo es el tiempo que repite
las voces de Catón y otras maneras.
Por los corredores de la imaginación ir caminando,
libre y solo para siempre, como cuando era
y no sabía que era un niño,
hasta olvidar que estoy imaginando.
Que esta carne pesada, que orina y suda,
en una o dos ideas se resuma
o vuelva bien atrás, a esa casi nada
que casi nada ve en su cielo nublado.
La historia de las constelaciones
grabada en el brillo de una hoja:
quisiera leer la hoja
y recordar aquella forma
de donde nos desprendimos
los seres y las cosas.
Y antes de que nos devore la Gran Noche
oír su nombre,
por empañar la orgullosa oscuridad
con el ardiente sonido de la luz, al quebrantarse.
Dame una mentira enorme, que haga temblar los pulsos de la edad
con su pisada grave y significativa,
que espante de mí los pájaros negros y los gusanos
que cosecho sin proponérmelo en la dársena del miedo
y se las arregle para hacerme creer que el hombre puede salir de sí,
ser uno con la mujer y amarla sin destruirse.
De las tantas cosas que no puede
mostrar ciertamente la palabra,
la primera imposible es el olor
tan propio y exacto de las cosas.
La poesía también es como el aroma.
Así quedan sin nombre
el olor definitivo de la lluvia
y el efímero matiz que se respira
al asomarse a las sombras de un aljibe;
el olor del primer mar, a los seis años,
la fragancia, que nos asustaba, de los cielos nublados,
y el olor a comida de una casa
que nos fue querida.
Pensar que Spinoza murió puliendo lentes.
Que Blake se fatigaba en una imprenta
esperando la conversación de ese día con los ángeles.
Que por vivir Baudelaire se humillaba ante su madre.
Que Rimbaud fue silenciado por Rimbaud,
para que este ingenuo me hable de la literatura.
Si no tienes nada que decir cállate
deja que hable Ezra Pound
desde las sombras el espléndido anciano
desde la fina línea de agua
el magnífico anciano
te muestra los genuinos billetes de su fortuna
y todos brillan legítimos peces
de un río infinito que sí
ése nunca se detiene.
Lo opuesto busca su opuesto
Y en lo blanco la gota que hay de negro
Crece
Hasta hacer lo blanco negro
Y así en lo contrario hace la gota blanca
Todos deseamos lo opuesto
Que encarna frente a ti
De tanto en tanto
Y trae su exótica religión su idea del asunto
Sus distracciones sus aparentes crueldades
El poco cuidado con que trata los más preciados dones
Las ofrendas y regalos que destinábamos
Antes
A nuestro propio fetiche
Tal nuestra donación
Los bárbaros poseen la ingenuidad de lo que fuimos
Aquello que en ellos no ha crecido nunca
O bien nunca lo ha hecho en esta dirección
Son lo que fue posible que fuéramos hoy y no prosperó
Por eso la ternura el celo el interés que sentimos
Por su aparente torpeza
Su falta constante de consideración
Nuestro consuelo cuando nos matan sus actos
es mirarlos benignamente
Y acariciar o al menos intentar hacerlo
La brutalidad que destroza y que
Cuando se les reprocha
Sinceramente no comprenden
Como no comprenderían si llorásemos delante de ellos
El porqué de todas esas lágrimas se sienten inocentes
Lo son nuestra es la tragedia de entenderlo
Y de entender que nada podemos hacer
Ni por amor ni por odio para redimir a la criatura
De su condición de bárbara
Este de todos los dones es quizás el más extraño
Que nos dieron nuestros dioses
Nuestros dioses que no existen
También están esos bárbaros que se nos parecen
Pero no son nosotros cuídate sobre todo de ellos
Son los más peligrosos son los que realmente
Llegan a tu corazón
Con sus similitudes
Sus engaños de los que son desde luego
Totalmente inocentes
Pero nadie cambia a los bárbaros
Y cuando aparece su barbarie expresa su bajeza
Su violencia su impiedad su fastidiosa negligencia extrema
Ya están dentro de nosotros y es tarde
Muy tarde para todo
Y no se van jamás de aquello
Que conquistó su impericia su malicia inconsciente
Y también su destreza
Largamente adquirida
En combate contra otros bárbaros
Seremos su triunfo la gota de alegría infantil
Que dura un día
La jactancia a solas que pronto se disipa
Nuestras serán las ruinas las veneradas estatuas
Rotas que vendimos por ellos a precio de mercado
Nada o casi nada vale algo nuestro entre los bárbaros
Y nuestra será la noche donde algo se incendiará
Eternamente para siempre en llamas
Por amor a los bárbaros
Del útero a la tumba un sueño te llevará,
desnudo, el escarpín y la mortaja hechos de la misma seda.
