dejaste únicamente nuestros
cuadros de mercurio
(que aún se mueven)
extraño las opacas tardes
que dedicamos a la violencia
tus discos de peter gabriel
y lunas lentas del jueves
me quedo deteniendo
estos cuadros de mercurio
(que aún se mueven)
Poemas cortos
el instante congelado
de voces extrañas
el siglo doloroso que habitamos
el ruido que anduvimos
noche rápida
donde olvidamos el sueño
pelearemos los objetos
arrebatados por los años breves
la palabra estará más sola que nunca
sábana del sereno agujereada
por la luz
junto a conchas y alacranes
tu alma me dará asilo
sin la contusión letal del
recuerdo
dejaremos la placa
conmemorativa de nuestra alegría
para los futuros coleópteros
inadaptados
que conspiran contra la
tristeza
malditos sean los lunes
con sus labios muertos
con sus devaluaciones y fragmentos
con el agua envenenada de tiempo
con la tierra estremeciéndonos los huesos
el lunes
es el día favorito de los acreedores y las plagas
perfecto para asesinar por dinero
para colgar de los buses
y subrayar los periódicos
la ciudad es un eterno lunes podrido
se vive para asolear la sangre
para ser regañado/atropellado/eliminado
me hice en el silencio
de horas junto a nadie
esperaba
no sé a quién
sólo esperaba
no decía nada
todo sucedía a mi alrededo
por la ciudad
caminan vacíos y solos
sin eso que hicieron existir
a fuerza de silencios rotos
para apoderarse de una promesa quieta
un pájaro muerto
un pez
una palabra capaz de cerrar
este libro doloroso
preso en una bomba de nylon
el olor de ciertos callejones húmedos
despierta en mi memoria viejas plegarias
sitios perforados por el tiempo y su lógica
la guerra y mi madre
la televisión respirando en la sala
y todos bebiendo café
como si nada ocurriera
también existe
eso otro
largas temporadas en el infierno
sin saber dónde
se encuentra
me encuentro
nos encontramos
y allí soy asesino
jesucristo
judas iscariote
todos aparentemente reales
un héroe son diez mil
soldados muertos
y una ballena hundida
tenemos derecho al pasado
(la traición es una opción innegable)
pero tener la cara cruzada
por la verdad
cubre de vergüenza los parques
el monumento es
simplemente
endurecer la muerte
frente a una carretera silenciosa
universo al negativo
que estalla en algún océano
o en una pupila que se refleja
en sí misma
estrella líquida
que bebe la noche inmensa
Con los frutos del enebro
y las hojas
prenderé, amada luz mía,
este crepúsculo
tus labios
en mis lóbregos labios de incienso.
E impuestas en tus ojos
mis manos serán fértiles
y será
la oscuridad un verso
de piedra
por la sangre acariciada.
Nada importa sino el signo,
el símbolo de lo inconcreto,
el nombre que te di a oscuras
contemplando el retorno de la miel.
Nada importa,
ciertamente, sino el limo
y el aceite del vocablo bien trazado
como un labio de aurora
hecho poro o línea.
Son los últimos días del invierno,
desapacibles.
La luz ilumina dolorosamente,
sin fuerza
las ventanas, el corazón,
las alfombras.
Y apenas ha caído lluvia en tus ojos
y en tu pelo
durante las últimas noches.
Y con tan poca cantidad de agua
recogida en el último otoño
y con tanta ausencia de luna
en los labios
quizás no sea fácil ¿Tú que crees?
que lleguen a tiempo las próximas caricias.
La cúpula dorada,
los portones de hierro,
arcángeles,
legiones.
Este intento
de vivir
la historia condenada.
No más tu piel,
ni piedra de templo,
ni grano que germina.
Nunca mármol tallado,
ni lápida de héroe;
sólo mosca en el ojo del asno,
ojo del tiempo,
vida en el cielo trazada.
Fui un viejo juglar, y conté historias.
