Esos fantasmas

Esos fantasmas llegan a casa
recogen en la puerta la soledad y pasan
pasan dentro de mí como esos trenes
contra barreras bajas
esos fantasmas pasan van sin rumbo.
Esos fantasmas llegan
se instalan en la silla y en la mesa
y sin que pida nada ellos hablan
esos fantasmas hablan con mi sombra
recorren la distancia amarrada a mis sueños
cantan mi compañía
esos fantasmas hacen mi morada.

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La mujer de los pájaros

Ella le daba alpiste a su pasión más fiel
le daba agua en el pico
le daba de su almohada los algodones blancos
mientras los ‘pobrecitos’ esperaban silbando
que vuelva hablando sola.
Poco a poco no pudo sostenerlos
y ellos se debatían de pico en los alambres
entonces dio sus manos por la fruta golpeada
los grises de su frente hurgando en las verduras
y ellos se debatían de pico en los alambres
se negaban criar y cantar y bailar
alegrarle la vida las visitas.

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MCMLXXXIII/5

En esta casa alguien vivió antes, y antes.
Dejó clavos de punta en las paredes
la forma de sus manos en un viejo jabón
olores a tabaco, en el lavadero sucio.
Huellas poco confiables.
Vivió esperando un ruido que lo llame
desde el amanecer?

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MCMLXXXIII/7

Y le pido de nuevo que no me deje solo
que todavía siento miedo a la oscuridad
a las voces que indagan el pasado
que no me deje solo
que otros duendes resuelven
lo que cuesta subir desarmado las alas
que anuncia el gallo nuevo
que no me deje solo con el eco
que me acompañe siempre
que respire y respire
nubes bajas se internan al agua donde bebo
que no me deje solo repitiendo esa luz
que despierta viviendo a contracielo
atrás de los retratos donde una vez
soñé con otro rostro
que no me deje solo en esta huella
que siga respirando por los remos
que siga respirando
que respire
que no diga hasta aquí.

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Memorias de inmigrantes

Esa mujer tenía ojos azules
cuando entró lastimando con su carga el revoque.
Valijas de cartón, jaulas de alambre.
Si no fuera que un día le dejara pintarse
los labios a sus hijas, sería un pestañeo
la melodía fácil que le cambió el acento,
aquel olor a sal que se fue con las lluvias
y la costumbre húmeda del tiempo.

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Mujer con murmullo

Ese buen amor de manos transparentes
y ese gusto tan especial que tenía
ese buen amor
por robar vino blanco en los supermercados
si una planta escapada de la reja
o un trofeo de losas cascadas atrás del vidrio
deshacía los nudos de corbatas
con labios apoyados alrededor del cuello
y la audición vibrosa de Nat Cole en castellano
perpetuaba los besos en la piel.

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Pequeña cosa

Si no tuviera alas como tiene
si no hablara y cantara
si no fuera de fiesta de velorio
si no amara tus piernas como ramas de un niño
si no tuviera acaso componentes políticos
estaría diciendo que el corazón
es sólo el corazón
no esta mancha que cambia pasos bodas y viajes
no este pájaro huído que carga una maleta
pesada como un pueblo
no esta sombra que emigrra en mala hora
qué va.

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Quién sabe

Quién sabe cuál sería la solución buscada
o si fue algún atajo una salida huyendo
de los perros del tiempo
que no entienden dialectos
ni gestos de esos hombres
que un buen día llegaron en un barco
o encallaron de tercos
perdieron el sombrero en esta costa blanda
cielo limpio agua dulce tierra para sembrar
la semilla no dio como esperaban
el arado y la furia no estaban
en sus cartas de navegación
sólo encontraron paz cabeceando entre sueños
al filo de la mesa
no se reconocieron en la virgen
criaron el ganado atrás del muro
bautizaron por miedo desearon y desearon
no preguntaron nada o casi nada.

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Retrato de familia

Domingo y Juana al frente del ‘vapor’ Asimina.
Faustino y su tabaco y el mismo delantal
de su trabajo. Doña María y Carmen con sus cabellos
jóvenes (que cuesta recordar) tomadas de la mano.
Mi abuelo en sus botines y todo el desarreglo
de aquel saco de lana con el que lo encontraron
(suerte que se bañó, dijeron en la casa
el día de su muerte en el mercado).

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Sin referencias

El ave sobre el borde de la fuente
baja el pico y me mira
recoge su alimento vuelve a bajar el pico
y me vuelve a mirar
meneando la cabeza
alrededor hoteles de altísimo aluminio
vidrios rubios detrás de las cabezas
un régimen de moscas consumiento el sonido
el ave teme observa se levanta
con ágil movimiento vuela sobre estos días
que invadieron los ojos con el ocio terrible
de los desocupados.

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Tener que ver (I)

Dios mío, todos los días han sido
¿No nos ha quedado siquiera un
día nuevo?