Un sueño con mejillas de pétalos que martillea en tu mente,
un beso helado, un golpe en la nuca dado
por un desconocido con guanteletes de hierro,
sonando tras tu puerta en el cerrojo.
Una bestia terrible resbala sobre todo:
terrible como decir yo permanezco,
de la tribu que puede cruzar sobre una hoja de afeitar
tomándose su tiempo,
arrastrando su fuerza pausadamente
sobre el agudo diminuto abismo
que separa un lado de otro lado.
No volverá jamás el mar de los antiguos
a rebañar las costas creadas por sus olas.
Un año de ancho, una vida de largo,
se sumió en la honda bocanada del fondo.
Con él las bandas de Erik el Violento
y la pacífica vela de otro ladrón, fenicio,
doblaron para siempre ese horizonte blando
y abajo el precipicio que los tragó
a todos como se cierra un libro.
Esta tarde y parte de la noche
volví a sumergirme en el espeso mar
donde flotamos los seres y las cosas.
Bajé por perlas que mostrar a los hombres
que temen siquiera el riesgo de la orilla.
Esta tarde y parte de la noche
estuve en ese silencio, en esas profundidades
donde el más infinito placer sería disolverse
y supe que en todos los caminos
hay monstruos para quien los teme.
Dame un poema de hierro que restalle sobre las vacías cabezas
y una mano firme en la muesca de la antorcha,
un poema de sangre y de huesos impacientes
y la pluma de carne firmando sentencias
en las culposas mentes de los jinetes locos;
que convierta en sal a los cobardes, un poema de hierro
oxidado y torvo pateando en el estanque a
Buenos Airesmedianoche,
cuando ni los muertos sueñan con la aurora.
Detrás del tiempo un animal me mira:
él sabe lo que escribo porque antes de mí
ya ha sido un nombre. Es el uro.
Fantasea quien lo toma por el toro.
A veces es un pájaro, un río, el viento
y a veces es un algo que deja en las ramas
grandes manchas de sangre y un paso
que se aleja, macizo e invisible.
recuerdas amor mío el largo adiós
subdividido las innumerables salas como siglos
como millones de años cada vitrina absorta
y en el centro de donde emanaba la extensa arquitectura
el dinosaurio
enorme la fiera extinta
la cabeza más grande que el cuerpo
el bocado feroz todavía tendido hacia la carne
asimismo evaporada
los cónicos dientes las fauces en el solo hueso
como la crueldad de dos que se aman
y se hieren profundamente en una frase
un gesto debajo de la apariencia de inmovilidad
debajo de los huesos debajo del alma
el gran animal insomne que reina todavía
pasea por nosotros el reptil tan hondo
y tú y yo callamos
ante el conflicto escamoso
que arrastra su cola amarga
por ese jurásico escondido
tan suyo fue como nuestro es
aquel pantano
es este
malignamente te amo
malignamente te espera esta carne desnuda
que el tiempo no evapora
porque sabe que vence a la fauce
indefensa
Cruza tu voz los círculos del sueño,
como si un dios antiguo te cerrara la boca,
¿detrás de qué otros cantos
sin estela en qué aguas?