Mi nombre os es indiferente.
Sólo dejo constancia de mi oficio
porque fue oficio quien dictó mis versos
no la pequeña vida que viví
ni su dolor ni su insignificancia:
ella murió conmigo y aquí yace,
desnuda como yo, bajo esta piedra.
DÉJAME ser el huésped de tu boca,
la lentitud con que el calor recorre tu desnudo.
Soy como el frío de una noche desierta,
pronto a buscar cobijo en los derrumbaderos
donde hace el nido la melancolía.
Hay tanto resplandor, la luna es tanta
que me deslumbras con la calidez
de tu silencio, y me sumerjo en ti.
Cada nuevo clima
es, al cabo,costumbre, y yo, extranjero.
El día ha caducado
y va a empezar la oscuridad.
Déjame que me oculte junto a ti,
en el frondoso bosque de unos ojos
donde no cesa de llover.
Acurrucado entre sus matorrales,
aguardaré a que tu pasión me señale el camino.
DESCUBRIR los motivos de la aurora
es otra forma de pensarte,
asomado a la baranda del anochecer.
En cuanto a mí, no sé,
¿qué más puedo decirte?
Sólo que por tu causa
casi tuve el proyecto de durar.
APAGA las estrellas,
desconecta el sol.
Quiero adentrarme a tientas
por los acantilados de tu piel,
reconstruir sobre tu boca
las letras, una a una,
con que dar nombre al fuego,
a la locura de saber que he visto
el cielo tan de cerca, o no, tan mío
que mi país se llama medianoche.
Como quien bajo un árbol se guarece
de la lluvia. Y se cala. Y así la lluvia entra
lloviendo en el paisaje de su espíritu
y hace su carne lo existente: el mundo.
Luego, al lucir del sol, su pensamiento
en íntimo arcoiris lo deslumbra
más poderoso que la luz de fuera,
y translúcido siente que le acosa
la realidad y la pasión, la vida.
Aquí, tranquilamente,
voy a decirte una palabra,
la última palabra
donde quedó tu corazón antiguo…
Aquí, tranquilamente:
Dios era carne entonces
y tú lo recreabas en tu espíritu.
Ay, arrodíllate,
no volverás dos veces a ser niño.
Acodada en la barra o la terraza.
me miro desde lejos como dicen
que se miran los que han estado muertos:
un fulgor en el vaso
me resume lo helado de los años.
Vértigo de un rodaje discontinuo,
fotogramas vacíos que huyen.
Enero. Sus últimas
estancias. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.
Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
-qué contradicción dulce-
que envejezco.
Ganar, abrir, cerrar,
perder. Hoy el encuentro
feliz. Mañana la despedida.
Todo es lo mismo
y contrario. Como la luna
y el día. Todo de luz y de
sombra. Como una noche
muy llena y una casa
tan vacía.
Ven, muerte, tan escondida,
que no te sienta conmigo,
porqu´el gozo de contigo
no me torne a dar la vida.
Ven como rayo que hiere,
que hasta que ha herido
no se siente su ruydo,
por mejor herir do quiere:
assí sea tu venida;
si no, desde aquí me obligo
que el gozo que auré contigo
me dará de nueuo vida.
¿Soy mala?
¿te lastimo?
¿Rompo tus sueños
me monto en tu espalda
juego sucio
miento y olvido?
qué buscas
¿martirio?
No eres corazón
digno de este alta
La mujer
atrapada
en el espejo
hurga en la sombra
buscando
la punta
del destino perdido
Soy lapidaria
(ante todo)
con pecados
dudas
contradicciones
quiero tirar
la primera piedra
Cercano a la caducidad.
Al leño reseco de un altar olvidado.
Al secreto que quiere abolir
la intimidad en lo más viviente.
Y lo más joven, que hería,
es lo que vibra ahora con la especie alegría
cuando avanzás;
la verdadera juventud
entre los verdaderos árboles.