MARIN SORESCU

Cuando el cuerpo no podía
quedaba horizontal y la carga ignorada.
Aún pasado el invierno no había cómo quitar
las manchas de alcanfor que marcaron el pecho
buscaban adelante, hacia atrás, en los lados
y el cuerpo estaba adentro.

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Tener que ver (II)

En la puerta cancel del antiguo vestíbulo
brilla un vitral que sirve para tapar el gris con sus colores, hoy ya desatendidos, y sus vidrios rajados
por donde pasa el viento trepidando
como un viejo y ruinoso caballo de lechero.
Este es el escenario de una ciudad
con muros carcomidos, reflotada del agua
y puesta a navegar otra vez con nosotros
entre descalzas voces que recuestan sus hijos
o baldean las piezas a lo largo del patio
mientras mamá desviste la muñeca que sienta
al centro de la cama
varios días después del primer fin del mundo.

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La vuelta de Martín Fierro XXX (Fragmento)

(EL MORENO)

Yo no soy, señores míos,
sino un pobre guitarrero;
pero doy gracias al cielo
porque puedo en la ocasión
toparme con un cantor
que esperimente a este negro.

Yo también tengo algo blanco,
pues tengo blancos los dientes;
sé vivir entre las gentes
sin que me tengan en menos:
quien anda en pagos agenos
debe ser manso y prudente.

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Martín Fierro (Fragmento)

M. Fierro:
Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria,
con el cantar se consuela.

Pido a los santos del cielo
que ayuden mi pensamiento;
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.

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Indio

Quien ordenó la carga del arado
ordenaba tu muerte el mismo día.
Ella tuvo lugar junto al Salado
con paloma y calandria, a mano fría.

No te valió tu entrega de venado
frente al duro invasor que te temía.

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Maternidad

(Fragmento)

Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.

-El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido-,
Si mi mano te toca,
tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.

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Quinta luna

Con ojos que te sieguen huidiza,
soy el azor de tus benditos senos:
palomas que arrullando inflan el buche,
vasos que crecen a un divino fuego.

Y en verdad que tu vientre primerizo,
ni blanco ni moreno,
calladamente se deforma en cantaro
a la presion continua del misterio.

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Pasajero

Subes al impertérrito ferrocarril de la vida
y en cada estación te bajas
para dialogar con el hastío
y en cada túnel de la noche sueñas de prisa
porque
aún en la oscuridad
flotan pensamientos.
Al principio,
cuando querías devorarte el mundo
en un instante
no cerrabas los ojos en los túneles.

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Parece

Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que transito sin desplazarme en cuerpo,
ya vencido, ya huidizo, como niño regañado.
La pestilencia de los espíritus diminutos
me provoca repugnancia.
Sólo quiero la mordedura rápida de la víbora,
sólo quiero alejarme del retorno y no ver
máscaras ni osamentas caminando sin rumbo.

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Ofrendártelo todo

Morir de pie descalzo tirado sobre la hierba no
doblegada
por el huracán más iracundo.

Descansar horizontalmente
erguido.
En fin, correr dormido en línea entre tus sábanas
albas
en las noches más frías del invierno.
Arrancarte los cabellos de raíz y quemarlos en una
hoguera
de rosas rojas perfumadas malolientes.

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Las esquinas

Las esquinas son aladas
de plumaje de cemento y de greda
vigilantes en los bornes de las calles.
Son incluso divertidas
porque no se pueden ocultar
y se desdoblan casi nunca solitarias.
Las esquinas de que yo hablo
no son las de mis manos
y no tienen una flor entre los dedos.

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Poesía amarga

La tarde, espantosamente fría,
y se me viene este atragantamiento
de impresiones y de burdas sospechas.
Heme aquí aherrojando en pedazos
la poesía amarga
encerrado en el estupor impúdico,
sórdido,
porque me llega todo de golpe
como embestidas a mansalva
de risa y de llanto.

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Esos árboles desnudos

Qué perverso es el invierno con los árboles
desnudos y ateridos, agraviados
por la exaltación de los vendavales;
forzados a contorsionarse, extravagantes,
entre los aplausos infatuados de la lluvia,
con faroles de inoportunos ademanes
que los celan en las umbrosas avenidas
y silencios quebrajados por el llanto
de los seres traicionados.

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Dios es un matemático

Mientras más viejo
se muere menos:
matemática pura.
Dios es un matemático
prolijo, previsible,
y la naturaleza el libro
que se le quedó abierto,
olvidado,
con pájaros inocentes
escapando del destello,
engañados como las flores
de un espejismo;
como los peces efímeros
vagando en una tierra
infecunda,
como los días que se mueren
a la hora señalada
todos los días,
cuando el sol es un reloj
agonizante allá en la vida,
que apunta prosternado
hacia el ocaso.

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