Es de día en tu sueño bajo un sol diferente,
sonámbula a la vez en la orilla y el centro.
Juan Arturo Nicolás Rimbaud:
¿junto a qué sagrado terror
por lo entrevisto, navegó por tu alma
la certeza atroz de perder para siempre
la visión, al abandonar la Ciencia?
Ya no hubo tiempo, ni otra oportunidad
de contemplar aturdido el incendio de las estrellas,
para traducirlo al hombre ya no hubo tiempo.
Esta mañana escribí dos poemas.
No me pregunto ya por el sentido
que tiene o no tiene este oficio oscuro.
Simplemente es otra manera, posible, de estar vivo.
Me pregunto por el origen
de esas dos cosas que ahora están sobre la mesa,
no exactamente hechas de papel y de pigmentos.
Estaba solo entre las cosas
como una estrella única en el cielo
y un muerto en el centro de la tierra.
A su alrededor los hombres traficaban collares de alambre
y la vida elevaba su babel,
como una araña exacta y silenciosa.
Y allí estabas, viva,
venías de los candentes países que no recuerda nadie
sino en el ultimo minuto, al inicio del tiempo estabas
entre la sangre y la luz como una llorosa perla entre raíces,
allí estabas luego de la larga agonía entre dos respiraciones,
luego del largo túnel y el sueño donde eras una sola Humanidad,
¿recuerdas?
Caen sobre él los actos inútiles del día.
John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo:
humillaciones, rostros y palabras
hacen de un pozo la noche repetida.
Fanny Brawne me has alejado,
tú me has acercado a Keats y era lo mismo.
Armonía primera allí te vi, no era necesario
mirar las partes de tu reino entero pero allí te vi
y no quise detenerme en tu orilla, tu orilla
que está en las simples cosas llenas de tu ondulante sombra.
Qué delicadamente, luz en la luz, centro del día,
te corporizas o elijes una sencilla forma cuando nos prestas tus ojos
y cómo un eterno amor nos lleva de la mano
a tus criaturas, allí donde eres sí,
en lo animado, la infinita danza,
la queja misma de cuanto existe.
A José Kozer
Me decías en tu carta que es bella Kustendjé,
cuando los chinos y el viento llegan del Mar Negro
y que no lejos de la estación de ómnibus
hay una piedra donde -te dijeron- se sentaba Ovidio
cuando se llamaba Tomis y era su destierro.
El gato perpetuo en la mañana absoluta
está gritando que es bestia de la aurora,
¿y quién oye al mínimo animal que encarna,
sino el árbol de oro a cuyo pie repite,
se desgañita?
Está hecho de animales
como una fábula antigua,
pero ni aquellos frisos encanecidos
por el polvo donde duermen los imperios,
ni la fresca novia del amanecer alcanzan
para adelgazar el oído que duerme,
que duerme aunque hace mucho es de día.
Ella creía que la reflejaban los espejos
que era esos dedos que hurgaban en el rostro
las lentas mutaciones
que era su pulóver sus zapatos
lo que recordaba y lo olvidado
que era una guirnalda detrás suyo
que era su cabeza
que era sus amigas sus trabajos
un hombre en una esquina.
Esta mano que tiendo
y que te aguarda
es otro vano prodigio,
otro milagro inútil
de la serie infinita
que nos rodea en silencio.
En la mañana que ha dejado
atrás las dos vigilias,
la del insomnio y la del sueño,
que también es posible,
la contemplo a veces con ese solo asombro
que reservamos para lo extraño.
The nightmare, mare of the night…
La pesadilla, yegua de la noche…
Robert Graves
Carne que carne fue
Y amada fue
Y hoy es literatura.
Muerte que pudo ser
Y no llegó, al menos hasta ahora
Que su dibujo hago
Sobre este papel, efímero.
Nada de lo que diga
Puede desviar la caída de una hoja.
Una palabra no
Frenará la otra.
Es inútil que a éstos
Que me escuchan dedique
Una verdad: la harán pedazos.
De sus pedazos nacerá Lao-Tsé.
Quien ve a las líneas del mundo
unir a la desdicha
con la alegría sin tiempo ni motivo,
a la ceguera del hombre con lo luminoso del hombre,
al cobarde, al justo, al tonto
(que asiste a la ceremonia del crepúsculo
asombrado, muy quieto, flotando sobre el agua),
nunca se vuelve altivo
a contemplar la guerra que incendia
el lugar donde vibra todo esto.
Muchos son los rostros que habitan
el enorme país de la distancia.
Largas caravanas han partido y luego otras,
las guiadas por dioses imprevistos,
han colocado extranjeros a nuestro lado:
ellos nos han mostrado
sus telas multicolores, sus palabras,
los exóticos animales de la infancia
y algunos, sólo algunos,
flores de oro irremediablemente perdidas
entre vagas memorias y sentencias.
Soy tu enemigo que no tendrá piedad. / Guerra te llamaré y tomaré / contigo las libertades de la guerra. / Y en mis manos tu rostro oscuro y atravesado, / en mi corazón el país que / ilumina la tormenta.
Ives Bonnefoy
Tempranamente nos lanzaba la noche
sus grandes ojos de diosa
había en esas calles otra luz
que no conoce el día
y nada ni nadie sabía de la muerte
venías detrás de ti larga y enigmática
presencia donde me reconozco
otros canten la gloria de lo evidente
y harán lo justo
yo viviré siempre
en esta piel estas manos,
y este cuerpo
bañado por otra luz otra presencia.
Azules, de bárbaro. Hoy cantan para ti
los suaves trinos y en el taller literario
adelgaza la voz el papagayo: conmovida
endulza las Grandes Miradas su lección de confitero.
De este lado rezamos por ti hincados ante un lobo:
que la bella ciencia es una habitación que da a lo oscuro
y el hombre, ese acertado inconstante,
es apenas unos pocos pasos que por ella van y vienen.
Cuando la muerte señala la fibra luminosa que somos,
cómo tiembla su luz, cómo parpadea con el viento repentino,
cómo se aterra al pensar en la oscuridad, el silencio,
el dedo que elige antes, mientras las luces corren ardiendo
hacia el casi supremo resplandor, que es el número 1, antes del cero.
Un amor absoluto, para el que no existe
primero ni último, golpea sobre el mundo:
en el más humilde y en el más soberbio
canta la canción del hombre.
Bajo las máscaras vacías e intermedias
un amor absoluto, para el que no existe
primero ni último, resuena escondido,
más allá de los gritos
y la apretada melodía de la desesperación.
??Si yo fuera otro animal, ¿qué animal sería???
no dijo ella, nunca.
Tú serías un cisne y por el camino del cisne
se abrirían las aguas donde los hombres
lloran abismos verticales.
Si tú fueras un cisne,
tal vez aquellos que conozco no morirían jamás,
y estaría saciada esta sed memorable
de presentir en las sombras
el paso de otra Sombra.
Boca de pájaro
en tus ojos de hierro hoy se oxida el dolor.
En la mañana que tiembla
y en el sol que la entibia
en el final de la noche con garras de muerto
en todos los lugares comunes a saber:
luna
lluvia
estrellas
está tu origen y el origen de tu nombre.
El astuto animal fue ingenuo dos horas por la casa:
antes del polvo de las cosas tocó los helechos salvajes,
los gruesos valles del jardín diminuto,
la piedra que es llanura de lava para su ojo infinito:
un viajero aprensivo por las habitaciones casi desiertas
alentó inútilmente las plantas prisioneras,
rondó la cabeza del perro semidormido
que lo espantó como a un remordimiento.
Veo a una mujer maquillarse cualquier mujer y cambia
primero está pensando en otra cosa (porque cuando una mujer
comienza a maquillarse aún no ha separado este acto del resto del día)
Pero luego disponiendo los objetos varios que la ceremonia
determina preciosamente en su exacto lugar en torno de sus manos
la mujer sabe que algo ha ingresado de nuevo a este mundo
Se abstiene sin embargo de nombrar eso que viene
Polvos cremas pinturas para la delicada construcción
lápices que escribirán otras palabras que estas
palabras que intentarán decir a la que esconde
La otra como ella se ve debe ser dibujada por esta la que se asoma
al espejo para verla
Ella está como tímida ante su hermana mayor que insiste insiste
sácame de la nada invócame haz que nuevamente sea
entre los seres las horas y las cosas
haz que sea nuevamente entre los hombres
sí sobre todo haz que nuevamente sea entre los hombres
Y la pequeña se somete al llamado de la grande y la saca y la dibuja en el spejo
Del otro lado se queda ella colocada en el dibujo
Polvos cremas pinturas lápices el instrumental es el mismo
de todas las ceremonias semejantes
quien fabrica estas cosas sí que sabe lo que hace
Veo a una mujer maquillarse y me fascina
Por su parte y como siempre la mujer sólo está fascinada por sí misma
Nada ni nadie existe ni cuando se acerca al espejo
ni cuando está ante el espejo ni cuando se quita de él
Extraña especie tan cantada y sorda
Navega por la vida atada a su poder y lo puesto en sus oídos
lo colocado ante sus ojos lo concentrado en su boca la salva de caer
Será por eso que ante una estamos siempre solos
Enigmas de lo que no puede caer
Ahora traza una línea ha dudado no por no saber sino porque
conociendo el significado de la ceremonia goza de lo preliminar
ahora traza una línea y divide el día en dos
Ya fue hecho lo demás es desarrollo una línea azul oscura apenas un trazo
sobre el ojo izquierdo que ha sido completamente transformado
Ya no es un ojo humano no es el ojo que vino con ella del vientre que sabía
que paría a una mujer sino un ojo de ella
definitivamente suyo
El ojo mira al resto en el espejo y está satisfecho
parpadea para alentar a la mujer
La otra la mira desde ese ojo donde ya se asoma y vigilante
la obliga a lo demás
Sin embargo la mujer hace una pausa a medias maquillada bebe
una taza de té hay un placer en eso de andar
a medias maquillada por el mundo
Paralelamente es como demostrarle todavía a la otra un diminuto poder
una ligera potencia que alcanza a diferirla pero que no podrá evitarla
Cosa que ambas saben y agradecen
Pero finalmente también el ojo derecho cambia y la otra ya ve
perfectamente en el espejo ahora es ella la que ve
y la primera mujer se va yendo lentamente trazo a trazo
Hay unas cremas castañas untuosas con las que las mujeres cambian de piel
no oscurecen la suya sino que sacan la otra piel de las mejillas la dejan asomar
Ignoro por completo el nombre de ese ungüento como ignoro los nombres
de los otros elementos de la ceremonia porque ellos y sus nombres
pertenecen por completo al otro mundo
El que convive con el del hombre en esta tierra y en la historia
Nombres cosas términos precisos que no podemos comprender
que vienen de otra lengua que son dichos en otra lengua
mucho más sugestiva que la nuestra
una lengua que está hecha para usarla en voz baja casi susurrándola
Porque no pertenece al universo de las grandes expansiones sino
al de la reserva al de lo íntimo lo cerrado
En esa lengua hablan entre sí las mujeres y hablan ante el espejo con la otra
Donde un gesto quiere decir otra cosa donde ninguna palabra
se corresponde con las nuestras allí en esa lengua una mujer se maquilla
y nosotros creemos que se adorna
Ante el espejo todo ha sido consumado y la otra ya está en este mundo
la mujer anterior se ha ido y esta es la que se mira entera
Mueve alternativamente un músculo sonríe levanta o inclina la cabeza
como un actor que calcula sus fuerzas y ensaya previamente movimientos
Esta mujer otra mide ante el espejo sinuosidades gestos pausas
A solas previas únicas estas gesticulaciones son como los arquetipos
que viven perfectos en el mundo de las ideas pero luego se plasman en número
Repeticiones de cada uno de estos movimientos serán lanzadas
con alevosa precisión sobre el mundo de las cosas
Se incorporarán a él sin perder su condición de extrañas
La mujer no es sólo ella sino también sus gestos además del cuerpo
ocupa el alrededor del cuerpo la habitación el lugar
entero donde se encuentre
Como esta mujer la otra que todavía se mira un poco más en el espejo
máscara de la máscara ficción se cree que completa
Es la historia de siempre, los intrusos
se apoderan hasta de nuestros miedos
más infantiles.
Nada dejan librado al azar.
La consumación del sueño, el asesinato
de Trenton deslizado en la silla vacía
del primer morador, las constelaciones
de los primitivos enamorados
que alguna vez pernoctaron por las
raídas habitaciones.
Son las dos de la madrugada de un lunes cualquiera
Hace treinta y dos años en la calle Tres Arroyos
un inesperado crimen nos recordaba que también
se mata por pasión.
Las crónicas oficiales sólo reseñaron
los celos enfermizos del autor de la tragedia
pero nada dijeron de la consternada Laura
la desdichada enfermera que aceptó consumar
aquel ritual con su despiadado amante.
Hay distintas formas de ver pasar la vida
de contemplar lo bello o lo siniestro
que ha quedado perpetuado en algún sitio.
Son esas marcas, espejos de otros tiempos
que vuelven a la memoria y nos recuerdan
que una ciudad también carga con una cruz
en sus espaldas.
Hemos visto noches de miradas eternas.
Los crucifijos esperan el reencuentro con sus dioses.
Mañana es posible.
Las ciénagas han muerto de frío a la intemperie.
Ahora, tus ojos no vacilan en el llano.
Las comadres enlutecen de rubor
cuando el grito quiebra nuestros huesos.
En el límite de todo, tú adorada mía
ahora que la sal del hierro no corroe
los ligamentos del esperma, vienes a mí
blanca, etérea, elevando tus ojos rojizos
por las gargantas del océano.
Condenado amor, la estrechez del mundo
se interna en los mares ultrajados
allí donde la luz del ciego y las camas
de alquitrán ya no alcanzan para contener
la esclavitud de los siervos.
La Grotesca sufre en las piedras de cianuro.
Arrojadas al fuego, abatidas por la furia
de cerebros desahuciados
son el polvo de la bruma.
La mansedumbre abraza los cabellos del ángel
besa sus alas de ciruela y se recuesta
en las costillas del demonio.
Esa pesada carga del deseo
purifica la razón del violinista.
Ella sabe que el virtual descubrimiento
pasa por sus ojos
allí donde los monstruos más sagrados
atormentan el caldo del cartero.
Imperfecta y deleznable
su piel amarga restituye
al visionario de Manhattan.
La vida real es un desgastado
sacerdosio.
En las altas ciudades, miles
de fieles confinan sus almas
para apaciguar el fuego de la carne
la dorada caridad de la limosna
el religioso orden de los días
por venir.
Ahora, que hemos descubierto
en palabras el origen del silencio,
nuestras almas permanecerán
quietas en el horizonte.
Ya no habrá lugar para la duda
ni miraremos con los mismos ojos
la eternidad de la luz.
El vacío cubrirá las anchas veredas
con su obscuro manto de junio
y dejaremos partir mansamente
las cenizas de aquello que no fue.
Dicha y ocaso, gravidez de los rituales.
Línea oblicua del amor en las maletas del viajero.
Los perros ladran su tormento en las trenzas de la
/dama.
Hueco de rencor, antiguos maleficios.
¿Quién ha robado los bastones del ciego
buscando luz en las tinieblas?
88 Buenos Aires
El telón levanta
sus ventanas de odaliscas.
Es una noche más
en un Buenos Aires
vulnerado
por fantasmas que inoculan
sus estigmas,
pero un zumbido
de música herida
invade las capas
más feroces de la jungla.